El
PO y el PTS vienen protagonizando una pelea para ver quién
se queda con la representación de una parte de los
trabajadores tercerizados del Roca en lucha. En sí misma,
la pelea por la dirección de un sector que está peleando,
no tiene nada de malo. Por el contrario: hace
a la elemental necesidad de democracia obrera que tienen los
trabajadores para avanzar en sus luchas y organización.
El
ejercicio del debate público, y la manifestación o
propuesta de distintas alternativas para la lucha, solamente
pueden beneficiar a la misma y prefiguran un movimiento
obrero que rompe
amarras con el monopolio de la burocracia sindical, que
no solamente impide que se debata nada sino que expresa
intereses ajenos a la clase obrera.
Si
para muestra basta un botón, ahí está Pedraza, no
solamente autor intelectual de la muerte de Mariano Ferreyra,
sino lisa y
llanamente patrón y esclavista de los trabajadores
tercerizados del Roca.
Pero
cuando nos referimos concretamente a la pelea del PO y el
PTS en el Roca, nos estamos refiriendo a otra cosa: una
pelea que tiene poco que ver con la democracia obrera y
mucho con un aparatismo que se pone de espaldas a las
necesidades de los trabajadores en lucha con el solo
objetivo de lograr alguna “ganancia” para su organización…
aun si esto termina siendo a expensas de las necesidades los
trabajadores mismos [1]. Veamos los hechos.
Dividiendo la asamblea de los tercerizados
Hay
varias pruebas al respecto en ambas organizaciones. Una
importante atestigua contra el comportamiento del PO: haber
roto la asamblea conjunta de los tercerizados. Esto es
un escándalo. Porque el PO, lo que hizo a posteriori de la
muerte de Mariano, fue largarse a una negociación por
separado con el Ministerio de Trabajo con la supuesta
“legitimidad” que para hacerlo le daba el asesinato de
su joven militante. De ahí que el resto de los trabajadores
en lucha se indignaran y que la asamblea se rompiera
llegando incluso a expulsar al abogado del PO.
El
comportamiento del PO se basó (o “justificó”) en un
supuesto falso:
efectivamente Mariano es un compañero de su organización,
por el cual la lucha por el castigo a sus asesinos es una
pelea que hay que llevar delante de manera incondicional.
Sin
embargo, esa circunstancia no le da derechos al PO para
negociar por encima
del colectivo de trabajadores, ni
arrogarse de hecho una representación que no tiene.
Es
que se trata de cosas de orden distinto: si la muerte de un
militante en una lucha obrera le puede dar a tal partido un
reconocimiento o prestigio “moral”
respecto del colectivo de la militancia y el activismo
obrero, eso nada tiene que ver con que esa organización
pretenda erigirse con una representación sindical -o política–
que de ninguna manera le ha sido atribuida por el colectivo
de trabajadores en lucha:
¡puede
aspirar a ello como cualquier otro, pero se lo tiene que
ganar con los métodos de la democracia obrera en las
asambleas y no con burocráticos comportamientos
ultimatistas!
Cuando la muerte de Mariano no parece significar
nada…
Por
su parte, el PTS también se las trae. Sí es más
“vivo” que el PO para cuidarse de este tipo de prácticas
(posando muchas veces de “víctima”), no
deja de ser igual o más instrumentalista que el PO de la
lucha de los trabajadores.
Todavía
tenemos fresco el recuerdo de su vergonzoso comportamiento
cuando el encuentro obrero en Pacheco en el que pretendió
ningunear burocráticamente a los compañeros de FATE. Entre
otras cosas, el PTS
carece del elemental concepto del frente único para
impulsar la lucha, y practica otra variante del mismo
ultimatismo burocrático que caracteriza al PO [2].
Respecto
de los hechos que estamos comentando, un poco su meridiana
idea es que la muerte de Mariano sería algo “accesorio”
que nada ha tenido que ver con la evolución posterior de la
lucha de los tercerizados… Esta
es una redonda ridiculez.
Porque
es un hecho evidente que sin los enfrentamientos del 20 de
octubre, el asesinato de Mariano y la crisis política que
el acontecimiento provocó, las cosas para nada hubieran
tenido el desarrollo que han tenido. Esto más allá de si
esa acción –realmente minoritaria– fue correcta o no
[3].
La
cosa es que la muerte de Mariano ha sido un
hecho político de primera magnitud en la actual coyuntura
que influyó decisivamente en la evolución de la pelea de
los tercerizados; y la pelea por el castigo a los
autores materiales e intelectuales de su asesinato es una obligación de primer orden para el activismo y la izquierda.
El
PTS no parece entenderlo del todo así; o lo comprende sólo
formalmente. Por
ejemplo: la pretensión de anteponer la bandera de la
agrupación ferroviaria que integran algunos de sus
militantes a la de Mariano en la marcha del viernes 20 de
noviembre, justamente llevada a cabo en el mes aniversario
de su asesinato, fue
un evidente error –por decir lo menos…– que sólo
puede atestiguar lo que estamos señalando (esto más
allá del desastre de que la situación se haya dirimido a
palos frente a la TV).
Unificar la lucha
Yendo
más lejos, lo que está en juego aquí es un debate
de fondo que se ha expresado en otros acontecimientos de
la lucha de clases y que hace a cierta “regularidad” en
el comportamiento de ambas organizaciones, y que tiene que
ver con la intervención de la izquierda en los conflictos.
Si
por un lado, el PO tiene una práctica reiterada de tender a
“sustituir” –con acciones minoritarias y muchas veces
“irresponsables”– a la mayoría de los trabajadores;
el PTS, por regla general, ha venido estando por detrás de
las necesidades en los momentos en que “las papas
queman”, sea en determinadas luchas obreras o, incluso,
estudiantiles [4].
El
problema inmediato son las graves
consecuencias que podrían tener estas divisiones. Todo
el mundo sabe que la burocracia de Moyano está operando y
lo propio parece querer hacer una de las fracciones de la
CTA. Para su “incursión”, estos aparatos burocráticos
se están apoyando en la despolitización
general de muchos compañeros, y en intentar usufructuar el
rechazo a la izquierda que estos enfrentamientos puedan
generar en sectores de los compañeros tercerizados.
Entonces,
la única manera de evitar que una u otra ala de la
burocracia ocupe el lugar de la izquierda en la lucha, que
fue la que puso el cuerpo en la pelea junto con los compañeros,
es acabar con estas
prácticas aparatistas vergonzosas.
Es
decir: continuar la pelea por la dirección de la lucha –a
la cual, insistimos, toda corriente de la izquierda tiene
derecho inalienable– pero dentro del marco de reunificar la asamblea de los tercerizados, así como también
establecer una sola comisión negociadora con el Ministerio.
En ese contexto también, toda
corriente tiene derecho de impulsar la corriente o agrupación
ferroviaria que mejor le parezca.
Notas:
1.-
Si Izquierda Socialista ha tenido cierta intervención en
este proceso a partir de su inserción en el ferrocarril
Sarmiento, sus posiciones, por regla general, han estado
“a la derecha del dial”… siendo las más sindicalistas
de toda la izquierda presente en el mismo.
2.-
Su autoproclamación como supuesta “encarnación” del
sindicalismo de bases -cómo ellos llaman al nuevo clasismo
emergente- no deja de ser de antología…
3.-
A nuestro modo de ver, es obvio que la acción como tal fue
un error; esto por su carácter extremadamente minoritario y
de espaldas a lo que habían resuelto la mayoría de los
tercerizados.
4.-
Esto mismo se expresó en los acontecimientos que dieron
finalmente lugar al asesinato de Mariano Ferreyra por parte
de la patota de la Unión Ferroviaria; de ahí que el PO esté
acusando de “cagón” al PTS; y que este esté criticando
al primero por impulsar acciones “minoritarias”. La
realidad es que los dos tienen una parte de la verdad en sus
acusaciones mutuas las que se pusieron al rojo vivo en
conflictos de envergadura como los del Casino y Kraft.