Socialismo o Barbarie, periódico Nº 180, 08/07/10
 

 

 

 

 

 

Después del G–20

El peligro del “sálvese quien pueda”

Por José Luis Rojo

Hace quince días se realizó una nueva reunión del G–20 en Canadá. Lo más significativo fue la divergencia de enfoques que se expresó a la hora de discutir los rumbos de la política económica respecto de la crisis. Intentaremos hacer aquí una interpretación de las razones –y posibles consecuencias– de las mismas.

La quimera de la coordinación económica en el capitalismo

Hasta aquí las recomendaciones del G–20 habían sido alrededor de la asistencia estatal y el sostenimiento de la economía. Pero en esta última cumbre la Unión Europea logró darle un tono a la declaración final que marca un giro de importancia: su consigna es que ha llegado la hora del ajuste económico en regla.

Una vez más se pudo apreciar el limitado “poder de fuego” de los EEUU.[1]. Porque Obama planteó –sin pena ni gloria– que se imponía “seguir el sostenimiento económico” por un tiempo más so pena de provocar “una nueva caída económica”. Pero su preocupación cayó en saco roto.

La última reunión del G–20 ha introducido otra dimensión en la crisis: la de las discrepancias en las alturas. No se trata de diferencias “abstractas”, “teóricas” o meramente “diplomáticas”: se trata de que la aplicación de políticas distintas termine dando lugar a “desigualdades” económicas que deban ser compensadas mediante mecanismos “competitivos” que desaten conflictos comerciales y de todo tipo entre los estados.

Por ejemplo, si la llamada reforma financiera es aplicada solamente por los EEUU, no sería descabellado que el gobierno de Obama se vea obligado a “compensar” esto con otras medidas para no perder “competitividad” como mercado atractivo en el terreno de las finanzas. Lo mismo que los países que siguen con la asistencia económica, sino quieren que esto sirva a las exportaciones de los estados que comienzan a aplicar el ajuste, se verán obligados a tomar medidas para que su asistencia no sirva a sus competidores...

La desigualdad en los abordajes entre “asistencia” y “ajuste” podría desatar entonces una ronda de medidas competitivas donde todo el mundo pretenda “echarle la basura al vecino” desatando una escalada proteccionista que no se ha visto –por lo menos no con esa magnitud– hasta ahora.

El mercado mundial como terreno de lucha salvaje

La realidad es que el último G–20 resultó un redondo fracaso. En realidad, no se pudo siquiera presentar un maquillaje de coordinación: cada Estado quedó librado a hacer lo que quisiera...

Obama y Merkel asistieron con orientaciones opuestas respecto de la próxima fase de la crisis. En todo caso, la discrepancia entre EEUU y Alemania parece esconder una cuestión más de fondo: el problema de la competitividad de sus respectivas economías. Merkel confía en que la competitividad de su país –que pasó por una fase de duro ajuste económico en los últimos diez años– le va a permitir ganar terreno en la lucha competitiva a nivel internacional. Por su parte, Obama, lo que refleja, es el retroceso competitivo y la des–industrialización relativa de los EEUU en los últimos años. De ahí que a pesar de la necesidad de rebalanceo económico –y de su explicitada vocación exportadora–, este último siga apoyándose en la formal necesidad de la asistencia mientras la economía se pone “más a punto”.[2]

En la discrepancia señalada hay un problema real: el temor de economistas como Paul Krugman es que al retirarse el pulmotor que está sosteniendo a las economías del norte del mundo, y al hacerlo en las condiciones donde éstas siguen muy frágiles, amenace con provocar una recaída en la crisis, que al volver a dejar expuestos los elementos de sobre–acumulación y sobre–producción económica, dé lugar a una renovada dinámica recesiva y deflacionaria.

El hecho es que la asistencia económica dejó en pie una serie de bancos y empresas “zombis” (muertos–vivos) que tiran la productividad económica para abajo a modo de un lastre e impiden la recuperación de las ganancias. Se inhiben así los mecanismos de necesaria destrucción de capitales para permitir una recuperación económica de conjunto.

El economista Nouril Roubini en un reciente libro (“La economía de las crisis”) se refiere a esto cuando señala el debate histórico entre “keynesianos” y “schumpeterianos” y toma una posición “intermedia”. Dice que para él, en el momento de pico de la crisis, hay que asistir económicamente, y cuando ha pasado ese extremo, pasar discretamente a la cirugía…

Como es conocido, el economista burgués Schumpeter tenía la posición de dejar caer a los “débiles” para facilitar la recuperación del “músculo del capitalismo”. Esto, en medio de la crisis, no deja de ser una “locura” porque agiganta las posibilidades depresivas. Pero tiene una racionalidad de fondo fundamental ya marcada por Marx: la eliminación de competidores es una de las tendencias más importantes para contrarrestar la caída de la ganancia.

Pero lo que se está viendo actualmente es muy poca “destrucción creativa”: este no deja de ser un problema que suma más presión al endeudamiento y a la dificultad de hacer frente al mismo con la creación genuina de riqueza. Porque precisamente ese es el tema: si con dinero se podría solucionar estructuralmente la crisis –la caída de la tasa de ganancia– entonces el capitalismo no tendría crisis…

Pero las cosas en la economía no funcionan así: el dinero y el crédito funcionan como adelantos de la creación de riquezas. Si esta riqueza no es creada en el terreno real, entonces ocurre lo que ya se está viendo: la amenaza de insolvencias y quebrantos que minan la economía europea (y mundial).

Precisamente, los bancos y empresas “zombies” o insolventes, el problema que tienen, es que no logran el grado de ahorros, productividad y producción que les permita producir riquezas de manera competitiva. Al no ocurrir esto, siguen dependiendo de la asistencia estatal. Pero al no poder devolver lo prestado por las mismas razones señaladas... amenazan con la insolvencia (el quebranto) al mismo Estado como está ocurriendo hoy en estos mismísimos momentos en Europa (y podría ser mañana en los EEUU...).

De ahí que creación de riquezas, crecimiento económico y solución de las deudas soberanas tenga la señalada e importante relación. Y por esto, la paradoja es, que lo que se busca por la vía del ajuste, es decir, evitar el no pago de las deudas, retorne por la vía de la caída de la producción (y de la recaudación del Estado...).

La tercera Gran Depresión contemporánea

El señalado resultado del G–20 provocó una reacción negativa en el Nobel económico Paul Krugman. En el 2009 había pretendido trazar una definición de la crisis que poseía una delimitación a dos puntas. Buscaba subrayar que no se trataría de una recesión habitual pero tampoco de una depresión lisa y llana: por eso la llamó “La Gran Recesión”, como está escrito, con mayúsculas, estableciendo así los supuestos alcances y límites de la misma. Esto fue parte, también, de un operativo político vinculado al sostenimiento de los rescates económicos y el aliento al gobierno de Barack Obama.

Sin embargo, como acabamos de señalar, éste salió muy descorazonado de la reciente reunión del G–20, donde la tónica terminó siendo la del ajuste fiscal. Krugman tiene la convicción de que el giro del G–20 constituye un error de política económica que, al ocurrir sobre el trasfondo de una recuperación extremadamente frágil, pone a la economía mundial nuevamente al borde de la recaída recesiva. Esto debido a una suma de circunstancias: que la crisis alcanza ya prácticamente 4 años; que la recuperación económica es extremadamente frágil; que está al borde de transformarse en una nueva recaída; y el giro del G–20 hacia el ajuste fiscal. Krugman ha comenzado a deslizar entonces una nueva definición de la crisis económica, lo que no deja de tener importancia dado de quien viene: nos encontraríamos ante la tercera depresión del capitalismo contemporáneo.

Krugman intenta nuevamente trazar una comparación: por un lado, dice que no tiene por que ser tan grave como la “Gran Depresión” de los años 30. Al mismo tiempo, la compara con la llamada “Larga Depresión” de finales del siglo XIX, que fue la matriz de nacimiento del imperialismo del siglo XX:

Me temo que ahora nos encontramos en las primeras etapas de una tercera depresión. Probablemente sea más semejante a la Larga Depresión que a la mucho más grave Gran Depresión. Pero el costo para la economía mundial y, sobre todo, para los millones de vidas azotadas por la falta de empleo, será enorme. Y esta tercera depresión, será, primordialmente, un error de política. En todo el mundo –más recientemente por la muy desalentadora cumbre del G–20 en Toronto–, los gobiernos se obsesionan con la inflación cuando la verdadera amenaza es la deflación, y predican la necesidad de ajustarse el cinturón cuando el verdadero problema es el gasto inadecuado. A nivel práctico, EEUU no hace las cosas mucho mejor. La FED parece conciente de los riesgos deflacionarios, pero lo que propone hacer con estos riesgos es, digamos, nada. Es casi como que los mercados financieros entendieran aquello que los políticos no parecen comprender: que aunque la responsabilidad fiscal a largo plazo es importante, rebajar drásticamente el gasto en una depresión, profundizándola y abriendo paso a la deflación, es una actitud verdaderamente autodestructiva”.[3]

Ingresando en un territorio desconocido

¿Qué importancia tiene entonces esta variación en la definición de Krugman? Es evidente: cuando se define una crisis económica como una Depresión –“Larga” o “Grande” o con la connotación que sea, se verá en el transcurso de la misma– se está entrando en un terreno desconocido por largas décadas en el capitalismo mundial.

Para profundizar en este tópico, también sirve otra definición, esta vez del agudo analista de mercados Nouriel Roubini. Éste, en un libro de reciente edición que ya comentamos, ha señalado que las décadas que precedieron la actual crisis fueron unas que se podrían calificar como de “Gran Moderación” en el sentido que los pilares básicos del sistema capitalista mundial estuvieron firmes: “En las economías más avanzadas, la última mitad del siglo XX fue un período de relativa calma, aunque atípica, que culminó en un período tranquilo de inflación baja y alto crecimiento, que los economistas apellidaron como ‘Gran Moderación’.”[4]

Pues bien: lo que se está confirmando es que el sistema capitalista está entrando en un “territorio desconocido” donde los pilares de la antigua estabilidad de las últimas décadas amenazan con venirse abajo poniendo en jaque el equilibrio mundial entre estados y clases.

De ahí que el paso dado por Krugman tenga tanta importancia: es que un evento económico como una depresión mundial no puede dejar de tener –aunque éstas no sean nunca mecánicas– enormes consecuencias sociales y políticas de todo tipo.

Esas consecuencias ya se están comenzando a expresar hoy tanto a partir de la emergencia de crecientes matices en las alturas de la clase capitalista, como, más importante aún, respecto de la emergencia de las luchas obreras en Europa, continente que sin lugar a dudas se ha transformado en el centro de la lucha de clases mundial, amén de los primeros pasos de la nueva clase obrera china.

En definitiva, si las definiciones sirven para algo, el giro de Krugman hacia caracterizar como depresión mundial la actual crisis, no hace más que ratificar que se ha abierto un proceso histórico llamado a tener múltiples consecuencias, entre las cuales podría estar el crear el terreno material para la emergencia de nuevas revoluciones sociales en el siglo XXI. Porque, efectivamente, este y no otro es el sentido estratégico de la discusión “económica” entre los marxistas revolucionarios: el hacer todo lo que esté a nuestro alcance para preparar las condiciones de las nuevas revoluciones socialistas en el siglo que comenzamos a transitar.


Notas:

1.– Increíblemente, todavía hay corrientes y autores que no logran apreciar esta realidad de declinación histórica relativa de los EEUU…

2.– Señalemos que, en realidad, en el Congreso norteamericano, acaba de fracasar el intento de poner en marcha un nuevo mini–paquete de asistencia económica y que, más bien, lo que se está enfrentando en EEUU, es la finalización de toda una serie de paquetes de rescate...

3.– La Nación, 29–06–10.

4.– “La economía de las crisis”. Nouriel Roubini y Stephen Mihn, Editora Intrínseca, Río de Janeiro, 2010, pp. 15.


Las desigualdades de la crisis mundial

El “misterio” de los países BRIC [1]

Por José Luis Rojo

Uno de los rasgos salientes de la actual crisis mundial, hasta el momento, es la desigualdad de sus desarrollos. Se trata de una crisis global que abarca –de una u otra manera– el conjunto de la economía mundial. Sin embargo, es un hecho que países como China, India, Brasil (el caso de Rusia es algo distinto) y, detrás de ellos, muchos de los países llamados “emergentes”, han esquivado caídas recesivas de importancia: ¿a qué se debe este fenómeno? Intentaremos dar aquí una respuesta a modo puramente “especulativo” que requiere de un estudio ulterior.

Una “revolución industrial” tardía

La explicación pasa por el rol que al interior de la economía mundial han estado teniendo estos países en los últimos años. Por un lado, su dinámica ha sido parte íntima de la mundialización capitalista neoliberal: son carne y uña con el giro del mercado mundial internacional y su particular división del trabajo. Sin embargo, aun a pesar de esto, hasta ahora su dinámica en el contexto de la crisis ha sido diversa. Atención: es obvio que de producirse una recaída económica de magnitud depresiva no podrían evitar ser arrastrados (sólo representan, a groso modo, el 30% de la economía mundial).

Pero aquí queremos dar cuenta de la especificidad de sus desarrollos. Creemos que hay una razón de fondo que explica esta evolución desigual. O, en todo caso, su relativo “colchón” frente a la crisis. Se trata del hecho no casual de países, todavía con un enorme “hinterland” campesino o ex campesino, que recién contemporáneamente están siendo recorridos por las relaciones de mercancía y valor en el sentido estricto del término.

Se trata de que poseen un ancho campo de valorización del capital y una enorme fuente de mano de obra barata para la explotación capitalista, tanto nacional como internacionalmente: una nueva frontera geográfica del capitalismo en tanto capitalismo “intensivo” por así decirlo.

Es esta ventaja comparativa –geográfica y social– la que ayuda a explicar su comportamiento diverso a lo largo de la crisis. Esto amén del paquete de rescate económico chino, uno de los más grandes, sino el más grande comparativamente en términos relativos en el orden mundial.

Se trata de territorios “vírgenes” desde el punto de vista de las relaciones específicamente capitalistas (de la producción para la ganancia) que sólo en las últimas décadas se han transformado en áreas de subordinación directa –subsunción real y no meramente formal– de la fuerza de trabajo y la naturaleza a las leyes del capitalismo.[2]

Así las cosas, una suerte de “revolución industrial” tardía –dicho de manera exagerada– se está produciendo en estas inmensas regiones. Una definición de “revolución industrial” con la que pretendemos dar cuenta aquí no de un supuesto componente “tecnológico” de la misma,[3] sino del significado económico–social de poner bajo la ley del valor y la directa producción de mercancías enormes recursos humanos y naturales.

Es este mismo proceso el que explica, también, la paradoja del “super consumo” de materias primas provenientes de los emergentes que han mantenido a las commodities en una tendencia relativamente sostenida a pesar de la crisis económica mundial.

¿China como nuevo país imperialista?

Aquí se entrecruzan entonces varios factores que no podemos abordar exhaustivamente y que requieren de un estudio ulterior. Nos parece que esta apreciación general del carácter ex agrario en proceso de industrialización de estos países –una industrialización, como veremos más abajo, de todas maneras dependiente y subordinada–, amén de su magnitud poblacional, es lo que les ha dado el determinado “margen” que han tenido hasta ahora para manejarse en el contexto de la crisis. Se trata de una variante de la llamada “ventajas del atraso”.

Luego de estas apreciaciones generales, están ya las determinaciones más concretas. En el caso chino, crece la discusión acerca de la necesidad de rebalanceo de su economía y de que debe apreciar su moneda, el yuan (cosa que acaba de comenzar infinitesimalmente a realizar), volcarse menos hacia las exportaciones y más al consumo interno.

En todo caso, lo que queremos destacar acá, es que el rol de China ha servido a los países emergentes y el alto valor de las materias primas funcionó como “colchón” mediador del impacto de una crisis mundial que tiene su foco, precisamente, en las economías centrales. De ahí la “rareza” de este rasgo de la actual crisis, rareza que sin embargo está siendo exagerada hasta el infinito.

Entre estas exageraciones, se pierden de vista varias cuestiones que deberían ser, al mismo tiempo, evidentes. Una muy importante es el enorme peso de las multinacionales en China. Es decir: no se trata de un desarrollo “económico” autocentrado ni “soberano” por así decirlo (aunque también exista un grado de autonomía relativo por parte de la burocracia china). Este fue el rasgo determinante del ascenso económico de las naciones europeas más importantes, de los EEUU y más tardíamente de Japón, claro que mediado por las dos guerras mundiales del siglo XX.

Pero en el caso de China (y ni qué decir tiene la India y Brasil) la cosas no son tan “sencillas”. Si bien cada “experimento” tiene su especificidad, parece de un impresionismo colosal el pensar que China vaya a dominar realmente, económica y políticamente, y de manera “insensible”, el mundo en el siglo XXI… En todo caso, la especificidad del fenómeno está hablando de otra cosa: de una situación “intermedia”, por así decirlo.

A este respecto, no debe dejar de llamar la atención que la propia asociación de estos países al G–20 no deja de ser una que no parece cuestionar ninguno de los pilares del orden económico existe: sólo se busca escalar de posiciones DENTRO de este orden de cosas. De ahí que no haya una sola reivindicación emancipadora o siquiera realmente “soberana” por parte de estos países en el concierto de los estados a nivel mundial.

Esto lo señalamos más allá del hecho cierto del carácter de primer acreedor que tiene China respecto de los EEUU. Este no deja de ser un factor de importancia que responde al problema de la relativa des–industrialización del país del norte y que es uno de los problemas más graves que atraviesan a la economía capitalista mundial como un todo.[4].

Retomando nuestro argumento, señalemos que el análisis que venimos desarrollando muestra los alcances y límites del rol mediador de estos países. Es decir, por ahora su relativa “revolución industrial” ha producido el efecto del famoso “desacople” –hasta cierto punto, claro está– entre la economía de los países “avanzados” y los emergentes. “Desacople” que está llamado a “volatilizarse” en la medida que se produzca la recaída económica que se viene.

En definitiva: existe un problema “estructural” que va más allá de las dinámicas puramente “cíclicas”. En la medida que no estamos frente a naciones con la potencialidad de emerger como nuevos centros “soberanos” imperialistas, su capacidad de mediación no puede dejar de estar, vg., mediada.

Una depresión arrastraría al globo entero

Lo anterior no lo señalamos en un sentido doctrinario. Es decir, no hay razón para clausurar la pelea competitiva entre estados en el siglo XXI. Esto amén de que el capitalismo, de conjunto, está recorriendo un camino de declive –y no de ascenso– como totalidad histórica.

Pero por esto mismo su “ley de desarrollo” no puede dejar de ser muy “dura” por así decirlo: si el ascenso de un Estado al rango de nación imperialista debe implicar, necesariamente, el declive de otra, no está claro cómo esto podría ocurrir de manera indolora para China más allá del real entrelazamiento de capitales que existe a nivel mundial...

En fin, el “misterio” de los países BRIC está llamado a acabarse si se confirma la tendencia –que ya parece insinuarse– a una recaída económica en regla en la crisis mundial. Porque la misma está llamada, inevitablemente, a arrastrar a todos los países.


Nota:

1.– Bajo la sigla BRIC están agrupados Brasil, Rusia, India y China y, detrás de ellos, genéricamente, otros países de la periferia dependiente o semicolonial como la Argentina donde la crisis no ha impactado hasta ahora de la misma manera que en el norte del mundo.

2.– O que si bien eran países enteramente capitalistas como la India, hizo falta la emergencia del ciclo de la mundialización para que entraran completa y dinámicamente bajo el imperio completo de la mercantilización.

3.– Está claro que la tecnología más avanzada proviene de las multinacionales de los países imperialistas.

4.– Como digresión, digamos que la crisis ha tenido un desarrollo “sorprendente” en lo que tiene que ver con los problemas estructurales de la economía mundial: ninguno de los problemas subyacentes ha sido abordado realmente. Veamos. ¿De qué se habla cuando se dice “rebalanceo” de la economía mundial? Superficialmente, de cómo equilibrar el flujo de divisas entre las diversas economías: fundamentalmente, de cómo resolver los déficits comerciales y de balanza de pagos de los EEUU. Pero detrás de estos déficits, hay un problema de otro orden que tiene que ver con la tasa de ganancia de las corporaciones norteamericanas y el salario de los trabajadores en los propios EEUU. Por un lado, la deslocalización de la rama dos de bienes de consumo ha servido para abaratar el precio de los bienes de consumo masivo y así rebajar el valor de la fuerza de trabajo en los propios EEUU. Al mismo tiempo, estas industrias se han beneficiado de los escasos salarios chinos para recuperar sus tasas de ganancias.

Pero el dramático problema es que si bien las ganancias de las corporaciones norteamericanas en China retornan eventualmente al país del norte por diversos conceptos, esta tendencia se ha visto contrapesada por el déficit comercial y de balance de pagos…