Socialismo o Barbarie, periódico Nº 185, 16/09/10
 

 

 

 

 

 

Estados Unidos

El derrumbe de Barack Obama y sus consecuencias

Por Claudio Testa

En la edición anterior de Socialismo o Barbarie, concluíamos nuestro artículo “EEUU vuelve a tambalearse” subrayando que “el curso de la crisis mundial ha puesto otra vez a EEUU en el centro de la escena. Esto abre un crítico panorama político dentro de EEUU, tema de trascendental importancia pero que no podemos desarrollar hoy... En lo inmediato, se perfila el derrumbe político-electoral de Obama y una peligrosa ofensiva desde la derecha para capitalizar su fracaso. Pero el elemento decisivo en este cuadro es el enorme retraso y las dificultades del movimiento obrero y las masas trabajadoras para entrar de lleno en escena, aunque por otro lado se han venido dando luchas y protestas de su sector más castigado: los trabajadores inmigrantes”. (Socialismo o Barbarie, periódico Nº 184, 02/09/10) Hoy vamos a examinar algunos elementos de ese “crítico panorama político”.

Las graves dificultades económicas y financieras de EEUU, su evidente declive geopolítico, el pantano militar del que no logra salir en Medio Oriente, y, por último, la situación interna que aludimos, no deben confundirnos acerca de la importancia mundial de lo que allí suceda. Es que desde hace más de medio siglo, el mundo se estructuró alrededor de la centralidad económico-financiera, política y militar de EEUU.

Esa “centralidad” hoy no sólo está en cuestión. Además, dentro mismo de EEUU se está acumulando una montaña de materiales explosivos sociales y políticos. Por supuesto, acumular explosivos no implica automáticamente un estallido, pero crea las condiciones para eso.

La debacle de Obama

En menos de dos años, Obama ha fundido su capital político, que en su momento fue enorme. Pocas veces se ha visto un derrumbe tan vertiginoso.

Todo indica que en las elecciones legislativas de noviembre, los candidatos del Partido Demócrata sufrirán un severo “voto castigo”. Posiblemente el gobierno podría perder la mayoría en una o en ambas cámaras. Se agravaría así la crisis política que ya es patente en la administración Obama.

Las causas de esta debacle política de Obama no son difíciles de entender. Los amplios sectores populares de jóvenes, trabajadores y minorías que votaron a Obama, fueron un esbozo de movimiento de rechazo al desastre reaccionario de las presidencias de Bush. Los ocho años republicanos habían traído las guerras eternas de Medio Oriente y, finalmente, la peor crisis económica y social desde la Gran Depresión de los años ’30.

Obama apareció oportunamente prometiendo el “cambio”. Esa fue la palabra mágica (aunque deliberadamente imprecisa) que le abrió las puertas de la Casa Blanca. A un año y ocho meses, el mejor balance (y el más corto) que hemos leído de su presidencia, lo hizo un trabajador enfurecido que escribió una carta al sitio web de actividades sindicales Labor Notes: “¿Dónde mierda está el cambio por el que votamos?”[1]

Efectivamente, los demócratas no sólo burlaron la gran mayoría de sus promesas electorales “progresistas” y vaciaron de contenido las pocas que implementaron (como la reforma del sistema de salud). Lo peor es que, bajo el mandato de Obama, no se tomó ninguna medida seria para paliar los golpes de la crisis sobre los trabajadores, especialmente el desempleo fenomenal que alcanza las dimensiones de la época de la Gran Depresión. Obama marcó una continuidad casi total de la política ya establecida por la administración Bush frente a la crisis.

El desempleo de masas –con un 9,6% “oficial” que maquilla una desocupación real más de dos veces mayor– ha sido el principal factor demoledor del apoyo a la administración demócrata.

A este vector fundamental de desilusión y descontento, se le suman otros factores internos y externos. La crisis económica y el desempleo masivo van acompañados de una variedad de desastres. Está en bancarrota, por ejemplo, la educación pública, especialmente las escuelas secundarias,[2] y en general, todo lo que sea servicio público. Simultáneamente, las guerras heredadas de Bush han sido continuadas y extendidas por Obama. La farsa de la “retirada” de Iraq es una mentira imposible de hacer creer a nadie y la guerra de Afganistán continúa sin esperanza de victoria.

En suma, como dice en el New York Times un columnista partidario de Obama, “la gente siente que este país se está yendo al infierno, que el sistema mismo está en bancarrota, y que el presidente y los demócratas son incapaces de hacer algo...”.[3]

Peligrosas alternativas reaccionarias

La debacle del tibio “progresismo” de Obama no ha tenido como respuesta inmediata el desarrollo de alternativas políticas a su izquierda, sino a su derecha.

Se ha puesto en pie un agresivo movimiento de ultra derecha, que en las últimas semanas han tenido dos expresiones masivas: la concentración del Tea Party del 28 de agosto en Washington, con cientos de miles de manifestantes, y las infames manifestaciones racistas-islamófobas de Nueva York contra la construcción de una mezquita.

¿Por qué el “desborde” inicial frente al gobierno de Obama viene desde la derecha y no desde sectores a su izquierda?

Sobre esto hay un vivo debate dentro y fuera de EEUU. Muchos trazan explicaciones que podríamos llamar “esencialistas”; como, por ejemplo, que EEUU sería, de por sí, un país “reaccionario” y “de derecha”... Es algo parecido a lo que se decía décadas atrás de los alemanes para explicar el ascenso de Hitler al poder. Ahora, también por “esencia”, los estadounidenses serían tan reaccionarios como obtusos, al punto que, en medio de la crisis económica y el desempleo masivo, pasan a apoyar a quienes predican un neoliberalismo salvaje que agravaría mucho más las cosas.

En verdad, la historia de EEUU desmiente todo “esencialismo”. Se han alternado períodos de actividad y radicalización del movimiento obrero, estudiantil y social, con períodos de retroceso y reacción.

Hay múltiples razones que explican por qué la primera respuesta activa y militante frente a la debacle de Obama proviene de la derecha.

En primer lugar, el movimiento obrero y social estadounidense viene de derrotas muy profundas, incomparablemente más graves que las sufridas en otros países desarrollados, como los de Europa. Las organizaciones sindicales han sido barridas estructuralmente de muchos sectores de la producción y los servicios. Parte de ese cuadro es el sometimiento perruno de las burocracias sindicales al Partido Demócrata (en un grado cualitativamente mayor que sus colegas de otros países) y la paralela debilidad de las corrientes independientes.

La cuestión de la independencia política en relación al Partido Demócrata no es sólo un problema del movimiento obrero: pesa también en amplios sectores de “izquierda” (radicals, en términos estadounidenses) que son hoy críticos a Obama y los demócratas pero que no van a una ruptura con ellos ni los combaten.

La gran mayoría de los que votaron por Obama no han “girado a la derecha”. Pero tampoco han conformado un movimiento independiente del gobierno demócrata o, por lo menos, que trate de presionarlo y exigirle. Hasta ahora, ha primado una desilusión pasiva.

Por el contrario, desde la derecha, al otro día de asumir Obama, entraron en acción poderosos aparatos, desde la Christian Coalition y el Partido Republicano, hasta la Cadena Fox y otros monopolios de la (des)información. Además, para poner en marcha sus motores, estuvo el combustible de millones y millones de dólares.

El Tea Party es el principal engendro de estos operativos. Aunque trata de presentarse como un movimiento “popular”, está constituido mayoritariamente por sectores blancos de altos ingresos. El típico “tea party” es un estadounidense blanco con ingresos de unos 100.000 dólares anuales, según un estudio del New York Times.

El mismo New York Times revela el multimillonario engendro del Tea Party. En un artículo cuyo título lo dice todo –“Los billonarios financian el Tea Party”[4]– explica cómo ha sido formado y bancado por tres billonarios –Rupert Murdoch, propietario de la cadena Fox y otros medios fuera de EEUU, y los hermanos David y Charles Koch–. La fortuna sumada de estos buenos muchachos excede de lejos la de Bill Gates. Se trata –concluye el New York Times– de una operación similar a la de los hermanos Du Pont (que encabezaban la gran corporación del mismo nombre), cuando en 1934 organizaron un “movimiento popular” parecido al Tea Party, la “American Liberty League”, para derrocar al “socialista” Roosevelt.

Pero hoy con Obama, Murdoch y los hermanos Koch tienen más éxito que los Du Pont con Roosevelt en la anterior Gran Depresión. Entre otros motivos, porque Obama –como explicamos en nuestro artículo pasado– no ha tomado ninguna medida efectiva para reactivar el empleo y paliar los efectos de la crisis, como hizo Roosevelt. Su política ha sido una total continuidad de la de Bush, centrada en los salvatajes a los peores bandidos de Wall Street.

La campaña racista, islamófoba y antiinmigrante, que salió a las calles con el pretexto de la mezquita de Nueva York, tiene las mismas bases sociales y políticas del Tea Party, aunque la encabezan algunos “especialistas” en el tema. El más notorio es Robert Spencer, que predica la delirante tesis de que Obama es un hijo ilegítimo y secreto de Malcolm X (el gran líder negro asesinado en 1965). Siguiendo los pasos de su padre clandestino, Obama es musulmán y socialista, y por eso quiere destruir Estados Unidos.

La actitud de Obama frente esto lo retrata de pies a cabeza y revela los mecanismos de su debacle. Primero, salió al paso de los racistas, defendiendo la libertad de cultos también para los musulmanes y el derecho a construir su templo. Poco después, en uno de sus típicos trabalenguas, Obama se volvió atrás: explicó que si bien los musulmanes tienen ese derecho, mejor que se vayan con la música (o la mezquita) a otra parte.

Con eso, Obama se ganó el rechazo tanto de los racistas islamófobos, como de los defensores de los discriminados musulmanes.

Esbozos de respuestas

Sin embargo, en este cuadro político, en el que la iniciativa la tiene abrumadoramente la derecha y la ultra derecha, hay algunas respuestas que van en sentido contrario. Entre ellas podemos apuntar dos de importancia: 1) Las movilizaciones de inmigrantes y de sectores que los apoyan contra la ley racista de Arizona; 2) Las manifestaciones repudiando la campaña islamófoba, que por su amplitud compitieron en Nueva York con las convocadas por el delirante Robert Spencer.

Por último, el próximo 2 de octubre habrá otro test que puede ser importante. Ha sido convocada una marcha a Washington que aparece como réplica a la concentración del Tea Party del 28 de agosto. La iniciativa partió de la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People), tradicional organización de la comunidad negra, junto con algunos sindicatos importantes.

Esta movilización de alcances nacionales –con el nombre de One Nation Working Together”– convoca a “la juventud, los ciudadanos de la clase obrera, los trabajadores sindicalizados, las mujeres, la población inmigrante” y a los “hermanos y hermanas negros, morenos y blancos” a manifestar en la capital el 2 de octubre, por “trabajo y justicia”, para “lograr el American Dream (sueño norteamericano): trabajo seguro, hogar a salvo y educación de calidad”. El resumen del programa es “exigir el cambio que votamos en el 2008”.[5]

Son fórmulas por demás imprecisas. Los organizadores no plantean ninguna consiga concreta, ni siquiera en relación al problema capital del desempleo. Y, por supuesto, tanto la NAACP como los sindicatos que están adhiriendo en gran número, han girado siempre en la órbita del Partido Demócrata... y hasta ahora no movieron un dedo para protestar ni reclamarle nada a Obama.

Sin embargo, esta convocatoria podría ser un hecho importante, y no sólo porque trata de ser una respuesta a la concentración de ultraderecha del 28 de agosto. Es la primera vez que se pretende hacer exigencias y presiones a Obama mediante una movilización. Hasta ahora, las masas que lo votaron han sido mantenidas en la pasividad y el letargo. Si esto comienza a cambiar, también significaría un cambio del conjunto de la situación política.


Notas:

1 “Where the f**k is the change we voted for?", by Clare, Labor Notes, September 10, 2010.

2 Ver Roberto E. Mercedes, “Crisis de la educación en Estados Unidos”, en www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 06/09/10.

3Bob Herbert, “Paying the Price”, New York Times, September 10, 2010.+9

4 Frank Rich, “The Billionaires Bankrolling the Tea Party”, New York Times, August 28, 2010.

5 “One Nation Working Together”, NAACP, September 2010.


Crecen las tensiones sociales

Acumulando material explosivo

Por Claudio Testa

Hasta ahora, gracias a la desmovilización de los trabajadores y las masas populares, y a la política llevada adelante por Obama, las corporaciones estadounidenses y especialmente la llamada “industria (sic) financiera” han logrado pasarla relativamente bien. En medio de la peor crisis de EEUU desde la Gran Depresión y cuando todo confirma la recaída en W de la economía, los ejecutivos de la “industria financiera” están recibiendo bonos aun más substanciosos que los de años anteriores.

Pero ellos y sus empleadores no están satisfechos. La mayoría de ese 1% de la población estadounidense que forma la capa de los “super-ricos”, quiere sacarse de encima al pelele de la Casa Blanca que tuvieron que apadrinar y/o tolerar debido al desastre final de los ocho años de Bush.

El programa neoliberal salvaje de la derecha republicana y la ultra derecha del Tea Party, es el que expresa más directa y mayoritariamente a estos sectores de la burguesía imperialista.

Terminar con el “big government” (intervención masiva de la economía, un chiste de humor negro si se aplica al pusilánime Obama), que los ricos paguen cada vez menos impuestos pero que al mismo tiempo se vaya reduciendo el déficit fiscal, que se vayan a la quiebra los sectores que no sean “competitivos”, que se corten los gastos sociales y los subsidios de desempleo, al mismo tiempo que la desocupación se va a la nubes, etc., etc., significa consagrar un violento empobrecimiento de la sociedad estadounidense.

Es decir, establecer lo que se ha llamado una “nueva normalidad”: pobreza y desempleo mayúsculos, pero no como una situación momentánea de crisis “coyuntural” o que afecte a pequeñas minorías, sino como norma “sine die” y ampliamente extendida en una sociedad cada vez más polarizada entre ricos y pobres.

Esta “latinoamericanización” o “africanización” de EEUU ya está en marcha. Uno de sus datos más aterradores es el del crecimiento espectacular del hambre, como si se tratara de Haití o el Congo. Y eso sucede no en algún rincón perdido de EEUU, sino en Nueva York, la capital mundial de las finanzas, a pocas cuadras de Wall Street.

El Food Bank For New York City, una institución que se ocupa de los neoyorquinos con “pobreza de comida” (un eufemismo para no hablar de “muertos de hambre”), informa que la gente en esa condición está creciendo vertiginosamente. Hoy, “en Nueva York, una de las ciudades más ricas del mundo, la pobreza de comida está en cada esquina... El número de neoyorquinos con dificultades de conseguir comida para ellos y sus familias ha crecido un 60% y llega ya a 3,3 millones”.[6] ¡3,3 millones de hambrientos “en cada esquina” de una ciudad que es la capital financiera de EEUU y del mundo!

Pero esta “nueva normalidad” apenas comienza. La perspectiva de que se imponga el plan ultra-neoliberal sostenido por la oposición de derecha, agravaría todo.

Sería un cambio histórico. Los aprendices de brujo de la ultraderecha no se inmutan por sus consecuencias, pero los sectores más lúcidos de la burguesía yanqui –como los que se expresan en el New York Times– comienzan a desesperarse.

Es que la relativa “paz social” y el débil desarrollo del clasismo en el secular ascenso del imperialismo yanqui tuvo su expresión en el mito del “American Dream” (el “sueño norteamericano”), tema central de la marcha del 2 de octubre.

Esto ya lo había advertido Trotsky: en “el país de las oportunidades ilimitadas”, había menos márgenes para la lucha de clases. Funcionaba la gran zanahoria del “ascenso social”: si trabajas como un burro, vas a estar cada vez mejor y mañana tu hijo podrá ser presidente o millonario.

El mito venía deteriorado desde hace años. Pero el deterioro era todavía gradual y relativo. Ahora todo se va a pique, bruscamente. En vez de “trabajo seguro” hay desempleo masivo y sin perspectivas de remisión. Ya casi 5 millones de hogares hipotecados han sido desalojados. Y la “educación de calidad” es sólo para los hijos de millonarios.

La violencia del racismo antiinmigrante refleja esa misma realidad. Este imperialismo, que creció asimilando oleada tras oleada de inmigrantes, hoy en su decadencia ya no puede tolerarlos.

En resumen: hay una acumulación histórica de material explosivo. Y la perspectiva de un curso a la derecha sólo va a agravar esto.


Nota:

1 “Food Poverty in NYC”, Food Bank For New York City, September 2010, http://www.foodbanknyc.org.