En
una coyuntura de fortalecimiento relativo del gobierno, los
sojeros y el Grupo A(gro) pretenden volver a la carga .
Se
avecina en el Parlamento otra batalla “institucional”:
la discusión de quién se queda con miles de millones de dólares
que hoy recibe el gobierno por derechos de exportación al
agro. Los Kirchner quieren que sigan en sus manos; los
oligarcas, con el apoyo de la amplia oposición sojera,
dicen que son de ellos. Mientras se dirime la disputa,
convendría poner la mirada en cuestiones que este debate
pone sobre la mesa pero que los partidos patronales no
suelen querer ventilar.
Biolcati, abanderado de los humildes… y del Grupo A(gro)
La
Exposición Rural en Palermo, tradicional evento donde la
oligarquía agroganadera planteaba sus exigencias al
gobierno de turno, volvió a ocupar el centro de la escena
política, pero por razones ligeramente diferentes. Como el
gobierno en cuestión, el de los Kirchner, sigue peleado con
lo más granado de las entidades ruralistas (y no tan monolíticamente
unidas, como se verá), la Sociedad Rural cambió un poco el
sentido del encuentro. En vez de reclamar al Poder
Ejecutivo, ha decidido tomar las riendas del Poder
Legislativo, dictándole a la oposición de derecha
–primera fuerza parlamentaria– las leyes que debe votar.
De paso, Hugo Biolcati, titular de la SRA, hasta se presentó
como el nuevo abanderado de los humildes, haciendo
conmovedoras alusiones al combate a la pobreza…
La
impaciencia de la patronal se explica porque el gobierno
pasa por una especie de primavera
política después de haber soportado el invierno post 28 de
junio del 2009 (las últimas elecciones). Se las ingenió
para desbaratar el intento de imponerles a Redrado, de
bocharles a Marcó del Pont y de bloquear el pago con
reservas; en el medio, se anotó la organización de los
festejos del 25 de mayo y se subió a la ley de matrimonio
igualitario. Con eso, hoy, le alcanza para encabezar las
encuestas… aunque el rechazo sigue alto. La oposición de
derecha sigue huérfana de victorias políticas. Pero
si
lograran vaciarles a los Kirchner la “madre de todas las
cajas”, los ingresos por retenciones de exportaciones de
soja, se acabarían las tribulaciones de Macri, Duhalde,
Carrió y Cía.
Los
marxistas siempre hemos dicho que los políticos de los
partidos patronales eran un instrumento más o menos mediado
de la clase capitalista y sus fracciones. Pero que la
patronal agraria lo declare a voz en cuello y a la vista de
todo el mundo no deja de ser asombroso. Pruebas al canto:
antes de largar la exposición, la Rural organizó un
“foro” sobre las retenciones, con un ojo en el
calendario político. Resulta que el 24 de agosto vence la
facultad que tiene el Poder Ejecutivo de implementar ciertas
medidas sin pasar por el Congreso. Entre ellas, las
retenciones a las exportaciones. Hay un aburrido debate
entre especialistas sobre si eso significa que las
retenciones desaparecen y hay que votarlas de nuevo
(problema mayúsculo para el gobierno) o si siguen vigentes
pero el gobierno no puede cambiarlas sin decisión
parlamentaria. Por supuesto, la respuesta la dará la relación
de fuerzas política, y a eso apuntó la Sociedad Rural con
ese foro, donde abrió Biolcati, moderó Morales Solá y
habló prácticamente todo el llamado Grupo A (debe ser por
Grupo Agro). Todos están de acuerdo en una sola cosa: impedir
que los Kirchner sigan recibiendo millonadas en concepto de
retenciones. A partir de ahí, las divergencias son
serias, justamente por lo que está en juego son miles
de millones.
Así
lo dijo clarito uno de los “agrodiputados” de la
Federación Agraria, el radical Forte: “No voy a apoyar
una propuesta de retenciones cero a todos los cultivos,
salvo la soja. Por ahora el único consenso que hay es que
debe haber consenso” (en Página
12, 28-7). Y otro de la FAA, Orsolini, le puso números
al “disenso”: “Si
se bajan 10 puntos a la soja, el Estado dejaría de percibir
8.200 millones de pesos, y 6.000 millones irían a parar a sólo
2.000 grandes productores, fomentando la concentración.
Por eso nuestra propuesta deja las retenciones para los
grandes en niveles similares e introduce la segmentación. De ese modo,
se favorece al 90 por ciento de los productores y el Estado
seguiría recaudando el 80 por ciento de lo que le
ingresa ahora”.
¿Qué
dijo Biolcati? “No es lo que hablamos con Buzzi”. Es por
eso que un cartel inmenso en la entrada de la Rural
advierte: “El campo
unido, no segmentado”. Y es por eso que los opositores
más rabiosamente sojeros (como Solá y Carrió) dicen que
“hay que aprender de la unidad del campo en 2008”.
Claro, esa unidad fue un gran negocio para los grandes
productores y mucho menos para los menores (algunos incluso
reconocen por lo bajo que con la famosa 125 les hubiera ido
mejor).
Por
supuesto, los patrones del campo siguen siendo eso, y no los
humildes y “pequeñísimos” productores “antioligárquicos”
con los que hacían demagogia el PCR o el MST. Las
diferencias son entre patrones. Pero existen. Y es por
eso que el sector
capitalista más moderno, concentrado y competitivo de
la Argentina busca imponer su hegemonía no sólo entre sus
pares sino entre el conjunto de la oposición burguesa.
Lo
llamativo y casi obsceno, como señalamos, es la docilidad
con que ésta se deja arrear como si fueran vaquitas.
Pareciera que la gran patronal sojera, harta de la
inoperancia de sus “mediadores” (la clase política
burguesa no K), quiere tomar el toro por las astas: “¡Hagan
ya lo que necesitamos, manga de inútiles!”, fue el
contenido del discurso de Biolcati en la Rural. “¡Enseguida,
patroncito!”, fue la respuesta de casi todos. Sólo
Alfonsín (no casualmente, el candidato más firme que hoy
tiene el principal partido opositor) esbozó una tímida
diferenciación. Claro, los radicales, que huelen la
posibilidad de ser gobierno en 2011, no quieren cortar la
rama donde está sentado el fisco. Y menos para que la plata
se la lleven otros.
El “modelo
desarrollista” de los Kirchner y la República Sojantina
A
pesar de los riesgos que corre, el gobierno se relame políticamente
ante la perspectiva de confrontar con una oposición que,
como aprovechó para decir la propia Cristina, es Robin Hood
al revés, ya que busca sacarle a los pobres para darle a
los ricos. Lo que los voceros oficialistas tratan de
soslayar es qué relación tiene el actual esquema económico
con el supuesto modelo “pro-industrial” que encarnaría
su gestión. La verdad es la que la propia presidenta admitió
frente a los chinos en su último viaje (ver número
anterior): la “inserción competitiva” de la Argentina en el mercado mundial
pasa hoy esencialmente por los productos primarios. Sí,
el mismo “granero del mundo” del Centenario que Biolcati
añoró en su discurso en la Rural. Mal pueden los Kirchner
burlarse de la nostalgia oligárquica de la Sociedad Rural
cuando hoy el “modelo” que tienen para ofrecer es
“granero del mundo” pero con “inclusión”, asignación
universal por hijo y sin la Ley de Residencia contra
inmigrantes revoltosos de 1910... mientras garantiza al
mismo tiempo la súper explotación de los obreros en
“blanco”, “negro” y precarizados.
Veamos
cómo de manera muy sintética lo admiten los propios
economistas cercanos al oficialismo: es la actual abundancia
de dólares (basada en exportaciones, no en préstamos como
ocurrió en los 90) la que permite mantener a la vez al
Estado y a la industria, cuyo raquitismo fue crónico en la
historia argentina. ¿Cómo mantiene al Estado? Pues vía
los impuestos a las exportaciones, como vimos (y, de paso,
evitándole endeudarse por falta de divisas). ¿Cómo
sostiene a la industria? De manera indirecta, al mantener el
flujo de divisas gracias precisamente a la abundancia de dólares.
Según el economista Miguel Bein, eso “permite que Argentina pueda tener una industria automotriz de 700.000
autos con 7.500 millones de dólares de déficit comercial.
La revolución agrícola permite este alto nivel de
actividad industrial. La soja no crea empleo directo cuando
se mira un campo, pero crea todos los empleos industriales. Hoy
la economía argentina es viable gracias a la soja” (IEco,
26-7). Tal vez exagere, pero hay datos irrefutables: la
mayor industria argentina, la automotriz, sólo tiene un 20%
de insumos nacionales. Sin ingreso de divisas, no se
mantendría en pie.
Por
eso Aldo Ferrer, de línea cepaliano-desarrollista, dice que
las retenciones no son un impuesto sino una política: establecen tipos de cambio
(paridad peso-dólar) distintos para el agro y para la
industria, única manera de evitar que la industria local
desaparezca sustituida por las importaciones (BAE,
29-7).
Ahora
bien, esa industria tan frágil y necesitada de protección
cambiaria, la que los Kirchner dicen impulsar, es justamente
la que no ha modificado su estructura en lo esencial. Veamos
algunos datos: “Actualmente, sólo cinco ramas
industriales reúnen más del 60% la producción, una
magnitud aún mayor a la que existía en los años 90.
Y las ventas
de las empresas transnacionales “puras” representan
alrededor del 43% del total, contra el 27% que había en
2002 (..) hoy la participación del PBI fabril en el PBI
global es casi la
misma que había en 2002” (A. Oña en Clarín,
27-7).
Como siempre, el problema es la inversión, o, dicho en términos
marxistas, la insuficiente
acumulación de capital. Las bondades del campo
argentino y cierta tecnificación del agro alcanzan para
sostener un crecimiento moderado (mientras los precios de
los commodities sigan altos), pero en modo alguno para un
verdadero “modelo de desarrollo” capitalista. Como
admite Bein, al vivir atados a la dinámica del agro, “la
velocidad a la que se mueve la economía es más una
velocidad de recuperación climática. La lluvia le pone
2,5% al PBI de este año. No es una velocidad de largo
plazo. Este año se
crece al 7,6%. Pero no quiere decir que se pueda crecer a
esas tasas durante dos años seguidos. Se necesitan tasas de
inversión chinas. El principal problema es cómo se
organiza el país para crecer 5,5% a largo plazo. (…) No
es una economía que se vaya a caer, le sobran dólares
estructurales. Hubo una fuga de capitales de 45.000 millones
de dólares en los últimos tres años y las reservas del
Central están iguales. Pero para pensar a 20 años se
necesita otra agenda. Con una inversión de 21,5% del
PBI no se crece al 5,5%, sino 3,5%. (…) Y no se trata de
la inversión residencial en la que los argentinos son
capaces de batir récords, sino de equipos
orientados a la productividad y a industrias que pueden
vender en el mundo para mantener la posición superavitaria
de dólares” (IEco,
26-7).
Ese
superávit de dólares es el nudo de todo. Pero el
capitalismo argentino no está preparado para sostenerlo con
“industrias y productividad”, porque, como dice Oña,
“cuando
la demanda interna crece, se
tiende a reemplazar producción nacional por producción
extranjera, entre otros motivos porque traer de afuera es
una apuesta menos riesgosa. No implica embarcarse en
grandes deudas, ni salir a buscar mano de obra calificada
que escasea o lidiar con el cuello de botella de la energía.
Es un juego de puro corto plazo. Y
los empresarios conocen de sobra este paño. La
contracara sería
invertir, comprometer dinero. Eso agregaría valor y
empleo nuevo, pero exige un horizonte de certidumbre política
y económica que según ellos está ausente” (Clarín,
27-7).
Si dejamos de lado el hipócrita plañido de los
capitalistas argentinos (del que el periodista se hace eco)
sobre la “certidumbre”, lo que tenemos es el
histórico modus
operandi de las burguesías locales: ganar lo máximo
arriesgando lo mínimo. Un mecanismo que ya describiera
Milcíades Peña en los 60, y que no ha cambiado en lo
esencial.
Lo que nos trae de nuevo a la soja. Ambrosetti, el
economista de la SRA ya citado, asegura que eliminando las
retenciones se favorecería la diversificación agrícola.
La verdad es que ante la elección de trigo, girasol o soja
en igualdad de condiciones impositivas, va a ocurrir lo que
viene ocurriendo: expansión de la soja en detrimento del
resto, porque es lo “menos riesgoso” y lo que ofrece
ganancias más altas
debido a su gran demanda y cotización en el mercado mundial.
Tal es el “modelo productivo” que los Kirchner supieron
conseguir: un país que sigue dependiendo de la “producción”
primaria.
En la jerga periodística se llama “Grupo A” a los
parlamentarios de la oposición patronal.