Socialismo o Barbarie, periódico Nº 176, 13/05/10
 

 

 

 

 

 

Charlas presentación de la revista SoB 23/4

Grecia, Europa y las perspectivas de la crisis mundial

Por José Luis Rojo

“Crisis y lucha de clases seguirán entrelazándose, realimentándose mutuamente, sobre todo si se verifica que el actual ‘respiro’ es de corto alcance y que, de una u otra manera, sólo prepara nuevas recaídas”
(revista SoB 23/4).

En los últimos días nuestro partido realizó una serie de paneles presentando la nueva edición de la revista Socialismo o Barbarie. Entre los panelistas participaron los compañeros Claudio Katz, Pablo Bonavena y Eduardo Sartelli. El intercambio permitió dar cuenta de una serie de debates acerca de la crisis mundial sobre los que queremos levantar acta aquí.

Entre el ajuste y la rebelión: Grecia como banco de pruebas

El primer intercambio giró en torno a la caracterización de la actual coyuntura. Hubo acuerdo acerca de que el respiro en la crisis logrado desde la segunda mitad del 2009 tenía bases endebles. Las charlas se realizaron cuando se ha puesto sobre el tapete la rebelión popular en Grecia y los peligros concretos de estallido del euro. Se trata de una circunstancia que podría modificar el “clima” de los mercados y parar en seco la incipiente recuperación económica sobre todo en el norte del mundo: de ahí los desesperados llamados de Obama a Merkel, Sarkozy y Zapatero en los últimos días.

El hecho es que desde el 2008 el capitalismo vive una crisis histórica: la segunda gran contracción contemporánea. Sólo con tomar nota que se trata de la crisis económica más grave desde la Gran Depresión se puede tener una aproximación de la magnitud del evento que se está viviendo internacionalmente.

Hasta el momento la crisis había pasado por dos fases diferenciadas. Ahora se está abriendo una tercera. La primera fue la de su desencadenamiento a partir de la bancarrota de la Lehman Brothers. Esto desató un pánico mundial de quiebras en cadena que hizo derrumbar las bolsas en el mundo. Con la velocidad de un rayo la crisis se trasladó a la economía “real” introduciendo al mundo como un todo –con las desigualdades del caso– en una profunda recesión. Por poner un dato significativo, digamos que en el 2009 el comercio internacional cayó más de 10%: la primera caída de los intercambios globales desde finales de la II Guerra.

Sin embargo, a partir de marzo-abril del 2009, y como subproducto de los inmensos paquetes de rescates económicos por parte de los estados imperialistas, comenzó una cierta “recuperación”. Por la vía de la “inyección” de millones de millones de dólares los gobiernos capitalistas centrales lograron evitar que el mundo se deslizara a una depresión en esta primera fase de la crisis.

Al calor de esa circunstancia comenzó un debate acerca de “si la crisis había sido superada”. Los medios de comunicación hablaban de la existencia de “brotes verdes” de recuperación económica. En determinados sectores de la izquierda, lo que se destacaba era una mirada escéptica que buscaba subrayar “la paradoja de la ausencia de respuesta obrera a la crisis”…

Bastó con la amenaza de default en Grecia y el traslado de la crisis a toda la Unión Europea para que este castillo de naipes se viniera abajo. Con la rebelión popular desatada en el país helénico se ha abierto la tercera fase de la crisis: una en la que crisis económica y lucha de clases comienzan a entrecruzarse más estrechamente: una coyuntura de choque –eventualmente brutal– entre el ajuste capitalista y la resistencia obrera y popular.

El dato cualitativo que aporta Grecia, es que por primera vez en el transcurso de la crisis económica se puede ver la respuesta de los explotados y oprimidos a la pretensión de los capitalistas de que sean ellos los que paguen la cuenta de la crisis.

Este último no es un dato menor. La crisis griega, y la eventualidad del estallido de la Unión Monetaria Europea, han puesto a la economía mundial nuevamente ante el riesgo de una recaída económica: ¡de producirse una caída en W el mundo podría adentrarse finalmente en una depresión!

Lo que está ocurriendo no debería sorprender: la anunciada “recuperación” tenía mucho de “ficticio”. Es decir, se trata de una circunstancia que –en definitiva– lo único que hizo fue trasladar las obligaciones de pago de los capitalistas privados –al borde de la quiebra– a los estados: es decir, al conjunto de la sociedad: en primer y excluyente lugar, a los trabajadores.

Pero esto mismo colocó, lógicamente, la eventualidad de la quiebra de los estados mismos: no sólo de Grecia, sino de Portugal, Irlanda y España (que no casualmente acaba de anunciar también un durísimo ajuste) por sólo tomar los países de la UE. Los estados tienen dos formas de afrontar sus obligaciones: o logran pagar las deudas vía una recuperación sustancial de los ingresos producto de una recuperación económica sostenida (lo que no está en la agenda). O, en su defecto, desencadenan brutales ajustes económicos que les permitirán paliar los déficits generados por el rescate como está ocurriendo ahora mismo en Grecia y España.

De ahí el estallido en Grecia ante la imposibilidad –a priori, de mantenerse en el euro– de devaluar la moneda para frenar importaciones, aumentar exportaciones, y de esta manera lograr un superávit comercial y de balanza de pagos que le permita pagar las deudas, la UE y el FMI le imponen realizar un brutal ajuste deflacionario.

Es decir, reducir los gastos y, sobre todo, el salario obrero y las jubilaciones de manera nominal: un ajuste brutal, abierto, directo, sin anestesia, que transforma a Grecia (y ahora a España) en un laboratorio internacional de pruebas del ajuste. No será la misma dinámica –de la crisis y sus salidas– si se impone este tipo de ajuste en el país helénico y España, que si esto fracasa.

La tasa de ganancia, las fuerzas productivas y el carácter de la crisis

Más allá de la coyuntura aparecieron matices de importancia en el debate. Uno de los principales giró en torno a la caracterización de conjunto de la actual crisis. El compañero Eduardo Sartelli insistió en que la misma sería una mera continuidad de la crisis de los años 70. Fundamentó esto en el hecho de la “no recuperación de la tasa de ganancia desde aquellos años”. Desde un ángulo opuesto, el compañero Claudio Katz –que tiene un análisis más serio y pormenorizado de la crisis y siempre busca aportar en los debates– mostró una tendencia a subestimar el carácter histórico de la misma.

Yendo al grano directamente, digamos que la posición de Sartelli tiene un problema: pierde de vista que la tasa de ganancia se recuperó parcialmente en las últimas décadas sin llegar a los niveles de posguerra y que si esto ocurrió se debió a que en los últimos 30 años el capitalismo vivió transformaciones estructurales que crearon las condiciones materiales para la actual crisis.

Repetimos: a partir de la década de los 80 las ganancias de los capitalistas se recuperaron parcialmente respecto de la caída de los 70. Esta recuperación se debió a brutales mutaciones anti-obreras y anti-populares: flexibilización laboral, desmonte de las conquistas del Estado benefactor, restauración capitalista en los países del Este europeo y China, salto en la semi-colonización de la periferia, medidas aplicadas más o menos urbi et orbi.

Es decir: no hay cómo no entender que semejante ataque no habría recuperado –insistimos, al menos parcialmente– las ganancias capitalistas: ¡sería quedarse en el terreno de la “metafísica” que no puede dar cuenta de la experiencia y vivencia real de las amplias masas laboriosas en estas décadas!

Consecuencia de lo anterior es que se pierde toda la especificidad de la actual crisis[1], la que se da en un contexto y con determinaciones muy distintas a la de los “Treinta Gloriosos” de la posguerra: una crisis marcada, básicamente, por la insuficiente acumulación en nuevas ramas productivas, lo que dificulta la recuperación total de la ganancia y los problemas de realización a la hora de la venta de las mercancías.

Pero detengámonos en Katz: el compañero tiene claridad en que la tasa de ganancia se recuperó –aunque quizás se le pierde que esto ocurrió sólo parcialmente–, y que el capitalismo mundializado introdujo modificaciones estructurales, pero se va –por así decirlo– para el otro lado. Tiene un problema de orden opuesto al de Sartelli con respecto a las fuerzas productivas: si Sartelli no ve ningún cambio en ellas en los últimos 30 años… Katz exagera “hasta el infinito” su evolución. De ahí que tienda a ver un neoliberalismo de alguna manera “ascendente” y que considere que la actual crisis en el fondo no sería histórica en la configuración del capitalismo neoliberal sino una de tantas –aunque la más grave– en el ciclo del mismo.

Esto es un error: el carácter estructural –es decir, de fondo– de los elementos puestos en juego por la crisis (peligro de explosión del euro y la UE; la crisis y desbalances en las relaciones económicas –y eventualmente políticas– entre EEUU y China; el desempleo de masas en varios países del norte del mundo, etcétera) muestran el carácter histórico de una crisis que no es de mero ajuste cíclico de las cosas y que ha llegado para quedarse. Una de las lecciones de la Gran Depresión de los años 30 es que una crisis económica mayor es, como tal, un fenómeno histórico que pasa por diferentes estadios. Al compañero parece escapársele un poco esto.

A Katz se le escapa otro elemento más: es un hecho que el capitalismo logró ampliar su horizonte geográfico de explotación económica directa con la “reabsorción” plena de los países no capitalistas. Haberse puesto en el “buche” a China y Rusia –por señalar solamente a los países más grandes– no es un elemento menor.

Lo mismo que no es menor la expansión del capitalismo europeo hacia el Este, el salto en la tasa de explotación de los trabajadores a nivel mundial y el avance en las relaciones de semicolonización de los países de la periferia (proceso ahora parcialmente “estancado” relativamente por la crisis económica y las rebeliones populares latinoamericanas).

Sin embargo, esto no quita un elemento de mucho peso a nivel de las fuerzas productivas presente desde hace tiempo. Bajo la actual fase del capitalismo neoliberal el aumento de la tasa de explotación no ha sido acompañada en la misma medida por la tasa de acumulación (el elemento clave para la ampliación de las posibilidades de extracción de plusvalor o trabajo no pagado): el capitalismo carece hoy de un “motor”, de una “locomotora” de arrastre, de una rama económica “universal” que tiña todas las demás y las lleve hacia adelante.

Está claro que la computación y las telecomunicaciones van en ese sentido. Sin embargo, no parecen tener la envergadura del ferrocarril en la segunda mitad del siglo XIX o del automóvil a lo largo de todo el siglo XX.

Este no es un elemento menor, las nuevas ramas productivas –así como los avances tecnológicos– son los que permiten la recuperación de la tasa de ganancia (y llevar la masa de las ganancias hasta niveles insospechados). Si el capitalismo neoliberal está caracterizado por una baja tasa de inversión es porque no ha encontrado esas ramas productivas que le permitan ir suficientemente para adelante de conjunto, de ahí la no recuperación del todo de la tasa de ganancia en las últimas décadas. En definitiva, este es otro rasgo que hace a la configuración histórica-concreta de la actual crisis.

Hacia la posible ruptura del equilibrio capitalista. crisis, guerras y revoluciones en el siglo XXI

La crisis que se está viviendo es histórica. ¿Cuál es el elemento más importante que coloca la misma? La eventualidad de que haga estallar por los aires los equilibrios de la economía, los estados y las clases sociales que han venido caracterizando al mundo en los últimos 30 años: el orden capitalista neoliberal.

En el fondo, el sistema capitalista ha estado demasiado estable desde las derrotas de los años 70. No ha sido casual el hecho que desde la década del 60 no se haya vivido ninguna revolución social anticapitalista en el mundo. Hemos vivido una larga época de “democracia” donde la burguesía ha gozado de un dominio más o menos incuestionable.

Sin embargo, esto no está porqué ser llamado a perdurar. Precisamente, cuando se ponen en juego los equilibrios logrados, cuando se mueven las “capas tectónicas de la sociedad” –como ocurrirá de profundizarse aún más la actual crisis– se pueden estar creando condiciones para reabrir la época de crisis, guerras y revoluciones. Esa es la potencialidad histórica que puede tener la actual crisis: hacer chocar las capas tectónicas de la lucha de clases.

¿Cuál es la importancia –en este contexto– de la irrupción en la escena internacional de los trabajadores griegos? Bueno, es evidente: las crisis económicas –por sí mismas– no son las que pueden llevar a la caída de este sistema de explotación que chorrea sangre, explotación y opresión por todos sus poros. Es la lucha entre las clases el único factor que puede producir eso[2].

Desde ya que esta misma lucha opera dentro del terreno material creado por la crisis. Si la situación es de estabilidad, las luchas obreras podrán conseguir conquistas… pero seguramente no plantearse la perspectiva de revolucionar la sociedad.

Pero en las condiciones de una crisis histórica (y eventualmente dramática) como la actual, cuando de alguna manera no se puede seguir viviendo como hasta el momento, los explotados pueden ser “arrastrados” a tomar las cosas en sus manos.

Es en las condiciones creadas por la crisis que se pueden dar los desarrollos más radicalizados. De ahí la importancia de la irrupción del pueblo griego en la escena política europea y mundial: del resultado de su lucha dependerá –como hemos señalado arriba– si este “experimento” de ataque brutal puede ser aplicado mundialmente sin anestesia, por así decirlo, o no.

Es en el contexto de las definiciones anteriores que se llevó adelante el debate con Pablo Bonavena. De manera muy fraternal, acordamos con el compañero en toda una serie de puntos de gran importancia, incluso metodológicamente. Por ejemplo: el compañero reivindicó el no tener una mirada meramente “economicista” de la crisis sino destacar la señalada interrelación entre economía y lucha de clases.

Sin embargo, a partir de ese y muchos otros acuerdos, el compañero trasmitió una mirada de la situación internacional algo sesgada. Correctamente, el compañero quiso hacer alusión al hecho que desde hace años los EEUU está involucrado en dos guerras que no puede definir: las de Irak y Afganistán. Y destacó el hecho de que si la principal potencia militar del planeta no puede con dos países de tercer y cuarto orden, tan potencia no es… Es decir, vive un proceso de debilitamiento, de pérdida hegemónica por así decirlo.

En este sentido, el compañero tiene toda la razón, más allá que hay que tener claro que no es lo mismo movilizar tropas y recursos para guerras “limitadas”… que para guerras “totales” como las mundiales. Los factores de legitimación son –en ese último caso– completamente distintos.

Sin embargo, el compañero tendió a deslizarse hacia una definición que –hoy por hoy– es unilateral y equivocada: tiende a decir que el mundo estaría en guerra... Pero el hecho es que un mundo “en guerra”, literalmente, es una conflagración internacional como las que jalonaron el siglo pasado con sus dos guerras mundiales.

Sin embargo, la naturaleza de la crisis económica no ha llegado todavía a provocar, política y militarmente, tales extremos. No es sólo el hecho que la crisis no ha llegado a una situación de gran depresión. También está el dato de que todavía las relaciones entre estados –y, sobre todo, estados imperialistas– siguen contando con el “arbitraje” –aun el mismo esté debilitado– de los EEUU, como se acaba de ver en las negociaciones por el rescate a Grecia y ahora el ajuste a España.

Sí la situación es evidentemente más conflictiva con China. Y si los desarrollos mismos de la crisis pueden terminar llevando a grados más extremos los reflejos “nacionalistas” y el “trasladarle la crisis al vecino” –como se ha visto incipientemente en Alemania a lo largo de estos meses de agonía griega–, esto es una muestra de un escenario que potencialmente podría vivir un salto cualitativo en los conflictos inter-estatales.

Sin embargo, insistimos: todavía las cosas no han llegado a los extremos de poner sobre la mesa “un sálvese quien pueda” económico, con ruptura del comercio internacional, ni mucho menos una conflagración mundial, independientemente del hecho cierto que la disputa entre los grandes países imperialistas –y sobre todo entre EEUU y China– se expresa hoy alrededor de la querella por el valor de las monedas.

Pero un mundo en guerra es, eventualmente, una de las posibilidades de desarrollo de la crisis que todavía no llevó a tales extremos. Es una de las posibilidades inscriptas en el hecho de que se está frente a la eventual re-apertura de la época de guerras, crisis y revoluciones que se está cocinando a fuego lento en el contexto de la crisis y que hace parte de la lógica de los acontecimientos en la medida en que ésta se agrave.

En todo caso, el escenario también será uno en el que la experiencia histórica de la revolución socialista pueda ser recomenzada capitalizando las lecciones de la experiencia del siglo XX: revolución socialista es una donde insustituiblemente la clase obrera está al frente de los acontecimientos.


[1] El compañero llegó a decir que la actual crisis su organización, Razón y Revolución, la había anunciado en 1996…

[2] Este es un debate –por ejemplo en nuestro país– con compañeros como los del PO que sólo se dedican a tomarle la fiebre a la crisis anunciando siempre una catástrofe tras otra como si por sí misma la crisis resolviera los problemas.