La coyuntura política
Cuando
Cristina vuelve a sonreír
A pesar del reciente triunfo opositor en Diputados
imponiendo la media sanción del 82% móvil para las
jubilaciones mínimas –proyecto de ley que si pasa la
votación en el Senado se encamina a un seguro veto
presidencial– el dato sobresaliente de la actual coyuntura
es la recuperación
del gobierno. Porque la realidad es que Cristina no ha
vivido un momento mejor que el actual. Hay que recordar que
asumió sólo unos meses antes del desencadenamiento del conflicto
con la Mesa de Enlace ruralista en marzo de 2008, conflicto
que casi llega a herirla de muerte.
Sin embargo, por un conjunto de razones, el
gobierno luce ahora en un proceso de franca
recuperación. No es que los K tengan “la vaca
atada” y que necesariamente vayan a imponerse en las
elecciones del 2011. Todavía falta un largo trecho para las
presidenciales y puede correr mucha agua bajo el puente,
sobre todo en función de la evolución de la crisis económica
mundial. Pero el otro dato de la coyuntura es que con la
“anticipación” de la carrera electoral –anticipación
buscada concientemente por los K– la
fragmentación opositora parece incrementarse día a día.
Se trata de algo más de fondo que la danza de los
candidatos opositores: la
coalición político-social conservadora creada en el
conflicto del 2008 alrededor de las patronales del campo
parece estar mostrando síntomas de agotamiento. Sobre
todo la querella alrededor de las retenciones, donde la
oposición ha presentado 25 proyectos de ley, así parece
indicarlo.
En ese contexto, lo que se vive entre los trabajadores, más
que una coyuntura de grandes luchas –aunque las hay, sobre
todo alrededor de reclamos de reapertura de paritarias–, es
un momento político cuyo terreno son las elecciones de la
CTA.
De la mano de la soja y la producción automotriz
Para el citado fortalecimiento
del gobierno se combinan elementos tanto económicos
como políticos. En el terreno estrictamente económico
tiene varios aspectos a su favor. Básicamente, se ha
beneficiado del hecho que hasta el momento la crisis económica
ha impactado desigualmente en el conjunto de la economía
mundial. Más allá del norte del mundo –donde se anuncia
una recaída para 2011– países como China e India,
enormes consumidores de materias primas, han cumplido el rol de “acolchonadores” del impacto de la crisis en
toda una serie de países exportadores de commodities como
el nuestro.
A esto hay que agregar el papel del Brasil. También ha logrado mantenerse a flote como
potencia mundial agro-exportadora. Resulta que, Mercosur
mediante, como la Argentina tiene un mercado común
automotriz con el país hermano que se muestra floreciente
también en nuestras tierras, la producción de autos ha
pegado un salto. El hecho de que la producción de soja y
automotriz estén al tope han permitido el sostén de los
niveles de empleo, así como cierto margen para que la
burocracia maniobre en las paritarias.
Lo anterior no quiere decir que deje de haber
contradicciones de importancia, la que nos interesa destacar
es el fuerte
crecimiento de los precios de los bienes de consumo masivo
que golpea diariamente el bolsillo popular.
A estos índices –la inflación real estaría levemente
por debajo del 30%- concurren tres hechos. Primero, la
Argentina se ha transformado nuevamente en un país
agroexportador en las condiciones en las cuales los precios
de las materias primas en el mercado mundial siguen altísimos.
Ésta ha sido la base material del conflicto del 2008, una pelea a dentelladas por quién se lleva las superganancias que deja
el campo argentino.
Segundo, con una producción recuperada pero sin
inversiones suficientes, la demanda empuja para arriba el
precio de los bienes industrializados ante la ausencia de
todo aumento en la escala de la producción, lo que no hace
más que encarecer este
tipo de bienes.
Tercero, el gobierno ha dejado correr el
ajuste inflacionario. Es decir, la remarcación de
precios de los empresarios como manera de proteger sus
ganancias. Más allá del teatro que protagoniza diariamente
Guillermo Moreno, Cristina ha hecho la vista gorda a los
aumentos de la carne y demás bienes de consumo –por no
hablar de la nafta, el gas y demás hidrocarburos–, cuyos
precios han tendido a alinearse con los internacionales,
en dólares todo es
mucho más caro que años atrás. Desde estas páginas
ya habíamos denunciado que este tipo de ajuste económico
“indirecto” –en el cual parece haber una “carrera”
de precios y salarios, pero donde los trabajadores siempre
terminan perdiendo paritarias monopolizadas por la
burocracia sindical–, es mucho
más “digerible” políticamente que un ajuste explícito
frontal y ortodoxo, tipo congelamiento salarial como el que
pedía la oposición patronal.
El juego de la
polarización con la derecha
Beneficiado por el impacto desigual de la crisis mundial,
la coyuntura económica luce favorable para el gobierno, éste
es el elemento material de su recuperación política. Sobre
esta base hay que anotar una
serie bastante sostenida de logros políticos, el
gobierno supo jugar la carta de la polarización contra una
oposición que le cuesta disimular sus rasgos gorilas. De la mano de la Sociedad Rural Argentina es difícil
mostrarse muy “progresista” que digamos incluso cuando
toma en sus manos banderas como el aumento de las
jubilaciones.
En realidad, el primer hecho que permitió la recuperación
de Cristina es que la oposición campestre le
perdonó la vida cuando podría haberla tumbado.
Atemorizada ante la eventualidad de una salida anticipada
del gobierno y preocupada también por no perder el control
sobre la “acción directa” de las bases campestres, se
encargó de llevar el conflicto al Congreso. Presentaron
como “un gran triunfo” las elecciones del 28 de junio
del 2009… sólo para quedar casi inmediatamente
empantanados en ese terreno.
Los K supieron lamerse las heridas profundizando el juego
de la polarización. Antes de perder la mayoría
parlamentaria –entre julio y diciembre del año pasado–
hicieron votar la nueva ley de medios así como una nueva y
archi-reaccionaria ley electoral conforme a sus necesidades.
Con el recambio parlamentario la oposición salió a
boquear que “ahora sí” impondrían su “programa” en
el Congreso. El verano despuntó con la pelea por las
reservas del BCRA, pelea que después de muchas idas y
venidas terminó perdiendo sin pena ni gloria.
La coyuntura empezaba a darse vuelta. Desmintiendo incluso
pronósticos de avezados “izquierdistas” que creían que
se podría repetir un escenario tipo 2001,
los K empezaron a anotarse una serie de porotos políticos
escamoteando que ellos son una expresión política
rotundamente capitalista a pesar de su barniz “progre”.
Sus principales logros del 2010 hasta la fecha: evitar
mayores desbordes en la paritaria (algo obviamente visto con
mucho gusto por las patronales, cuyo bolsillo tiene más
importancia que sus gustos o disgustos políticos), la
apropiación del recordatorio por el golpe de Estado el 24
de marzo pasado, el exitoso festejo del 200 aniversario de
“independencia” patria y la pretensión de paternidad
sobre el logro del casamiento entre personas del mismo sexo.
¡Y todo esto en
condiciones en que la oposición no ha logrado hasta el
momento ni un solo triunfo político real en el Congreso!
En definitiva, la suma de elementos económicos y políticos
favorables –que redundan en la imagen de un país básicamente
“bajo control”– han hecho que la imagen de Cristina y
Néstor se recupere en parte del abismo en el que estaban
especulándose ahora con la posibilidad de una nueva
reelección.
La coalición
campestre en crisis
Mientras tanto, ¿qué es lo que se observa desde la
vereda de enfrente del gobierno?, un
momento de crisis en la coalición campestre constituida dos
años atrás durante el conflicto con el campo. No se
trata solamente que Carrió acabe de dar el portazo a un
Acuerdo Cívico y Social cada vez más monopolizado por las
candidaturas radicales. Tampoco que Macri vaya de desastre
en desastre (ahora cruzado por el escándalo de las escuchas
telefónicas). O que el peronismo anti K sea un mosaico de
monstruos impresentables. O incluso que Solanas diga que el
de la “seguridad” es el principal problema del país…
Se trata de algo más de
fondo, en las últimas semanas
parece haber comenzado a abrirse grietas
en la informal coalición socio-política que emergió en
2008 alrededor de los patrones del campo y que llegó a
agrupar desde el PRO, pasando por los radicales, Solanas y
el PS, y hasta grupos de “izquierda” como el MST y la
CCC.
Estas diferencias están expresándose en el punto más
sensible del programa opositor, las
famosas retenciones. Se trata de contradicciones no
solamente de parte de determinadas figuras políticas sino
al interior de las propias organizaciones patronales del
campo y que se expresan en diversos proyectos
parlamentarios.
Bajo el título “Persisten las diferencias sobre las
retenciones. La oposición no logra fijar una posición común”,
el diario La Nación informa lo siguiente: “Las
retenciones agropecuarios continúan dividiendo
a la oposición. Casi todos los bloques coinciden en que
el Congreso es el que debe fijar un nuevo esquema. Pero lo
cierto es que priman
las diferencias sobre la conveniencia o inconveniencia
de segmentar las alícuotas, según el producto y la
envergadura del productor. La UCR fijó una postura, pero
aun falta definir algunos detalles de importancia. La
propuesta del radicalismo consiste en rebajar a cero las
retenciones para las economías regionales y carne, mientras
que para otros cultivos, como trigo, maíz, sorgo y girasol,
se establecería una reducción de la alícuota (aun no está
definido el porcentaje) y segmentación según la cantidad
de toneladas producidas. En sintonía similar se muestran
los bloques del Partido Socialista, mientras que el
Peronismo Federal también se muestra partidario de una
segmentación. En cambio, la Coalición Cívica insiste en
reducir a cero todos los cultivos menos la soja, que propone
bajarla del actual 35 al 25%. Los bloques de centroizquierda
no son partidarios de bajar la alícuota que gravan los
cultivos, sino de establecer una segmentación. Por su lado,
los bloques cercanos al oficialismo, como Nuevo Encuentro de
Martín Sabbatella, insisten en que es el Poder Ejecutivo el
que debe fijar las retenciones agropecuarias” (La Nación,
16-8)
En
síntesis, si durante el conflicto del 2008 todos estos
sectores (sacando a Sabbatella, siempre pegado a los K)
hicieron causa común en el planteo que apuntaba lisa y
llanamente a la práctica eliminación de las retenciones,
ahora la cosa luce mucho más compleja.
Incluso en la Mesa de Enlace, si al hipócrita Buzzi de la
FAA (que brega por una “nueva burguesía rural” como
solución de los problemas del país) le gusta hablar de
“segmentación”, sus pares de la SR y la CRA no quieren
escuchar del tema.
Por si esto fuera poco, declaraciones recientes como las
de Binner o las de Alfonsín señalando que “compete al
Ejecutivo fijar el nivel de retención”, lo que muestran
en todo caso es una gran confusión en la oposición sobre en definitiva un problema más
general, ¿qué “modelo” económico-social impulsarían
alternativo al del gobierno K?
A lo anterior hay que agregarle que si la orientación de
haber llevado toda la pelea al parlamento –quitándola de
las calles– contribuyó a la “estabilidad” burguesa
del país, pero en condiciones en que la patronal está
dividida y oscilando entre sus sentimientos políticos anti
K y sus bolsillos llenos gracias a los K, el Congreso
termina transformándose en un pantano que no logra dirimir
realmente la disputa. Una pelea que sólo puede decidirse en
las relaciones de fuerza cotidianas que se juegan en el
terreno de los hechos. Y en ese terreno el que tiene las de
ganar es el Poder Ejecutivo…
Apoyar la emergencia del nuevo clasismo
Respecto de cómo se refleja la actual coyuntura en el
movimiento obrero hay que hacer una definición de conjunto.
Es un hecho que no deja de haber luchas como es el caso de
los reclamos salariales de los Bancarios, Luz y Fuerza, los
reclamos en el subte, los paros que se vienen entre los
docentes de Capital, conflicto que hay sin duda que apoyar.
Sin embargo, este proceso que no deja de estar marcado por
su carácter fragmentario. La realidad es que lo más
saliente en el seno de la recomposición obrera es que se
está en una
coyuntura de lucha política en el seno de los trabajadores
donde lo más importante es apoyar los incipientes pasos
que se comienzan a dar de puesta en pie de un nuevo clasismo
en nuestro país.
Porque el hecho es que se ha abierto una pelea a dentelladas en el proceso de la recomposición
obrera, donde la CTA ha aparecido con una política de
cooptación de parte de sus expresiones más importantes. Es
lo que está en curso en el Subterráneo de Buenos Aires.
Los mismos rasgos de la coyuntura que venimos señalando
han hecho que la presión del gobierno “progresista” y
sus adláteres en el seno de la vanguardia obrera aparezcan
multiplicadas. La idea que trasmiten es: “Si nos pegamos
al gobierno, vamos a obtener lo que queremos”.
Más allá de la falsedad de este planteo posibilista,
el hecho es que este tipo de presiones plantean la necesidad
de definiciones políticas al interior de la clase obrera: la necesidad de sostener una posición de intransigente independencia de
clase y de poner en pie un nuevo clasismo entre los
segmentos más avanzados de los trabajadores.
Esto mismo es lo que destaca el enorme paso al frente dado
por los compañeros de FATE, que acompañados por la Junta
Interna del Hospital Garrahan y los judiciales de Morón
–entre otros cientos de candidatos– han salido a pelear
por un polo de reagrupamiento clasista dentro de la CTA
mediante la conformación del Frente Clasista.
Desde el nuevo MAS tenemos la convicción de que no hay en
este momento tarea más importante que salir a recorrer los
lugares de trabajo adscriptos a esta central con el llamado
al rechazo tanto a Yasky como a Micheli, y pidiendo el apoyo
a la lista 5.
Hay que decir que gobiernos como el de Chávez en
Venezuela o Morales en Bolivia pasaron por momentos
similares y también se llegaron a recuperar: en el
contexto creado por el ciclo político que vive gran
parte de Latinoamérica desde hace una década, ha
costado inclinar la cancha demasiado hacia la derecha.
A lo anterior se suma toda una serie de dificultades de
financiamiento que vienen arrastrando los K: el
deterioro del superávit fiscal del que supieron gozar,
la tendencia creciente a la reducción del superávit
comercial y una balanza de pagos que tiene la carga del
recomienzo del pago de las obligaciones externas.
Los
K supieron incluso aprovecharse de la vergonzosa
capitulación de una parte de la izquierda –más específicamente
la CCC y el MST- a la derecha burguesa.
El
pantano parlamentario en realidad viene reflejando
–entre otros aspectos– la división en la propia
patronal, que duda entre un variable “disgusto” con
los K y la “ingobernabilidad” que sospecha si alguno
de los opositores llegara al gobierno…
Acerca
de esta ubicación debatimos explícitamente a comienzos
del año con los compañeros del PO.
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