G-20 en Seúl: una reunión condenada al fracaso
¿Hacia una guerra
comercial?
Por
Juan José Funes
“El problema no es que las monedas estén apreciadas, sino
que los desequilibrios [estructurales] y la falta de
coordinación de las políticas a la postre se dejan notar
en los tipos de cambio (Strauss Kahn, director gerente del
FMI)".
La
economía mundial está entrando en el cuarto año de la
crisis desatada en agosto del 2007. Como es sabido, se trata
de la más grave desde la de los años 30 del siglo pasado
(aun cuando no haya alcanzado todavía tal intensidad). La
crisis está comenzando a transitar una nueva etapa:
la eventualidad de guerras cambiarias y comerciales.
Si la primera fue el desencadenamiento de la crisis
financiera, la segunda su impacto en la economía real, y la
tercera los multimillonarios rescates y la crisis fiscal de
los Estados, ahora
se está entrando en una cuarta muy peligrosa:
la pelea competitiva entre los Estados que se expresa en
incipiente guerra de divisas y, eventualmente, comercial.
El agravamiento de la lucha
competitiva
Guido
Mantenga, el ministro de Economía del Brasil, definió lo
que está ocurriendo como “una
guerra de divisas”.
Para tener algún parámetro, hay
que señalar que este mercado mueve mundialmente la friolera
de 5 billones de dólares (millones de millones) cada día,
por lo que el “vaivén” de las cotizaciones amenaza con
provocar grandes convulsiones.
Esta
incipiente guerra de monedas expresa desequilibrios
económicos fundamentales. Se trata de los llamados “desbalances” de la economía
mundial, y cuyo “trasfondo” es la existencia de países
más competitivos en posición acreedora (China y Alemania
son los principales) y países menos competitivos con posición
deudora (Estados Unidos es el caso más dramático). Es
“retocando” directa o indirectamente el tipo de cambio
(lo que abarata o encarece las mercancías) que se pretende
“resolver” estos problemas de competitividad y de allí
la puja que estas medidas están desatando.
Como
si fuera poco, no hay modo de evitar que la creciente pelea
alrededor de las cotizaciones y sus consecuencias reactúe
sobre los tres planos de la crisis mencionados (el
financiero, el fiscal y el débil crecimiento económico
real) agravando
nuevamente la situación al dificultar la salida conjunta de
la crisis.
Porque
concretamente, lo que está ocurriendo es que ha llegado la
hora de ver quién
va a pagar los platos rotos de la “fiesta”.
No se trata solamente del ajuste de cuentas sobre los
trabajadores que se está viviendo en EEUU o la UE (y que,
está claro, es la principal política de los capitalistas
para salir de la crisis). Tampoco solamente de la carrera
competitiva desatada entre los grupos capitalistas, carrera
que está en plena marcha aunque con la dificultad creada
por el hecho de que los estados capitalistas no han dejado
caer a los grupos más débiles, los que se rearman y
vuelven al ruedo competitivo no dejando recuperar del todo
la tasa de ganancia.
Se
trata en estos momentos de la agudización de la pelea
competitiva entre los más grandes Estados de la economía
mundial: de ahí la lucha que se ha desatado alrededor del
precio de las monedas para intentar “copar” los mercados
a expensas de los demás.
El
hecho es que en el mercado mundial la mayoría de las
transacciones comerciales se hacen todavía en dólares. Por
esto mismo, si EEUU devalúa su moneda, encarece sus
importaciones, operando esa medida como una barrera
arancelaria. Pero cuando exporta ocurre lo contrario: hace a
sus mercancías más competitivas en el mercado mundial. De
ahí el grito en el cielo de los demás.
Contradictoriamente,
el desencadenamiento de estas tensiones está ocurriendo en
un escenario donde los mercados accionarios mundiales gozan
de su mejor momento en meses. El Dow Jones alcanzó los
11.000 puntos, el precio del oro bate récords, y los bonos
del tesoro norteamericano a diez años ofrecen una tasa de
interés bajísima, del 2,35% anual. Es decir, según los
susodichos “mercados”, la economía mundial debería
estar “floreciente”...
No
es así: los propios economistas del establishment están
hablando de una contradicción
creciente entre la “microeconomía” (los balances de las
empresas vienen mejor de lo esperado, rescate estatal y
ajuste antiobrero mediante) y la “macroeconomía”: la
posibilidad cada vez más cierta de una re-caída en la
crisis para el 2011 sobre todo en las economías del norte
del mundo [1].
Ese
es el contexto que está por detrás de la guerra de divisas: el
recrudecimiento de la lucha competitiva de los Estados por
los mercados. Esa realidad de no recuperación económica es lo que está “apretando
el zapato” al gobierno de Obama acosado por el fantasma
del amplísimo desempleo de masas en EEUU, que lo ha llevado
a una estruendosa derrota en las últimas elecciones.
El debilitamiento del dólar
Así
las cosas, como “contrapeso” a esta dura realidad de
falta de competitividad de los EEUU –pero también como
dato real de su debilitamiento económico en el mundo– lo
que ha venido ocurriendo en el último período es una persistente devaluación del dólar frente a las
principales monedas mundiales: el euro, el yen, la libra
esterlina, etcétera.
Esto
se viene realizando mediante el renovado compromiso de la
Reserva Federal yanqui de que seguirá imprimiendo dólares
vía, entre otros medios técnicos, la recompra de títulos del
Estado. Este mecanismo de emisión lisa y llana de dinero
(pecado “mortal” en los tiempos del neoliberalismo puro
y duro…) es llamado “QE”, “quantitative easing” (facilitamiento
cuantitativo), y alcanzará en los próximos meses los
600.000 millones de dólares.
La
operatoria sería entonces la recompra de bonos del Tesoro a
10 años. En lo inmediato, inyecta más liquidez en el
mercado, mantiene la tasa de interés de los bonos a diez años
bajísima –2,35% por año– y se sigue devaluando el dólar
frente a las demás monedas.
En
general, en una economía saludable, la emisión de moneda
–siempre que acompañe y responda al crecimiento del PBI–
no provoca devaluación. Pero este no es el caso: si una
cantidad de dinero aumenta más que proporcionalmente por
encima de la cantidad de mercancías, provoca una devaluación
del valor de la misma (“sobra” dinero), objetivo que es
buscado con esta medida [2].
Es
esta acción del gobierno de Obama lo que ha hecho poner el
grito en el cielo a Alemania y países BRIC como China y
Brasil. Angela Merkel acusa directamente a EEUU de buscar
ganar competitividad de manera “artificial” devaluando
el dólar en vez de hacer los ajustes necesarios como los
hizo su país en la última década. China acusa de
“hipocresía” al gobierno norteamericano porque devalúa
su moneda mientras le exige a su país que aprecie el yuan.
Y Brasil se queja de que los países del norte solamente
pretenden “descargar la crisis sobre los del sur”, exigiéndoles
que aprecien sus monedas mientras inundan sus países de
divisas.
Por
su parte, EEUU contraataca diciendo que “lo que es bueno
para Norteamérica, es bueno para el mundo” porque su
economía es todavía la más grande. Al mismo tiempo,
denuncia el depreciado valor del yuan al que estiman
subvaluado entre un 20 y un 40%. Mientras tanto, crecen los
proyectos de ley en el Congreso yanqui buscando
“sancionar” diversos productos chinos por prácticas
comerciales “desleales”.
Son
estos tópicos, que están subiendo de tono en el momento en
que cerramos esta edición, los que van a recorrer las
sesiones del G-20. Esta reunión se presenta bastante “agitada”. Y
nadie espera que salga ningún acuerdo efectivo que no sea
una nueva declaración de intenciones acerca de la
“necesidad de cooperación internacional”…
Los peligros que se ciernen sobre el comercio
mundial
En
este contexto, otras naciones no se están quedando atrás
en esta incipiente “guerra” competitiva. Los japoneses,
y la mayoría de las economías orientadas a las
exportaciones, han comenzado a tomar medidas para mantener
la paridad de sus monedas frente al dólar. Incluso Brasil,
que como hemos señalado arriba fue el primero en salir a
“patentar” los acontecimientos en curso como “guerra
de divisas”, ha fijado un arancel del 4% a la entrada
de dólares a su país de manera que ese ingreso no le aprecie más el real [3].
Esta
es una noticia de potencial gravedad
para el libre mercado mundial capitalista (que
de paso muestra los verdaderos límites de la “coordinación”
económica bajo el capitalismo). Porque el hecho es que las medidas devaluatorias funcionan como
instrumentos proteccionistas que al desatar una mecánica
de “guerra de todos contra todos” puede terminar trabando
la recuperación del comercio mundial en un contexto de
debilísima recuperación económica mundial sobre todo en
el norte del mundo.
Y
esto es grave porque el comercio mundial tiene una
importancia fundamental en la economía capitalista: las
exportaciones de manufacturas a nivel mundial alcanzaron en
el 2009 la suma de 20 billones de dólares (prácticamente
la mitad del producto mundial anual) con la siguiente
participación: la UE 44,1%, China 12,9%, EEUU 9,6%, Japón
6,3% (fuente de la Organización Mundial de Comercio). De ahí
el incipiente temor de que, de desatarse una guerra de
divisas, se termine
fracturando el mercado mundial como en los años ’30...
En
todo caso, la verdad es que en el contexto de la crisis se ha agravado la pelea
competitiva por el mercado mundial entre los Estados
capitalistas imperialistas y también de los países BRIC, y
que de alguna manera todos los Estados intentan maniobrar
con la productividad relativa de sus economías y con el
valor de sus monedas de tal manera de no salir mal parados
de esta pelea de vida o muerte.
¿Rebalanceo mundial?
En todo caso, es en este contexto donde cobra importancia la política
monetaria que lleva adelante Ben Bernanke, presidente de la
Reserva Federal de los EEUU. En los últimos dos meses, el dólar
se ha devaluado con respecto al euro 15%; el 18% con
respecto al yen; y, en general, contra todas las monedas de
los países emergentes que tienen sus economías orientadas
a las exportaciones: “El
problema ya está ahí. Japón, Brasil, Corea del Sur, Taiwán,
Malasia, Tailandia, Filipinas, Suiza, Reino Unido han tomado
medidas para mantener la paridad cambiaria frente al dólar.
Han empezado a usar
las divisas como un arma”
según palabras del propio Strauss Kahn, jefe del FMI [4].
En
el fondo, lo que están haciendo es tomar medidas proteccionistas,
comenzando –aunque todavía de manera incipiente– a
recorrer el mismo camino que hizo estragos en el comercio
mundial en la Gran Depresión de los años 30 del siglo
pasado. El FMI, a la cabeza de todos los países, presiona a
China para que revalúe el yuan, acusándolo de ser el
“responsable” de esta situación. Y EEUU, colocándose
en “víctima”, comienza a discutir medidas
proteccionistas contra la entrada de algunas mercancías
provenientes de China. Como señalábamos al principio de la
nota, Angela Merkel señala a EEUU como actor
“fundamental” del problema.
Como
señala The Economist,
lo que está ocurriendo no es en el fondo que la economía
de la Unión Europea y la de Japón sean necesariamente más
“saludables” que la norteamericana (aunque la alemana es
hoy más competitiva) sino que emiten menos billetes y por
eso sus monedas se revalorizan frente al dólar [5].
Obviamente,
estas medidas que toma el gobierno de Obama son parte del
intento de algo parecido a una “estrategia” (si se puede
decir que algo así anida en este insípido gobierno): imponer
un nuevo equilibrio de los flujos del comercio y los
capitales, un rebalanceo en la economía mundial que al
mismo tiempo no lo deje mal parado, no “sacrifique” su
lugar de privilegio en la economía mundial.
Por
eso busca cambiar ciertas reglas del juego (como la cotización
relativa de las monedas) a toda costa. Pero dado su evidente
debilitamiento hegemónico, no le será una tarea fácil
como antaño, como cuando mediante los acuerdos Plaza-Louvre
le impuso a Alemania y Japón una apreciación de sus
monedas contra el dólar.
Sin
embargo, todavía cuenta a su favor el hecho de que es el
Estado emisor del dólar, que, aunque malherido, sigue
actuando como moneda mundial; que la Unión Europea está
corroída por sus disputas ínterburguesas y con un euro del
que nadie apuesta que vaya a sobrevivir en la próxima década;
que Japón hace veinte años que está postrado económicamente,
y que China, su máximo acreedor, depende mucho del mercado
yankee…
La
cuadratura del círculo
Sin
embargo, lo anterior no puede tapar que los EEUU sufren una
decadencia económica, política y social de envergadura.
Algunos de sus índices se parecen a los del Tercer Mundo. Y
la derrota del gobierno de Obama puede acentuar las disputas
interburguesas, con fracciones políticas cavernícolas como
el Tea Party que solamente es otra expresión de esta
decadencia…
Lo
paradójico del caso es que entre otras cosas EEUU ha sido víctima
de su propia medicina: el neoliberalismo puro y duro. Todo
su sector II (fabricación de bienes de consumo) ha sido
trasladado lisa y llanamente a otros países con bajísimos
salarios. Y su sector I (fabricación de bienes de producción)
en muchos casos ha corrido la misma suerte por ser poco
competitivo (aunque mantiene su primacía en las industrias
de alto desarrollo tecnológico).
De
ahí que, inmensos déficits comerciales mediante, el país
sea el más endeudado del planeta. Para revertir esto tendrá
que hacer el ajuste monumental que ya ha comenzado, pero que
difícilmente permitirá –entre otros elementos
fundamentales– que un obrero yankee gane lo mismo que un
obrero chino.
En
el fondo, el problema es entonces bastante simple de
comprender. La Merkel pone el dedo en la llaga cuando exige
que EEUU recupere competitividad mediante mecanismos
“reales”, no maniobrando con las monedas. Porque la
competitividad real se logra, justamente, con una mayor
“racionalización” de la fuerza de trabajo y con
inversiones productivas para las cuales EEUU no parece estar
preparado.
Es
que el país del norte tiene dramáticos problemas para
hacer esto. Justamente, uno de sus problemas es que, como
hemos señalado, para lograr competitividad “exportó”
toda su rama de bienes de consumo a China y otros países de
mano de obra esclava o semiesclava. Esto ha redundado en los
dramáticos déficits comerciales y de balanza de pagos que
se busca atenuar mediante la devaluación del dólar. Para
atenuarlos “estructuralmente”, debería
“reindustrializarse” volviendo a traer a sus tierras las
industrias de bienes de consumo y relanzando la producción
industrial en la rama I (bienes de producción) también.
Pero,
contradictoriamente, hacer esto beneficiaría a los Estados
Unidos en tanto que Estado, pero “hundiría” las
ganancias de sus multinacionales. Es que dado el promedio
relativamente alto del salario norteamericano –a pesar de
la mano de obra inmigrante y las derrotas de las últimas décadas
de la clase obrera yanqui–, “repatriar” la industria
de bienes de consumo necesariamente implicaría aumentar
el valor de la fuerza de trabajo (los salarios) haciendo
caer la tasa de ganancia de las multinacionales
norteamericanas…
En
fin: se trata de una situación de “cuadratura del círculo”
donde por intermedio de la crisis se está procesando qué
Estados saldrán de ella como ganadores y como perdedores.
De ahí que se estén agravando las tensiones en un contexto
de “frugalidad” general en el norte del mundo. Esta
historia continuará.
Notas:
1.- Ver a este respecto
“Cuando se prepara una nueva recaída”, revista SOB n°
23.
2.- Al mismo tiempo, se busca también un aumento inflacionario frente a
los peligros deflacionarios en curso. Es que la inflación
acrecienta la recaudación y atenúa los quebrantos por
deudas.
3.-En la última semana ingresaron a Brasil 14.500 millones de dólares.
Brasil tiene tasas de interés muy positivas. Es una situación
muy ventajosa para los capitales especulativos. Esta es una
de las causas por la cual los balances de los bancos son tan
buenos. Los bancos norteamericanos reciben el dinero en préstamo
del gobierno al 0,25% anual y lo colocan al 15% en el
Brasil: esta es una de las nuevas burbujas. Como dice un
comentarista, la política arancelaria de Brasil para
defenderse de estos capitales es como ponerle “portones al
campo”.
4.- Claudi Pérez,
“Peligro: guerra de divisas”, El País de España
10/10/10.
5.-“La bala mágica”, The
Economist, 10/10/10.
El
sistema monetario internacional
Auge
y “caída” del dólar como moneda mundial
Por
Juan José Funes
Para entender lo que está en juego en la economía mundial, demos cuenta
sucintamente de la historia del sistema monetario
internacional.
De
la sal al oro
Digamos a vuelo de pájaro que históricamente, después de superar los límites
del trueque, y en la medida en que comienza a generalizarse
el intercambio de mercancías, aparece una nueva mercancía:
el dinero. Ganado, cueros, sal son
sus primeras formas. Por su perdurabilidad, su fácil
manipulación y transporte, estas primeras formas son
lentamente sustituidas por los metales preciosos, oro y
plata, apareciendo nuevas formas de dinero: las monedas [1].
Junto con esto, aparece
la necesidad de atesoramiento: nacen los
bancos. En la primera fase del capitalismo (el
“capitalismo comercial”), los bancos amplían su radio
de acción: comienzan a acuñar moneda y a manejar el crédito
y la cantidad de dinero circulante.
El precio y la velocidad con que circulan las mercancías
determinarán la cantidad de dinero que necesita el mercado
para funcionar “correctamente”; aparecen así las
primeras crisis monetarias. Es preciso señalar que con la
caída de los feudos y el surgimiento de las modernas
naciones, algunos bancos se convierten en Bancos Centrales arrogándose el derecho de acuñar moneda y de supervisar y vigilar el
valor del dinero circulante.
Una libra de oro pesaba 0,4536 gramos. Aparecen las
monedas nacionales que solamente son usadas para el
intercambio al interior de cada nación: el comercio mundial
se realiza en lingotes de oro.
Con el correr de tiempo, por las constantes
falsificaciones y por el desgaste que sufren las monedas, se
altera la equivalencia entre peso y valor de la moneda: 1
libra pasa a pesar ¼ del peso original aunque conserva el
mismo nombre…
Ya
con el capitalismo en pleno desarrollo, la moneda de metal
es paulatinamente sustituida por papel moneda, que debe ser
emitido con respaldo oro y su poseedor puede exigir su
convertibilidad en cualquier momento. Al interior de las
naciones, los bancos centrales crean papel moneda de curso
forzoso, o sea billetes inconvertibles.
Patrón oro
y papel moneda
Hemos
contado esta pequeña historia porque para el marxismo el
dinero nunca tuvo poderes mágicos; siempre tiene que haber
en el intercambio de mercancía-dinero una estricta
equivalencia. Y esta equivalencia está dada por la ley del
valor: la
cantidad de trabajo socialmente necesaria para producir las
mercancías (“medida”
que se generaliza justamente con el mercado mundial). Por
eso para Marx el dinero es la manifestación de la riqueza
de las naciones: el
valor de su moneda tiene que ver con la competitividad y
peso relativo de su economía en ese mercado mundial.
El patrón oro como moneda mundial subsiste malamente
–Gran Depresión y guerras mundiales mediante– hasta
1944. Poco antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial, la
abrumadora hegemonía económica, financiera, geopolítica y
tecnológica lograda por EEUU le permite imponer el régimen
de Bretton Woods que consagra la hegemonía mundial del dólar.
Se dispone, entonces, un régimen de cambios
relativamente fijos pero con una moneda nacional –el dólar–
que actúa simultáneamente como patón monetario y unidad
de cuenta, con paridad fija convertible de 35 dólares la
onza de oro.
Pero este sistema estaba cargado de contradicciones
que irían estallando al compás de los cambios económicos
y geopolíticos; en primer lugar, el resurgimiento económico
de Europa y Japón, socios rivales de EEUU; luego, la crisis
de los 70; después, la contrarreforma neoliberal de los 80,
etcétera.
En ese camino, el dólar abandona el respaldo oro por
decisión unilateral de EEUU en 1971. Desde entonces, el
curso del dólar
ha seguido complicados altibajos.
El abandono
global del patrón oro, generalizado hace mucho para todas
las monedas, incluyendo el dólar, ha significado el pasaje
de la moneda mercancía a lo que se llama “moneda
de crédito”. Porque el patrón oro imponía una
disciplina monetaria automática. En cambio, con la moneda
de crédito –sea que emane del Estado bajo la forma de
billetes o bien de los bancos privados por la extensión del
crédito– no sucede lo mismo. Esta transformación de la moneda de una mercancía
(el oro) a una relación de crédito garantiza una oferta
monetaria elástica, capaz de responder a las necesidades de
liquidez y fondos de los actores económicos. Pero la
regulación “endógena” de la moneda por medio de una
mercancía determinada (oro) deja su lugar a una regulación
determinada por el Estado de manera discrecional.
El hecho es que con la no convertibilidad
el papel billete deja de representar de manera directa el
trabajo humano incorporado en la producción del dinero
mismo, y su actuación como representante de la riqueza
pasa a ser “nominal”.
Una
bomba de tiempo
Al
mismo tiempo, de esta forma queda expuesta –en su
manifestación monetaria– una de las contradicciones
fundamentales del capitalismo: economía mundial-fronteras
nacionales.
Una
moneda nacional, el dólar, actúa como moneda mundial,
siendo emitida por un Estado (EEUU) que sufre hoy día los más
profundos desbalances económicos, la peor de las crisis
económicas y que ve su hegemonía mundial cada vez más en
tela de juicio, sin olvidarnos que es el deudor más
insolvente del planeta…
Contradictoriamente,
el 70% del comercio mundial se sigue realizando en dólares,
y la inmensa mayoría de los países que tienen sus economías
orientadas a la exportación acumulan reservas en dólares
usándolos como respaldo en la emisión de sus propias
monedas. Obviamente que es un secreto guardado bajo siete
llaves la cantidad de dólares que circulan en la economía-
mundo, todo un cuadro que configura una bomba de tiempo que
nadie sabe cuándo va a estallar…
Nota:
1.-
Primera moneda año VII A.C. en Medio Oriente.
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