“Una vez que las mujeres han salido a las calles,
nadie va a conseguir volverlas a meter en casa”. (Delaram
Alí, activista feminista iraní condenada a 2 años y medio
de cárcel por participar en la movilización feminista en
la Plaza de Hafb-e-Tir de Teherán en junio de 2006).
La
condena a muerte por lapidación de Sakineh Ashtiani ha sido
noticia en el mundo. Una fuerte campaña internacional ha
logrado que se suspenda su ejecución, pero está efectiva aún
su condena.
¿Su
delito? Adulterio. También fue acusada del crimen de su
marido, el cual confesó bajo amenazas y torturas y del cual
luego se retractó.
Está
presa desde 2005. En mayo del 2006 recibió 99 latigazos por
mantener una relación con dos hombres y luego condenada a
morir por tener una relación extramatrimonial.
Recientemente fue castigada nuevamente con 99 latigazos por
“difundir la corrupción y la indecencia”. La hicieron
responsable de aparecer en una foto en el diario británico
The Times, sin velo. No era ella la de la foto, era la de
Susan Hejart, una activista iraní. Pero los azotes igual
los recibió.
En
ella se encarna el terrible sufrimiento y la dominación a
que están sometidas las mujeres bajo el régimen de
Ahjmadinejad.
1979: un antes y un después
El
régimen dictatorial y proyanqui del Sha de Persia (como se
llamaba en ese momento el país) cayó en 1979 producto de
una profunda revolución donde los trabajadores y las
mujeres jugaron un rol fundamental. Ascendió al poder el régimen
de los ayatollahs (que respondían al clero chiíta que se
apoyaba en sectores burgueses postergados bajo la
dictadura), estableciendo una nueva dominación burguesa y
clerical.
Pero
como toda revolución deja sus huellas, aunque luego quienes
gobiernen no respeten las reivindicaciones de igualdad y
justicia por las cuales se llevaron adelante, la mujer iraní
recibió de esa heroica gesta varias conquistas. Muchas de
ellas tuvieron acceso a la educación y al trabajo. En las
niñas aumentó la matriculación en un 50%, alcanzaron un
alfabetismo del 80% y un acceso a la Universidad por el cual
ocupan hoy el 60% del estudiantado de nivel superior.
Al
calmarse las aguas revolucionarias y consolidarse el régimen
de los ayatollahs, eliminaron estos avances. Impusieron el
velo obligatorio, cercenaron derechos e impusieron leyes
civiles y penales ultradiscriminatorias contra las mujeres.
Shirin
Ebadi, Premio Nobel de la Paz 2003, da algunos ejemplos:
“(…) La vida de una mujer vale la mitad de la de un
hombre. Esto significa que si una mujer y un hombre salen a
la calle y resultan heridos por la razón que sea, los daños
que se le pagan a la mujer son la mitad de los que se le
pagan al hombre.
El
testimonio de dos mujeres en tribunales equivale al
testimonio de un solo hombre. Un hombre puede casarse con
cuatro esposas y divorciarse cuatro veces, pero a una mujer
puede resultarle muy difícil divorciarse.” (Declaraciones
ante la Conferencia Internacional de la Juventud de la ONU,
26 de agosto de 2010 en México)
¡En
1989 prohibieron el uso de la bicicleta a las mujeres con el
argumento de que provocaban a los hombres!
Por
estas fuertes contradicciones, es que el movimiento de
mujeres tuvo un gran desarrollo en ese país y realizó
acciones importantes durante 2006/07 y fue duramente
reprimido. Así como lo fue el movimiento de la mujer en
Afganistán después de la marcha del 15 de abril de 2009
contra la imposición de la nefasta Ley de la familia chiíta.
¡Es el capitalismo patriarcal, estúpidos!
Esta
condena a muerte se da en medio de amenaza de guerra entre
Irán y EE.UU. Los gobiernos imperialistas de Occidente
utilizan este dramático caso para arremeter en su campaña
contra el mundo “islámico” e Irán.
Los
campeones de los “derechos humanos” que expulsan y
asesinan inmigrantes, negros, gitanos y pobres en sus países
y prohijan golpes e invasiones en el mundo, salieron a
condenar la lapidación de esta mujer de parte del régimen
del presidente iraní.
El
aumento de femicidios en el mundo (como los aberrantes casos
de quema de mujeres en Argentina donde los acusados quedan
en libertad o ni siquiera son imputados), como las
condiciones de vida de la mujer afgana que empeoraron luego
de la invasión yanky, demuestran que las políticas del
Occidente cristiano no son a favor de la mujer y sus
derechos.
Sakineh
es rehén de este enfrentamiento entre un país imperialista
y uno dependiente. Pero por sobretodo es presa de dos regímenes
capitalistas patriarcales que condenan a la mujer a la
opresión, al límite de perder su vida.
En
esa lucha estamos enmarcados para salvar la vida de Sakine y
liberar a los trabajadores y a todos los oprimidos de su
yugo.
En
esta lucha confiamos y apostamos, como la activista iraní,
a que la mujer continúe su lucha junto a los trabajadores y
todos los explotados.