El
balance de la izquierda
La
Lista 5 plantó un mojón
Las
elecciones de la CTA dejan lecciones de importancia para los
sectores obreros independientes y la izquierda. La idea de
que iban a ser “rutinarias” se demostró de una
ceguera y conservadurismo colosal, ancladas en otra tara
común a la izquierda: su inveterado sindicalismo que se afirma en la idea de que a los trabajadores sólo
les pueden interesar sus reivindicaciones, dejando la política
para los militantes…
Política de masas… las sectas a sus casas
Por
el contrario, era evidente que las elecciones del 23 iban a
ser un acontecimiento político en el seno de un sector de
los trabajadores del país y que era un obligación revolucionaria intervenir con una política unificada
apuntando a poner en pie un polo clasista.
Además,
hay otro gravísimo problema en el seno de la izquierda
independiente: los compañeros del PO y el PTS, en función
de inexplicables razones de mini aparato, se pusieron
de espaldas a uno de los pocos sectores de trabajadores
que, aun con todas sus contradicciones, se ha lanzado a una
lucha política.[1]
Muchos
compañeros y compañeras que votaron la Lista 5 destacaban
precisamente eso: el hecho de que el paso para lanzar la lista y votar a su candidato haya
sido en asamblea de 500 compañeros. Criminalmente,
estos dos partidos se pusieron de espaldas a esa realidad en
función de un supuesto cálculo de inserción y votos que
luego no se verificaron en los hechos.
Por
nuestra parte, estamos orgullosos de haber peleado a brazo
partido por una lista clasista unificada, y luego de haber
sostenido con todas nuestras fuerzas la campaña común del
Frente Clasista. Algo que fue un acierto completo, y no
solamente por los resultados numéricos obtenidos con
nuestras relativamente limitadas fuerzas. Se trata de algo más
importante: de un problema de concepción. A nuestro modo de
ver, las organizaciones revolucionarias existimos
fundamentalmente para ayudar a que la vanguardia obrera se
eleve al plano de las tareas políticas estratégicas: no
concebimos la política revolucionaria como algo que se hace
en “sustitución” de la clase obrera.[2]
Por
el contrario, el rol absolutamente imprescindible e
irreemplazable del partido es para ayudar a elevar –y
elevarse también él en el transcurso de esta pelea– al
plano político a lo más avanzado de la clase obrera. Se
trata de elementales enseñazas leninistas que toda la
experiencia del siglo XX sólo vino a confirmar, pero que el
PO y el PTS no atinan a comprender.
De
ahí que habitualmente escindan
lo sindical y lo político, y piensen siempre las tareas
del partido –que son imprescindibles porque ninguna
organización deja de tener tareas propias y específicas–
radicalmente por separado de las necesidades de la vanguardia y la
clase, nunca como parte de ellas. Son más bien sectas,
no verdaderamente partidos.
La votación de la 5
Dentro
de los sectores politizados de la CTA, la elección de la
Lista 5 tuvo su importancia. Está claro que de manera
conjunta las listas 3, 4 y 5 podríamos haber superado el
10% de la votación y constituirnos en un polo de alternativa
en el contexto de esta crisis de la CTA. Lamentablemente,
esto no pudo ocurrir por la
falta de previsión política y divisionismo criminal del PO
y el PTS. Así, quedamos expuestos en cierto modo al ridículo
de presentar tres listas de la izquierda.
Lo
más destacable en la elección de la Lista 5 fueron tres
datos: se logró obtener el 30% de los votos a nivel del
conjunto del neumático, quedando nuevamente instalada la
experiencia de FATE como la alternativa frente al ex adjunto
de la CTA, Pedro Wasiejko, que podría quedar debilitado
por la derrota de su fracción. En segundo lugar, se hizo
una importantísima elección en el Gran Buenos Aires –el
cordón obrero más importante del país– con votaciones
de importancia en varios distritos: en las zonas sur y norte
del GBA la 5 salió primera entre las listas de izquierda
(en San Fernando quedamos segundos detrás de la 10). Y, por
último, se hizo realmente una elección de alcance
nacional: hubo votos para la 5 en todo el país (lográndose
votaciones muy dignas en distritos donde a priori las
fuerzas de las listas 3 y 4 eran más importantes).
En
síntesis: alrededor de la experiencia de FATE se está
recorriendo un camino que es uno de los principales mojones
en la vanguardia obrera en el país para poner en marcha un
polo de clase que le dispute a la burocracia el histórico
proceso de recomposición que está en curso. La
campaña en la CTA, a pesar de todas las limitaciones políticas
y materiales, sirvió claramente para darle mayor proyección
a esta experiencia.
Llamamiento
Inmediatamente
después de las elecciones, la Lista 5 se reunió y, ante la
crisis en la que quedó sumida la CTA, hizo un llamamiento público
a las listas 3 y 4 a dar una respuesta en común.
Independientemente de las diferencias que hemos tenido en
esta elección, es una obligación que se impone ante los
acontecimientos que se están viviendo en la central. Sin
embargo, el PO respondió que “en virtud de las
diferencias tenidas antes y durante la elección no estaban
de acuerdo con reunirse” a sacar una posición común; por
su parte el PTS, como es habitual en su curso
autoproclamatorio, ni siquiera se dignó a responder el teléfono…
El
llamado de la 5 sigue en pie porque es más estratégico:
hay que aprovechar la crisis de la CTA para seguir dando
pasos hacia un polo clasista en nuestro país. De ahí que,
en conjunto con los compañeros que integramos la lista,
estamos en un intercambio de ideas para ver cómo darle
continuidad al muy progresivo espacio que hemos conformado.
Notas:
1.
Es realmente vergonzoso la campaña de calumnias cuando
hablan de FATE, sólo porque no tienen ningún peso real en
esa experiencia. Más bien, deberían sacarse el sombrero de
que una experiencia obrera intente proyectarse al plano político.
Que sepamos, no hay muchos precedentes de esto en los últimos
años. Por ejemplo, desde la experiencia de Zanon jamás se
dio un paso político de este tipo en toda su trayectoria, y
la experiencia de Kraft todavía es mayormente sindical.
Solamente el subte esbozó aperturas para ese lado, aunque
lamentablemente por la vía de la cooptación creciente de
una fracción de la burocracia.
2.
Otro rasgo típico, sobre todo del PTS, es el “doble estándar”:
un instrumentalismo extremo que predica el “haz lo que yo
digo pero no lo que yo hago”. Como serían “el único
partido revolucionario” todo estaría justificado,
independientemente de que en un lado hagan una cosa y en
otro lo opuesto. Todo vale si sirve a las razones de la
secta. Lo que además es un factor de despolitización para
una militancia que termina aprendiendo más a hacer
maniobras que a hacer política revolucionaria.
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