Desde que comenzara el proceso de
discusión por la Ley de Medios audiovisuales impulsada por
el gobierno, se viene dando un interesante corrimiento de
los problemas que dispara la cuestión de los medios en la
Argentina. El primer punto planteado por la ley, cuando
todavía era proyecto, fue la propiedad
de los medios; el segundo, de manera más lateral pero muy
importante, la función
social y política de los medios. Sin embargo, hay un tercer
punto en debate que, aunque está cada vez más sobre la
mesa en el seno del gremio, está ausente de la
contienda gobierno vs. Clarín y del texto mismo de la ley:
nada menos que quienes hacen cotidianamente los medios,
los trabajadores de prensa.
Es sabido que el contexto de la
ley es el enfrentamiento entre los Kirchner y los grandes
grupos mediáticos, en primer lugar Clarín. Es cierto que
tanto el texto como la discusión de la ley reflejan cierta
elaboración previa sobre el tema que no es del gobierno
sino de sectores vinculados a los “medios alternativos”.
A la vista de la verdaderamente insoportable campaña de los
grandes pulpos mediáticos (y sus “periodistas
estrellas”) contra cualquier aspecto de la ley que afecte
sus intereses, algunos razonan “mejor esta ley que la ley
de la dictadura, y mejor regulación kirchnerista que
monopolio de Clarín”, y piden “Ley de Medios ya”.
Está fuera de discusión la
necesidad de eliminar el marco legal de la dictadura. Pero
los trabajadores de prensa deben plantearse la cuestión no
en los términos planteados por la antinomia Kirchner-Clarín
(que los defensores de ambos bandos propalan como la única
manera de concebir el problema), sino desde otro punto de
vista. Uno que
contemple los intereses tanto de quienes efectivamente
llevan adelante la comunicación como del conjunto de lo que
se suele llamar la “audiencia”.
Veamos esto más de cerca. Si el
debate sobre medios se va a limitar a, o centrar, en
reventar al Grupo Clarín (por el que nadie derramará una lágrima),
hay demasiados problemas que quedan afuera. Que son justamente los que
afectan hoy a quienes trabajan en los medios. Por ejemplo:
el diario Crítica está amenazado de cierre porque
una patronal irresponsable se niega a sostener un proyecto
que da pérdida. Algo muy similar pasó en su momento con el
diario Perfil, del grupo Fontevecchia. Pues bien, ¿qué
previsiones hace la ley sobre esta situación? Ninguna. Si
bien la ley versa sobre medios audiovisuales y no gráficos,
no hay protección alguna contra quienes hagan lo mismo con
radios o canales. Es decir, contra patronales
inescrupulosas, una especie muy abundante en la fauna de
medios argentinos, aunque
son las más estridentes defensoras de la “libertad”.
Otro ejemplo: los periodistas de
LT 28 Rosario (Grupo Manzano-Vila-De Narváez) que fueron
despedidos por manifestar su apoyo a la Ley de Medios,
contra la postura de su propia patronal. El conflicto se ganó
gracias a una lucha ejemplar que además involucró al medio
gráfico del grupo, el diario La Capital, lo que es
otra muestra de que, en la época de los multimedios, la
separación entre medios audiovisuales y gráficos no puede
mantenerse de manera absoluta, como ocurre incluso con la
nueva ley. Pero, otra vez, la Ley de Medios no contempla
ninguna protección para la libertad
de conciencia y opinión.
Pasemos a temas todavía más
cotidianos. Todo el gremio sufre condiciones laborales
paupérrimas: salarios miserables (infinidad de noteros,
cronistas y movileros trabajan por 1.800 pesos las 7 horas),
incumplimiento masivo del convenio y de todos los
beneficios, precarización total (debe ser uno de los
gremios con mayor porcentaje de pasantes, factureros y otras
yerbas) y, en muchos lugares, carencia absoluta de
organización laboral y sindical. Por supuesto, una parte
muy importante de la responsabilidad de este estado de cosas
recae sobre la UTPBA, gremio
dedicado a la “comunicación alternativa” que ignora de
manera olímpica los problemas de los trabajadores de prensa
de los grandes medios.1 La cuestión es que
allí donde asoma el menor intento de organización gremial,
aparecen las represalias y despidos, en violación de las más
elementales leyes de protección de la actividad sindical en
general.
¡Éstos y no otros son los problemas que afrontan día a día los
trabajadores que hacen los medios! ¿Qué dice la nueva Ley
de Medios de esto? Nada.
¿Por qué? Porque la ley está pensada no desde los
trabajadores de prensa, sus derechos y los de la audiencia,
sino desde el punto de vista de los empresarios de medios.
Por supuesto, no el de los actuales grandes
empresarios gorilas (que por eso mismo están que trinan),
sino de los “multimedios amigos”, los grupos “pequeños
y medianos”, las “entidades de la sociedad civil”, los
medios del Estado (lo que en Argentina significa del
gobierno de turno), los “medios independientes” y un
largo etcétera.
Que para los “progresistas”
esto represente un gigantesco paso adelante es entendible.
Pero los trabajadores no tienen por qué comprometerse con
una ley que le saca el negocio a algunos empresarios de
derecha en beneficio de otros empresarios “progres”.
Porque cuando vamos a la situación de los trabajadores de
prensa en cada caso, las “grandes diferencias” entre
patrones gorilas y kirchneristas se
reducen mucho: ambos recurren
alegremente a los contratos, las pasantías, los salarios de
miseria y los obstáculos a la organización gremial. En
todo caso, los “progres” tienen que guardar más las
formas... o ser más hipócritas que sus congéneres de
derecha.
De lo que se trata hoy, entonces,
es de aprovechar el nuevo ambiente que hay en el gremio
(en parte debido a los debates que generó la propia Ley de
Medios) para avanzar en lo que necesitamos YA.
Que más que la Ley de Medios es hacer valer el derecho
de organización y agremiación para los trabajadores de
prensa.(2) No es este gobierno ni ningún otro el que va
a proteger de manera efectiva el pluralismo dentro de los
medios. Tampoco lo hará ninguna ley, aunque algunas puedan
ofrecer más puntos de apoyo que otras. Lo único que puede
hacer valer tanto la libertad de expresión como los
derechos de quienes hacen los medios (y los de la audiencia
a no ser intoxicada con mentiras y operaciones de prensa) es
que los trabajadores
recuperen su capacidad de poner límites a las
arbitrariedades laborales y periodísticas de los
empresarios de medios. ¿Ley de Medios ya? Más bien, ¡libertad
sindical ya!
Notas:
1. La última gran entregada de la
UTPBA fue el conflicto en el diario Clarín, en el
2000, que comenzó justamente por sacarse de encima a los
delegados pro patronales de la UTPBA. Desde esa derrota (más
de 100 despidos, incluida toda la nueva comisión interna
antiburocrática), el mayor pulpo mediático hace lo que
quiere con sus trabajadores en el medio que es la nave
insignia del grupo y que marca tendencia en todo el gremio.
Recién ahora está empezando a asomar una sorda
resistencia, a caballo del desgaste que sufre una patronal
asediada por situaciones escandalosas como la de los hijos
adoptivos de la dueña del diario.
2. Otro ejemplo de que el enfoque
kirchnerista sobre los medios no tiene nada que ver con los
trabajadores es la citada cuestión de Ernestina Herrera de
Noble. Especulando con lo que pasaría si se confirmara que
se apropió hijos de desaparecidos, el entonces embajador y
hoy canciller Héctor Timerman propuso en el programa
“6,7,8” que los periodistas de Clarín... ¡renuncien
en masa! Opción “ética” que acaso debieran seguir los
cabezas periodísticas visibles del Grupo Clarín (aunque a
ésos ya nada los conmueve), pero de ninguna manera los más
de 1.000 trabajadores de prensa del diario. Lo único que se
lograría es que fueran reemplazados por otros de pluma dócil.
La posibilidad de evitar o denunciar las operaciones de
prensa y el accionar patronal siniestro de Magnetto y Cía.
empieza porque los periodistas, los trabajadores de prensa
reales de Clarín, recuperen
su voz y su capacidad de decisión. Pero eso significa
plantear un camino de reconstruir la organización
gremial dentro del diario, cosa que a Timerman (él
mismo hijo de un famoso empresario periodístico de derecha,
fundador del diario La Opinión) ni se le cruza por
la cabeza.