En
estos días, analistas económicos y voces no tan
desinteresadas se dedicaron a machacar con los paralelismos
entre las situaciones de Argentina en 2001 y la de Grecia
hoy. Más allá de algunas trampitas políticas a las que
luego nos referiremos, hay que reconocer que la analogía
tiene muchos puntos de apoyo, algunos sorprendentes. Los
Kirchner quieren aprovechar el tema de manera oportunista,
pero se dejan convenientemente cosas en el tintero.
Semejanzas
asombrosas…
Algunas
coincidencias son casi calcadas. Por lo pronto, ambos países
presentaban un fuerte déficit fiscal y un volumen de deuda
gigantesco respecto del PBI, en el marco de una fuerte
recesión económica. Pero los
números de Grecia son mucho peores: la deuda pública
argentina representaba el 55-60% del PBI, y la griega es
casi exactamente el doble, 115-120% del PBI. Además, el déficit
fiscal argentino era del 3-4% del PBI, y el griego es del
orden del 13%. Ambos países sufrieron por un esquema que
ataba su tipo de cambio a una moneda fuerte. Otra vez,
Grecia está peor: mientras Argentina tenía el peso anclado
al dólar pero no
estaba imposibilitada de devaluar (aunque nadie se animó
a tomar la decisión hasta que se impuso casi de hecho),
Grecia hasta hoy no tiene moneda propia. Es decir, no puede
compensar la pérdida de competitividad de su economía por
la vía “natural” de ajustar su tipo de cambio a una
relación más realista con el mercado mundial.
Otra
coincidencia: ambos esquemas económicos (con una
productividad real muy por debajo del valor internacional de
su moneda) sólo se sostenían mediante un continuo flujo de capitales extranjeros, en buena medida especulativos y
destinados al sistema financiero. Ese flujo se mantenía
gracias a la “garantía” de que ningún gobierno iba a
tocar la moneda “fuerte”... que no tenía respaldo económico
interno. Asimismo, en los dos países el mecanismo se vio
aceitado por la “contabilidad
creativa”, que maquillaba déficits tremendos y barría
la basura financiera bajo la alfombra (con la vista gorda de
los bancos beneficiados). Y cuando “los mercados”
entendieron que el artificio ya no daba para más, salieron
disparando y abandonaron a su suerte tanto al “peso
convertible” como al “euro griego”.
Desde
ya que en uno y otro caso el
salvataje financiero vino con “ingeniería” del FMI, a
cambio de un plan de ajuste brutal. Así fue con el
“blindaje” de cartón de enero de 2001, a cambio del
cual se lanzó el ajustazo y el “déficit cero”, primero
con Ricardo “El Efímero” López Murphy y luego con
Cavallo.
¡Hasta los versos son los mismos! Veamos si no: “Las reservas de dinero en los bancos están garantizadas y absolutamente
seguras”. ¿Quién lo dijo? ¿De la Rúa, Cavallo,
Duhalde...? Pues no: el ministro de Finanzas de Grecia,
Giorgio Papaconstantinou. Desde aquí, les mandamos un
consejito a los laburantes que tengan unos euros en el
banco: ¡sáquenlos ya, que se los afanan!
El
FMI, como de costumbre, tira la piedra y esconde la mano. Así
como en Argentina felicitaban a Cavallo y Cía. por su
“valiente plan”, como si no hubiera sido pergeñado en
Washington, ahora la vocera del Fondo, Carolina Atkinson,
aclara: “El programa económico que Grecia busca
implementar no es una
imposición del FMI, fue hecho por las autoridades griegas”.
Sí, por supuesto. Y si las cosas salen mal, la culpa será
de las “autoridades griegas”, que obraron con la mayor
independencia y autonomía...1
…y diferencias significativas
Hay
incluso más puntos de contacto, pero creemos haber cubierto
los esenciales. No obstante, las diferencias pueden ser tan
o más importantes. Una ya la hemos señalado: Grecia no
tiene moneda propia ni posibilidad de regular su vínculo
con el mercado mundial por esa vía. Que eso equivale, en
economía, a salir al ring con una mano atada lo demuestra
la crisis de Islandia,
una de las primeras economías afectadas por el sacudón
financiero fuera de Estados Unidos. Allí, la especulación
financiera había crecido hasta límites insoportables, con
la consecuencia de que la deuda impagable islandesa era
varias veces el PBI de un país con 300.000 habitantes. El
gobierno debió nacionalizar
la casi totalidad del sistema financiero, y los
acreedores (esencialmente Gran Bretaña, con el coro
amenazante de la Merkel y Cía) exigieron un plan de ajuste
que equivalía a endeudar
cada hogar de Islandia en varias veces su patrimonio.
Hubo un referéndum (por suerte, quedaba algo de tradición
democrática en esa nación insular) y naturalmente el
95% de la población votó en contra del ajuste delirante.
Consecuencia: la moneda local, la corona islandesa, se
devaluó hasta un 80% respecto del euro. Así, se terminó
el déficit comercial después de 22 trimestres (¡más de 7
años!) y la economía volvió a crecer. Algo relativamente
parecido hizo la Argentina. Pues bien, ese camino está clausurado
para Grecia mientras siga con el euro (por eso economistas
como Krugman dicen que la salida de Grecia de la eurozona es
casi un hecho).
En
cuanto a su capacidad de recuperación de la crisis, hay que
decir que, nuevamente, Grecia está peor que la Argentina,
que tuvo la suerte
además de empalmar con un ciclo internacional de altos
precios de las commodities que exporta. De ahí el
escepticismo de los “mercados” sobre la recomposición
del ciclo de crecimiento y renovación de pagos de la deuda
en Grecia. Más bien, incluso voces capitalistas señalan
con alarma que no hay chance alguna de evitar un estallido
social (y de recuperar las acreencias) con un programa de
ajuste totalmente recesivo. Es cierto que Grecia no sufrió
un desgaste prolongado de su estructura productiva como sí
ocurrió con Argentina. Pero mientras que aquí la economía
pudo despegar relativamente rápido una vez ajustado el tipo
de cambio, el horizonte
griego dentro del euro es deflación y recesión. Con un
agravante: como el ajuste nominal de salarios hacia abajo es
virtualmente intragable, el equivalente económico de eso es
ajustar un poco menos pero con desocupación mucho mayor. En vez de bajar el 25-30% a todos los asalariados, se baja un porcentaje
menor a una parte de los trabajadores, y a la otra se le
saca el 100% del salario (es decir, se los deja sin empleo).
Así se compensa una rebaja “insuficiente” del salario
con un incremento exponencial de la desocupación.
Tal
es la receta que buscan imponer el FMI y la Unión Europea,
primero para Grecia y ahora para todos
los países europeos en problemas (ver nota aparte). Y en
esto consiste la última importante diferencia con el cuadro
de Argentina en 2001. En ese momento, el FMI y el
establishment financiero habían decidido que había que
“dar una lección” a los países que se metían en
problemas. Algo así como lo que hicieron en 2008 con Lehman
Brothers, y con el mismo resultado: oficiaron de aprendices
de brujo, desencadenando una crisis que luego no
supieron cómo controlar. Paradójicamente, al país le
resultó beneficioso que “el mundo le diera la espalda”:
se encontró de hecho, casi a la fuerza, con márgenes de
autonomía muy superiores a los sufridos en los 90, cuando
las misiones del Fondo eran las verdaderas autoridades económicas
del país.
Los Kirchner se suben a un caballo prestado
No
hace falta decir que todo el descalabro internacional y la
crisis griega ponen otra vez en el centro de la escena las
políticas económicas de ajuste antiobrero y antipopular,
así como las reacciones del movimiento de masas, que ya
empezaron con todo en Grecia misma. La evocación de los días
de 2001 le viene como anillo al dedo a los Kirchner, que
sacan pecho marcando las diferencias entre las consecuencias
nefastas del ajuste “neoliberal” en comparación con las
“políticas de inclusión y crecimiento” que ellos
encarnarían.
No
pasa día sin que Cristina y el oficialismo recuerden que la
oposición de derecha es abanderada de las políticas que
hoy impulsa el FMI (algo bastante cierto) y se muestren como
apóstoles de la cruzada “antineoliberal” (algo ya mucho
menos cierto).
Los
lectores de SoB conocen de sobra que en estas páginas hemos
desmenuzado cada una de las mentiras y sofismas del
oficialismo.2 Los Kirchner sólo pueden posar de
“antineoliberales” en comparación con el derechismo
rabioso de Macri, De Narváez, Carrió y Cía, todos
contrabandistas del ajuste y defensores de los intereses
sojeros. Pero lo que nos interesa aquí es que el gobierno
construye un relato donde quedan como paladín de lo
“nacional y popular” sobre la base de falsear la historia política reciente
de este país.
En
efecto, lo que no dicen los discursos oficialistas es que si
Argentina salió de 2001 en una dirección distinta a la que
hoy intentan imponerle a Grecia no fue gracias a los
Kirchner (virtuales desconocidos en los hechos de 2001,
en los que no se les conoció la voz) ni a sus aliados
“nacionales y populares” de hoy, como la CGT y la CTA.
Por el contrario, fue la lucha
popular independiente de los grandes partidos y figuras
patronales (por ese entonces casi todos debajo de la
cama) la que impuso relaciones de fuerza que hacían
imposible un curso neoliberal de ajuste clásico. ¿Quién
derrotó al intento de ajuste de López Murphy en marzo de
2001: Cristina Kirchner desde el Senado o los inmediatos
anuncios de planes de lucha y movilización obrera y
popular? Que incluso Moyano y De Gennaro se sumaran a ellos
no muestra que fueran sus impulsores, sino más bien que
desde el inicio intentaron montarse
sobre ellos para evitar
lo que finalmente sucedió en diciembre de 2001. Es sabido
que el 19 y 20 de diciembre tanto CGT como CTA brillaron por
su ausencia, para no hablar de todos los políticos
tradicionales, incluidos los Kirchner.
¿Quiénes
enfrentaron a la Policía, a los gases y a los tiros en la
Plaza, en Avenida de Mayo, en Diagonal Norte, en el
Obelisco, el 19 y 20 de diciembre? ¿Quiénes cortaban las
calles? ¿Quiénes marchaban a los ministerios, a las
municipalidades, al Congreso, a Plaza de Mayo? ¿Quiénes
tomaron por asalto las sedes de las compañías privatizadas
exigiendo el fin del curro de las tarifas (que gracias al
cagazo mayúsculo que se llevaron los patrones y el gobierno
siguen semicongeladas hasta hoy)? ¿Quiénes pusieron la
pobreza, la indigencia y la desocupación en la agenda política?
¿Quiénes organizaron a decenas de miles de desocupados por
fuera de las estructuras clientelares clásicas del PJ? ¿Quiénes
cuestionaron en las calles y en los hechos las consecuencias
de la aplicación de los planes de ajuste? ¿Quiénes
sufrieron la represión, los heridos, los procesamientos y
los muertos por la lucha? ¿Fueron los Kirchner y sus
actuales acólitos intelectuales y de la burocracia
sindical? ¿O fueron los cientos de miles, millones, de
trabajadores, estudiantes, activistas, jubilados, luchadores
populares sin nombre ni lustre en los medios, acompañados y
en ocasiones orientados por organizaciones de izquierda e
independientes?
Son
ellos los que crearon las
condiciones políticas y de relación de fuerzas entre
las clases sobre las que se montó (para controlarlo
desde el Estado, para reabsorberlo
desde las instituciones, para evitar
que se profundice) el proyecto político de los
Kirchner. Si es cierto que se diferenciaron de lo que la
clase política argentina había venido haciendo en los últimos
años, no lo es menos que ese proyecto no fue la culminación
de una travesía por el desierto de las ideas y la
militancia, sino una salida improvisada
que sólo se hizo posible cuando la lucha popular en las
calles impuso en
los hechos la clausura de las vías neoliberales más
ortodoxas.
Que
el gobierno no se engalane con plumas ajenas, entonces.
Porque si la respuesta obrera y popular en Grecia, en Europa
y en el mundo empieza a cortarle las barbas al ajuste
capitalista, les va a tocar a los propios Kirchner poner sus
barbas en remojo.
Notas:
1.
Dicho sea de paso, con la decisión del rescate europeo fue
parecido: el presidente del Banco Central Europeo,
Jean-Claude Trichet, salió a decir que “ésta fue una
decisión del consejo de gobierno del BCE y no el resultado
de la presión política”. Como si el llamado de Obama a
Sarkozy y Merkel exigiendo “medidas rotundas”, las
presiones del FMI y las demandas de los “mercados” no
hubieran sido decisivas, y como si la propia Merkel no
hubiera exigido el monitoreo del FMI…
2.
Para repasar sólo los más recientes, ver en SoB las notas
sobre el nuevo canje de bonos impulsado por el gobierno con
el objetivo de “volver a los mercados” y reiniciar la
espiral de endeudamiento. Por otra parte, tras ocho
años de gestión kirchnerista, la estructura industrial
sigue igual o más
dependiente de los insumos y el crédito externos, el
comercio exterior y los ingresos fiscales siguen tan
o más dependientes de la cosecha de soja y la pirámide
social no se ha modificado significativamente, como tampoco
las relaciones laborales (precarización y condiciones de
trabajo). Por fuera de un alivio de los indicadores sociales
más angustiantes, ¿cuál es el balance real del “ciclo
de desarrollo y crecimiento a tasas chinas”?