Socialismo o Barbarie, periódico Nº 176, 13/05/10
 

 

 

 

 

 

Una comparación reveladora

Grecia 2010 y Argentina 2001

Por Marcelo Yunes

En estos días, analistas económicos y voces no tan desinteresadas se dedicaron a machacar con los paralelismos entre las situaciones de Argentina en 2001 y la de Grecia hoy. Más allá de algunas trampitas políticas a las que luego nos referiremos, hay que reconocer que la analogía tiene muchos puntos de apoyo, algunos sorprendentes. Los Kirchner quieren aprovechar el tema de manera oportunista, pero se dejan convenientemente cosas en el tintero.

Semejanzas asombrosas…

Algunas coincidencias son casi calcadas. Por lo pronto, ambos países presentaban un fuerte déficit fiscal y un volumen de deuda gigantesco respecto del PBI, en el marco de una fuerte recesión económica. Pero los números de Grecia son mucho peores: la deuda pública argentina representaba el 55-60% del PBI, y la griega es casi exactamente el doble, 115-120% del PBI. Además, el déficit fiscal argentino era del 3-4% del PBI, y el griego es del orden del 13%. Ambos países sufrieron por un esquema que ataba su tipo de cambio a una moneda fuerte. Otra vez, Grecia está peor: mientras Argentina tenía el peso anclado al dólar pero no estaba imposibilitada de devaluar (aunque nadie se animó a tomar la decisión hasta que se impuso casi de hecho), Grecia hasta hoy no tiene moneda propia. Es decir, no puede compensar la pérdida de competitividad de su economía por la vía “natural” de ajustar su tipo de cambio a una relación más realista con el mercado mundial.

Otra coincidencia: ambos esquemas económicos (con una productividad real muy por debajo del valor internacional de su moneda) sólo se sostenían mediante un continuo flujo de capitales extranjeros, en buena medida especulativos y destinados al sistema financiero. Ese flujo se mantenía gracias a la “garantía” de que ningún gobierno iba a tocar la moneda “fuerte”... que no tenía respaldo económico interno. Asimismo, en los dos países el mecanismo se vio aceitado por la “contabilidad creativa”, que maquillaba déficits tremendos y barría la basura financiera bajo la alfombra (con la vista gorda de los bancos beneficiados). Y cuando “los mercados” entendieron que el artificio ya no daba para más, salieron disparando y abandonaron a su suerte tanto al “peso convertible” como al “euro griego”.

Desde ya que en uno y otro caso el salvataje financiero vino con “ingeniería” del FMI, a cambio de un plan de ajuste brutal. Así fue con el “blindaje” de cartón de enero de 2001, a cambio del cual se lanzó el ajustazo y el “déficit cero”, primero con Ricardo “El Efímero” López Murphy y luego con Cavallo.

¡Hasta los versos son los mismos! Veamos si no: “Las reservas de dinero en los bancos están garantizadas y absolutamente seguras”. ¿Quién lo dijo? ¿De la Rúa, Cavallo, Duhalde...? Pues no: el ministro de Finanzas de Grecia, Giorgio Papaconstantinou. Desde aquí, les mandamos un consejito a los laburantes que tengan unos euros en el banco: ¡sáquenlos ya, que se los afanan!

El FMI, como de costumbre, tira la piedra y esconde la mano. Así como en Argentina felicitaban a Cavallo y Cía. por su “valiente plan”, como si no hubiera sido pergeñado en Washington, ahora la vocera del Fondo, Carolina Atkinson, aclara: “El programa económico que Grecia busca implementar no es una imposición del FMI, fue hecho por las autoridades griegas”. Sí, por supuesto. Y si las cosas salen mal, la culpa será de las “autoridades griegas”, que obraron con la mayor independencia y autonomía...1

…y diferencias significativas

Hay incluso más puntos de contacto, pero creemos haber cubierto los esenciales. No obstante, las diferencias pueden ser tan o más importantes. Una ya la hemos señalado: Grecia no tiene moneda propia ni posibilidad de regular su vínculo con el mercado mundial por esa vía. Que eso equivale, en economía, a salir al ring con una mano atada lo demuestra la crisis de Islandia, una de las primeras economías afectadas por el sacudón financiero fuera de Estados Unidos. Allí, la especulación financiera había crecido hasta límites insoportables, con la consecuencia de que la deuda impagable islandesa era varias veces el PBI de un país con 300.000 habitantes. El gobierno debió nacionalizar la casi totalidad del sistema financiero, y los acreedores (esencialmente Gran Bretaña, con el coro amenazante de la Merkel y Cía) exigieron un plan de ajuste que equivalía a endeudar cada hogar de Islandia en varias veces su patrimonio. Hubo un referéndum (por suerte, quedaba algo de tradición democrática en esa nación insular) y naturalmente el 95% de la población votó en contra del ajuste delirante. Consecuencia: la moneda local, la corona islandesa, se devaluó hasta un 80% respecto del euro. Así, se terminó el déficit comercial después de 22 trimestres (¡más de 7 años!) y la economía volvió a crecer. Algo relativamente parecido hizo la Argentina. Pues bien, ese camino está clausurado para Grecia mientras siga con el euro (por eso economistas como Krugman dicen que la salida de Grecia de la eurozona es casi un hecho).

En cuanto a su capacidad de recuperación de la crisis, hay que decir que, nuevamente, Grecia está peor que la Argentina, que tuvo la suerte además de empalmar con un ciclo internacional de altos precios de las commodities que exporta. De ahí el escepticismo de los “mercados” sobre la recomposición del ciclo de crecimiento y renovación de pagos de la deuda en Grecia. Más bien, incluso voces capitalistas señalan con alarma que no hay chance alguna de evitar un estallido social (y de recuperar las acreencias) con un programa de ajuste totalmente recesivo. Es cierto que Grecia no sufrió un desgaste prolongado de su estructura productiva como sí ocurrió con Argentina. Pero mientras que aquí la economía pudo despegar relativamente rápido una vez ajustado el tipo de cambio, el horizonte griego dentro del euro es deflación y recesión. Con un agravante: como el ajuste nominal de salarios hacia abajo es virtualmente intragable, el equivalente económico de eso es ajustar un poco menos pero con desocupación mucho mayor. En vez de bajar el 25-30% a todos los asalariados, se baja un porcentaje menor a una parte de los trabajadores, y a la otra se le saca el 100% del salario (es decir, se los deja sin empleo). Así se compensa una rebaja “insuficiente” del salario con un incremento exponencial de la desocupación.

Tal es la receta que buscan imponer el FMI y la Unión Europea, primero para Grecia y ahora para todos los países europeos en problemas (ver nota aparte). Y en esto consiste la última importante diferencia con el cuadro de Argentina en 2001. En ese momento, el FMI y el establishment financiero habían decidido que había que “dar una lección” a los países que se metían en problemas. Algo así como lo que hicieron en 2008 con Lehman Brothers, y con el mismo resultado: oficiaron de aprendices de brujo, desencadenando una crisis que luego no supieron cómo controlar. Paradójicamente, al país le resultó beneficioso que “el mundo le diera la espalda”: se encontró de hecho, casi a la fuerza, con márgenes de autonomía muy superiores a los sufridos en los 90, cuando las misiones del Fondo eran las verdaderas autoridades económicas del país.

Los Kirchner se suben a un caballo prestado

No hace falta decir que todo el descalabro internacional y la crisis griega ponen otra vez en el centro de la escena las políticas económicas de ajuste antiobrero y antipopular, así como las reacciones del movimiento de masas, que ya empezaron con todo en Grecia misma. La evocación de los días de 2001 le viene como anillo al dedo a los Kirchner, que sacan pecho marcando las diferencias entre las consecuencias nefastas del ajuste “neoliberal” en comparación con las “políticas de inclusión y crecimiento” que ellos encarnarían.

No pasa día sin que Cristina y el oficialismo recuerden que la oposición de derecha es abanderada de las políticas que hoy impulsa el FMI (algo bastante cierto) y se muestren como apóstoles de la cruzada “antineoliberal” (algo ya mucho menos cierto).

Los lectores de SoB conocen de sobra que en estas páginas hemos desmenuzado cada una de las mentiras y sofismas del oficialismo.2 Los Kirchner sólo pueden posar de “antineoliberales” en comparación con el derechismo rabioso de Macri, De Narváez, Carrió y Cía, todos contrabandistas del ajuste y defensores de los intereses sojeros. Pero lo que nos interesa aquí es que el gobierno construye un relato donde quedan como paladín de lo “nacional y popular” sobre la base de falsear la historia política reciente de este país.

En efecto, lo que no dicen los discursos oficialistas es que si Argentina salió de 2001 en una dirección distinta a la que hoy intentan imponerle a Grecia no fue gracias a los Kirchner (virtuales desconocidos en los hechos de 2001, en los que no se les conoció la voz) ni a sus aliados “nacionales y populares” de hoy, como la CGT y la CTA. Por el contrario, fue la lucha popular independiente de los grandes partidos y figuras patronales (por ese entonces casi todos debajo de la cama) la que impuso relaciones de fuerza que hacían imposible un curso neoliberal de ajuste clásico. ¿Quién derrotó al intento de ajuste de López Murphy en marzo de 2001: Cristina Kirchner desde el Senado o los inmediatos anuncios de planes de lucha y movilización obrera y popular? Que incluso Moyano y De Gennaro se sumaran a ellos no muestra que fueran sus impulsores, sino más bien que desde el inicio intentaron montarse sobre ellos para evitar lo que finalmente sucedió en diciembre de 2001. Es sabido que el 19 y 20 de diciembre tanto CGT como CTA brillaron por su ausencia, para no hablar de todos los políticos tradicionales, incluidos los Kirchner.

¿Quiénes enfrentaron a la Policía, a los gases y a los tiros en la Plaza, en Avenida de Mayo, en Diagonal Norte, en el Obelisco, el 19 y 20 de diciembre? ¿Quiénes cortaban las calles? ¿Quiénes marchaban a los ministerios, a las municipalidades, al Congreso, a Plaza de Mayo? ¿Quiénes tomaron por asalto las sedes de las compañías privatizadas exigiendo el fin del curro de las tarifas (que gracias al cagazo mayúsculo que se llevaron los patrones y el gobierno siguen semicongeladas hasta hoy)? ¿Quiénes pusieron la pobreza, la indigencia y la desocupación en la agenda política? ¿Quiénes organizaron a decenas de miles de desocupados por fuera de las estructuras clientelares clásicas del PJ? ¿Quiénes cuestionaron en las calles y en los hechos las consecuencias de la aplicación de los planes de ajuste? ¿Quiénes sufrieron la represión, los heridos, los procesamientos y los muertos por la lucha? ¿Fueron los Kirchner y sus actuales acólitos intelectuales y de la burocracia sindical? ¿O fueron los cientos de miles, millones, de trabajadores, estudiantes, activistas, jubilados, luchadores populares sin nombre ni lustre en los medios, acompañados y en ocasiones orientados por organizaciones de izquierda e independientes?

Son ellos los que crearon las condiciones políticas y de relación de fuerzas entre las clases sobre las que se montó (para controlarlo desde el Estado, para reabsorberlo desde las instituciones, para evitar que se profundice) el proyecto político de los Kirchner. Si es cierto que se diferenciaron de lo que la clase política argentina había venido haciendo en los últimos años, no lo es menos que ese proyecto no fue la culminación de una travesía por el desierto de las ideas y la militancia, sino una salida improvisada que sólo se hizo posible cuando la lucha popular en las calles impuso en los hechos la clausura de las vías neoliberales más ortodoxas.

Que el gobierno no se engalane con plumas ajenas, entonces. Porque si la respuesta obrera y popular en Grecia, en Europa y en el mundo empieza a cortarle las barbas al ajuste capitalista, les va a tocar a los propios Kirchner poner sus barbas en remojo.


Notas:

1. Dicho sea de paso, con la decisión del rescate europeo fue parecido: el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, salió a decir que “ésta fue una decisión del consejo de gobierno del BCE y no el resultado de la presión política”. Como si el llamado de Obama a Sarkozy y Merkel exigiendo “medidas rotundas”, las presiones del FMI y las demandas de los “mercados” no hubieran sido decisivas, y como si la propia Merkel no hubiera exigido el monitoreo del FMI…

2. Para repasar sólo los más recientes, ver en SoB las notas sobre el nuevo canje de bonos impulsado por el gobierno con el objetivo de “volver a los mercados” y reiniciar la espiral de endeudamiento. Por otra parte, tras ocho años de gestión kirchnerista, la estructura industrial sigue igual o más dependiente de los insumos y el crédito externos, el comercio exterior y los ingresos fiscales siguen tan o más dependientes de la cosecha de soja y la pirámide social no se ha modificado significativamente, como tampoco las relaciones laborales (precarización y condiciones de trabajo). Por fuera de un alivio de los indicadores sociales más angustiantes, ¿cuál es el balance real del “ciclo de desarrollo y crecimiento a tasas chinas”?