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Derecho al matrimonio igualitario
Triunfo popular, derrota de la Iglesia y
la derecha
Ahora, educación sexual, aborto legal,
basta de subsidiar a los curas
Lo que comenzó como un proyecto parlamentario sobre
derechos de una minoría se convirtió en una
bandera democrática debatida por todo el mundo y apoyada por
una gran franja de la población de la que no hay cifras
concretas, pero que evidentemente sobrepasó con mucho a la
vanguardia que habitualmente se interesa por la opresión de género.
Y esto a pesar de los esfuerzos del gobierno y la Federación
LGBT por encerrar el debate en el Parlamento, los medios y los
pronunciamientos de “personalidades de la cultura”, sin
ofrecer un solo canal de expresión ni movilización
unificadas a la gran cantidad de gente que tomó este derecho
como una bandera propia.
La Iglesia católica, evangélica y sus aliados de la
derecha, hay que decirlo, ayudaron bastante. El desfile de
monstruos que se turnaron para decir las barbaridades más
exasperantes en las marchas religiosas o en los medios,
bastaba para espantar a cualquier persona honesta. Las
Rojas ya veníamos en una campaña permanente contra la
Iglesia, escrachando los afiches y las marchas contra el
derecho al aborto y contra el matrimonio gay que los curas venían
realizando. A medida que se acercaba el día de la votación,
notamos una creciente afluencia de gente, sobre todo jóvenes,
a nuestras actividades. Gente que no conocíamos, algunos de
otras organizaciones, ¡incluso un grupo de catequistas!, se
sumaron en esos días a las charlas y afichadas, buscando un
canal para hacer algo
por conseguir este derecho.
El diálogo con ellos, y la infinidad de debates que
escuchamos en escuelas, lugares de trabajo y en la calle, nos
demostraron que en este entusiasmo había algo
más que la solidaridad “desde afuera” con un sector
oprimido en bien de “ampliar la democracia” en general,
como decía el discurso de la Federación y el gobierno. Lo
que escuchamos de la gente podría resumirse así: “Estamos
repodridos de que instituciones a las que no respetamos, e
incluso repudiamos, nos vengan a ordenar cómo tenemos que
vivir o criar a nuestros hijos”. Fue un cuestionamiento
general al modelo de familia patriarcal que impone en el
capitalismo dependiente de nuestro país, al mandato de atar
sexualidad con reproducción, a la represión de ese modelo de
familia hacia mujeres, niños y jóvenes. La familia padece
una crisis de legitimidad paralela a la de la Iglesia,
parecida hasta en sus síntomas: ya no se puede acallar el
hecho de que dentro de la familia “de papá y mamá” muchísimas
mujeres y niños están viviendo un infierno de abuso sexual y
asesinatos, y las instituciones de la legalidad burguesa se
muestran inútiles para combatirlo.
Es verdad que el gobierno se anotó un poroto, y quizás
el parlamento haya salido legitimado como institución democrática,
pero nos parece que ese cuestionamiento de amplios sectores de
la población a la autoridad clerical y patriarcal es lo más fuerte
y rico de este proceso.
Tenemos que aprovechar la legitimidad social que cobró el
matrimonio entre personas del mismo sexo, y sobre todo la
paliza que recibió la Iglesia con el consecuente jolgorio
popular, para organizar la lucha contra la opresión de género
y de clase a estos nuevos compañeros que se movilizaron,
cantaron, brindaron y pintaron en estos felices días, y
salieron fortalecidos y orgullosos y con ganas de seguirla.
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Educación
sexual pública, laica, científica y feminista. Cae
de maduro que, al haberse legalizado la unión homosexual, hay
que cambiar el programa de educación sexual del gobierno, que
en ochenta páginas no menciona la palabra “homosexual” en
ninguna parte. No va a ser dificultoso, porque en realidad ese
programa no se está enseñando en ninguna escuela. Además,
esta educación sexual tiene que dar cuenta de la situación
de opresión de las mujeres en la sociedad y en la familia
(tampoco esto se menciona en el programa oficial), y
condenarla.
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Separación
de la Iglesia y el Estado. Basta de subsidiar la educación religiosa, que educa para la opresión
•
La
familia patriarcal se basa en la dependencia económica de la
mayoría de las mujeres, con la consecuente secuela de violencia intrafamiliar. Trabajo para
las mujeres en la industria, en blanco, sin discriminación de
tareas, en iguales condiciones que los hombres. Plan de
viviendas para las mujeres que sufren violencia y protección
para los niños y jóvenes que sufren abusos, creando
albergues y guarderías estatales. Expropiación
de los hogares de niños manejados por la Iglesia.
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Derecho
al aborto legal y a la anticoncepción libres, seguros y
gratuitos.
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Luchemos
contra la discriminación hacia las personas LGBT. Trabajo
genuino y derecho a la adopción
sin trampas de “objeciones de conciencia”
•
Por
la unidad de la lucha contra la opresión de género con las
luchas obreras y populares
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