En
contraste con el panorama sombrío de los centros del
capitalismo mundial –EEUU, Europa, Japón–, prosigue el
fenómeno del desarrollo desigual de la crisis, ya
comentado en un número anterior [Ver, “Las
desigualdades de la crisis mundial - El «misterio» de los
países BRIC”, SoB Nº 180, 08/07/10].Un sector
importante de países “emergentes”, en primer lugar
China, siguen mostrando este relativo “desacople” de la
crisis. En América Latina, esto se refleja en el
“veranito” económico de Brasil y Argentina.
Un
estudio reciente del FMI (comentado por Michel Husson en
“La crise et le grand basculement du monde”, Hussonet
N°12, juillet 2010), confirma este curso “divergente”
de la producción industrial, las exportación de mercancías
y las ventas en sus mercados internos entre los países
“avanzados” y los “emergentes”.
Esto
ha dado lugar, como siempre, a teorizaciones unilaterales,
especialmente una exageración del papel y las perspectivas
de China. Por supuesto, este desarrollo desigual es un hecho
de suma importancia. Pero, por eso mismo, exige
estudios serios que articulen la complejidad de elementos y
factores que se combinan en este fenómeno.
En
el caso de China, se especula con que será la locomotora
que sacará la economía mundial de la crisis. Pero esto es
muy dudoso, sobre todo si la “recaída en W” deriva en
una depresión de alcances mundiales.
Es
que el actual crecimiento de China se debe esencialmente a
la aplicación de un programa de estímulo que, “en relación
a la tamaño de su economía es mucho, pero mucho más
grande que el de Obama en EEUU”.[1]
Paradójicamente,
esto ha agravado un problema que ya arrastraba la economía
China: el exceso de capacidad instalada. El programa
de estímulo “fue usado esencialmente para construir una
enorme magnitud de nueva capacidad... La inversiones fijas
en fábricas y ferrocarriles contabilizaron el 95% del
crecimiento de China el año pasado. Esto es algo sin
precedentes: nada como esto ha sucedido jamás en la
historia del capitalismo...”[2]
Hay
que tener en cuenta que el exceso de capacidad en la
industria ya era un fenómeno característico de China. Y
ahora se le agrega esta expansión sin precedentes, liderada
por el sector de empresas estatales o semi-estatales.[3] ¡El
capitalismo chino tiene la ventaja de poder hacer cumplir
ese papel al estado en caso de necesidad, mientras que el
capitalismo occidental tiene las manos atadas por el
neoliberalismo extremo!
Sin
embargo, los resultados de todo esto dependen del curso
de la economía mundial, y no al revés. Esta
extraordinaria expansión de la capacidad instalada puede
ser un fenomenal negocio para China... si las cosas
mejoraran en Occidente. Pero si desembocasen en una depresión
o un largo período de estancamiento, el exceso de capacidad
instalada no sería rentable.
La
mayor cuota de “estatismo” del capitalismo chino le da
también mayores márgenes de maniobra... Pero esos márgenes
están acotados por el límite infranqueable del
capitalismo: la necesidad ineludible de la ganancia.
Notas:
1.- David Mcnally, “The mutating crisis of global
capitalism”, ISR Nº 73, September–October 2010.
2.-
Cit.
3.- Michael Wines, “China Fortifies State Businesses
to Fuel Growth” New York Times, August 29, 2010.