Se
les cayó la careta democrática
“Tan
repudiables son los métodos utilizados para el armado del
fraude electoral y las abismales diferencias en votos que se
adjudican Yasky-Baradel y Micheli-De Genaro, cada uno para
sus listas, que esto difícilmente tenga una resolución
matemática. Ni un comité de notables, conducidos por Adrián
Paenza, podrá solucionar esta incógnita y si esto pasa con
las listas oficialistas, ni hablar del resultado que dejarán
para el resto de las listas opositoras. Es una elección que
no sirve ni para contar votos. Con lo cual lo que venga de
acá en más no es
una cuestión de matemática electoral sino de la más pura
y simple rosca” (Daniel Cadabón, Argenpress.info).
El
pasado jueves 23 se realizaron las elecciones nacionales de
la CTA. Debieron pasar cinco días para que comenzaran a
aparecer los datos “oficiales”. En estos días el
escenario estuvo ocupado por las denuncias cruzadas de
fraude de Yasky y Micheli, aunque ahora parece ser que
finalmente el primero ha reconocido el “triunfo” del
segundo.
La
realidad es que ha
habido un fraude cruzado casi generalizado. Basta ver las voluminosas
votaciones en Jujuy o Santa Fe para darse cuenta que tanto
la lista 1 como la 10 inflaron
los votos, abultando sus sufragios con afiliados que
nunca concurrieron al comicio… Lo propio ocurrió, por
ejemplo, en San Fernando, dónde para contrapesar el voto
del Frente Clasista encabezado por los compañeros de FATE,
la elección de las mesas docentes apareció curiosamente
“hinchada” respecto de la baja votación de este gremio
en todo el país (ver aparte).
La
elección mostró una
baja participación. De 1.400.000 afiliados que declara
tener la CTA, sólo concurrieron a votar 200.000. Esto
atestigua lo que ya se pudo verificar a lo largo de la
campaña,
que se trataba de una elección muy alejada de las
necesidades e intereses de la base trabajadora, que ve a la
dirección de la CTA como una burocracia no muy distinta a
la de la CGT, el “strip tease” de las prácticas
fraudulentas, parecidas a una interna del PJ, ha servido
para quitarle los últimos elementos de pátina “democrática” que
le quedaban a la CTA, dejándola para colmo
al borde de la ruptura.
En
un contexto de absoluto imperio de aparatos multimillonarios
(hasta las barras de fútbol les pegaron carteles a la 10 y
la 1), la elección
de los sectores clasistas fue de vanguardia pero no
despreciable. La crisis política en la que terminó
sumida la CTA demostró la razón de los que, como nuestro
partido, argumentamos que no
estábamos frente a una elección sindical rutinaria más sino
ante un evento político de importancia, en que
la vanguardia obrera estaba llamada a intervenir presentando
un polo de clase alternativo.
La elección del 23 como campo de batalla de los
aparatos
“Visiblemente
ofuscados, los dirigentes del entorno de Yasky se lamentaban
por no haber anticipado la ‘posibilidad de fraude de los
estatales’, en alusión al gremio de Micheli y De Gennaro”
(La
Nación, 29-09-10). Esta cita revela algunos rasgos de la
elección propiamente dicha. Lo que terminó ocurriendo es
paradójico: hecha a la medida de sus intereses, la elección
del secretario general de la CTA con supuesto “voto
universal” se transformó en un perfecto campo de batalla
para una lucha de aparatos. Alejada de toda práctica de
democracia obrera real, con voto de los trabajadores a mano
alzada, la apelación al mecanismo burgués del “voto
secreto” no hace más que alentar las prácticas
de aparato. Esto era muy útil al proyecto de la CTA,
porque a priori le permitía darse un aire “democrático”.
Al mismo tiempo, era negocio puro porque garantiza el férreo
control de la burocracia frente a cualquier intento
opositor que venga desde abajo.
Sin
embargo, en la elección actual lo que hizo crisis fue que
estas mismas “reglas de juego” debieron ser usadas para
dirimir una interna
burocrática que se terminó transformando en un vale todo.
No se trató solamente de la visible manipulación de los
padrones (nunca se logró establecer un claro padrón
oficial). O que se haya llevado a votar a la gente de las
narices (parte del secreto de la altísima votación en
Jujuy está seguramente allí). Se trata de que ambas
fracciones burocráticas recurrieron de manera generalizada
a otro de los clásicos
métodos fraudulentos: meter
en las urnas los votos de miles de afiliados que figuraban
en el padrón… pero que nunca concurrieron a votar.
Las
cifras de varios dígitos en Jujuy, Tucumán, Mendoza o
Santa Fe –que contrastan con la pobreza franciscana de la
elección en general– así lo atestiguan: “[En Santa Fe
se observó] la aparición de mesas volantes (mesas 67, 68,
69 y 70) con votos adentro antes de la apertura del comicio. Y no pocos
votos: en esas 4 urnas votó más del 99% del padrón
correspondiente a cada urna y todos esos votos fueron a la
lista 10. Por si esto fuera poco, hubo mesas en las que votó
más del 100% del
padrón (las mesas 44, 45, 46, 48 y 81 del departamento
Capital) llegando al ridículo de votar en la mesa 81 el
261% del padrón asignado” (Indymedia, 28-9).
Y no fue sólo la Lista 10:
¡ambas
fracciones cometieron las mismas tropelías!
La deslegitimación de la CTA
Esta
circunstancia es una muestra de los que podríamos llamar “la
cegetización de la CTA”. Es que si la primera es la
organización burocrática por antonomasia, la cobertura
“democrática” de la CTA con la elección de su
secretario general realizada mediante “el voto directo de
los afiliados” ha quedado en el fango de las denuncias
cruzadas como lo que es:
una pura mascarada donde inevitablemente se imponen los
aparatos, no la voluntad de los afiliados.
En
el fondo, nunca se trató más que de una diferencia entre
los métodos burocráticos más tradicionales y la
introducción de prácticas de democracia patronal al
interior de las organizaciones obreras. En ambos
casos, lo que siempre
estuvo excluido son los métodos de la democracia obrera:
la elección directa mediante asambleas en los lugares de trabajo de
los delegados a una verdadera instancia nacional que vote la
conducción de la central.
Este
“strip tease” ha servido para que la CTA se deslegitime
frente a los ojos de amplios sectores como lo que realmente
es: “Se puede presuponer que maniobras tan repudiables
como las vividas en las elecciones del jueves 23 de
septiembre harán que en un corto plazo la CTA se vuelva una
central más confiable a los ojos de aquellos que todavía
la creen de ‘izquierda’. Es que la CTA, decidió, el
jueves pasado, bautizarse como una central burocrática que nada tiene que envidiarle a
los Moyanos o Barrionuevos” (“¿Qué CTA, la
CGT?”, Daniel Cadabón, Argenpress.info, 28-9).
Señalemos
que la división de la CTA tiene una explicación obvia: se
ha transformado en un coto privado de caza de las dos
fracciones en las que está dividida la clase capitalista
del país. La CTA nunca fue “autónoma”, como le
gusta pregonar a las dos alas de la burocracia que la
dirigen. Siempre fue detrás de uno u otro proyecto
patronal. De allí que no sea casual que en su momento sus
dirigentes hayan llamado a votar a Menem y luego a la
Alianza de De la Rúa. La verdad es que jamás la CTA se
fundó en principios de independencia política de clase de
los trabajadores: solamente
ha seguido como la sombra al cuerpo a uno u otro sector
patronal.
Pero
la novedad política más importante de los últimos años
en el país es la división más o menos persistente entre
los de arriba, algo que no ocurría prácticamente desde los
años 70. Y es esta misma división la que ha “metido la
cola” en la CTA: Yasky encolumnado incondicionalmente con
los K, Micheli y De Gennaro con la Mesa de Enlace campestre
y sus acólitos. Así las cosas, no había cómo evitar que
las diferencias que dividen a los capitalistas se
introdujeran de lleno en la CTA.
El
Subte, Fate y la izquierda
La
campaña en la CTA no fue fácil. No hubo fervor ni nada
parecido. Para el común de los trabajadores afiliados a la
CTA, su dirección es algo que está muy lejos de sus
problemas y necesidades cotidianas. A eso se agrega el
repudio extendido a lo que a fin de cuentas es una dirección
burocrática cargadas de traiciones sobre sus espaldas (más
allá del discurso “progre” con el que suele arroparse).
Sin
embargo, aunque fue difícil, la campaña y la elección
misma fueron un terreno de disputa esencialmente política, no reivindicativa. Lo que se puso
en juego –en un terreno muy desfavorable para los sectores
independiente y de la izquierda– no eran las
reivindicaciones inmediatas, sino las coordenadas y perspectivas políticas que ordenan toda la actuación
de la CTA.
Se
trató así de una pelea
muy desigual. Porque Yasky y Micheli responden a los aparatos burgueses
de masas del kirchnerismo y la oposición patronal, y los
hicieron valer mediante campañas
millonarias.
Sin
embargo, a nivel de los sectores de vanguardia, se
procesó un importante debate político y se pensó a quién
votar. Ese debate político tuvo dos andariveles. Por un
lado, la necesaria independencia política de clase de la
CTA. Por el otro, a cuál de las tres listas independientes
votar en función de la representatividad real de cada una.
Ése
es el contexto de las dos experiencias políticas más
importantes a balancear como producto de la elección en lo
que hace a la vanguardia obrera: los casos del subterráneo
de Buenos Aires y de Fate y el neumático en su conjunto. En
el caso del Subte, un amplio sector se encolumnó detrás de
la candidatura de Beto Pianelli, que unió su suerte a Hugo
Yasky. La idea sindicalista que salió a vender es que así
se garantizaría “el reconocimiento del sindicato”.
Ahora carga con el problema de que quedó completamente
pegado a una fracción burocrática para colmo perdedora.
Peor aún: la perspectiva de que el gobierno le haga
concesiones a una CTA dirigida por el sojero Micheli no
pueden menos que reducirse. Ése es siempre el límite de la
“viveza” del oportunismo sindicalista: hipotecar la independencia política de una parte mayoritaria del actual
cuerpo de delegados… a cambio de nada.
Los
compañeros del SUTNA San Fernando dieron un paso en sentido
absolutamente contrario, tuvieron la
valentía de lanzarse a una
pelea no meramente sindical sino política, llamando a
construir un camino de independencia de clase.
Nuestra
polémica con el resto de la izquierda (desde la CCC-MST
hasta el PO y el PTS) respecto de la elección de la CTA en
general y de sus experiencias de vanguardia en particular es
que estuvo de
espaldas a la exigencia que plantearon los compañeros de
FATE.
De
la CCC y el MST prácticamente no hace falta hablar, porque su
desbarranque es completo: fueron
los “che pibes” del sector degennarista, el mismo
que a lo largo de años se dedicó a entregar las luchas de
estatales y docentes; entre otras cosas, los une su
seguidismo a la Sociedad Rural.
Por
su parte, el PO y el PTS se
dedicaron a dividir el espacio del clasismo con
injustificables razones internistas y de aparato. Ante
las exigencias de la realidad, se desesperaron ante la
imposibilidad de presentar un frente común frente a
Pianelli. No pretendemos negar que un sector del subte
realmente se haya abstenido activamente en la elección del
23; sin embargo, declaraciones pomposas como las del PTS
poco ayudan a un combate real, porque
los 600 votos obtenidos por Pianelli no dejan de ser
importantes.
Desde
el punto de vista de los compañeros y compañeras de base,
o de los activistas y delegados no organizados políticamente,
la abstención pudo haber sido una opción. Nuestra crítica
implacable al PO y al PTS es que esa decisión la tomaron
como producto de haber socavado
criminalmente la posibilidad de que frente a las dos
fracciones de la CTA en su conjunto –y al pianellismo en
el subte– se presentara
una alternativa de conjunto del clasismo, algo que fue
su exclusiva responsabilidad.[1]
Un
camino opuesto fue el que siguieron los compañeros de FATE,
a pesar de todas las dificultades: la
Lista 5 obtuvo un nada despreciable 30% en el conjunto del
neumático, aun en una elección vista como muy “política”
y alejada de las necesidades cotidianas por parte de la
base.
Por
atraso, inexperiencia política o “centrismo”, muchos
compañeros se quedan en las cuestiones menores o en las
peleas mezquinas de sectores de izquierda. Pierden de vista así el paso político de gigante de que el SUTNA San
Fernando haya encabezado una lista clasista para las
elecciones de la CTA.
Sin
embargo, a lo largo de la campaña se pudo escuchar a muchos
compañeros de izquierda e independientes valorar
el hecho que la Lista 5 fuera representativa de la
experiencia de los compañeros de FATE, además de la
calidad de sus “acompañantes”: los compañeros del
Hospital Garrahan, los sectores clasistas de los judiciales
bonaerenses, los docentes y no docentes de la zona sur del
gran Buenos Aires entre otros. Sobre todo fue ampliamente
valorado que Jorge Ayala haya sido electo en una asamblea
con la participación de 500 compañeros, cualesquiera
fueran las dificultades e idas y vueltas que toda
experiencia que sea real y no de “laboratorio” –o de
mini aparatos– pueda tener.
En
síntesis: no hay cómo tapar el hecho que las opciones de los compañeros de FATE
y de la mayoría del actual cuerpo de delegados del subterráneo
–no de su base– expresan caminos opuestos que terminan,
uno, hipotecando su experiencia en manos de la burocracia;
el otro, haciendo el durísimo pero estratégico aprendizaje
de poner en pie un polo de clase en nuestro país.
Se
afirma la experiencia clasista en el neumático
La
resultante más inmediata del 23 es que
la CTA como tal ha quedado debilitada. Micheli festeja
la elección como un “triunfo” porque Yasky se creía
ganador por anticipado al ir con el “caballo del
comisario” de los K.
Sin
embargo, fraudes cruzados mediante, quedaron muy parejos según
el último conteo de la Junta electoral. Es probable,
incluso, que se esté frente a una
partición de hecho de la CTA. Esta circunstancia no
hace más que debilitar a la CTA en su conjunto como mediación
burocrática. Y es la razón que explica la orientación que tuvimos desde el
nuevo MAS para la elección: poner
en pie un polo de clase que desde una perspectiva
independiente intervenga en los procesos en curso de
recomposición de los trabajadores, buscando construir un
polo alternativo a la burocracia de la CGT y las dos
fracciones de la CTA.
En
este contexto, las tres listas independientes (3, 4 y 5)
hicimos una elección que bordea –a pesar de la manipulación
de nuestros resultados– el
10% del total. La conclusión que se impone es obvia: de haber participado en una lista común hoy seríamos un actor político
en esta crisis, lo que por separado es más difícil.
En
cualquier caso, esta
situación debilita a la burocracia en sus dos expresiones y
mejora las posibilidades del proceso de recomposición de la
vanguardia independiente. Mientras que Pianelli acaba de
arrastrar la experiencia del subte al fango de la mano de
un burócrata fraudulento (y perdedor), el Frente Clasista
encabezado por los compañeros de FATE hizo una elección
destacable entre los sectores más politizados de la
central, logrando una votación muy digna nacionalmente, y
sobre todo en el Gran Buenos Aires, ratificando
además que el clasismo es la alternativa en el SUTNA en su
conjunto frente a Pedro Wasiejko.
Nota:
1.
El llamado a la “abstención” fue un paso más en el
errado camino que vienen recorriendo de nunca haber dado una
pelea política al proyecto crecientemente burocrático de
este. Si el PO nunca vio la exigencia de nuevo sindicato que
hacía la base, el PTS llegó a sentar –con la evidente
venia de Pianelli– a Dellacarbonara al lado de Yasky y
Micheli para anunciar un “paro” que nunca existió y sólo
sirvió para lavarles la cara a ambos burócratas. De paso,
digamos que tanto el PO como el PTS presentaron listas –y no
las retiraron– en San Fernando en particular y en el SUTNA
en su conjunto, obteniendo votaciones irrisorias (de un
dígito) en las tres plantas.