El
“nuevo clasismo” y sus desafíos
El
pasado lunes 5 de julio la Ejecutiva y el Cuerpo de
Delegados de la seccional San Fernando del SUTNA dieron el
enorme paso de llamar a constituir una Lista Clasista para
las próximas elecciones de la CTA. No se trata de un
hecho menor que una experiencia como la de la Marrón se
plantee y postule para dirigir la conformación de una lista
y, eventualmente, una corriente clasista como alternativa a
las dos expresiones de la burocracia que dividen hoy esa
central. No deja de
ser un dato político de enorme importancia para el futuro
del proceso de recomposición del movimiento obrero
argentino.
El
paso dado por los compañeros resalta
cuando las presiones sobre las experiencias independientes
se redoblan y las mismas burocracias logran también sus
“triunfos”, como la reciente cooptación de “Beto”
Pianelli del cuerpo de delegados del Subterráneo de Buenos
Aires. Lamentablemente, acaba de “cruzar el Rubicón”
yendo en la lista oficialista de la FETIA (la rama de
privados de la CTA) nada más y nada menos que de la mano de
Pedro Wasiejko… En lo que sigue, trataremos entonces de
dar cuenta de qué es lo que está en juego en todo este
proceso.
Clasismo todavía con “c” minúscula
El
marco más general para comprender la importancia del paso
dado por los compañeros del SUTNA San Fernando tiene que
ver con la comprensión
del proceso que está en desarrollo. El hecho es que
como subproducto de las transformaciones ocurridas en el
llamado “mundo del trabajo” y el proceso del
Argentinazo, sumado a la recuperación económica de los últimos
años, fue surgiendo
una nueva generación obrera. Esta nueva generación
obrera se fue expresando a lo largo de los últimos años
alrededor de una serie de luchas, conquistas, recuperación
de organizaciones obreras de manos de la burocracia,
tendencias hacia la sindicalización y/o la exigencia de la
conformación de nuevos sindicatos.
Junto
con el desarrollo de esta experiencia comenzaron también,
inevitablemente, las que podríamos llamar “presiones
sindicales-políticas”. Es decir, se empezó a colocar
“objetivamente” la exigencia de una definición de la
identidad más general del fenómeno en curso. En su marca
“en el orillo”, todas las experiencias comenzaron como
consecuentemente antiburocráticas: esto ha venido siendo así
desde el Hospital Garrahan, el Subterráneo de Buenos Aires,
pasando por el Neumático y la Marrón hasta el caso de
Kraft, etcétera.
Sin
embargo, casi inmediatamente, sobre todo la burocracia de la
CTA, comenzó a darse una astuta política de cooptación de
estos desarrollos por la vía de lo que podríamos llamar
una orientación de “domesticación
político-sindical”. Hace esto apoyándose en un
problema (o necesidad) no siempre comprendida y que excede
el mero terreno sindical debiendo ser asumida de manera consciente.
El mantenerse en una ubicación consecuentemente antiburocrática
(independiente de las burocracias tanto de la CGT como de la
CTA en todas sus variantes) de alguna manera “obliga”
a tener aunque sea la “intuición” de la independencia
política de clase: ser consecuentemente antiburocrático
lleva a ser consecuentemente antipatronal no sólo en el
sentido económico del término, sino político de no ir
detrás de ningún sector burgués: sea K o sojero.
De
ahí que casi “insensiblemente”, lo que ha ido
emergiendo –y debe profundizar su curso para no perecer–
es algo más que un mero fenómeno “sindical” (aunque
necesariamente nace en ese terreno): se trata que por
primera vez desde la década del 70,
a diferencia del proceso más estrechamente sindical de los
años 80, emerge una
experiencia que, partiendo de rasgos de democracia de bases
y acción directa, tiene implícitamente una tendencia hacia
una comprensión más política de lo que está en juego.
Tendencia
más que una realidad efectiva, de ahí la importancia de la
batalla política porque se mantenga la intransigente posición
antiburocrática que necesariamente implica una batalla política
y ayudar a la maduración de un punto de vista de
independencia de clase que las más de las veces no está
claro entre los compañeros. Por eso, hay que saber mirar
con atención y explicar a los compañeros cómo el fenómeno de la cooptación de sectores independientes está
funcionando más de lo político a lo sindical que en el
camino inverso.
De
ahí entonces que “dialogando” con la experiencia de los
años 70 y dando cuenta no sólo de lo que es sino de lo que debe ser, opinamos que la mejor
manera de llamar a los primeros pasos que está dando la
nueva generación obrera
sea
la emergencia de un “nuevo clasismo”, aunque todavía
sea con “c” minúscula.
Cuando la CTA vuelve al ruedo
Pasemos
entonces al análisis de los que más pérfidamente
están peleando para que este
nuevo clasismo aborte. La CTA se viene dando una
orientación para intentar canalizar y cooptar el proceso de
desprestigio de la CGT. Esto es parte de un fenómeno de
alcance internacional que la CTA busca capitalizar: la emergencia de nuevos sectores de trabajadores que entran a la lucha.
Para
los sectores jóvenes, “vírgenes”, no sindicalizados,
el buscar la organización sindical es como el
primer y obvio movimiento de progreso en su conciencia y
organización en el plano de la lucha cotidiana, fenómeno
que no deja de ser, obviamente, de enorme y revolucionaria
importancia. Para bloquear un curso progresivo de estos
sectores la CTA se postula y tiene la ventaja del
desprestigio gigante de la CGT.
Pero
al fenómeno anterior se le viene a sumar otro: la
CTA logró reubicarse del 2001 a esta parte. La Central
“alternativa”, al igual que la CGT, se borraron olímpicamente
de los acontecimientos del “Argentinazo” y por todo un
período fue desbordada
por izquierda. Fue ésta la que tendió a expresar los
fenómenos nuevos, si bien éstos tuvieron la
“inorganicidad” de que no se dieron en el núcleo de los
trabajadores ocupados.
Pero no hay que olvidar que alrededor de los movimientos
piqueteros se llegó a hablar de la eventualidad de “una
tercera central”…
En
esas condiciones, cuando la construcción de un Congreso de
los Trabajadores o Encuentro Nacional alternativo a la CGT y
la CTA quedó en “abstracto” (aquí hay también
responsabilidad de la mayoría del cuerpo de delegados del
Subterráneo que se negó a convocarlo en las varias
oportunidades en que pudo hacerlo),
la CTA, mediante su
campaña por la “libertad sindical”, comenzó a
capitalizar casi “naturalmente” a los nuevos sectores
que buscan organizarse al no existir ningún otro polo
alternativo.
Si
bien todavía no hay una irrupción generalizada de nuevos
sectores que salen a sindicalizarse y a organizarse para la
lucha, ya tiene el peso de la “estadística”, prácticamente
todo nuevo sector que busca organizarse termina yendo a
golpear la puerta de la CTA.
De ahí que darse una política respecto de la misma sea de
tanta e impostergable importancia estratégica.
Interna propatronal en la CTA
Pero
junto con el fortalecimiento relativo de la CTA está en
curso un fenómeno que va en sentido contrario: como nunca
se habla de la posibilidad de la “división o estallido”
de la misma. Es que nunca como ahora la burocracia que
dirige la central está dividida
de manera pública. Es sabido de la existencia de un ala
pro-K (Yasky-Wasiejko-Baradel) y otra pro-campo (De Gennaro-Micheli).
¿Qué
refleja esto? Sencillamente, que como toda burocracia no
puede tener un proyecto independiente de uno u otro sector
patronal. Si bien ambos sectores se llenan la boca de la
“CTA de los trabajadores” esto es sólo como campaña
para diferenciarse de la CGT y ocultar su verdadero carácter
pro-burgués ante los trabajadores. Como la sombra al
cuerpo, las burocracias sindicales no
tienen otra que seguir a un sector patronal u otro. Su
punto de apoyo viene de arriba y no de abajo: del Estado y
las patronales, no verdaderamente de los trabajadores.
CTA: otro “modelo” burocrático
La
CTA encarna –hasta cierto punto– un modelo burocrático
limitadamente alternativo al de la CGT: cuestionan
el unicato sindical, es decir, la existencia de una sola
central. Frente al monopolio en la representación de la
CGT (modelo clásico peronista), y siguiendo lineamientos más
“modernos” como los de la OIT (Organización
Internacional del Trabajo), su
“modelo” es el de una representación más
“repartida”. En el fondo lo que buscan no es tanto
disputar los “reductos” donde es fuerte la CGT, sino más
bien su reconocimiento y una “convivencia de caballeros”
con la CGT.
Es
decir, su “ampliación” pasa más bien por los nuevos
sectores, o, en el caso de la disputa de sectores enrolados
en la CGT, no buscan tener el monopolio de esa representación.
En fin: su objetivo no es la organización democrática por
la base sino
compartir el monopolio de la representación burocrática
con la CGT, un modelo sindical más adaptado a los
tiempos que corren de fragmentación de la masa de los
trabajadores entre situaciones de contratación diversas.
Democracia burguesa al interior de las organizaciones
sindicales
Hay
otro elemento para dar cuenta: la idea que la CTA sería
“más democrática que la CGT”. Esta campaña se
completa con la forma de votación de las autoridades de la
misma. La verdad es que esta supuesta “democracia” es
una redonda mentira: el mecanismo de “un afiliado un voto” solamente está al servicio de
que a la hora de las elecciones de la central, las mismas
tomen la forma de una elección tipo interna patronal donde
los que deciden son los aparatos clientelares.
Nos
explicamos: la votación
a la dirección de una central obrera debería ser a partir
de los lugares de trabajo e indirecta –es decir,
votaciones de delegados– además de proporcional. De
esta manera, los lugares más concentrados de los
trabajadores se harían valer, se podrían hacer asambleas y
reuniones para votar los delegados y luego un congreso de
delegados sería el encargado de votar la dirección: eso
sería democracia obrera.
El
mecanismo de la CTA es el opuesto:
es la democracia burguesa dentro de las filas de la clase obrera. No es
casual que a Pedro Wasiejko del Neumático le guste abusar
de los plebiscitos. Lo mismo hace el SUTEBA muchas veces
para buscar el apoyo de los sectores más atrasados. ¿Por
qué democracia burguesa? Porque la elección de la dirección
de la central se hace por la vía de una votación secreta
en urna, independiente del lugar de trabajo, donde lo que
pesa no es el carácter estructural de los trabajadores,
sino ¡quién puede
acarrear más gente a votar! Además, como cualquiera se
puede afiliar “libremente” a la CTA… la trampa está
servida: D’Elía o Milagro Salas de Jujuy son los que
pueden definir una elección al llevar a votar los miles y
miles de compañeros que tienen en sus movimientos de
desocupados. También se pueden pasar acuerdos con el PS, la
UCR o el mismo PJ para que lleven gente a votar en la elección…
Se trata de una riña
de aparatos que, además, de encarnizarse, puede hacer
explotar todo por los aires porque son las reglas de juego
para un vale todo. De ahí los temores a que si hay interna entre ambos sectores burocráticos
después no haya más CTA.
[1]
Dato político decimos porque está claro que, la
burocracia que dirige la CTA va hacer de las elecciones
mismas una
compulsa de aparatos al mejor estilo de una interna
burguesa. Volveremos sobre esto más abajo.
[2]
La experiencia del clasismo con c “mayúscula” del
setenta, fue un “clasismo” que sin embargo era, en
su inmensa mayoría frente populista y no de
independencia de clase…
[3]
Ver en este sentido el ya señalado caso de Beto
Pianelli que a partir de erróneas posiciones políticas
se desliza hacia la capitulación a la burocracia
sindical de Wasiejko y Yasky.
[4]
Esto amen de los problemas de estrategia de la misma
izquierda, principalmente el cerrado “piqueterismo”
de esos días… orientación encarnada sobre todo, en
las filas de la izquierda independiente, por el PO.
[5]
La última fue a finales del año pasado cuando terminó
defeccionando en la lucha –que estaba en su apogeo-
por el reconocimiento del nuevo sindicato.