Lo que corresponde es la expropiación
En nuestra edición anterior señalábamos que el elemento
más resaltante de la actual coyuntura es la recuperación
de Cristina. Su reciente embestida contra Fibertel y Papel
Prensa ha venido a confirmar esta caracterización. Esto
ocurre en el contexto de un escenario de renovada polarización
entre los de arriba. Se trata de la desacostumbrada situación de un gobierno capitalista que sale a
enfrentarse a un determinado grupo patronal. La
circunstancia requiere una explicación
sobre el verdadero alcance de la movida. Y, sobre
todo,
sentar una posición independiente desde la
izquierda.
Las razones de una ofensiva
Hay que explicar esta acometida. Una explicación muy pobre
la reduciría a una pelea entre distintos intereses económicos:
sacarle Fibertel a Magnetto para dársela a las Telefónicas.
En este caso el gobierno actuaría por cuenta de unos
empresarios contra otros. Este elemento existe y tiene su
peso. Pero es un hecho que en la jugada de los K por Papel
Prensa hay otro tipo de causas. Estas son de orden más
“político”: tienen que ver con la recuperación de
la autoridad del gobierno de Cristina en particular y del
Estado en general.
La embestida expresa dos objetivos. El primero es
obvio, escarmentar
a un grupo económico que viene cumpliendo un indisimulado
papel en la disputa que divide a los sectores patronales
desde el año 2008. Una pelea que puso en entredicho el
“modelo” K de país. Sobre todo cómo repartir –entre
los de arriba– las superganancias que está logrando el
campo argentino. Pugna donde Clarín y La Nación quedaron
incondicionalmente del lado de las patronales campestres.
Pero existe otro elemento más
general, el
gobierno está jugado a recuperar su capacidad de
“arbitraje” –la de él y la del Estado en general-
entre sectores patronales. Este
arbitraje –nos referimos al gubernamental, del Estado hablaremos más
abajo– quedó casi herido de muerte en oportunidad del
conflicto con las organizaciones patronales del campo.
Señalemos primero que cuando
hablamos de “arbitraje” nos referimos a la capacidad de
un gobierno de administrar las relaciones entre las clases
(y al interior de las clases mismas) en un determinado período
incluyendo aquí el reparto general de las ganancias entre
los grupos económicos.
Esta capacidad la tuvo el
gobierno de Néstor K, que dadas las circunstancias extremas
post-2001, le facilitó encabezar un gobierno de cuasi
unidad nacional. Pero Cristina perdió este atributo casi
desde el comienzo mismo de su gestión.
En este contexto, la embestida
contra Clarín y La Nación, lo que está expresando, es el escarmiento a
aquellos grupos económicos que se introducen de manera
demasiado directa en la esfera directamente política (y,
peor aún, cuando se trata de medios de comunicación de
masas). Con su embestida los K parecen decir, “la política es para los políticos
profesionales y los grupos económicos que se ocupen de
hacer negocios”.
Esto que venimos señalando está
vinculado, además, a un objetivo más general de la gestión
K desde 2003, tiene que ver con la
re-legitimación del mismo Estado y de las instituciones de
la democracia de los ricos después del descalabro del 2001: “CFK
ha continuado la reconstrucción de la autoridad
presidencial y la primacía de la política sobre los
poderes fácticos que Kirchner inició en 2003, cuando el
descrédito del sistema representativo democrático había
llegado a un punto intolerable”.
Economía y política en la democracia de ricos
post-neoliberal
Así las cosas, en el fondo, la movida K busca a la vez que
sancionar a un grupo opositor políticamente, reestablecer
una cierta “separación” entre política y economía,
separación que se “volatilizó” casi completamente (acá
y en el mundo) en las últimas décadas de imperio urbi
et orbi del neoliberalismo y que en Latinoamérica
estalló bajo la forma de rebeliones populares en medio del
descrédito generalizado de las instituciones de la
democracia de ricos.
Claro que esta pretendida “separación” no puede negar
la realidad materialista básica de que la política (y el
Estado) no es otra cosa que economía concentrada: expresa
y no puede dejar de expresar los intereses de la clase
dominante.
Pero el problema que genera que esto sea demasiado
“visible” para la gobernabilidad burguesa de la
sociedad, es que la reducción de la política a meros
intereses económicos “desnudos” dificultan a las
instituciones cumplir su supuesto rol “mediador” de los
conflictos sociales y económicos.
El periodista Osvaldo Papaleo, hermano de la esposa de
David Graiver, ex secretario de prensa de López Rega y
actual espada del kirchnerismo, no deja de señalar este
elemento: “El origen de este conflicto está en la
diferencia entre el poder y los medios de comunicación que
quieren manejar el poder. Con el voto, los dirigentes políticos
dirigen la sociedad y encaminan el país, mientras que los
medios de comunicación, con dinero y empresas monopólicas,
quieren hacer lo mismo, sin arriesgar su estabilidad política
porque lo hacen desde afuera, haciendo negocios con el
Estado”.
En otras palabras, con su embestida los K parecen decir que
los grupos económicos no deben meterse directamente en la
lucha política; eso hay que dejárselo a los partidos políticos
(patronales), para eso están; y si otros grupos se meten en
política van a ser sancionados igual que Clarín. Este
elemento también hace al “arbitraje” en la medida que
eligiendo un “blanco” se llama al orden a todo el resto.
Insistimos. Más allá de la recuperación de la autoridad
presidencial, está la del Estado mismo, la necesidad que
no sea visto como un mero “juguete” en manos de los
grupos económicos más concentrados de manera tal de
recuperar su capacidad de dominio y gobernabilidad.
Esto tiene otro costado: si un gobierno capitalista es como
decía Marx “la junta que administra los intereses comunes
–o generales– de la burguesía”, esto
no quiere decir que no deba hacerse valer muchas veces
“pisando los callos” de uno u otro sector patronal.
Esto es también parte de la recuperación de esta
capacidad de arbitraje que buscan los K: separar
los intereses presentados como “generales” –de “toda
la sociedad”– de los particulares. Porque el
problema con la afirmación de los intereses particulares en
la escena pública de manera tan descarada como se dio en
los años 90 –o como expresa el mismo Clarín– es que
cuando estos intereses se presentan de manera tan directa llevan
agua al molino de la deslegitimación del Estado y las
instituciones mismas: ¡abren las puertas al “Que se vayan
todos”!
Insistimos: no ver esta dimensión de la actual semi crisis
política y creer que todo se reduce a sacarle a un grupo
económico para darle a otro es una estrecha visión que
reduce mecánicamente las cosas a una interpretación de
tipo vulgar que desarma políticamente acerca de cuál
debe ser el eje para sentar posición desde la izquierda
revolucionaria.
Los límites de clase de los esposos K
Lo que venimos señalando se conecta con otro aspecto. Los
K son un personal político patronal ultra-pragmático, en
su accionar no hay ni una pizca realmente de
“principios” incólumnes. Su íntima amistad con Domingo
Cavallo en los años 90 así lo testimonia.
Pero lo que los diferencia de los demás políticos
patronales es su capacidad de apreciar lo que podríamos
llamar “el espíritu de la época”. Son el elenco
político que mejor “leyó” (en clave burguesa, claro
está) las razones de la crisis de los años 90. Comprenden
mucho mejor que la oposición –exageradamente “gorila”
para los tiempos que corren– las condiciones creadas
por la rebelión popular del 2001.
Esta particular “sensibilidad” implica comprender
algunas de las razones de esa crisis, claro que para
“resolverla” en clave “reformista”
(en realidad, los K, ni llegan a serlo), limitadamente
“estatista” y burguesa.
Hay varios aspectos. Uno es la ya señalada capacidad del
Estado de recuperar cierto arbitraje
respecto del funcionamiento de la economía nacional no
dejando completamente librados los mercados a su solo
arbitrio.
Pero desde el punto de vista político lo que buscan es
recrear la idea de que el Estado estaría por encima de las
clases. No sería –como es– la junta que administra los
intereses comunes de los capitalistas... sino una
aparente entidad “neutral” que estaría por arriba de la
sociedad.
Contradiciendo lo anterior, desde el comienzo mismo de la
embestida contra los medios han quedado expuestos los límites
de clase de la jugada oficialista. El hecho es que el
kirchnerismo está imposibilitado de ir hasta el final en su
ofensiva en tanto que gobierno burgués que es. Todo el
mundo sabe ya que fue el propio gobierno de Obama el que le
exigió no llegar a la expropiación. Esta es la frontera
del gobierno “nacional y popular”: lo que opine el amo
yanqui desde el norte.
Porque lo que correspondería de manera inmediata ante la
magnitud de la denuncia realizada por la misma Cristina, es la expropiación sin pago –y bajo control de los trabajadores– de
una empresa que ha sido apropiada de manera indebida incluso
para los cánones burgueses de la libertad de mercado.
Pero de ninguna manera el kirchnerismo quiere ir tan
lejos,
lo suyo es solamente “girar todo a la justicia” y
presentar un proyecto de ley para “regular” el mercado
del papel.
Estos límites tienen que ver con los alcances y límites
del accionar de un gobierno burgués (por añadidura, en el
fondo, bastante normal) contra determinados capitalistas.
Simplemente se trata de recuperar capacidad de arbitraje
para el Estado al tiempo que reestablecer una mayor
“distancia” entre economía y política.
El retorno de la
fantasmagórica burguesía nacional
¿Qué tenemos entonces? Una gran ofensiva discursiva cuyo
resultado es parir un
ratón. Se hace semejante cuestión solamente para
llamar a implementar “una regulación de la producción de
papel”. En esto está la marca del orillo burgués de los
K:
su acción discursiva va mucho más allá que las
medidas prácticas que toman.
Una marca registrada de su
gobierno, se tienen determinados
embates con sectores de la oposición política y económica
burguesa. Pero siempre teniendo en la mira el gobernar para
el conjunto de la clase burguesa.
Otro costado tiene que ver con el contenido de clase de la embestida de los K. El hecho es que cuando
la emergencia de la dictadura militar se operó dentro de la
patronal un “ajuste de cuentas”. Grupos económicos que
por una u otra razón se encontraban más estrechamente
vinculados al gobierno peronista fueron “sancionados”.
Esto es lo que pasó con los Graiver, fueron despojados de
sus empresas –sobre todo Papel Prensa– a precio de
remate; precio vil se dice para una operación que está por
debajo del valor real de los bienes.
El hecho es que tan temprano como en el año 1985 el
gobierno de Alfonsín resarció económicamente a los
Graiver con fondos del Estado por cuenta de Clarín, La Nación
y La Prensa (que siguieron usufructuando la empresa mal
habida).
El gobierno lleva a cabo ahora su ofensiva en nombre de
esos intereses patronales en su momento caídos en
desgracia. Nunca se lo vio tan activo –a pesar de su
discurso de los derechos humanos– con los que fueron los
verdaderos damnificados por el golpe militar: la clase
obrera, los estudiantes y demás sectores populares...
Hay que tratar de comprender por qué estas “cuentas”
con las historia son llamadas a ser “pagadas” ahora. La
razón creemos que tiene que ver con el más puro pragmatismo:
aquí no está en juego ningún “principio” democrático
real.
El hecho es que la totalidad de la patronal de
nuestro país no sólo se ha dedicado toda su vida explotar
a la clase trabajadora, sino que ha sido casi abiertamente cómplice
de los más siniestros, anti-populares y anti-obreros
gobiernos, tal el caso de la última dictadura militar. Los
propios Graiver eran íntimos de la dictadura de Juan Carlos
Onganía, amasaron parte de su fortuna bajo su gobierno,
incluso la adquisición de la propia Papel Prensa original
de mano de sus anteriores dueños.
La razón de los K es más “profana”: tiene que ver con
el buscar un elemento de peso que pudiera poner sobre la
picota a los medios, dado su rol a partir del conflicto del
2008. Eso es todo, ahí comienzan y terminan los
“principios”
K.
Expropiación sin pago
Finalmente, una cuestión a responder es cómo ubicarse
frente a este tipo de medidas gubernamentales que parecen
tener elementos “progresistas”. Casos como la
re-estatización de los aportes jubilatorios, ciertos
aspectos de la Ley de medios, la Ley de matrimonio de
parejas del mismo sexo y la actual embestida tienen este
tipo de aspectos. Una embestida contra los medios de
comunicación más concentrados no puede dejar de tener
costados “progresivos”.
En otras palabras: se trata de las consecuencias no
queridas de la acción gubernamental. La denuncia de
“chavización” del mismo es sólo una mirada interesada.
Hay algo que separa tajantemente uno de otro (entre otras
cosas): si Chávez ha apelado a la movilización controlada
de las masas, los K nunca jamás lo han hecho realmente. Ni
siquiera cuando estuvieron contra las cuerdas durante el
2008 hicieron a las masas trabajadoras una concesión real.
Lo suyo siempre se ha limitado a la movilización... de su
“aparato”. Este caso no deja de ser diferente: la
denuncia contra Clarín y La Nación se anuncia por cadena
nacional pero sin llamar a ninguna movilización popular al
efecto.
Sin embargo, sí es un hecho que su embestida no puede
dejar de tener consecuencias no queridas por el elenco
gubernamental. Se trata del hecho que es la primera vez
desde 1983 que proviniendo de las alturas del poder se
presenta una denuncia acerca de la connivencia de uno los más
grandes grupos económicos con la dictadura militar. Esto
–de alguna manera– ilegitima fortunas amasadas al amparo
de los genocidas. Tiene otro costado:
cuestiona en los
hechos la propiedad privada “mal habida” de estos grupos
sobre Papel Prensa.
Son estas consecuencias las que “preocupan” al resto de
los grupos económicos y al gobierno de Obama. De ahí el
faltazo patronal en la ceremonia de anuncio de las medidas
respecto de Papel Prensa y que los empresarios estén
clamando que la embestida vuelve a “arruinar el clima de
inversiones”.
Es un hecho que el gobierno se apresuró a señalar que
“no pretende la estatización de la empresa” (lo cual es
completamente verdad). Sin embargo, la propiedad de Papel
Prensa por Clarín y La Nación ha quedado en entredicho
dado su origen espurio.
Otra consecuencia de importancia es que esta pelea no puede
más que politizar el ambiente político. Hoy por
hoy, esto es capitalizado mayormente por el gobierno. Pero
no deja de ser un factor que en determinado giro de los
acontecimientos se le podría escapar de las manos. Esta
es otra preocupación de los empresarios: ¡no se puede
dejar “desnudo” –frente a la opinión pública– el
origen ilícito de uno de los más grandes grupos
empresarios del país!
En síntesis la posición de la
izquierda revolucionaria debe ser clara: se trata de explotar las consecuencias no queridas de esta pugna de
manera independiente. La cuestión que ha quedado colocada es qué hacer
con esta empresa mal habida bajo el amparo de la dictadura
militar. Es muy claro: lo que procede es la expropiación
sin pago de Papel Prensa y su puesta a producir bajo control
de los trabajadores.
Ejemplo de esto es también rechazar la llamada
“independencia” del Banco Central y el conflicto que
se desató por el uso de las reservas para pagar deuda
externa.
La
seña para la adquisición de la empresa fue de 1.000 dólares…