Socialismo o Barbarie, periódico Nº 178, 11/06/10
 

 

 

 

 

 

Colombia, elecciones presidenciales

Se desinfla el candidato “verde”

Por Claudio Testa

El domingo 30 de mayo fue la primera vuelta de las elecciones presidenciales colombianas. Varios hechos inusuales aumentaron el interés internacional y latinoamericano en ellas.

El primero, fue el vertiginoso crecimiento de un candidato (relativamente) outsider: el extravagante profesor de matemáticas Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá, al frente del Partido Verde. De un 2% inicial en las encuestas, Mockus se habría colocado durante varias semanas cabeza a cabeza o incluso superado a Juan Manuel Santos, el candidato oficialista para la sucesión del narco-paramilitar Uribe.

El otro hecho insólito fue el desinfle aún más vertiginoso del globo verde. Ya las últimas encuestas (diez días antes de la votación) marcaban un leve descenso del candidato verde. Pero el resultado de las urnas fue mucho peor que el pronosticado por las encuestas: Santos 46,56% y Mockus 21,49%. ¡No hubo ningún final cabeza a cabeza!

La otra cifra importante (en el fondo aún más significativa) fue que la suma de la abstención + votos blancos y nulos llegó casi al 55% de los electores potenciales. Y eso que también se pronosticaba una gran concurrencia a votar.

Así, Santos, continuador del régimen narco-paraco, ya tiene de hecho asegurada la presidencia con sólo el 22% de los electores potenciales.

¿Las encuestas o la política?

Conocidos los resultados de la primera vuelta, sobre las encuestadoras se desató una tormenta de rayos, truenos... y carcajadas. Pero aunque en Colombia, como en todo el mundo, las manipulaciones (y falsificaciones) de las encuestadoras son un hecho indiscutible, lo sucedido va mucho más allá.

Las expectativas en Mockus fueron un hecho real, pero “vaporoso”, no un verdadero movimiento de masas trabajadoras y populares. Lo que infló vertiginosamente el “globo verde” fueron más bien los aires imprecisos del “voto en contra”. En este caso, de un voto-repudio al régimen autoritario, corrupto y asesino, presidido durante ocho años por Uribe y del cual Santos se revindica continuador.

Pero, desde el punto de vista de la movilización política, esto no abarcó a las grandes masas trabajadoras y pobres, que en su gran mayoría simplemente no fueron votar. Mockus parece haber movilizado ante todo a sectores “ilustrados” de la clase media urbana, con apoyo también de alas burguesas minoritarias, que vienen alimentando diferencias con Uribe.

Estos sectores de la burguesía no objetan los lineamientos de fondo archireaccionarios del uribismo, pero quieren darle un “rostro humano”, menos ilegal y sanguinario, y más en sintonía con Obama y la burguesía demócrata de EEUU. Allí también se juegan intereses concretos, por ejemplo de sectores de la burguesía industrial, como la de Medellín: el Tratado de Libre Comercio (TLC) con EEUU está bloqueado en el Congreso yanqui por la cuestión de los derechos humanos en Colombia y la luz verde que da el régimen al narco-paramilitarismo y a los rutinarios asesinatos de dirigentes comunitarios, sindicales y de derechos humanos. Asimismo varios sectores burgueses quisieran llegar a un modus vivendi con Venezuela y Ecuador, ya que la parálisis de las relaciones comerciales los perjudica.

Pero Mockus (un fracasado proyecto de Obama colombiano), al igual que su modelo de Washington, no propone cambios de fondo. Así, defiende la multiplicación de las bases yanquis en Colombia. Y, en cuanto al problema de la guerrilla, su promesa es que superará a Uribe en dureza: “Si estuviera en el lugar de las FARC –declaró Mockus– negociaría rapidito con Uribe, pues lo que viene será más fuerte.”

A nivel económico-social, Mockus, cuya gestión como alcalde de Bogotá fue cien por cien privatista, sostiene la continuidad del neoliberalismo.

En ese cuadro, la atracción de Mockus como alternativa al uribismo fue finalmente poco sólida. No reflejaba un real proceso social de movilización y lucha de masas trabajadoras y populares. Y la ausencia de eso no la puede llenar Twitter ni Facebook (como suponía cierto periodismo que fantasea con las realidades “virtuales”).

Al fenomenal aparato clientelista de Uribe no le resultó difícil arrear a las urnas a ese 22% del padrón, con el cual aplastó a Mockus. Es que esa maquinaria clientelista se apoya no sólo en el aparato del Estado: en ella también se entrelazan la potente burguesía narco, el sector financiero, los terratenientes, las legiones de paramilitares y sicarios que dominan gran parte de los municipios, etc., etc.

Sin embargo, sería completamente equivocado subestimar lo sucedido y medirlo sólo por la figura payasesca (y en el fondo continuista) de Antanas Mockus. Su breve destello electoral reflejó algo muy importante: que un profundo descontento anida en las entrañas de la sociedad colombiana.

La crisis económica mundial –Colombia es uno de los países más castigados de América Latina– ha exasperado más aún la cosas. El revoltijo de miseria extrema, por un lado, y lujo alucinante, por el otro, de criminalidad y corrupción desenfrenada a nivel de todas las instituciones desde la presidencia para abajo, de un Congreso recién electo cuya principal bancada está constituida por narco-paramilitares (más de un 1/3 de las cámaras), de un régimen y una burguesía cuya respuesta a cualquier reclamo sindical o social es contratar un sicario para asesinar a sus portavoces, todo eso se ha reflejado en los amplios aunque aún minoritarios sectores juveniles que adhirieron inicialmente a Mockus.

Ese profundo descontento –que abarca amplios sectores sociales– puede hacer que el suelo que pise el sucesor de Uribe sea finalmente menos firme de lo que hace suponer su fácil victoria sobre el estrafalario Mockus.