Los
pasados 3, 4, 5 y 6 de junio en Santos, Brasil, se
realizaron sendos congresos de la vanguardia de los
trabajadores del señalado país. Los mismos juntaron lo que
podríamos llamar el ala izquierda del movimiento sindical
de dicho país que se mantiene más o menos independiente
del gobierno de Lula y la CUT (Central Única de
Trabajadores, oficialista del gobierno del PT).
El
hecho es que los respectivos congresos (de “disolución”
del CONLUTAS, el primero) y, sobre todo, el que se realizó
el 5 y 6 de junio (CONLUTAS e Intersindical) tenían por
objetivo concretar la unificación de ambas entidades en un
solo agrupamiento sindical.
Sin
embargo, lo que había sido anunciado como un seguro
“triunfo de la clase trabajadora brasilera” terminó
dando lugar a una
grave derrota. El hecho es que el Congreso terminó estallando
el domingo 6 a las 20 horas luego que ambas entidades no
pudieran ponerse de acuerdo acerca del nombre que debería
tener la nueva organización.
A continuación, realizamos una reflexión acerca de
las causas de fondo de este fracaso.
Somero repaso de las tres discusiones del Congreso
Las
principales discusiones del Congreso fueron tres: el carácter
de la central a constituir, la política frente a las
elecciones presidenciales que se vienen en los próximos
meses y el nombre de la nueva entidad.
Respecto
del carácter de la central, si bien hubo debate, se terminó
votando la posición que creemos más correcta: de una
central no meramente “sindical” en el sentido de agrupar
bajo el mismo techo también a los movimientos populares y
el estudiantado si bien con una proporcionalidad menor a los
sindicatos de trabajadores.
Respecto
el tema electoral, al PSTU le costó ser convincente a la
hora de explicar por qué una candidatura del PSOL a
izquierda de la de Heloísa Helena de 2006 como es la de
Plinio Arruda Sampayo con Zé María –candidato
presidencial del PSTU– como candidato a vicepresidente, no
sería progresivo.
Sin
embargo, el Congreso termina estallando por la tercera
discusión: el nombre de la nueva entidad. A priori esta
cuestión es una realmente muy superficial, y, en un
sentido, realmente lo es. En realidad, lo que la misma
escondió es una pretensión hegemónica y una falta de
cintura política por parte de la dirección del PSTU.
Por
un lado, hay derecho a pretender ser hegemónico, pero esto
se afirma cuando la relación de fuerzas realmente da para
ello: tener el 50% ó 55% de un Congreso, con el resto en
contra, no es una situación muy hegemónica que digamos.
Esta misma circunstancia demostró una falta de capacidad
política por parte de esta corriente –que tenía la
delegación más grande– para evitar una ruptura por
razones no muy explicables.
En
fin, el fracaso del Congreso unificador remite a cuestiones
más de fondo que son a las que queremos dedicar este artículo.
La composición del Congreso de “unificación”
Lo
primero en saltar a la vista del Congreso es el inmenso
predio donde se realizó el mismo y la participación de un
“mundo” de casi 5.000 personas entre delegados y
observadores. Es decir: un evento de la vanguardia a escala
del país-continente que es Brasil.
Sin
embargo, éste obviamente sólo podía ser el impacto más
superficial del evento. Porque lo que realmente llamaba la
atención desde el comienzo
tenía
que ver con la composición del Congreso mismo, tanto
generacional como “estructuralmente”.
Generacionalmente
el impacto es el alto
promedio de edad de los participantes. ¿Cuál es la razón
de esta realidad? Simple: el hecho que en el Brasil no se ha
vivido un verdadero ascenso de la lucha de clases desde
finales de los 80. La última gran huelga de impacto
nacional fue la de los petroleros, derrotada por FHC en el año
1994. Brasil no ha vivido un proceso de rebelión popular
del estilo de Venezuela, Bolivia o la Argentina. De
ahí que no sea casual que se observe tan poca renovación
generacional.
Lo
anterior se suma a otro problema: la composición “estructural”
del Congreso no dejó de ser “unilateral”: básicamente
de docentes y estatales y de las diversas categorías de
trabajadores de “cuello blanco”; muchísima menos
participación de la industria y de nuevas generaciones
obreras.
Otro
elemento que llama la atención es el nivel relativamente
“politizado” y más o menos “abstracto” del debate.
¿Cuál es la explicación de este fenómeno? El hecho que
muchísimos compañeros a la vez que dirigentes sindicales
son militantes de alguna corriente de la izquierda
brasilera.
Lógicamente,
la politización es, a priori, un rasgo muy positivo. Pero
en el contexto del proceso de recomposición en Brasil
tiende a expresar –contradictoriamente– un rasgo que le
otorga un carácter más o menos “artificial” al
conjunto:
a simple vista, lo que se observa, es poca o nula participación de base
trabajadora real en el Congreso.
Nos
explicamos: en todas partes una instancia de este tipo –es
decir, de vanguardia– tiene pocos compañeros de
“base”, por así decirlo. Pero esto no quiere decir que
una parte tan importante de los asistentes sean militantes
sindicales o políticos de toda la vida: es decir, integrantes
de la “vieja” vanguardia.
En
el caso argentino –que está claro que tiene sus agudos límites,
contradicciones y especificidades marcadas por un rasgo
opuesto al brasilero: la baja politización–, esa vanguardia no es la vieja de décadas atrás sino nuevas
generaciones que están entrando a la lucha en los últimos
años.
Lamentablemente,
no es el caso de Brasil hoy. ¡Y
no deja de ser un grave problema que el PSOL y el PSTU se
niegan redondamente –junto a otros graves dramáticos
problemas que señalaremos a continuación– a mirar de
frente!
En
síntesis: lo que está ocurriendo en el movimiento sindical
en Brasil tiene más la forma de un “desplazamiento” a
la izquierda desde posiciones anteriormente adquiridas, que
un proceso de recomposición desde abajo hacia arriba que esté expresando un revolucionamiento en la estructura sindical
tradicional del país.
Esta
realidad se viene extendiendo a lo largo de toda una serie
de dramáticas presiones frente a las cuales, el PSOL y el
PSTU, vienen haciendo de
necesidad virtud adaptadas –en grados diversos– a la mecánica
sindicalista y conservadora de la lucha reivindicativa del
país.
La adaptación
a
la estructura sindical del país
Lo
que venimos señalando no deja de tener un fundamento
material: a diferencia de la fundación de la CUT, la
lucha por la recomposición sindical en Brasil se está
dando cuando continúa
el retroceso y no con un ascenso de la lucha de clases como
en los años 80. Pero con “contemplar” esto –como
hacen el PSOL y el PSTU– no alcanza: lo que no se mide, ni
se da cuenta, es de las consecuencias de esta circunstancia.
Menos que menos se tiene una política que no sea
la adaptación oportunista a la realidad existente: como ya
hemos señalado, tanto las corrientes del PSOL como el PSTU
(a pesar de su discurso “radical”) han hecho toda una
escuela de “adaptación” a la estructura sindical
existente.
Lo
anterior tiene que ver con problemas más profundos que no
parecen haber sido nunca realmente abordados por el PSTU y
el resto de la izquierda brasilera. Se trata de la problemática
acerca de la
estructura sindical de Brasil.
Una
estructura heredada de la época de Getulio Vargas (mediados
del siglo pasado) que el gobierno de Lula ha venido a
consolidar con la aplicación de las contra-reformas
sindical y laboral (ver “Rasgos del movimiento sindical en
Brasil” en esta misma edición).
De
qué se trata esta estructura: de una en la cual no existen
estructuras sindicales de base.
En Brasil no hay nada
que se pueda parecer a comisiones internas y cuerpos de
delegados en los lugares de trabajo.
A
lo anterior se le debe agregar el hecho de la cooptación de
las organizaciones sindicales por parte del Estado. Las
columnas vertebrales de esta realidad son el monopolio de la
representación por parte de un solo sindicato por rama de
actividad (la prohibición de la libertad sindical); el
descuento de la cuota sindical compulsiva; la intervención
del Ministerio de Trabajo y la justicia patronal en las
relaciones laborales. En síntesis: un
modelo de sindicalismo de Estado.
Bien,
el hecho es que corrientes como el PSTU (y ni hablar de las
tendencias a la derecha del mismo del PSOL) no han hecho
otra cosa que adaptarse
a esta realidad: ¡de
ahí que sea lo más común oír hablar de compañeros que
son dirigentes sindicales hace… 15, 20 ó 25 años!
Todos
estos elementos hacen a una actividad sindical “superestructuralizada”:
completamente apartada de la base obrera. Claro que este hecho se
agrava, precisamente, porque no existen organismos de base.
Los sindicatos se ganan o pierden por la vía de la
realización de elecciones directamente a la ejecutiva del
gremio pero no existe disputa por organismos de base. Por
eso hay un dicho muy representativo en el movimiento
sindical de Brasil que dice que el
sindicato termina en las puertas de la fábrica… no se
mete adentro!
Estos
dramáticos problemas figuran –aquí o allá– en las
tesis de algunas de las corrientes participantes al Congreso
–y muy superficialmente en el texto de CONLUTAS– pero
esta superficialidad proviene de que el problema nunca fue
realmente abordado con medidas revolucionarias que
se coloquen en la vía de una práctica sindical realmente
de lucha de clases y no de administración de los aparatos
sindicales.
Ni organización de medidas de lucha nacionales, ni
vuelco sistemático a los conflictos existentes
Todos
los problemas que venimos señalando hacen estructuralmente
al fracaso del Congreso. Su expresión más concreta es que
la instancia del Congreso mismo no dejó de ser una expresión
demasiado de frente
único de corrientes donde no “sobraba” nada.
Al
ser una instancia tan de frente único todo depende de lo
que hagan o dejen de hacer sus diversas tendencias. Este
problema remite a uno más de fondo: la representación del
Congreso mismo. El PSTU no dejo de señalar en su página
web que él mismo representaría “más de 3 millones de
trabajadores”. Aquí hay otra distorsión
tremenda que es la que explica la
falta de presión en el sentido de la unidad: problemas
profundos en el criterio de elección de los delegados para la realización del
Congreso. Porque si tres millones de compañeros hubieran
participado realmente en la elección de los delegados de un
Congreso de unificación, otro hubiera sido el cantar de las
cosas: difícilmente se hubiera producido una división por
el nombre de la nueva entidad.
Pero
la cosa no funciona así hasta por el hecho cierto de que en
el país no hay ascenso.
Nos explicamos: el Congreso no funcionó sobre delegados
electos por la base sino por
“cuotas”. Según los reglamentos para el mismo, a un
sindicato presente que tuviera más de 10.000 trabajadores
en su base le correspondían 12 delegados (el criterio de
elección era un delegado cada mil, a grosso modo). Uno diría:
“bueno, se juntan los compañeros en asambleas en los
lugares de trabajo y los votan”… Pero el hecho cierto es
que esto no es posible: el reglamento estipulaba que debe
realizarse una asamblea para elegir los delegados que reúna
“cinco veces más participantes que los delegados a
votar”… Así las cosas, para elegir los doce delegados
alcanzaban con una reunión de solamente 60 compañeros. Es
decir: ¡con 60 compañeros
alcanza para atribuirse la representación de 10.000!
Esto
no puede significar más que una distorsión completa y
total. Quizás no hay otra forma de hacerlo por la falta de
ascenso en el país. Pero no abordar este dramático
problema críticamente
y afirmar muy sueltos de cuerpo que el Congreso estaría
“representando 3 millones de compañeros y compañeras” es
un escándalo total de lesa autoproclamación que sólo le
agrega más “artificialidad” a las cosas y que permite
explicar otras como la ya señalada imposibilidad –por
razones políticas pero también “estructurales”– de
votar verdaderas medidas de lucha de conjunto.
Esta
es una de las explicaciones del por qué CONLUTAS es, en
realidad, un “SIN-LUTAS” (más allá de los problemas
también en la política del PSTU de no volcarla a las
luchas realmente existentes): se
habla del CONLUTAS –o de la Intersindical– como
“instancia de masas” cuando éstas ni de lejos lo son.
Porque
a decir verdad, el hecho cierto es que CONLUTAS realmente,
incluso si quisiera, no puede organizar una lucha de alcance nacional.
Esto
ocurre por una simple razón: es una estructura que tiene un
muy importante alcance de vanguardia pero no llega a la masa
de los trabajadores. En estas condiciones, no puede votar
medidas de lucha de alcance nacional porque no las puede
llevar a cabo.
Pero
sin embargo, además de lo anterior, hay un problema más
grave aún, que sí depende de CONLUTAS y del PSTU (y no de
falsas definiciones auto-proclamatorias que en definitiva
desarman): la
adaptación a una actividad meramente rutinaria y
sindicalista.
Es
decir, la actividad preferencial son las “campañas
salariales” (una suerte de paritarias pautadas todos los años
para las mismas fechas) y las elecciones sindicales: la
negociación rutinaria de aumentos salariales y la
organización de “chapas” (listas sindicales) para las
elecciones gremiales cada tantos años, son la actividad
privilegiada.
De
ahí que sea sorprendente que cuando luchas de importancia
–no tan habituales en el Brasil de hoy– como las que
periódicamente se dan por parte de los trabajadores no
docentes de la USP (SINDUSPI) CONLUTAS y la
Intersindical no
parecen volcar sus fuerzas para que las mismas triunfen!
En
definitiva: se trata de un conjunto de graves distorsiones
y deformaciones de las cuales ninguna de las corrientes
políticas que militan en la vanguardia en Brasil parece
requerir de ellas
interrogantes y respuesta estratégica alguna…
Hace falta un nuevo movimiento obrero
En
síntesis: todo lo que venimos señalando no quiere decir
que desconozcamos el carácter progresivo de CONLUTAS y la
derrota real que ha significado –para el proceso de
recomposición de los trabajadores en Brasil– el fracaso
del Congreso de unificación. Desde Praxis –integrante de
la corriente SoB– nos
colocamos en el terreno de la experiencia de CONLUTAS.
Pero
al mismo tiempo, no se pueden dejar de señalar los gravísimos
límites que esta experiencia viene arrastrando, sobre todo
por responsabilidad de las prácticas sindicalistas y
economicistas del PSTU. Como ya hemos señalado, esta
corriente –y menos que menos las tendencias sindicales del
PSOL aún más oportunistas– nunca hna encarado de frente
una política contra la adaptación a los aparatos
sindicales: se han
reducido realmente a administrarlos casi tal cual son, sólo
que con una orientación más “izquierdista”. De ahí
la aberración de ni siquiera volcar todo ese mismo
“aparato” a las luchas existentes: lo suyo no parece ser
más que una práctica marcada por el rutinarismo sindical a
pesar de los encendidos discursos sobre la “toma del
poder”…
Lo
que hace falta es otra cosa: defender la experiencia de
CONLUTAS –y los eventuales pasos de unificación de las
corrientes que están por fuera de la CUT– pero en la
perspectiva de un nuevo movimiento obrero en Brasil: de
revolucionamiento de los sindicatos existentes sobre la base
de una política clasista, no corporativa y revolucionaria
al servicio, en primer lugar, del triunfo de las luchas
obreras.
[1]
El PSTU proponía que la misma se llamase
“CONLUTAS-Intersindical” y la Intersindical insistió
en que el nombre fuera completamente nuevo. Está claro
que detrás del nombre había una disputa por la hegemonía
de la nueva entidad.
[2]
Para los pormenores más “políticos” del Congreso
remitimos a nuestros compañeros de Praxis.
[3]
Atención, no
perder de vista –para no “marearse” con los puros
números– que
estamos hablando de un país-continente de casi 200
millones de habitantes, de los cuales 60 millones son
asalariados, una verdadera potencia obrera continental!
[4]
No hemos visto una crítica de esta índole en grupos
menores que como la Erqui (ligada al PTS argentino)
pretende colocarse a la izquierda del PSTU.
[5]
La única instancia que hay que se puede aproximar a
ello son las llamadas CIPAS, organismos que velan por la
“seguridad” dentro de las plantas, pero que en muchísimos
casos o están “desactivados” o cooptados por la
burocracia o la patronal.
[6]
A este respecto la burguesía y la burocracia brasileras
tienen una orientación distinta a la argentina: más la
vía de la cooptación que la del choque frontal,
apostando a la cooptación de los “díscolos” por el
camino de la terrible presión de los mecanismos de
adaptación al Estado: en Brasil, un dirigente sindical
puede llegar a tener un coche a disposición y gastos
cubiertos por el sindicato. Lo mismo que es común en la
izquierda la nefasta práctica de rentar compañeros por
el sindicato para hacer actividad… para el partido.
[7]
Lo anteriormente señalado, amén del fácil rechazo que
genera el PSTU por sus prácticas aparatistas y su total
falta de cintura política que los arrojó a un fracaso
eventualmente evitable.
[8]
Atención, además, que de haber ascenso no está claro
si el mismo pasará necesariamente por estas instancias:
en el movimiento estudiantil está el repetido caso de
las luchas de la USPI donde cuando se han producido
procesos de lucha estudiantiles
éstos
han desbordado a la federación monopolizada por al PSOL
y el PSTU…
[9]
A este respecto sobre el estallido del Congreso señalemos
que si no hay real participación ni presión por la
base y, además, la instancia es extremadamente de
frente único, cualquier desacuerdo por arriba sólo
puede llevar a la ruptura: los acuerdos se hacen y
deshacen en menos de lo que “canta un gallo” más
allá de las lágrimas de cocodrilo del PSTU –a priori
correcto– de que “la Intersindical no respetó la
democracia obrera”. Esto es precisamente lo que ocurrió
en el Congreso de unificación: se había acordado que
se respetaría la “votación de los congresales” en
los puntos que no había acuerdo. Pero cuando las papas
quemaron, y no hubo acuerdo en el nombre, el Congreso
estalló sin pena ni gloria. Lo cual es hasta
“inevitable” en
ausencia de una real participación de la base que meta
presión en un sentido u otro.
[10]
Los compañeros de la Erqui –grupo ligado al PTS de
Argentina– tienen algún peso en este gremio, aunque
eso no quiere decir que su política hacia el
estudiantado de la principal universidad del país
respecto de las luchas de los no docentes no
deje siempre de ser muy errática. Ver al respecto
las críticas de nuestros compañeros de Praxis.
[11]
Incluyendo aquí a las corrientes que van desde el PSOL
(incluyendo la CST ligada a IS de la Argentina con una
representación sindical no despreciable en el
Congreso), pasando por el PSTU y grupos menores como
Socialismo Revolucionario de la corriente inglesa The
Militant, o muy menores como la Erqui.