Socialismo o Barbarie, periódico Nº 181, 22/07/10
 

 

 

 

 

 

Derecho al matrimonio igualitario

Triunfo popular, derrota de la Iglesia y la derecha

Ahora, educación sexual, aborto legal,
basta de subsidiar a los curas

Lo que comenzó como un proyecto parlamentario sobre derechos de una minoría se convirtió en una bandera democrática debatida por todo el mundo y apoyada por una gran franja de la población de la que no hay cifras concretas, pero que evidentemente sobrepasó con mucho a la vanguardia que habitualmente se interesa por la opresión de género. Y esto a pesar de los esfuerzos del gobierno y la Federación LGBT por encerrar el debate en el Parlamento, los medios y los pronunciamientos de “personalidades de la cultura”, sin ofrecer un solo canal de expresión ni movilización unificadas a la gran cantidad de gente que tomó este derecho como una bandera propia.

La Iglesia católica, evangélica y sus aliados de la derecha, hay que decirlo, ayudaron bastante. El desfile de monstruos que se turnaron para decir las barbaridades más exasperantes en las marchas religiosas o en los medios, bastaba para espantar a cualquier persona honesta. Las Rojas ya veníamos en una campaña permanente contra la Iglesia, escrachando los afiches y las marchas contra el derecho al aborto y contra el matrimonio gay que los curas venían realizando. A medida que se acercaba el día de la votación, notamos una creciente afluencia de gente, sobre todo jóvenes, a nuestras actividades. Gente que no conocíamos, algunos de otras organizaciones, ¡incluso un grupo de catequistas!, se sumaron en esos días a las charlas y afichadas, buscando un canal para hacer algo por conseguir este derecho.

El diálogo con ellos, y la infinidad de debates que escuchamos en escuelas, lugares de trabajo y en la calle, nos demostraron que en este entusiasmo había algo más que la solidaridad “desde afuera” con un sector oprimido en bien de “ampliar la democracia” en general, como decía el discurso de la Federación y el gobierno. Lo que escuchamos de la gente podría resumirse así: “Estamos repodridos de que instituciones a las que no respetamos, e incluso repudiamos, nos vengan a ordenar cómo tenemos que vivir o criar a nuestros hijos”. Fue un cuestionamiento general al modelo de familia patriarcal que impone en el capitalismo dependiente de nuestro país, al mandato de atar sexualidad con reproducción, a la represión de ese modelo de familia hacia mujeres, niños y jóvenes. La familia padece una crisis de legitimidad paralela a la de la Iglesia, parecida hasta en sus síntomas: ya no se puede acallar el hecho de que dentro de la familia “de papá y mamá” muchísimas mujeres y niños están viviendo un infierno de abuso sexual y asesinatos, y las instituciones de la legalidad burguesa se muestran inútiles para combatirlo.

Es verdad que el gobierno se anotó un poroto, y quizás el parlamento haya salido legitimado como institución democrática, pero nos parece que ese cuestionamiento de amplios sectores de la población a la autoridad clerical y patriarcal es lo más fuerte y rico de este proceso.

Tenemos que aprovechar la legitimidad social que cobró el matrimonio entre personas del mismo sexo, y sobre todo la paliza que recibió la Iglesia con el consecuente jolgorio popular, para organizar la lucha contra la opresión de género y de clase a estos nuevos compañeros que se movilizaron, cantaron, brindaron y pintaron en estos felices días, y salieron fortalecidos y orgullosos y con ganas de seguirla.

Educación sexual pública, laica, científica y feminista. Cae de maduro que, al haberse legalizado la unión homosexual, hay que cambiar el programa de educación sexual del gobierno, que en ochenta páginas no menciona la palabra “homosexual” en ninguna parte. No va a ser dificultoso, porque en realidad ese programa no se está enseñando en ninguna escuela. Además, esta educación sexual tiene que dar cuenta de la situación de opresión de las mujeres en la sociedad y en la familia (tampoco esto se menciona en el programa oficial), y condenarla.

Separación de la Iglesia y el Estado. Basta de subsidiar la educación religiosa, que educa para la opresión

La familia patriarcal se basa en la dependencia económica de la mayoría de las mujeres, con la consecuente secuela de violencia intrafamiliar. Trabajo para las mujeres en la industria, en blanco, sin discriminación de tareas, en iguales condiciones que los hombres. Plan de viviendas para las mujeres que sufren violencia y protección para los niños y jóvenes que sufren abusos, creando albergues y guarderías estatales. Expropiación de los hogares de niños manejados por la Iglesia.

Derecho al aborto legal y a la anticoncepción libres, seguros y gratuitos.

Luchemos contra la discriminación hacia las personas LGBT. Trabajo genuino y derecho a la adopción sin trampas de “objeciones de conciencia”

Por la unidad de la lucha contra la opresión de género con las luchas obreras y populares