Europa
está en los umbrales de un cambio histórico. Las burguesías
europeas –más allá de sus diferencias de intereses y de
las divergencias políticas entre sus gobiernos– han
decidido hacer frente a la crisis mediante la liquidación
del llamado “estado de bienestar social” (o de lo
que resta de él).
En
los países del Occidente europeo, el “Estado
benefactor”, establecido después de II Guerra Mundial, ya
venía erosionado desde hace tiempo, aunque en diferente
grado según los países y las resistencias sociales. Pero
este notable pero desigual deterioro era aún
“evolutivo”. Y las grietas y agujeros que iba dejando
este proceso, se fueron disimulando con un creciente
endeudamiento de los trabajadores y sectores populares que
mantenía el espejismo del “consumo”.
Ahora
estos países están ingresando en otra galaxia, que ha sido
definida por muchos como de “latinoamericanización”
de Europa. Y, en relación a los estados del Este
europeo –que volvieron al paraíso capitalista después de
la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución de la
URSS (1991)– posiblemente habrá que hablar de “africanización”.
¡Tal es la crisis social en estados como Rumania, Hungría
o los Países Bálticos!
Si,
como es de prever, este giro histórico sigue su curso
espoleado por la crisis mundial, el marco de las relaciones
(y de la lucha) entre las clases sufrirá cambios
trascendentales. Y es en este marco que hay que ubicar la fenomenal
crisis de uno de los experimentos políticos más
publicitados internacionalmente en la vanguardia y la
izquierda: el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) de
Francia. Para tratar de encauzar esta crisis, la dirección
del NPA ha llamado a un Congreso en noviembre próximo.
Esta
crisis no es un fenómeno exclusivamente “francés”. Es
la bancarrota de un proyecto estratégico y largamente
teorizado por varias corrientes que se dicen (o, más bien,
se decían) trotskistas; en primer lugar, la llamada IV
Internacional del Secretariado Unificado (SU). Es la
corriente inspirada por Ernest Mandel (1923-1995) y después
por Daniel Ben Saïd (1946-2010), que fue mayoritaria en el
trotskismo de Europa continental y posiblemente sigue siéndolo.
Asimismo
la dimensión internacional de la crisis del NPA se
multiplica porque es paralela al estallido hace pocos meses
de otro gran experimento de “partido amplio”
electoralista: el del PSoL (Partido Socialismo e
Liberdade) de Brasil.
Esta
estrategia de los “partidos amplios anticapitalistas”
consiste en buscar un atajo para llegar a ser “partidos
de masas”, por la vía de adelgazar el programa
y tomar como actividad casi exclusiva la participación
en las elecciones burguesas.
En
ese tren, se elimina todo lo que se estime “pianta
votos”. Las palabras “revolución”, “socialismo”,
“comunismo”, “clasismo”, “burocracia sindical”,
“lucha de clases”, “huelga general”, etc., etc.,
quedan totalmente proscriptas. Son reemplazadas por
un vago anti-neoliberalismo y un “anticapitalismo” aún
más impreciso. No se sabe qué se propone concretamente
y por la positiva, como alternativa al capitalismo.
Frente
a la crisis capitalista, el NPA plantea medidas concretas
–por ejemplo, “prohibición de despidos”–. Pero
estas consignas no constituyen un “programa de transición”,
un programa global de lucha revolucionaria. Es decir,
un sistema de “reivindicaciones transitorias”, que
arranque de las reivindicaciones inmediatas de las masas
trabajadoras (salario, empleo, opresión capitalista, etc.)
y “conduzca a un resultado final: la conquista del poder
por la clase obrera”.
El
doble fracaso de un proyecto electoralista
La crisis larvada que venía arrastrando el NPA prácticamente desde
su fundación en febrero de 2009, estalló abiertamente en marzo
de 2010, con los resultados de las elecciones
regionales.
En ellas, al NPA sufrió el peor golpe que puede experimentar una
organización que no se dedica a militar en las luchas
obreras, estudiantiles y populares ni a construir un partido
de combate, sino a hacer propaganda electoral los 365 días
del año, incluso cuando no hay elecciones a la vista.
En efecto, para un partido esencialmente electoralista,
no hay nada peor que sacar pocos votos.
El NPA, en la primera vuelta de las elecciones regionales de marzo,
obtuvo un 2,25%. Fue un claro descenso en
relación al 4,88% que había logrado en las
elecciones al Parlamento europeo de junio de 2009 y también
respecto al 4,08% que en el 2007 obtuvo la
candidatura presidencial de Olivier Besancenot como
postulante de la LCR (Liga Comunista Revolucionaria),
fundadora del NPA.
Éste 2,25% no es un resultado insignificante para un partido
que es visto aún como de “extrema izquierda” y
para una situación política que todavía no es
de grandes luchas generalizadas obreras y populares, ni
por consiguiente de radicalización política de masas.
Pero ese 2,25% es una catástrofe, para la orientación
política que presidió la fundación del NPA y, en general,
para la estrategia de “partidos amplios
anticapitalistas”, que iban a ganar sectores de masas
por vía electoral.
En
tren de adaptarse y desarrollar esa orientación
electoralista, el NPA fue diluyendo cada vez más su política
y su programa, y la actividad quedó reducida a la de campaña
electoral permanente. Pero, como era previsible, tomar por
ese atajo para llegar a ser un “partido de masas”
no produjo la soñada montaña de votos.
Una
vez más en la historia, la gente prefirió los
originales y no la copia. Para votar rosado, los
electores ya tienen suficientes partidos y candidatos auténticamente
rosas y en variedad de matices. Son las organizaciones
plenamente integradas al régimen burgués, desde el Partido
Socialista hasta las corrientes que aparecen como “antineoliberales”,
como el PCF (Partido Comunista Francés), el PdeG (Partido
de Izquierda), los “ecologistas”, etc. Son rosados legítimos
y no simples imitaciones.
Pero
la crisis del NPA expresa un doble fracaso. Por un
lado, es el que señalamos del electoralismo sin votos.
Por el otro, es la frustración de un proyecto que se dice
«anticapitalista», pero que, al centrarse exclusivamente
en el electoralismo, no contribuyó a impulsar ninguna
lucha anticapitalista, en primer lugar, las del
movimiento obrero. Eso lo ha ido divorciando de los
activistas obreros y estudiantiles; es decir, de la
vanguardia de las luchas.
Esto
no significa que una parte de los miembros del NPA,
individualmente, no intervengan en luchas. Pero lo hacen por
cuenta propia. La “actividad” del NPA como
organización se reduce casi siempre a sacar alguna
inofensiva “declaración de apoyo” de Besancenot. Es
decir, se reduce al puro propagandismo, con el ojo puesto en
los réditos electorales de esas declaraciones. No actúa en
las luchas obreras y estudiantiles como una organización
militante y de combate.
El
saldo fue, por un lado, que el NPA no ganó millones de
votos; y que, por otro lado, perdió influencia y
simpatía en la vanguardia de las luchas obreras y
estudiantiles.
Una
posición vergonzosa frente a la burocracia sindical
traidora
Si
bien, como dijimos, la situación de Francia no ha sido de
grandes luchas generalizadas que impulsaran una radicalización
política, ha habido sin embargo una fuerte resistencia
fragmentaria a las medidas de los capitalistas para
descargar la crisis en los trabajadores y sectores
populares.
Estas
luchas han sido en muchos casos con medidas contundentes
(toma de fábricas con ejecutivos y patrones de rehenes,
destrucción de comisarías, amenaza de hacer estallar fábricas,
etc.) y movilizaciones en las calles.
Por
supuesto, los burócratas sindicales franceses –como sus
pares de Europa y el resto del mundo– han jugado a la
derrota de las luchas y, sobre todo, a impedir a toda
costa que ellas lleven a la huelga general: dos
palabras prohibidas para las burocracias de la CGT, FO, CFDT
& Cía... y también para la dirección del NPA.
Además,
la burocracia sindical francesa, como en muchos otros países,
ha ido profundizando cualitativamente en las últimos
décadas su proceso degenerativo de estatización y/o de
convertirse en “funcionarios anexos al aparato de
administración de las empresas”.[1] A eso se lo llama
“sindicalismo de proposiciones” o “participativo”.
Viene acompañado de un radical cambio estructural:
las finanzas de los sindicatos han pasado a depender de las
subvenciones del Estado y los patrones, y no de los aportes
de sus afiliados cada vez más raleados.
Ya
no se trata simplemente, como en las épocas de Trotsky, de
burócratas “obreros” más o menos reformistas y
capituladores pero sometidos también a la presión de las
bases hasta desde el punto de vista de su bolsillo.
Las
luchas obreras y la política derrotista de las burocracias
han generado, lógicamente, enfrentamientos con la
vanguardia de activistas que las encabezan. Esto se ha
expresado también en iniciativas de formación de
corrientes de oposición, como la CGT-lutte-de-classe.
El
NPA no sólo ha estado divorciado de este rico
proceso de luchas y también de agrupamientos de la
vanguardia contra los burócratas. La dirección del NPA se
opone expresamente a combatirlos. En relación a eso, un
episodio escandaloso fue la reunión hecha pública
del NPA y el mayor burócrata de Francia, el secretario
general de la CGT, Bernard Thibault, el 1º de septiembre de
2009.
En
ella, los dirigentes del NPA le aseguraron a Thibault que no
impulsarían ninguna corriente de oposición en la CGT
porque “no tienen vocación de substituir a los
sindicatos” (!!!).[2] Muy satisfecho con esas garantías,
el máximo traidor de la clase obrera francesa, que ha sido
en varias ocasiones abucheado por los activistas en marchas
y actos, destacó días después en Le Monde la buena
voluntad de estos “anticapitalistas”.[3]
El
NPA se vacía de luchadores y activistas
Inicialmente
el NPA atrajo la atención de sectores más o menos amplios
de la vanguardia obrera y juvenil. En eso confluyeron
diversos motivos, desde su descontento con los partidos de
la “izquierda” tradicional (PS, PCF, etc.) hasta el
hecho de que la dirección de la ex LCR presentó el
proyecto del NPA bajo una forma no tan descaradamente
electoralista.
Por
el contrario, se hablaba de otra cosa. Así en un documento
de convocatoria “Adresse du XVIIème congrès"
se decía:
“En
los últimos años se han expresado el descontento, la
revuelta y una nueva voluntad de resistir... La esperanza
viene de las grandes movilizaciones, las luchas de los
asalariados, de la juventud escolarizada o de los barrios
populares y las luchas de los ‘sin’... Pero ellas
resultan frecuentemente infructuosas...
“Falta
cruelmente un instrumento que ayude a la convergencia de las
luchas en un movimiento de conjunto, capaz de hacer recular
al poder y cambiar la relación de fuerzas...
“Somos
muchos y muchas que queremos esa herramienta: un partido útil
para las movilizaciones de hoy. Un partido para preparar un
cambio radical, revolucionario de la sociedad; decir, el fin
del capitalismo, de la propiedad privada de los medios de
producción, del pillaje del planeta y la destrucción de la
naturaleza.”[4]
Lógicamente,
muchos de los activistas que se acercaron con estas
expectativas se sintieron estafados y se han ido del NPA. Así,
uno de los documentos aparecidos en medio de la crisis y de
la convocatoria al Congreso, comienza diciendo: “Numerosos
militantes, sobre todo los más radicales, están en tren de
irse”.[5] El texto continúa señalando como motivos
fundamentales de esto la política electoralista que
desembocó en la búsqueda de alianzas cada vez más a la
derecha y sobre todo “el abandono de nuestras críticas a
las direcciones sindicales, en relación a las cuales
hacemos la vista gorda”. El resultado de esa política de
“apertura hacia ‘nuestra derecha’...” es que el NPA
no ha ganado a nadie “cortejando a las organizaciones [políticas]
tradicionales y las direcciones sindicales” mientras se
alejan de él los “militantes más radicales”.[6]
¿Hacia
una decantación política?
Han
fracasado el atajo electoralista y la fórmula de llegar a
ser un “partido de masas” aguando el programa. En ese
camino, la dirección de la ex LCR (hoy NPA) se ha quedado
sin el pan y sin la torta. No ha ganado a las masas de
votantes de los partidos tradicionales (PS, PCF, etc.) pero
ha ido perdiendo simpatía y militantes entre los luchadores
de vanguardia.
Rumbo
al Congreso de noviembre, esta situación crítica se ha
expresado en una fragmentación política notable. En primer
lugar, el núcleo central de la dirección del NPA se ha
partido al medio. Este sector era continuidad del equipo
dirigente de la ex LCR, tenía mayoría propia, y hacía un
juego de equilibrio entre “derecha” e “izquierda”.
Hoy,
ningún sector tiene mayoría por sí mismo. El CPN (Comité
Politique National) del NPA se parece más a un parlamento
europeo en crisis, sin un bloque mayoritario, que al comité
central de un partido “normal”.
A
grandes rasgos, hay, en primer lugar, un ala derecha
que quiere ir hasta el fin en el camino de adaptación al
electoralismo burgués. Esto implica, renunciar a
cualquier veleidad de independencia política para ir a un
frente con el PCF y el PdG... que a su vez son furgón de
cola del Partido Socialista, y actúan con la perspectiva de
participar como socios menores en otro gobierno burgués
“de izquierda” (estilo Union de la Gauche). Este camino
es el del entierro del NPA como organización independiente
de la burguesía y el Estado.
En
el medio,
se ubican los trozos divididos de la antigua mayoría, que
trató de aliarse al PCF y Cía., pero sin aceptar pegarse
al PS.
En
el otro extremo, se delinea un agrupamiento heterogéneo
de “izquierda”, que rechaza “ser parte de un
proceso de recomposición a la izquierda del PS por vía de
procesos electorales”, y postula un “partido
anticapitalista y revolucionario” y “en ruptura con las
instituciones de la izquierda institucional”.[7
A
su vez, estas tres alas están cruzadas por muchas
diferencias de opinión, algunas de trascendental
importancia. Por ejemplo, el agrupamiento de izquierda tiene
como cuestión pendiente definir una política de combate
consecuente a las burocracias sindicales.
En
resumen: la situación abierta en Europa por la crisis
mundial y sus consecuencias políticas y sociales, pone al
marxismo revolucionario europeo ante desafíos inmensos.
Para hacer frente a esto, hay que arrojar el lastre de las
adaptaciones oportunistas, que sólo llevan a la
desmoralización de los luchadores obreros y juveniles que
se acercan para combatir por una salida revolucionaria para
cambiar de raíz la sociedad, y no por unas miserables
bancas de diputados.
Notas:
1.-
Pascal Morsu, “CGT: dans l’oeil du cyclone...”, www.socialismo-o-barbarie.org,
edición del 23/05/10.
2.-
"Communiqué du NPA. Rencontre NPA-CGT", 02/10/09.
3.-www.lemonde.fr/archives/article/2009/11/09/bernard-thibault-compromis-ne-veut-pas-dire-compromission_1264674_0.html
4.-
"Adresse du XVIIème congrès de la LCR”, 28/01/08.
5.-
"Appel de militants de la Meuse – Pour la création
d’une nouvelle tendance dans le NPA", 11/04/10.
6.-
Cit.
7.-
"Face à la crise, réaffirmons ensemble l'actualité
d'un projet anticapitaliste et révolutionnaire pour le NPA",
09/06/10.