“Las bolsas europeas se derrumbaron ayer en forma
estrepitosa, arrastradas por los temores que suscita la
situación española después de la intervención de CajaSur
y la advertencia lanzada por Moody’s sobre la crítica
situación que enfrentan las cajas de ahorro del país,
muchas de las cuales se encuentran al borde del precipicio.
Las plazas financieras europeas, que viven en estado de
permanente estrés desde hace tres meses, también
observaron con extrema inquietud las tensiones geopolíticas
entre las dos Coreas y los riesgos de recesión que entrañan
los planes de austeridad que se multiplican en la región”
(La Nación, 26-05-10).
La
crisis mundial ha vuelto de manera redoblada.
Nunca se había ido pero su “retorno” parece ser a plena
orquesta: mucho más rica y multifacética. Todo parece estar crujiendo:
la economía de los países centrales, las
clases sociales en Europa ante lo draconiano del
ajuste e, incluso, las relaciones entre los estados en el
sudeste asiático a propósito del conflicto entre las dos
Coreas. Es que cuando la que está afectada es la
configuración económica del sistema mundial como un todo,
las demás esferas de
la sociedad, las relaciones sociales, políticas e incluso
militares, difícilmente queden indemnes.
De Europa a China pasando por EEUU
La
nueva fase de la crisis que se está abriendo parece estar
poniendo en cuestión algunos de los pilares que han
caracterizado al capitalismo neoliberal en las últimas décadas:
las relaciones entre
EEUU y China, la construcción de la UE, la ausencia de
grandes luchas obreras y populares en el Norte del mundo…
Entre
los elementos señalados, hay que destacar que lo que se está
viviendo en las últimas jornadas es el hecho inédito que
uno de los pilares de la “tríada” mundial capitalista
neoliberal (integrada también por los EEUU y Japón), la
UE, esté realmente
tambaleando. No hay que “naturalizar” que uno de los
rescates económicos más grandes de la historia no esté
logrando evitar la nueva escalada de derrumbe bursátil, la
que amenaza emular los peores días de finales del 2008.
En
fin, la crisis económica ha trasladado su epicentro a
Europa entrando en su tercera fase: “La confianza que se
había acumulado desde la crisis de Lehman se está evaporando hasta cierto punto”.
Si la primera estuvo marcada por el derrumbe bursátil y
productivo de finales del 2008 y comienzos del 2009, y la
segunda por una recuperación relativamente “temprana”
al compás de los mega-rescates estatales, ahora se está
ingresando en el tercer momento:
el de una recaída en W. Un analista tras otro está
subrayando que la crisis del euro
ya supone un “frenazo” al proceso de recuperación económica
mundial o incluso algo peor: “Los mismos inversores
que pretenden que países individuales endurezcan su política
fiscal, están al mismo tiempo preocupados acerca del
impacto de que tantos países avanzados lo hagan simultáneamente.
Como acaba de escribir Greg Gibbs del Royal Bank of Scotland:
‘imagínense el desastre si las economías mayores son
forzadas desde déficits de dos dígitos a superávits; usted
está hablando de un escenario de Gran Depresión o
peor’”.
En
la UE esto es evidente: de manera prematura
se ha debido pasar de los rescates estatales de la propiedad
privada al rescate de los mismos estados amenazados de
bancarrota. Esto por la vía de una oleada sin parangón de
ajustes económicos fondomonetaristas
que ya han puesto
irremediablemente en entredicho la recuperación económica.
Se
trata de un ajuste
descaradamente clasista
que salva a los banqueros a costa de los trabajadores y
los pobres multiplicando los efectos depresivos:
“Lejos, sin embargo, de sentar las bases de un espacio político-económico
común, apto para permitir políticas fiscales expansivas
anti-recesivas del conjunto de la UE (inversiones públicas,
estímulo de la demanda efectiva, etcétera), lo que la
reunión de la ECOFIN comenzó a instituir oficialmente a
escala europea es una política de ahorro y austeridad del
gasto público incentivadoras de una especie de concurso
suicida de deflación competitiva entre los países de
la eurozona: recorte de las inversiones públicas, recorte
de los salarios de los funcionarios públicos, congelamiento
de las pensiones, destrucción de los salarios privados por
la vía de las ulteriores flexibilizaciones del mercado de
trabajo, aumento del IVA, etcétera. El dumping fiscal y
social y la deflación
competitiva pueden tal vez funcionar en un solo país
(ha funcionado en Alemania catapultando sus exportaciones en
los últimos años), pero a condición de que los demás se
abstengan de hacerlo… Es una evidente falacia de composición
pensar que todos o muchos pueden hacerlo a la vez: el 60% de
las exportaciones alemanas van a parar a los países de la
UE;
la depresión de la demanda efectiva a escala europea no puede dejar de
afectar negativamente a las exportaciones alemanas (y de
cualquier otro país miembro)”.
Pero
no se trata sólo de la UE: en los EEUU, el índice de
pedidos de seguro de desempleo nuevamente ha comenzado a
subir, factor que conjuntamente con la crisis del euro viene
arrastrando a la baja a Wall Street: “Los decepcionantes
datos económicos en EEUU también contribuyeron al
derrumbe. El número de trabajadores norteamericanos que
presentaron nuevas solicitudes para obtener los beneficios
por desempleo subió
inesperadamente la semana pasada por primera vez desde
comienzos de abril. Además, la actividad en las fábricas
en la región central se aceleró menos
de lo esperado en mayo”.
Y
los vasos comunicantes con Europa y el resto de la economía
mundial son demasiados estrechos como para que si la UE
–un tercio del PBI mundial– cae, esto no afecte a los
Estados Unidos. Yendo más allá, incluso en China parece
haber señales de “recalentamiento” económico: sobreacumulación,
sobreproducción y burbujas en diversos sectores, con lo
cual las perspectivas del gigante asiático también se están
deteriorando. Es obvio: si cae China, se derrumba el
castillo de naipes del supuesto “desacople” de la
periferia respecto de la evolución económica mundial. Esto
parece haber funcionado hasta ahora pero sólo en la medida
que la crisis mundial tuvo un primer capítulo muy
concentrado en el Norte del mundo. Pero si esta tercera fase
termina –de una u otra manera– arrastrando también a
China, el deterioro
de la misma se llevará puesta irremediablemente a la
periferia.
En
todo caso, las perspectivas parecen estar deteriorándose
para el conjunto de la economía mundial: “Wilmintong
Trust considera los problemas de deuda en Grecia como una señal
de alerta temprana de que los niveles excesivos de deuda frenarán
el crecimiento económico mundial, incluyendo el de EEUU”.
Europa como eslabón débil de la cadena
“La
crisis ya ha borrado diez años de crecimiento económico y
progresos, y aún no ha terminado, como lo demuestra la
situación en Grecia y los ataques a la estabilidad del
euro”.
Un
interrogante a responder es por qué Europa se ha
transformado en el
eslabón más débil de la cadena económica mundial. Dos
son las explicaciones de que esté “crujiendo” la
estructura de la Unión: una de orden económico y la otra
política.
Económicamente,
se está viviendo el duro despertar de la “fantasía” de
la moneda única: el pretender medir y “racionalizar” con una misma vara economías
profundamente desiguales. Según Paul Krugman, la
instrumentación de una misma moneda para países con
potencialidad y productividad económica completamente dispar
no ha dejado de ser una medida arbitraria y
“voluntarista” que “nunca debió haber sido tomada”.
Es la crisis la que ha venido a revelar esta “inercia”.
Una crisis como la actual –de carácter histórica– se
mueve según una mecánica del tipo del de las mareas
marinas sobre la playa: cuando está alta, si la costa
no está “limpia” y “prolija” no se nota. Pero el
problema empieza cuando la marea se retira:
todos los “detritus” quedan expuestos.
Eso
es lo que se está viviendo en la economía mundial: la
crisis ha puesto a prueba todas las inercias
de la “ingeniería” económica-social-política
capitalista europea. Ingeniería que buscaba “resolver”
un rasgo estructural del sistema que afecta centralmente a
Europa como competidor capitalista respecto de EEUU, China y
Japón:
su falta de
unidad estatal en materia de moneda y de Estado, por así
decirlo.
No
se trata de que la moneda única no tuviera su
“racionalidad”: quien más se ha beneficiado del
establecimiento de un campo económico “homogéneo” de
explotación y comercio a escala europea es obviamente
Alemania. Los países más débiles de Europa perdieron
soberanía monetaria y competitividad para afrontar las
exportaciones de Alemania convirtiéndose en importadores y
deudores netos. Y ésta no era más que la expresión europea de un mismo
mecanismo “universal” bajo el capitalismo neoliberal:
un vendedor en última instancia –en el caso europeo, Alemania,
mundialmente, China– y varios compradores en última
instancia –mundialmente, EEUU, en Europa casi todos los
demás países de la Unión–.
“El
consumo incrementado que los préstamos hicieron posible en
Europa del Sur ayudaron a proveer de un mercado para las
exportaciones germanas (dos tercios de las cuales van a la
eurozona). Alemania fue capaz así de recuperar su posición
como el principal exportador del mundo en el 2005 estrujando
sus costos laborales sobre la base de un mayor desempleo
logrado mediante el plan de ‘reformas’ Hartz IV
comandado por la coalición roja-verde que gobernó entre
1998-2005, y con el desplazamiento de parte de la producción
hacia el Este. Mientras tanto, los costos laborales
crecieron mucho más en el resto de la eurozona.
Así
las cosas, el euro se transformó en un mecanismo para
garantizarle a Alemania superávits comerciales y de
balanzas de pagos que derivaban básicamente de la eurozona.
Los países europeos periféricos se sumaron al sistema
monetario adoptando políticas que exacerbaban
la brecha competitiva. El obvio beneficiario de este
proceso fue Alemania, porque posee la economía más
importante con los más altos niveles de competitividad, y
porque fue capaz de estrujar sus trabajadores más que los
demás. Los flujos positivos de balanza de pagos han sido la
única fuente de crecimiento de la economía alemana en las
últimas dos décadas. El
euro es la política alemana de ‘tirarle la basura al
vecino’ (‘beggar-thy-neighbour’), con la condición de
tirárselas primero a sus propios trabajadores”.
En
definitiva, con la crisis del euro lo que se está viendo es
el reverso del
fenómeno de enriquecimiento
ficticio de Grecia, España y otros países “PIGS”
de la última década. Para comprar importaciones y
“bienestar”, los países débiles de la UE se endeudaron
a niveles inimaginables en la medida que podían hacerlo en
una moneda fuerte, el euro: éste
les dio acceso a crédito fácil generándose una situación
artificial.
Pero
el problema viene cuando hay que pagar la “fiesta”. La
cuestión es cómo generar recursos y divisas cuando no se
tiene la suficiente competitividad económica y no se puede
devaluar la moneda propia –porque no se la tiene– para
generar “artificialmente” competitividad exportadora…
La “única” respuesta ha sido entonces la vía de la
ronda de brutales
ajustes deflacionarios competitivos que buscan abaratar
nominalmente los costos de la producción, en
primer lugar, la rebaja abierta, lisa y llana, del salario
obrero amenazando con llevar a toda Europa a la depresión!
Sin
embargo, la dureza social del ajuste, y la necesidad de
sostenerlo en el tiempo es tal, que sólo puede generar lógicas
dudas. De ahí que el derrape de los mercados luzca imparable.
Es que liquidar las conquistas subsistentes en Europa del
Estado de bienestar, y transformar a una parte de la población
literalmente en “esclava”, no deja de ser una prueba que deberá pasar por las “orcas caudinas”
de la lucha de clases…
¿Unión
Europea “refundada” o Estados Unidos Socialistas de
Europa?
“Europa
enfrenta una prueba histórica. La unión monetaria es una
comunidad que comparte el mismo destino, por lo que se trata
de proteger la idea de Europa, ni más ni menos. Sino
enfrentamos este peligro, las consecuencias para Europa serán
incalculables, así como las consecuencias fuera de Europa,
consecuencias que no son siquiera imaginables”.
La
segunda razón de la crisis del euro (y de la UE como un
todo) es directamente política (o político-estatal): la
carencia de un Estado centralizado en Europa. A este
respecto, ya hemos señalado en otras oportunidades que la
Unión Europea no es
más que una “colcha de retazos” donde cada vez se notan
más los matices y enfrentamientos entre distintos
gobiernos. “Comenzó con una tragedia griega, siguió
con una zarzuela española y puede culminar con una
explosiva ópera alemana. La actual crisis económica
europea crece, se diversifica y se complica. Si sigue así, puede
acabar con el proyecto más imaginativo e innovador de la
geopolítica mundial: la integración europea. El
ambicioso objetivo de consolidar a Europa como un actor económico
bien integrado y un protagonista político cohesionado en el
escenario internacional es indispensable para los europeos y
bueno para el resto del mundo. Europa no podrá defender
eficazmente sus intereses, mantener los estándares de vida
a los que se ha acostumbrado y ser un jugador relevante en
el mundo si se vuelve a fragmentar.
Lamentablemente, una
Europa menos integrada ha dejado de ser tan inimaginable
como lo era hasta hace unos meses”.
En
el centro de los cuestionamientos está el propio gobierno
de Angela Merkel que postergó la asistencia de Grecia hasta
lo inimaginable. Como si esto fuera poco, Alemania sigue
tomando medidas unilaterales, como las recientes
regulaciones introducidas en los mercados a futuro, medida
criticada por el resto de los países europeos como
“unilateral” e “inconsulta”.
Es
esta misma realidad la que viene a poner en su lugar muchas
“divagaciones” propulsadas incluso desde sectores de la
izquierda en los últimos años. El hecho es que desde el ángulo
del marxismo revolucionario siempre se planteó que la única
posibilidad de verdadera unión europea era
la de los Estados Unidos Socialistas de Europa: no la mera y
supuesta unión capitalista.
Esto
tiene que ver con las características estructurales del
capitalismo, que si se expresa en la constitución de un
mercado mundial, no dejan de ser un hecho las fronteras políticas-nacionales
de sus respectivos estados. Si el capitalismo debería
tender a ser –en su tendencia más ideal– un campo de
competencia económica global “homogéneo”, un
“capitalismo puro” en el terreno económico propiamente
dicho,
no puede sin embargo dejar de estar marcado no sólo por
productores privados en competencia sino por las fronteras
nacionales de los estados; esta
es una marcha del orillo de su constitución político-estructural:
el hecho de que el capitalismo es también Estados en
competencia.
Esto
lo hemos podido ver en estos meses de “desunión
europea”. De ahí las crecientes políticas de “hacerle
pagar la crisis al vecino” que se comienzan a expresar en
estos momentos de recaída económica: la
paradoja que todas las economías aspiren a ser exportadoras
no se sabe a quién… La competencia incrementada entre
países que no se expresa –por lo menos no todavía– en
clásicas medidas proteccionistas tipo tarifas e impuestos a
las importaciones como en los años 30. Pero sí en la
especulación con el valor de las monedas: “China y
Alemania, son, desde ya, muy diferentes una de la otra. Sin
embargo, a pesar de todas sus diferencias, estos dos países
comparten algunas características: son
los más grandes exportadores de manufacturas, con China
ahora delante de Alemania; tienen superávits masivos de
ahorros sobre inversión; y también tienen altos superávits
comerciales. Ambos creen que sus clientes deben continuar
comprándoles, pero parar su irresponsable endeudamiento.
Pero desde que sus superávits implican el déficit de
otros, esta posición es incoherente… Estoy
comenzando a preguntarme en qué medida la economía global
de libre mercado irá a sobrevivir a esta crisis”.
Todo
lo anterior no hace más que poner en evidencia el
“impresionismo” de tantos años y que se ha venido abajo
bajo la prueba de la crisis: que la Unión Europea –o,
sobre todo, la moneda común– es un proyecto con rasgos
voluntaristas sobre el que se han abierto serios
cuestionamientos.
Y
esto vuelve a poner en la palestra viejas discusiones acerca
de las perspectivas
históricas de Europa. La idea misma de la “Unión
Europea” por
parte de los capitalistas vino a pretender
apropiarse del justo repudio popular a las carnicerías
inter-imperialistas e inter-imperialismo europeo de las dos
guerras mundiales del siglo XX. Esta preocupación de
las masas populares era y es progresiva
más allá que los mismos capitalistas que hicieron la
guerra… usufructuaron las condiciones capitalistas (y
anticapitalistas burocráticas) de la “paz”.
Pero
esto no debe dar pie hoy a perspectivas reaccionarias
“posibilistas”: no de trata de defender la “construcción
europea” dándole un sentido “antiliberal” (o
“anticapitalista”) a la unión existente.
Se trata de hacer
estallar una UE irremediablemente capitalista y neoliberal y
construir otra unión, la de los trabajadores y los pueblos
de toda Europa: la Unión Socialista de Europa.
Hace falta una huelga general por tiempo indeterminado
“No
ofrece duda: se trata de la mayor y más resuelta ofensiva
contra los derechos sociales y económicos de las clases
trabajadoras que se registra en el Reino de España desde el
final del franquismo. Lejos de ser un plan de lucha contra
el paro y por la reactivación económica, su único y
declarado objetivo es mantener la deuda pública española
en los mercados financieros internacionales. Con este plan
de choque neoliberal, que constituye una agresión sin
precedentes contra su propia base social, Zapatero y su
gobierno se han suicidado políticamente [en el altar de su
propia clase social, la burguesía, agreguemos, JLR] .
En
fin, el choque social que podría sobrevenir en Europa como
un todo –si logra superar la diversas mediaciones que
tiene en el camino– lleva “de cabeza” a los problemas
de programa y perspectivas. Los lectores se preguntarán si
podría haber otra salida a las recetas capitalistas: claro
que sí. Como marco general, no se trata de afirmar la
actual Unión sino hacerla estallar en mil pedazos. Pero
esto no para promover salidas nacionalistas reaccionarias
que están siendo agitadas por las formaciones de extrema
derecha, sino la perspectiva de una unión socialista,
obrera y popular de Europa. Esto pasa hoy, en primer lugar,
por dejar de pagar la deudas externas (e internas) con los
grandes capitalistas. La nacionalización de la banca y el
comercio exterior debería ser el paso inmediatamente
siguiente. Y luego, la expropiación de todas aquellas
empresas que suspendan, despidan y desabastezcan el mercado.
Se trata de que la crisis la paguen los capitalistas y no
los trabajadores.
En
esta perspectiva, con paros generales de 24 o 48 horas no se
podrán frenar los brutales ajustes mancomunados de todos
los gobiernos de la UE: amén de medidas reales coordinadas
a escala de toda Europa, lo que debería estar sobre la mesa
en Grecia es la
huelga general por tiempo indeterminado. Es que ante la
brutalidad del ataque, y el casi inexistente margen de
maniobras que tiene el mismo para retroceder, si no se procede por la vía de una medida revolucionaria por tiempo
indeterminado, será utópico derrotarlo.
La
propia The Economist se pregunta agudamente: “Lo más difícil
de todo será encontrar la voluntad política para recortar
el ‘pletorismo’ en los gastos. La demanda alemana de que
los países apliquen cortes presupuestarios salvajes
antes de obtener dinero es una que, llevada a los extremos, podría
condenar a Europa a la deflación y el estancamiento.
Por otro lado, la violencia en Grecia es una recordación de
que los gobiernos democráticos sólo pueden imponer duras
medidas antes de que los levantamientos populares comiencen.
Incluso si uno acepta que los déficits deben caer y las
economías deben modernizarse, ninguno puede estar completamente seguro de qué vendrá primero, el
crecimiento económico o la rebelión social”…
En la perspectiva de poner en pie una necesariamente
revolucionaria lucha contra los draconianos planes
capitalistas, la necesidad de una jornada mundial de solidaridad con la lucha del
pueblo griego y europeo es fundamental.
[1]
Título de un reciente artículo de Nouriel Roubini que
citamos más abajo.
[2]
WSJA en La Nación, 25-05-10.
[3]
The Economist, 13-05-10.
[4]
Hasta Mario Blejer (ex funcionario del Banco de
Inglaterra de origen argentino) se ha quejado en el
diario La Nación de que no se hayan tomado medidas
contra los “especuladores” y que el ajuste tenga un
peso “desproporcionado” sobre los trabajadores, como
preocupado por los problemas de legitimidad que pueda
tener el mismo…
[7]
Atención que esto incluye a la Argentina que por ahora
ha tenido una versión muy atenuada de la crisis y que,
en estos momentos, goza de una economía en relativo
crecimiento. El mismo deterioro exhibido ya por los
mercados a propósito de la crisis del euro han llevado
a un cuasi fracaso el canje de la deuda instrumentado
por el ministro Boudou.
[8]
WSJA en La Nación, 24-05-10.
[9]
José Manuel Durao Barroso, presidente de la comisión
europea, en La Nación, 23-05-10.
[10]
International Socialist, n°126, abril 2010.
[11]
Angela Merkel, La Nación 20 de mayo, discurso que marca
en cierto modo un abrupto giro en las preocupaciones de
su gobierno ante el abismo de perder el lugar de
privilegio que Alemania tiene por intermedio del euro
sobre todo el resto de los países de la Unión.
[12]
Moisés Naim, La Nación, 3-05-10.
[13]
Esta definición ilustrativa de una de las tendencias
del capitalismo neoliberal de las últimas décadas ha
sido planteada por Michel Husson.
[14]
Al respecto, sobre el contradictorio comportamiento de
Alemania en la crisis europea: “Desde el inicio de la
crisis la política europea de Alemania oscila entre la
de un bombero y
la de un pirómano que siembre al caos a raíz de una
confusión originada en gran parte en los disensos
internos de la coalición gubernamental de
centroderecha: ‘Desde Konrad Adenauer nadie había
arruinado tanto el eje franco-alemán como Merkel”. La
Nación, 22-05-10.
[15]
International Socialist, ídem.
[16]
Esta parece ser la perspectiva del reconocido economista
marxista francés Michel Husson cuyo título del mismo
artículo que citamos más arriba es sugerente al
respecto: “Unión Europea: ¿refundación o caos?”.
Porque, evidentemente, no
se trata de “refundar” en ningún sentido la UE sino
hacerla estallar por los aires en la perspectiva de una
verdadera unión: los Estados Unidos Socialistas de
Europa.
[17]
“La UE y Zapatero se superan, o cuando los locos son
lazarillos de los ciegos”, Domenech, Nadal, Búster y
Raventós. Sin Permiso, 17-05-10.
[18]
The Economist, 13-05-10.