La
organización del movimiento obrero
como debate nacional
“El
ferroviario José Pedraza es un dirigente importante desde
hace 40 años, aunque alcanzó la jefatura de su gremio hace
25 años. Pedraza forma parte de una generación de burócratas
que se siente amenazada ahora por el crecimiento de la
izquierda sindical, a la que aquella generación odió
siempre. El ascenso de la izquierda es proporcional a la
vetustez de la antigua dirigencia. Los Kirchner no han hecho
nunca nada para promover una renovación pacífica de la
jerarquía sindical” (Joaquín Morales Solá, La Nación,
24-10-10).
La
crisis política desatada alrededor del asesinato de Mariano
Ferreyra volvió a poner sobre la palestra nacional el
problema de la organización sindical de la clase obrera
argentina. Se trata de una de las cuatro o cinco grandes
cuestiones que están planteadas en la agenda política
nacional.
Un poco de historia
Esto
tiene varias particularidades. La primera es que desde la década
del 40 del siglo pasado la representación obrera ha estado
monopolizada por la burocracia sindical peronista. En los años
70, esta “asfixia” burocrática fue cuestionada. Pero en
un sentido general la burocracia sindical peronista era
–en tanto que aparato– mucho más fuerte de lo que es
hoy día. Si en esos años el proceso fue de todos modos más
radicalizado que el actual, hoy
en día la descomposición del conjunto de la burocracia
sindical es mayor.
Esta
realidad tiene varias aristas. Aquí queremos destacar
solamente dos. Por un lado, nunca como hoy la burocracia
sindical estuvo tan deslegitimada
frente al conjunto de la sociedad y la base de los
trabajadores. Se
trata este de un hecho histórico: la burocracia es lisa y
llanamente odiada.
Por
el otro lado, a pesar de la riquísima experiencia de los años
70, tampoco nunca como en la actualidad la izquierda
independiente de inspiración socialista revolucionaria (el
trotskismo) tuvo la posibilidad de impulsar y capitalizar en primera fila un proceso general de reorganización de la clase
obrera. Este también es un hecho potencialmente histórico,
porque se trata de un acontecimiento que sólo ocurre cada
tantas décadas y del que podría emerger un nuevo
movimiento obrero clasista y revolucionario.
De la CGT a la CTA
Lo
anterior es lo que explica que desde lo diversos sectores
patronales-burocráticos se hayan venido adelantando
proyectos para intentar abortar y/o desviar este proceso. Se
trata de un terreno en el cual hay varios actores.
En
primer lugar, está el caso de Hugo Moyano. Éste viene
cumpliendo el tradicional rol de contención de la burocracia peronista: a lo largo de los dos gobiernos K no convocó a una sola medida de
fuerza de alcance nacional. Para hacerlo, se valió de
la pátina “combativa” que le dio su posicionamiento
antineoliberal de los años 90 (incluso buscando ocultar su
origen en la tradicional derecha peronista de las JTP de los
años 70). Si no impulsó medidas nacionales, le alcanzó
con llevar adelante “conflictos de bolsillo” como los de
encuadramiento sindical, mediante el bloqueo de acceso a las
plantas, los que tienen mucha prensa y causan cierto
disgusto a la patronal.
Sin
embargo, esto no debe llevar a engaño: el
suyo ha sido siempre un proyecto conservador de la
estructura sindical existente defendiendo el monopolio de la
burocracia sindical peronista en el férreo control del
movimiento obrero argentino.
Su
diferencia con los “gordos” tipo Pedraza es en todo caso
simplemente política:
con más “reflejo” de los aires que se respiraban en la
Argentina, Moyano se alineó con los K; los gordos, por su
parte, sueñan con un retorno más o menos “aggiornado”
a las condiciones de los años 90 (donde fueron amos y señores
de las privatizaciones y los negocios que los transformaron
casi en empresarios).
Veamos
ahora el caso de la CTA. Su
proyecto original ha sido la introducción de elementos de
la democracia burguesa en las filas sindicales, esto en
oposición al tradicional modelo encarnado por la CGT. Es
decir, frente a los anquilosados mecanismos
“bonapartistas” de la burocracia sindical cegetista
tradicional (modelo común desde Moyano hasta Barrionuevo),
donde las autoridades se eligen a dedo desde arriba, la CTA
buscó como proyecto la legitimación “democrática” de
la elección de la conducción por el voto directo de los
afiliados. La reciente elección de la CTA acaba de mostrar
el verdadero rostro
fraudulento de este operativo: transformó
la votación en una donde lo que define las cosas es el peso
que una u otra fracción burocrática puede hacer valer a su
aparato, cual interna burguesa.
Además,
su rol entregador en las luchas obreras no ha sido muy
distinto a la de la CGT, lo que no quita que se trate de una
burocracia más débil, que al levantar reclamos como el de
la “libertad sindical” abra
otro tipo de brechas para la emergencia de una alternativa
clasista de conjunto.
La discusión burguesa del modelo
sindical
Es
en el contexto anterior donde se colocan los intentos
de reforma burguesa del movimiento sindical. Capas lúcidas
de la misma se interrogan acerca del peligro de que no haya
una “reforma” del modelo sindical. Está claro que una
de sus preocupaciones tiene que ver con la deslegitimación de la vieja burocracia. También les molesta el
poder de “chantaje” político de una burocracia que
sigue monopolizando la representación del movimiento
obrero.
Parte
de esto mismo son los fallos de la Corte en el sentido de
habilitar elementos de “libertad sindical”; fallos que
sin embargo no terminan de ir hasta el final ni modificar el
panorama de conjunto. Mientras tanto, la simple inscripción
del sindicato del subterráneo sigue sin salir, y tampoco
sale el reconocimiento de la CTA.
¿Qué
es lo que está en juego en esta disputa? El kirchnerismo
–más aún ahora luego de la muerte de Néstor K-, los
sectores más tradicionales del PJ, los radicales, el PRO y
la mayoría de los empresarios, prefieren solamente una
operación de puro “maquillaje”: se interrogan
simplemente acerca de si mantener o sacar a Moyano. Es
decir, un mero
recambio de figuritas dejando toda la conservadora
estructura sindical tal cual está, no vaya a ser que
“abriendo el juego” de la representación sindical se
vaya a “colar” la izquierda.
Terciando,
hay un proyecto de corte más “reformista”. Éste
combina dos ingredientes: por un lado, echar el lastre de la
deslegitimación de la CGT por la vía del reconocimiento de
la CTA, y de principios de “libertad sindical”. Pero por
el otro, esto tiene a priori un contrapeso que seduce a
sectores patronales: la apuesta a una mayor atomización y fragmentación del movimiento
obrero quitándole poder de negociación al tiempo que por
esta vía reformista cerrarle el camino a la izquierda dura.
Sin
embargo, este camino también tiene su peligro: en
determinadas condiciones, la fragmentación de ese monopolio
sindical sólo puede favorecer el proceso en curso de
recomposición independiente del movimiento obrero.
La emergencia de un nuevo clasismo
Desde
la izquierda, aun con todas las diferencias en su seno y
confusamente, lo que se viene expresando es una suerte de búsqueda
–si se quiere a tientas– de puesta en pie de un tercer polo alternativo a los proyectos burocráticos.
Si la capitulación de Pianelli a la burocracia ceteísta de
Yasky podría restarle fuerzas a esta tercera alternativa,
los recientes acontecimientos en el Roca muestran que no es
así: se trata de una tendencia de fondo la emergencia de un nuevo clasismo
independiente de todo sector patronal y burocrático.
Dentro
de la misma izquierda hay varios posicionamientos. Mientras
que sectores como Pianelli han sido cooptados por Yasky, la
CCC y el MST se han subordinado a los proyectos de De
Gennaro y Micheli abandonando toda perspectiva
independiente.
Sin
embargo, otras corrientes, entre ellas nuestro partido,
apostamos justamente al tipo de proceso que en los hechos
expresan los tercerizados del Roca: la
creciente emergencia de un nuevo clasismo que dé lugar a un
nuevo movimiento obrero en nuestro país. Un nuevo
movimiento obrero independiente y clasista que de lograr
cristalizar y ponerse en pie, se tratará de un acontecimiento histórico que abrirá nuevas
perspectivas en la pelea por la transformación social de la
Argentina.