¿Compartiendo el capital?
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El
proyecto presentado por Moyano y Recalde
¿Participación en
las ganancias o
zanahoria para producir más?
El proyecto dice que se repartirá el 10% de las
ganancias netas en las empresas con más de 300
trabajadores al año siguiente de aprobada la ley, y para
empresas con más de 100 trabajadores dos años después de
su eventual aprobación.
Primera aclaración: las ganancias netas son aquéllas
que quedan una vez pagados todos los costos de producción,
todos los impuestos, incluidas las cargas sociales, y éstas
se calculan según la declaración hecha por cada empresa
en la AFIP… Es decir, donde las empresas
permanentemente evaden, mienten, no pagan ganancias y encima
presentan balances en “rojo”. Como si esto fuese poco,
si se “reinvierten” en la producción, no se reparte
nada…
Es decir, está
hecha para que la patronal pueda hacer un “dibujo” de
sus ganancias donde lo que quede de las mismas no sea más
que algo puramente simbólico!
El objetivo confeso, según Recalde, el autor del
proyecto de ley, es que los obreros se “comprometan” y
se “involucren” con la empresa para producir más y
ganar más. Es decir, es más un premio de productividad
que un real reparto de ganancias.
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“La hora de los trabajadores”, “que se
repartan la ganancias”, dicen los carteles de la CGT
invitando al acto de este viernes 15 de octubre. Seguramente
la cancha estará llena. A partir de las 12 hs. muchas fábricas
y lugares de trabajo “cesan” sus actividades, la mayoría
con la venia de los empresarios. En la puerta estarán los
micros y delegados de la burocracia escrachando a los que no
vayan a River. En las terminales automotrices, por ejemplo,
la Verde salió a convocar con todo: se “para y se va al
acto” dijeron los secuaces de Manrique (secretario general
del SMATA).
Algunos
compañeros ven con simpatía el acto porque se lo presenta
como para “presionar por la sanción de la ley de reparto
de las ganancias”. Pero, en realidad, en la cancha de
River se hablará del proyecto de ley, se dirán muchas
cosas bonitas sobre “el reparto de las ganancias”, y
“la redistribución del ingreso”, se dirá que hay que
“volver a la época de Perón cuando la torta del PIB se
repartía 50 y 50” [1]; palabras
habrá un montón:
hechos concretos para redistribuir el
ingreso, ninguno.
Lo
concreto es que será un acto donde se desplegará todo el
aparato de la CGT: un acto político de la burocracia
sindical, del sector moyanista y sus aliados, en
apoyo al gobierno de Néstor y Cristina y al “proyecto
nacional” y no una jornada de lucha para garantizar
mayores ingresos a los trabajadores.
Un
acto donde se predicará la conciliación entre las clases
sociales (los patrones chupa sangre, y los obreros
exprimidos todos los días en sus lugares de trabajo), donde
a los trabajadores se los pone como furgón de cola del “proyecto nacional” de las patronales amigas
de los Kirchner, que
incluyen unas cuantas multinacionales imperialistas.
Pero,
además, tiene el objetivo de fortalecer
a la burocracia sindical, sobre todo en las grandes
estructuras industriales, para hacer un
“cordón sanitario” para evitar la emergencia del
proceso de recomposición y el surgimiento del nuevo
clasismo en las grandes concentraciones.
La
burocracia se quiere curar en salud de los ejemplos de FATE,
Kraft o el Subte, que son un espejo donde los burócratas no
quieren mirarse. Moyano, con sus bravuconadas –muchas
veces “condenadas” por determinados empresarios– en
realidad ha servido muy bien a la clase de los capitalistas
y al gobierno en estos 8 años de mandato K, donde no ha
convocado a una sola medida de lucha nacional.
Por
el contrario, ha sido
el garante de la “paz social” y las esclavistas
condiciones de trabajo a las que está sometida la mayoría
de la clase obrera.
Moyano
y la distribución del ingreso
¿Cuántos
paros hizo Moyano para que el mínimo vital y móvil cubra
la canasta familiar que está en más de $ 4.000? Ninguno.
Por el contrario, meses atrás firmó en el Consejo del
Salario un mínimo de $ 1.750 y $ 1.840 a partir de enero
del 2011.
En
todos estos años de alianza Kirchner–Moyano, a pesar de
tanto “cacareo” progre, la distribución del ingreso
no mejoró. Los propios defensores oficialistas del
proyecto de ley de “participación en las ganancias”
reconocen que a pesar de las paritarias la distribución empeoró: “(...) cuando se mide la evolución de los costos
laborales tomando en cuenta el aumento de la
productividad de las empresas y las subas de precios de los
bienes y servicios que comercializan, la caída promedio
real unitaria en pesos desde la salida de la convertibilidad
es del 18,5 por ciento”. Y a continuación se agrega:
“Estos datos demuestran que los aumentos de sueldos de los
últimos siete años no fueron suficientes ni siquiera
para mantener la distribución de los ingresos entre
empresarios y trabajadores” (Página 12, lunes 11 de
octubre, “El mito de la suba de costos laborales”,
Roberto Navarro).
Lo anterior no es casual. Durante estos largos años
de Kirchner-Moyano lo que aumentó fue la explotación
obrera, de ahí que haya sido noticia –año tras año– que
los empresarios vienen obteniendo niveles de ganancias
records.
Es que si bajo los K se dio un proceso de
recuperación de las fuentes de trabajo –devaluación del
peso mediante– por el otro, el aumento en los ritmos de
producción y la flexibilización laboral, hicieron las
mieles de la felicidad empresaria. Así las patronales
quedaron en el mejor de los mundos: el
mayor empleo de trabajadores –fuente de sus ganancias–
no redundó en aumento de los salarios reales. Es que en
ningún momento Moyano cuestionó la precarización laboral,
la fragmentación de los trabajadores entre contratados, por
agencia, monotributistas, tercerizados, etcétera.
Es decir:
el mundo del trabajo heredado de los 90 se
mantuvo sin cambios sustanciales.
Donde hubo recomposición salarial, y se consiguió
una mejor distribución del ingreso, es donde se luchó. Y estas luchas fueron en contra de los burócratas de la CGT o de la CTA, como
hicieron los compañeros de Arcor y la alimentación en Córdoba,
o los compañeros de FATE años atrás.
Una
ley para la tribuna
Conociendo esta realidad es que Moyano y Recalde
han salido al ruedo con este proyecto de ley: pretenden
cubrirse las espaldas. El mismo toca dos puntos sensibles,
íntimamente vinculados: las
super ganancias empresarias… y el retraso salarial.
Es lógico que los trabajadores vean con simpatía
que se plantee “repartir” las ganancias. A qué obrero
no le gustaría al menos eso. En realidad, más que
repartirlas, las ganancias deberían estar, como tales, en
manos de los trabajadores: son
ellos las que las producen con su trabajo [2].
Más allá de esto último, el hecho es que este
proyecto de ley ni siquiera busca un real reparto de las
ganancias: se parece
más a un gesto para la tribuna que otra cosa. Porque
una participación real en las ganancias requeriría cuestionar
la propiedad privada capitalista. Sólo basta mirar cuánto
se recauda del Impuesto a las Ganancias para darse cuenta
que los empresarios declaran cualquier cosa acerca de las
mismas: la más de
las veces se dedican a llorar lágrimas de cocodrilo
afirmando que “pierden plata”…
Sin embargo, en un primer momento las cámaras
empresariales pusieron el grito en el cielo. Esto se debe a
que el solo hecho de poner en discusión un tema tan
sensible como éste, aunque no tenga ninguna consecuencia práctica,
no les gusta nada.
Es que según las reglas del libre mercado capitalista, la
ganancia empresaria es intocable.
Una vez más, el kirchnerismo hace el juego de
tomar una reivindicación sentida, colocarla en el escenario
de la discusión, pero –a priori– para no concretarla. Y
si lo hiciera, sería tan vaciada de contenido, que no serviría para casi nada.
Ahí está, por ejemplo, la experiencia de la fábrica
Brigstone-Firestone, donde los compañeros tienen un acuerdo
de “participación en las ganancias” con la patronal que
no redunda en nada sustancial en materia de salarios; esto a
pesar de que la producción de neumáticos viene obteniendo
record tras record acompañando la bonanza de la producción
automotriz.
Estamos así frente a una típica maniobra
kirchnerista: mucho
ruido y muy pocas nueces. De ahí también que haya que
subrayar que si las cámaras empresariales comenzaron
poniendo el grito en el cielo, luego pasaron a tomar la
cuestión con calma y a decir que se podía
“discutir”...
Por último, no está claro que se convierta en ley
el proyecto cegetista. Por ahora, sólo se presentó en el
Congreso. Ahora se debe discutir en las comisiones
legislativas, luego pasará al recinto, se debe conseguir quórum,
tener mayoría y votarlo, y de ahí pasa al Senado donde se
repite el procedimiento.
Además, en el medio se le pueden incorporar más
trampas todavía que las que ya contiene. Por ejemplo, atando la supuesta “participación” en las ganancias a objetivos de
productividad: es decir, de aumento de la explotación
obrera.
Las
conquistas se obtienen con la lucha
En todo caso: del dicho al hecho hay mucho trecho.
Y si el moyanismo quisiera en serio impulsar incluso una muy
moderada ley como la que está anunciando, en vez de
realizar actos en River para posicionarse en la interna del
PJ, debería impulsar
medidas de lucha…
En todo caso no será por la vía del moyanismo
mediante la cual los trabajadores obtendrán conquistas.
Como lo ha demostrado largamente la experiencia de todos
estos últimos años, las conquistas se obtienen mediante el
logro de direcciones
independientes de la CGT y la CTA, las que apoyándose
en la democracia obrera, y en medidas de lucha reales contra
los empresarios y el gobierno, han logrado obtener la
jornada de seis horas de trabajo o la reinstalación de
compañeros despedidos. Ésta
ha venido siendo la experiencia del Subte, FATE y Kraft, y
por ese camino, de puesta en pie de un “nuevo clasismo”,
hay que seguir.
Notas:
1.-En honor a la verdad, en la época de Perón en todo el
mundo –y no solamente en la Argentina– la distribución
de los ingresos era más “equilibrada”, en gran medida
debido al terror de los capitalistas por la Revolución Rusa
que los había expropiado en ese país a comienzos del siglo
pasado. Sin embargo, no por eso el peronismo dejó de
garantizar que el país siguiera perteneciendo al “orden
occidental y cristiano”: es decir, al sistema capitalista.
La propia consigna “ni yanquis ni marxistas” estuvo
colocada al servicio de esa trampa: mostrarse como
“pro-obreros” cuando en realidad se servía a los
empresarios. Cualquier pálida similitud con el rol de los K
y Moyano hoy es “mera coincidencia”…
2.- Sencillamente, las ganancias empresarias no son más
que la parte no pagada del trabajo de la clase obrera. Parte
no pagada que es apropiada en virtud de que estos
capitalistas son los que tienen el control de las
herramientas, máquinas y fábricas mediante los cuales se
hace la producción, “instrumentos” que adquirieron en
un momento anterior de su desarrollo como capitalistas no
pagando la totalidad de su trabajo a una generación previa
de trabajadores.