Cuando el General Juan Carlos Onganía
derrocó al radical Humberto H. Illia, el General Perón,
desde su exilio en Madrid, lejos de condenarlo y llamar a
enfrentarlo, propuso “desensillar hasta que aclare”.
En 1968, la dirección de la CGT se
dividió entre “participacionistas” y “rebeldes”.
Los primeros con Augusto T. Vandor a la cabeza, buscaron
conciliar con Onganía; Vandor, por su parte, alentaba el
proyecto político de un “peronismo sin Perón”. Los
“rebeldes”, a su vez, encabezados por Raimundo Ongaro,
un linotipista de 41 años y secretario general de los
trabajadores gráficos, aglutinaban a gremios menores y
combativos que reflejaban el surgimiento de una nueva
vanguardia en el movimiento obrero. Perón, asesorado por el
burócrata ferroviario Lorenzo Pepe, en un primer momento
alentó a Ongaro contra Vandor. El 29 de marzo de 1968, se
concreta la división sindical en el Congreso Normalizador
de la CGT. Quedan entonces, por un lado, la CGT de Azopardo,
que reunía a los gremios más poderosos y vandoristas; y
por el otro lado, la CGT de los Argentinos que abrirá sus puertas a estudiantes e
intelectuales de izquierda.
En este contexto político del
movimiento sindical surge la figura de José Pedraza. Nacido
en Deán Funes, Córdoba, en la década del 60 ingresó como
ferroviario en la Estación Saldías de la línea General
Belgrano. “Al mismo tiempo estudiaba Derecho y militaba en
el Movimiento Nacional de Derecho”. (1) En poco tiempo, su
actividad sindical lo llevó a ser delegado ferroportuario y
fue despedido. En sus primeros pasos como sindicalista se
alineó, participando en la misma CGT de los Argentinos y en
1971 vuelve al ferrocarril. Esta vez será como changarín
en el Ferrocarril Mitre, retomando su actividad sindical.
Durante la dictadura de Videla, Pedraza forma parte del
Grupo de los 25, un sector de la burocracia liderada por
Roberto García que estaba enfrentada a Lorenzo Miguel y
Herminio Iglesias. De su pasado combativo junto a los grupos
de izquierda ya nada quedaba y con la llegada de Raúl Alfonsín a la Presidencia de
la Nación, Pedraza va a llegar a la cima de la Unión
Ferroviaria para estrechar filas con Saúl Ubaldini, el líder
de la CGT.
En los 90, su izquierdismo primario quedará definitivamente sepultado
bajo las banderas del neoliberalismo menemista. Pedraza
había apoyado a Cafiero en la interna peronista, pero
cuando triunfó Menem no dudó en cobijarse rápidamente
bajo sus alas de ave de rapiña. “Cuando Carlos Menem
asumió la presidencia, dos asesores de Pedraza, Julio Savon
y Fernando Carlos Frediani, fueron designados administrador
y subadministrador de Ferrocarriles y su tesorero Santos
Reale, quedó a cargo de los ferrocarriles metropolitanos,
que fueron saqueados como paso previo a la privatización.”(2)
José Pedraza, al igual que los demás
burócratas del ferrocarril como Jaime (Fraternidad) y Suárez
(Señaleros) van a
ser agentes directos del gobierno en la privatización del
mismo. Para
ello tuvieron que
atacar al movimiento de resistencia a las privatizaciones
que los trabajadores ferroviarios encararon. Se valieron
del matonaje e impulsaron los “retiros voluntarios” que
ofrecía el gobierno. Los
90 mil ferroviarios quedaron reducidos a 9000.
Negocios y maniobras electorales
Las redes tendidas por Pedraza le van
a reportar, como dijimos, pingües negocios, pero además
consiguió que la Corte Suprema de Justicia le concediera
continuar al frente de la Unión Ferroviaria, con el mandato
vencido desde 1991 y sin elecciones.
Para lograr esto tuvo que dejar fuera
de acción a la opositora Lista Celeste. Recurrió a una
maniobra propia de la burocracia: “Utilizó como único
medio para comunicar las condiciones del comicio un aviso en
la página de Finanzas del diario de La Nación”. (3)
Cuando llegó el momento de renovar nuevamente mandato,
Jorge Di Nápoli, dirigente de la oposición, fue despedido
del Ferrocarril San Martín y luego fue amenazado por la
patota de Pedraza para que desistiera de continuar en la
contienda. Así despejó el camino de oponentes posibles.
Luego del Argentinazo, durante la presidencia de Duhalde,
los ferroviarios vieron nuevamente recortados sus derechos
laborales. Pedraza acordó con las empresas del sector un
nuevo convenio que, entre otras cuestiones, amplió el período de prueba a seis meses, asignación de vacaciones en
cualquier mes del año y la polivalencia funcional (fregado
y barrido).
Mariano Ferreyra fue asesinado por
apoyar a los trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca.
Pedraza quiere seguir construyendo su imperio burocrático
armando matones y rindiendo pleitesía a las empresas del
ferrocarril, incluso como socio de las mismas. La mugre en
descomposición de la burocracia sindical peronista ha
puesto un nuevo jalón de sangre
en su trayectoria. Una trayectoria que hoy está
amenazada por la posibilidad concreta de recomponer al
movimiento obrero sobre nuevas bases políticas y
sindicales. El asesinato de Ferreyra ha insuflado el odio de
los trabajadores en estos parásitos malolientes como José
Pedraza. Debemos entonces, continuar poniendo todos nuestros
esfuerzos para que de este odio vaya madurando una verdadera
alternativa clasista, antiburocrática y antipatronal que
termine barriendo a los Pedraza, Moyano y compañía y ponga
en pie un nuevo movimiento obrero.
Notas:
1- Perfil.com 26/10/2010.
2- H. Verbitsky. Página 12,
24710/2010.
3- Idem.