El
PC cubano ha convocado, finalmente, a su demorado VI
Congreso para abril de 2011. La base de discusión es un
folleto de 32 páginas llamado “Proyecto de lineamientos
de la política económica y social del PCC”, que se
supone ha de ser debatido entre diciembre y marzo.
Aquí
nos concentraremos en algunos de los puntos del documento
oficial del PCC, que a nuestro entender muestran una categórica
definición política de la burocracia cubana: un
giro a formas de “socialismo de mercado”, con
reminiscencias del “modelo” vietnamita o chino, que
abren camino a un curso de restauración capitalista en la
isla.
“Lineamientos”
casi de ortodoxia capitalista
Lo
primero que llama la atención al leer los 291 puntos de los
“Lineamientos” es su tono: frío, economicista, casi
tecnocrático. Por páginas y páginas se tiene la impresión
de estar ante un recetario de la más rígida ortodoxia
neoliberal escrito por gurúes del management capitalista.
Las consideraciones políticas son escasas y rituales; no
queda ninguna duda de que la burocracia cubana quiere, como
dijo Raúl Castro, que el VI Congreso se concentre en
resolver los problemas de la economía. Como era de esperar,
falta completamente hasta la mera mención de cómo fue que
la economía cubana llegó a esta situación. Por supuesto,
hay sobradas referencias al bloqueo yanqui, a las catástrofes
naturales y a la baja del precio de los productos de
exportación de Cuba. Pero a cualquiera que pretenda
discutir seriamente la crisis cubana se le hace evidente que
falta lo principal: el
esquema económico seguido por la isla es inseparable de la
orientación y el régimen político que le imprimió por décadas
la dirección del PCC.
Desde
el punto de vista marxista, es impensable discutir los
problemas de una economía “socialista”, o “de
transición”, o, como opinamos nosotros, no capitalista
pero de transición al socialismo bloqueada
por la gestión burocrática, sin considerar la
orientación política.
¿O acaso en un régimen supuestamente “socialista” la
economía funciona separada
de la gestión política? ¿La situación de la economía
cubana se debe exclusiva o esencialmente al bloqueo, los
huracanes y el bajo precio del níquel?
La
respuesta de la burocracia del PCC es sorprendente: hay otro
gran culpable, que son los trabajadores cubanos. Leyendo los “Lineamientos”, la
conclusión que se desprende es que los trabajadores cubanos
son a) ineficientes y poco productivos, b) holgazanes o poco
esforzados, y c) dispuestos a aprovechar de manera
individualista y artera los cuantiosos beneficios que les
provee el generoso Estado cubano (con el cual la burocracia
se identifica y del cual deja afuera a los trabajadores,
contradiciendo cualquier principio socialista). A tal diagnóstico,
tal tratamiento: las referencias a la necesidad del
“incremento de la productividad y la eficiencia”, la
“generación de divisas”, el “aumento de las
exportaciones y sustitución de importaciones”, la
“reducción de gastos y subsidios innecesarios” se
cuentan por decenas.
En
cambio, las palabras “socialismo” o “socialista” se
mencionan exactamente seis veces. Tres de ellas son
simples actos rituales (como se ve, no se insiste mucho, a
diferencia de otros discursos a la medida de la izquierda
latinoamericana admiradora de los Castro). Las otras tres
son harto significativas. En la introducción de los
“Lineamientos” se da una definición sencillamente
pasmosa: “El socialismo es igualdad de derechos e
igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos, no
igualitarismo”. ¡Ésa es exactamente la
definición clásica del liberalismo, no del
socialismo! En el punto 2, se aclara que el “modelo de
gestión” debe “reconocer y estimular, además de la
empresa estatal socialista”, a otras formas económicas,
como empresas de capital mixto, cooperativas,
cuentapropistas, etc. Y el punto 53 nos regala otro sesudo
precepto “teórico” de la burocracia cubana, que
demuestra no haber aprendido nada desde la constitución de
la URSS stalinista de 1936, al definir la “ley de
distribución socialista” como “de cada cual según su
capacidad, a cada cual según su trabajo” (!!). La verdadera
ley de distribución socialista, desde Marx, es,
naturalmente, a cada cual según sus necesidades,
es decir, una retribución no proporcional
a, sino divorciada de
la contribución individual en trabajo. Esto es
posible cuando la base material y la productividad del
conjunto de una economía socialista (o en verdadera transición
al socialismo) así lo permiten.
Por
supuesto, Cuba está a milenios
luz de semejante situación, por lo que no tiene nada de
raro que los trabajadores sean retribuidos “según su
trabajo”. Pero presentar esta “ley de distribución”
perfectamente capitalista y conforme a la ley del
valor como si fuera un principio socialista es uno más de
los disparates teórico-políticos de la burocracia. Lo peor
de todo es que se llena de lodo así al socialismo –con la
inestimable asistencia del coro admirador de los Castro,
como veremos luego– en nombre de la… “renovación del
socialismo”.
Un
ajuste antiobrero y antipopular salvaje, pero eso sí,
“socialista”
Las
medidas económicas que proponen los “Lineamientos” para
la “discusión” –en realidad, son decisión tomada por
la burocracia– harían las delicias de Cavallo y Thatcher
en el pasado o de los patriarcas del ajuste neoliberal en la
Europa de hoy, y muestran que la burocracia, en su camino de
hacia la “vía vietnamita” o china, ha tirado por la
borda todo escrúpulo. Por empezar, y aunque no figure así
en los “Lineamientos”, la medida más dura ya está
decidida sin discusión: eliminar
hasta un millón de puestos de trabajo en el sector
“presupuestado y estatal” (es decir, bajo planificación
burocrática), empezando por 500.000 puestos en 2011. Esto
fue anunciado, irónicamente, por… la Central de
Trabajadores de Cuba (ver SoB 186). Estamos hablando del 20%
de la fuerza laboral cubana.
¿Adónde
va a ir a parar toda esa gente? Pues a los nuevos
“microemprendimientos” y formas de cuentapropismo que
con su flexibilidad característica le ofrece la burocracia
a los trabajadores despedidos. Claro que un programa
similar, a mucha menor escala, fracasó rotundamente por
razones que las víctimas del ajuste capitalista en América
Latina conocen muy bien. Es sabido que el autoempleo
sencillamente no puede compensar los despidos masivos. En
Cuba, para colmo de males, no está prevista ninguna forma
de asistencia bajo la forma de capacitación, provisión de
herramientas básicas o instrumentos financieros. Todo se
improvisa de la manera menos seria. De modo que el destino
de la amplia mayoría de esos despedidos será la calle,
bajo la forma de empleo informal, prostitución (que no para
de crecer) o, en el mejor de los casos, ser mantenidos por
familiares (criterio explícitamente considerado en los
“Lineamientos”), cuando no la mendicidad. En fin, una
“latinoamericanización” de la vida laboral cubana.
Ni
siquiera se prevén mecanismos de contención para esos
cientos de miles de personas. De hecho, lo único tangible
que se les ofrece (además de promesas de “gradualismo”
y de que “nadie quedará a la deriva”) es un subsidio
del 60% del sueldo
durante 5 meses… siempre y cuando se tengan 30 años de antigüedad. A menor antigüedad, menor porcentaje. Una
“indemnización” no al modo del “estado de
bienestar” europeo, o incluso latinoamericano, sino más
bien estilo yanqui: “Está despedido”… y váyase con
lo puesto.
Los
“Lineamientos” burocráticos son inequívocos. En la
introducción se habla de “eliminar las planillas infladas (…) y producir una reestructuración
del empleo, incluidas fórmulas no estatales, aplicando
un tratamiento laboral y salarial a los trabajadores
interruptos que elimine
los procedimientos paternalistas”. ¿Está claro? Si
usted es un “trabajador interrupto” (¡vaya eufemismo
por “despedido”!), no espere nada del Estado, porque se
acabó el “paternalismo”.
Hay
más: “Las empresas estatales que muestren sostenidamente
en sus balances financieros pérdidas, capital de trabajo
insuficiente (…) serán sometidas a un proceso de liquidación” (lineamiento 16). ¡Empresa que da pérdida, empresa
que cierra! Y las “unidades presupuestadas” (las que
brindan servicios y no producen bienes) serán reducidas
“hasta el número mínimo
que garantice el cumplimiento de sus funciones asignadas,
donde prime el criterio de máximo
ahorro de personal y Presupuesto” (31). Todo parecido
con nuestros viejos conocidos planes de achique del Estado
no es mera coincidencia. Además, se eliminan los subsidios
por pérdidas y se ata la remuneración del trabajador a los
resultados (19).
Estos
brutales criterios de austeridad en los gastos del Estado
cuando de los trabajadores y la población en general se
trata aparecen en cada uno de los capítulos de los
“Lineamientos”: “Resulta imprescindible reducir
o eliminar gastos excesivos en la esfera social”
(132); “las condiciones que se creen para que los
trabajadores puedan estudiar son bajo el principio de que
debe ser a cuenta del
tiempo libre del trabajador y a partir de su esfuerzo
personal” (142; esto significa adiós becas, y suena
también muy “socialista”); “eliminar subsidios y
gratuidades indebidas” (61; ¿quién decide si los
subsidios son “debidos” o “indebidos”);
“garantizar que la protección de la asistencia social la
reciban personas que realmente la necesitan (…) por no
contar con familiares que brinden apoyo, y eliminar
prestaciones que puedan ser asumidas por las personas o sus
familiares” (165); “eliminar tratamientos paternalistas
y estimular la necesidad de trabajar y reducir los gastos
del estado” (159) “la construcción de nuevas viviendas
deberá organizarse bajo la adopción de modalidades que
incluyan una significativa proporción del esfuerzo propio,
así como otras vías no estatales” (276), y así hasta el
infinito.
Los
llamados a incrementar la productividad y eficiencia, en
todos los casos, apuntan a reducir gasto estatal y tienen
como objetivo casi confeso una ampliación de la desigualdad
social (claro, porque el “igualitarismo” no es
socialista). El punto de partida es conseguir “un
crecimiento de la productividad
del trabajo que supere
el crecimiento del ingreso
medio de los trabajadores” (42). Dicho en lenguaje
marxista, más explotación, pero
no en pos de una “acumulación originaria socialista”
que en la isla jamás tuvo lugar, sino como fuga hacia
formas económicas cada vez más emparentadas con el
capitalismo.
Justamente,
parte decisiva del plan de austeridad y antiigualitarismo es
la eliminación de la famosa libreta de racionamiento, que si bien era
notoriamente insuficiente al menos proveía una canasta de
alimentos y ayudaba a complementar el magrísimo ingreso
medio (17 dólares por mes). Y esto en el marco de habrá
cada vez más productos que sólo se conseguirán con moneda
convertible o a precios no subsidiados. En efecto, “la
formación del precio de la mayoría de los productos (agrícolas,
MY) responderá a la oferta y la demanda y, como norma, no
habrá subsidios” (177).
¿Por
qué se elimina esta tradicional herramienta social? Según
la burocracia, porque los cubanos son unos aprovechadores y
ventajeros, dado que esta “forma de distribución normada,
igualitaria y a precios subsidiados, que favorece
tanto al ciudadano necesitado como al no necesitado,
induce a las personas a prácticas de trueque y reventa, y
propicia un mercado subterráneo” (162)
¡Es
el colmo! La ineficiencia pavorosa de la burocracia para
organizar la economía, amén de sus privilegios, obligan a
todos los “ciudadanos” a caer en la condición de
“necesitados” (los únicos “no necesitados son
justamente los burócratas). Y las prácticas a las que
deben acudir, que son de mera supervivencia en una economía
de penuria y escasez crónicas, son denunciadas como
inmorales por los mismos burócratas corruptos que
administran el saqueo al Estado y el mercado negro.
No
tenemos espacio para desarrollar aquí el tercer eje de los
“Lineamientos” (para la burocracia, el primero en
importancia económica), que es la generación de divisas a
como dé lugar, con el aumento de las exportaciones y de la
sustitución de importaciones como objetivo supremo. Baste
señalar que de lo que se trata aquí es de “aumentar la
credibilidad del país (…) mediante el estricto
cumplimiento de los compromisos contraídos”. ¡Y la
dirección cubana era la abanderada, en los 80 y 90, del
rechazo de la deuda externa en toda Latinoamérica! En casa
de herrero…