La masacre perpetrada por Israel al atacar los barcos que llevaban
ayuda humanitaria a Gaza, ha resultado evidentemente un tiro
por la culata. Una insólita ola arrasadora de
repudio se extendió en la “opinión pública”
mundial. Esto hace evocar la cínica frase atribuida a
Joseph Fouché: “Peor que un crimen, fue un error.”
Lo más notable es que este fenómeno de repudio no sólo abarcó a
regiones del “tercer mundo” como Medio Oriente y América
Latina, donde ese infame Estado racista tiene escasas simpatías.
También la opinión pública europea fue masivamente
condenatoria. Y las olas de este tsunami se hicieron
sentir incluso en EEUU, a pesar de que su población está
sometida desde hace décadas, desde los medios y los púlpitos,
a un “lavado de cerebro” pro-sionista sin paralelo en el
resto del planeta.
Este impacto masivo a nivel mundial se reflejó en que, casi instantáneamente,
se desató también una oleada de movilizaciones de
protesta en multitud de ciudades de varios continentes.
En la tarde del mismo día del ataque, el 31 de mayo,
ya se registraban numerosos actos y manifestaciones de
repudio.
Quizás los mejores reflejos del impacto político mundial que tuvieron
estos hechos, han sido, por un lado, el tartamudeo de los
gobiernos cómplices del Estado racista, en primer lugar, el
de Obama y los gobiernos europeos. Es que debían navegar
con el viento en contra, en medio de este huracán adverso
de la opinión pública internacional.
Pero también, por otro lado, fueron muy significativos los lamentos en
la prensa mundial de los pro-Israel más inteligentes. Por
supuesto, lamentos no por las víctimas, sino por el daño
que causó la masacre a la “legitimidad” de ese Estado
racista, que necesita imprescindiblemente del apoyo de EEUU
y sus socios para sostenerse.
Quizás el mejor ejemplo de estos lamentos fue el de Nicholas Kristof,
famoso columnista del New York Times: Con un título
que lo dice todo –“Salvando a Israel de sí mismo”–,
Kristof relata que “cuando circularon los primeros informes en Twitter del mortal ataque
de comandos israelíes contra la flota de Gaza, no los
reenvié porque me parecían inverosímiles. Pensé que
Israel no sería tan obtuso como para recurrir a la
fuerza letal contra autoproclamados activistas por la paz en
aguas internacionales, con decenas de periodistas
observando... Pero resultó que Israel podía ser así de
obtuso después de todo. Se disparó a sí mismo en
el pie, pero impactó también en los dedos de los
pies de EEUU y socavó todos sus objetivos estratégicos
a largo plazo”.[1]
Anotemos al margen, que evidentemente para Kristof –sionista
“progresista” y partidario de Obama– cuando no hay “decenas
de periodistas observando”, Israel puede matar a quien
quiera, como lo hace a diario en los territorios que ocupa y
en Gaza mediante bombardeos.
“Bajo
el gobierno de Netanyahu –prosigue Kristof–, Israel da
la impresión de estar encerrado en una dinámica
contraproducente, en la que se siente incomprendido y renuncia
a tener en cuenta la opinión internacional. Arremete
con fuerza y lanza ataques que socavan sus propios
intereses. Está en un camino que puede ser catastrófico.
“Sin
duda Israel enfrenta amenazas a su existencia. Eso debería
obligar a sus dirigentes a enfocarse en dos cosas: un
tratado árabe-israelí y presionar a Irán para que
abandone su plan nuclear. No son objetivos fáciles.
“Un
acuerdo entre palestinos e israelíes parece imposible por
el momento, pero Israel podría congelar todos los
asentamientos y aplicar otras medidas que volverían más
probable hacer un trato. El acuerdo final se parecería a la
solución de dos estados, en términos similares a
los ‘parámetros’ que [el ex presidente] Bill Clinton
propuso en el 2000.
“Igualmente,
Israel podría cultivar su relación con Turquía, un actor
central en el esfuerzo por presionar a Irán. En vez de eso,
el ataque israelí contra un barco de bandera turca en aguas
internacionales fue un enorme retroceso para los esfuerzos
enfocados a imponer nuevas sanciones contra Irán. Uno de
los grandes ganadores en este fiasco ha sido el régimen
iraní.
“Israel
también está ganándose la enemistad de su base de
apoyo en EEUU, país crucial para brindarle protección
frente a las amenazas a su existencia.”[2]
Hay
que coincidir con Kristof en que, evidentemente, Israel
“se disparó a sí mismo en el pie”... y también hirió
a EEUU y sus amigos. Sin embargo, el problema no es que
Netanyahu y su gabinete de extrema derecha
sean más o
menos “obtusos”.
La
masacre del ataque pirata a los barcos con ayuda humanitaria
es sólo otro episodio más de “tiros en el pie”
de Israel. En ellos se ha ido consumiendo el capital de
simpatía y “legitimidad” que tuvo alguna vez, sobre
todo en los países centrales. Los últimos escalones de ese
descenso fueron la derrotada invasión al Líbano de
julio-agosto de 2006 y el sanguinario pero también
fracasado ataque a Gaza, en enero de 2009. Pero en
ambos episodios no participó el “obtuso” Netanyahu.
Divisiones
en el campo imperialista, y entre Israel y sus
patrocinadores
Lo
sucedido ahora se encuadra en lo que ya advertíamos en
enero de 2009, cuando el ataque de Israel a Gaza: “Se
inscribe en la nueva situación mundial en curso, marcada
por la gravísima crisis de la economía capitalista mundial
y el evidente debilitamiento hegemónico de EEUU.
Circunstancias que auguran un período donde se están
incrementando los elementos de crisis del sistema, las
luchas y explosiones sociales, y también, como ya lo
estamos viendo en tiempo real, enfrentamientos de todo tipo
e incluso guerras en regla como la actualmente en curso en
Gaza...”[3] Desde 2009, los factores críticos,
contradicciones y dislocamientos que configuran este cuadro
no se han enfriado, sino que han ido más bien “calentándose”.
Días
antes del sangriento ataque a la flota humanitaria, este
debilitamiento de la hegemonía estadounidense quedó
evidenciado en la firma del acuerdo nuclear Irán-Brasil-Turquía,
que desató los aullidos de Hilary Clinton. Fue un hecho doblemente
insólito: Brasil y Turquía son dos estados que durante
décadas se caracterizaron por su obediencia total
a Washington. Turquía ha sido también el más
abyecto sirviente de Israel en la región.
Este
episodio del acuerdo nuclear Irán-Brasil-Turquía y, días
después, el violento enfrentamiento entre Israel y su
antiguo aliado de Estambul son dos buenos ejemplos de las
“dislocaciones” que se viene produciendo... y de cómo
Washington está perdiendo el control, por lo menos parcial,
de los acontecimientos.
En este cuadro, se cruzan otras “dislocaciones”; a
saber, las clásicas
disputas entre colonizadores (en este caso, los sionistas en Palestina) y sus
patrocinadores imperialistas
(EEUU en primer lugar, pero también la Unión Europea).
Dos meses atrás, en el artículo “Problemas del
imperialismo yanqui con sus colonizadores en Palestina -
Obama se pelea con el gobierno de Israel” (SoB Nº
173, 01/04/10), advertíamos los “chisporroteos” que se
venían produciendo entre la Casa Blanca y el gobierno de
Israel.
En una situación de debilitamiento de su hegemonía, EEUU necesita
hacer algo de demagogia en relación a los palestinos, que contribuya a poner paños fríos en el justo odio que
las masas árabes e islámicas sienten hacia el imperialismo
yanqui. Y aquí está en juego no sólo la cuestión de
Israel sino también la hegemonía imperialista en todo el
“amplio Medio Oriente”, desde las costas del Mediterráneo
hasta Afganistán y Pakistán.
Para eso, en relación a Palestina, el actual equipo de la
Casa Blanca ha resucitado por enésima vez la farsa de los
“dos estados”. O sea, montar una parodia de “Estado
Palestino” en los guetos donde los colonizadores sionistas
han encerrado a la población originaria (¡que son apenas
un 10% del territorio total de Palestina!). Por eso Obama
viene exigiendo que Israel frene el desalojo y demolición
de viviendas de palestinos.
El actual gobierno de Israel se niega de plano a adaptarse a
esa política. Y para eso cuenta, hoy por hoy, con el apoyo
de la mayoría de sus ciudadanos. Aquí también opera una lógica
fatal, que se ha visto muchas veces en la historia, por
ejemplo, en el caso de la Argelia “francesa” en el siglo
pasado: los colonos rechazan violentamente cualquier concesión
que, por motivos tácticos, se auspicie desde la metrópoli
imperialista.
En el caso de Israel, la política que está primando es la
de llevar
hasta el fin
la
lógica
colonial-fascista de la “limpieza étnica”, que implica, como propone explícitamente Avigdor
Lieberman, ministro de Relaciones Exteriores, una combinación
de exterminio
(sobre todo para los habitantes de Gaza) y de “desplazamiento”
a los países vecinos (para los guetos de Cisjordania).
Ya es un lugar común en la misma prensa burguesa hacer un
paralelo entre Israel y la Sudáfrica del régimen del apartheid,
es decir de totalidad del poder en manos de los blancos, la
privación de derechos a los africanos, su segregación
racial y el encierro de gran parte de ellos en guetos de los
suburbios de las ciudades y en los llamados “bantustanes”.
Sin embargo, hay una diferencia importante entre la antigua
Sudáfrica racista y el actual Israel sionista. El
capitalismo sudafricano necesitaba la mano de obra barata de
los negros para superexplotarla: eso ponía límites a la
“limpieza étnica”. En cambio, la tendencia en Israel es
a prescindir de la mano de obra palestina. Entonces, la
profundización de la “limpieza étnica” (por vía del
exterminio y/o el “desplazamiento”) es la otra cara de
este hecho.
Esto, a su vez, está relacionado a un grave problema a
mediano plazo: el de la llamada “bomba demográfica”.
Pese a los millones de palestinos expulsados de su tierra y
que hoy viven como refugiados en otros países, el balance
demográfico entre los colonizadores sionistas y los
palestinos residentes, va a ser cada vez más desfavorable a
los primeros. Es que hoy no hay gran emigración judía a
Israel, mientras que la tasa de natalidad de los palestinos
es mucho mayor a la de los colonizadores.
La perspectiva cierta de volverse una minoría decreciente
en Palestina, es otro factor que impulsa en los
colonizadores la búsqueda de una “solución final” de
exterminio y/o desplazamiento. Así, el sector que, en
cambio, sigue pensando en la “solución de dos estados”,
es hoy minoritario.
Esta política de avanzar en la “limpieza étnica” que hoy
está primando entre los colonizadores sionistas, se apoya a su vez en otra fractura: Obama está muy lejos de contar
con la unanimidad de la burguesía imperialista yanqui.
También aquí hay serias divisiones. Hasta los mismos lobbies
sionistas que operan en EEUU están divididos al respecto.
Algunos en EEUU, como el columnista del New York Times
que citamos, se desespera por los “obtusos” que llevan
adelante esta política que provoca la bronca universal
contra Israel. Pero otros sectores no menos amplios del
imperialismo yanqui aplauden a rabiar y piden más sangre.
Por ejemplo, un
buen bombardeo nuclear contra Irán.
En resumen, son muy graves las consecuencias de lo que puede desatar el
delirio de los colonizadores.
Notas:
1.- Nicholas D. Kristof, “Saving Israel From Itself”, The New York
Times, June 2, 2010, subrayados nuestros.
2.-
Kristof, cit.
3.- “¡No al genocidio del pueblo palestino! - ¡Fuera las tropas
sionistas de Gaza!”, declaración de la corriente
internacional Socialismo o Barbarie , 03/01/09.