La
rebelión estudiantil de la Capital Federal ha cumplido un
mes. En el momento en que cerramos esta edición apresta a
realizarse la marcha en conmemoración de La Noche de los Lápices
–el secuestro y asesinato de una docena de estudiantes
secundarios platenses durante la dictadura– más
importante en años. En las cuatro semanas de conflicto, ha
ido escalando y mantiene
su curva ascendente. Comenzó con la revuelta de los
secundarios contra las dramáticas condiciones edilicias, lo
que sigue siendo el “núcleo duro” de la protesta. Pero
con el correr de las semanas se fue extendiendo mucho más
en el ámbito de la ciudad. Las tomas de las facultades de
Ciencias Sociales y Filosofía y Letras por cientos de
estudiantes son otro de los puntales de la lucha. A esto se
agrega la masividad del reclamo en las sedes del IUNA y
otras escuelas de enseñanza terciaria. Y en estos momentos
la pugna hace a la posibilidad del traslado
de la pelea al ámbito
nacional donde las condiciones de enseñanza son iguales
o aun peores que en la Capital. Esa eventual nacionalización
ya le daría características de despertar histórico del movimiento estudiantil, una verdadera primavera
estudiantil sin antecedentes en los últimos años.
Que
florezcan cien flores
El
levantamiento del estudiantado de la Capital no ocurre en
cualquier contexto. La coyuntura política del país se ha
corrido en cierta forma hacia la izquierda.
Las coordenadas
generales siguen siendo las de 2008, con sus divisiones y
enfrentamientos en las alturas entre el oficialismo y la
oposición campestre. Sin embargo, las relaciones de fuerza
relativas entre ambas fracciones patronales han variado considerablemente en los últimos meses. En estos
momentos, la iniciativa la tienen los Kirchner, y los
campestres están a la defensiva.
La embestida alrededor de
Papel Prensa y la evidente complicidad de las patronales de
Clarín y La Nación con la dictadura militar sigue tiñendo
el clima nacional. El
debilitamiento de Macri, al que nos referiremos más abajo,
es parte de esto. A eso se le suma la aprobación en julio
del matrimonio entre personas del mismo sexo, una
conquista democrática de importancia que ha puesto sobre la
palestra la lucha por otros derechos de las mujeres y las
minorías sexuales.
Se
trata entonces de una coyuntura en que las
reivindicaciones democráticas están puestas a la orden del
día, y en la cual parte importante de la “opinión pública”
está sensibilizada a este tipo de reclamos y los ve con
simpatía. Sobre este contexto está operando la lucha
estudiantil, con su toma de colegios y facultades, cortes de
calles, marchas multitudinarias, organismos de lucha
independientes y asamblearios, coordinadoras… En suma, un
clima favorable al
desarrollo de la lucha.
La pelea
por la extensión del “estudiantazo”
En
la Capital Federal la lucha estudiantil ocurre en un
momento de crisis
política larvada del gobierno de Macri. En pleno
proceso por las escuchas ilegales, con una ciudad que no está
nada “buena”, donde acaban de morir aplastadas dos jóvenes
en un boliche que no debería haber estado habilitado, el
gobierno macrista está colocado a la defensiva, mostrando
nulos reflejos políticos que no sean mostrar muecas gorilas
y represivas.
Por
ejemplo, cuando se desató la rebelión estudiantil
capitalina, la primera respuesta del gobierno porteño fue
pretender la confección de listas
negras a ser entregadas en las comisarías donde las
autoridades “denunciaran” a los estudiantes que estaban
ocupando los colegios… Obviamente que el tiro no podía
hacer más que salir por la culata. La lucha estudiantil
secundaria no solamente se redobló –llegan a unos 30
colegios ocupados, más allá de idas y venidas–, sino que
se extendió
solidariamente primero y luego por sus propios reclamos a
las facultades más combativas de la UBA, al IUNA y al
terciario Joaquín V. González, entre otros.
Si
bien el ministro de Educación capitalino Esteban Bullrich
recibió inicialmente a los estudiantes nucleados en la CUES
para una “negociación”, la pretensión de dividir y
quebrar la lucha negociando por separado llevó
a una vía muerta este curso de acción. En estos
momentos, el gobierno macrista solamente parece apostar al
desgaste de la pelea y no mucho más, redoblando la campaña
represiva con un Macri que apenas bajó del avión de un
reciente viaje a Europa sale a pedir “sanciones para los
estudiantes ocupantes”. Se ve que no tiene mucha lectura
política del clima democrático que se vive, sobre todo en
la Capital Federal.
Mientras
tanto, el gobierno nacional ha venido intentando
“seducir” al estudiantado en lucha mediante, entre otras
cosas, la reciente convocatoria a un muy promocionado
“acto de la juventud” en el Luna Park realizado el
pasado martes 14.
Así
las cosas, en un comienzo parecieron regodearse con una
pelea que creían solamente dirigida contra un opositor político.
Cristina incluso habló “apoyando” la lucha estudiantil
en la Capital… Sin embargo, las cosas comenzaron a tomar rápidamente
un color distinto cuando se sumaron las facultades de
Sociales y Filosofía de la UBA. En ellas, lo primero que se
hizo es ubicar políticamente el reclamo indicando, de
manera absolutamente correcta, que
tanto Macri como los Kirchner son responsables del desastre
de la educación.
Así
las cosas, ahora el kirchnerismo está
girando en redondo: esta semana comenzó con la
multiplicación de intentos de confinar la lucha a los
secundarios capitalinos, buscando quebrar
incluso mediante provocaciones la toma y asambleas de
los estudiantes de Sociales y Filosofía, a los que pretendió
presentar como “agentes de la derecha”.
Este
trabajo sucio lo está encarando en persona el decano de
Filosofía y Letras: “Esto no es un partido de truco y la
falta de reflexión sobre el tipo de juego que algunos están
jugando preocupa. Y preocupa aún más cuando de la mano de
un conflicto cuyo origen era denunciar al gobierno
privatista de la Ciudad se permite que los medios que
concentran la información se paseen por los edificios de la
universidad pública regodeándose con notas amarillistas
sobre los edificios. Sólo deseo que la alegría y capacidad
transformadora de la juventud universitaria no queden
atrapadas en este triste truco que con cartas prestadas le guiña el ojo a la privatización educativa pretendida por el
poder económico y el desgobierno de la ciudad” (Página 12, 14–9). Un verdadero caradura que, con la excusa de que
los estudiantes de Filosofía y Letras serían “agentes de
Macri”, organizó a casi 150 rompehuelgas para quebrar una
asamblea de más de 800 jóvenes.
Esto
no es otra cosa que una típica provocación del “gobierno
nacional y popular” que está jugado a aplastar a todo lo
que florece a su izquierda. Un gobierno de la misma
naturaleza burguesa y patronal que Macri, ahora jugado
–aunque por arriba lo disimule– a quebrar la pelea en
la medida en que ésta madura su carácter independiente de
ambos bandos patronales.
En
síntesis: estamos frente a un creciente operativo tendiente a evitar la
nacionalización de conflicto, tendencia que de
desarrollarse no podría ocultar la responsabilidad K en el
desastre educativo nacional.
Todos
por todos
El
proceso en curso podría significar una bisagra en la lucha
estudiantil del último período. La realidad es que el
movimiento estudiantil no
ha tenido un rol de vanguardia en largo tiempo. En un
sentido, las consecuencias nefastas de la dictadura militar
se han hecho sentir en este terreno más todavía que en
otros hasta nuestros días. Para recordar un ascenso en
regla de los estudiantes hay que remontarse a los años 70.
Sin
embargo, al calor de los acontecimientos del 2001 –cuyas
tendencias más generales siguen condicionando la realidad
del país una década después– se produjo un proceso
nacional de renovación en las organizaciones del movimiento
estudiantil. También se puso sobre la palestra la consigna
de democratización de las instancias de gobierno de las
universidades. El triunfo de la izquierda en federaciones
estudiantiles como la FUBA, la FULP de La Plata, el Comahue
y otras así lo indicaron.
Esta
tendencia fue luego debilitándose sin que se lograran
avances sustanciales en materia de democratización. Sin
embargo ahora parece emerger un movimiento cuyas tendencias
podrían ser más
profundas que el proceso de la primera mitad de la década
pasada.
Aquí
hay varias características a potenciar y profundizar. Por
un lado, el carácter independiente del movimiento: no responde ni está siendo
instrumentalizado por ninguno de los dos bandos patronales,
y a su frente está mayormente la izquierda en sentido
amplio. Sumado a esto, el elemento o fermento de irrupción
de las bases
estudiantiles es muy importante: se trata de la
masividad de las asambleas, la amplísima participación en
las tomas de los establecimientos, el surgimiento de nuevos
organismos de coordinación y lucha o la “vivificación”
de otros ya existentes, como la experiencia de la CUES
–una verdadera coordinadora de colegios secundarios en
lucha–, la Interestudiantil de Sociales y Filo de la UBA,
la eventualidad de que se lleve a cabo un verdadero
Encuentro Estudiantil de Base con amplia participación muy
superior a los acostumbrados congresos de la FUBA, etcétera.
Éstos
son algunos de los rasgos de la aparición
de un nuevo movimiento estudiantil, caracterizado por la
amplia participación de una
nueva generación que está haciendo sus primeras armas en
esta pelea, y que llama a su profundización y maduración
política.
En
ese marco, el proceso de la lucha tiene un doble
carácter. Por un lado están los reclamos muy
concretos, que se concentran en el
desastre de las condiciones edilicias de colegios y
facultades. Es claro que de institución a institución
hay reclamos específicos. Sin embargo, son
agrupables en un pliego único, porque
el mismo carácter de la pelea reclama una solución
conjunta y no lugar por lugar, lo que solamente serviría
para fragmentar y debilitar el movimiento.
Porque
además, y este es el segundo problema puesto sobre la
palestra, se juegan más
cosas que los reclamos edilicios. Se está procesando al
calor de la lucha una verdadera experiencia política
que amenaza “correr por izquierda” no solamente a Macri
sino al gobierno K. De ahí el creciente, aunque todavía
disimulado, malestar de éste. Porque si esta experiencia se profundiza y
consolida podría dar lugar a
un nuevo movimiento estudiantil independiente y democrático.
Dado
el carácter de la lucha, hay que plantear una consigna que
refleje una pelea de conjunto y evite la fragmentación:
“Todos con todos” quiere resumir esta necesidad de levantar un pliego único y dar satisfacción conjunta a
los reclamos, ante la posibilidad real de obtener
triunfos y conquistas.
De
ahí también el planteo, que viene cobrando fuerza, de
realizar un Encuentro
Estudiantil de Bases en el camino de extender la lucha a
los colegios y facultades que todavía no se han sumado, en
primer lugar en la Capital Federal, pero también en todo el
país. En esta tarea, es evidente que la actual dirección
de la FUBA tiene una enorme responsabilidad.
Por el
camino de la unidad obrero–estudiantil
Desde
las perspectivas más generales de la clase trabajadora de
nuestro país, este conflicto es de enorme importancia
potencial. Se trata del problema de los aliados de nuestra
clase en la lucha. Hace muchos años que la vanguardia
obrera no asiste a un movimiento estudiantil puesto de pie.
Esta alianza es “natural” –entre otras cosas– en
la medida que la mayoría de los estudiantes tienen un
futuro de asalariados.
Esta
potencial unidad obrero–estudiantil es otro rasgo de
inmensa importancia estratégica que hay que alentar en la
actual rebelión: que
las experiencias de la vanguardia obrera y estudiantil se
nutran mutuamente al calor de esta pelea.
Por
ejemplo, días atrás estuvo la experiencia de la
participación de los compañeros de FATE en la CUES. Que
recordemos, es prácticamente la primera vez que de un
organismo de los estudiantes secundarios como la CUES
participa una delegación obrera para llevar su solidaridad.
Alentar esta tendencia es otro de los desafíos de esta
pelea. Aunque sea algo todavía muy incipiente, hace a la
necesidad de recuperar la tradición de la unidad
obrero–estudiantil. En el mismo sentido fue la visita
votada en la interestudiantil y realizada el pasado domingo
de una delegación de la UBA a los compañeros en lucha de
Paraná Metal.
En
suma, desde la izquierda y la vanguardia obrera hay que
poner entonces toda la fuerza para el
triunfo de la rebelión estudiantil contra Macri y los “nac
& pop” K:
• ¡Satisfacción
ya de los justos reclamos de los estudiantes!
• ¡Vamos
por un nuevo movimiento estudiantil!
• ¡Obreros y estudiantes, unidos y adelante!