El
miércoles 8 de diciembre se cumplieron 30 años del
asesinato de John Lennon. Este 30 de octubre habría
cumplido 70. Queremos aprovechar la ocasión para hacer una
reivindicación de este gran artista y luchador inglés.
De
su valor musical no hace falta decir una palabra; difícilmente
alguien niegue que se trate de uno de los músicos más
grandes de la historia, y quien tenga dudas allí tiene a
The Beatles, el grupo que en siete años se ganó un lugar
en la primera plana de un siglo tan inabarcable como el XX.
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Lennon era simpatizante de una organización
trotskista británica liderada por Tariq Ali. En la foto,
junto a Yoko Ono, en una manifestación de apoyo a los
luchadores irlandeses. Lleva el periódico
de esa organización –Red Mole (El Topo Rojo)– que dice: “Por el IRA,
contra el imperialismo británico”.
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Lo
que nos interesa destacar, por distorsionado y a menudo
olvidado, es su igualmente enorme valor político, que,
ligado a aquel otro, hizo de John la persona única que fue.
Lennon no fue un pacifista hippie e ingenuo como la
mirada oficial cuenta: fue un revolucionario, marxista,
internacionalista, que colaboró con grupos de “izquierda
radical”
de Estados Unidos, Irlanda e Inglaterra, además de su
mundialmente conocida militancia contra la ocupación yanky
de Vietnam, y alguien que como pocos supo atar en un mismo
maravilloso lazo el arte y la revolución.
Si
bien en sus primeros años con los Beatles eligió la fórmula
de hacer música sin contenido político para lograr la fama
mundial e incluso una condecoración de la Corona Británica
(la cual devolvió en 1969 en protesta por la participación
inglesa en el conflicto Nigeria-Biafra y en Vietnam), el
propio John acabó con la trivialidad de su imagen generando
su primera gran polémica, la afirmación de que los Beatles
eran “más grandes que Jesucristo”, y empezando a hablar
directamente de política en sus canciones, como en “Revolution”,
canción doblemente controversial puesto que critica al maoísmo
de la época y ha sido por eso malinterpretada como
conservadora desde cierta óptica de izquierda.
Pero
sin duda fue, al romper con los Beatles, y más precisamente
al unirse a la artista de vanguardia Yoko Ono, cuando su
propia conciencia política maduró y cuando perdió el
temor a expresar por completo sus inquietudes existenciales
y políticas. De allí en más el arte fue en las manos de
Lennon un arma dirigida contra todas las opresiones.
El
activismo de Lennon contra la guerra de Vietnam pasó a la
historia por acontecimientos épicos como su luna de miel
con Yoko convertida en “huelga en la cama” (bed-in)
por la paz, y por canciones como “Dale una oportunidad a
la paz” (Give peace a chance), la cual se convirtió en el himno del
movimiento anti-guerra, así como la intervención de
espacios publicitarios en las calles de Nueva York, Tokio,
Roma, Atenas y Londres con la sola frase “La guerra ha
terminado (si así lo quieres)”. Pero este antibelicismo y
antiimperialismo –con el que enfrentó también la ocupación inglesa de
Irlanda con canciones como “Domingo, sangriento domingo”
y “La suerte de los irlandeses”–
fue sólo una de las múltiples luchas que llevó desde las
canciones hasta las movilizaciones. Su feminismo se retrata
en “La mujer es el negro del mundo” (Woman
is the nigger of the world), donde John hace una
implacable denuncia a la sociedad patriarcal en la que
vivimos; su espíritu revolucionario estalla en “El poder
para el pueblo” (Power
to the people) y su identificación con la clase
obrera, que declaró en varias entrevistas, se vuelve canción
en “Héroe de la clase obrera”
(Working class hero).
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Lennon y
Yoko Ono, frente al famoso cuadro de
la bandera de EEUU con
calaveras en vez de
estrellas.
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John
se hizo gran amigo de militantes radicales
como los yippies
Jerry Rubin y Abbie Hoffman, el líder de las Panteras
Negras, Bobby Seale, y gracias a su participación en un
festival por la libertad de John Sinclair (miembro de las
Panteras Blancas) en 1972, el hombre fue liberado tres días
después. Además John contribuyó económicamente a varias
organizaciones y campañas en EEUU, Inglaterra e Irlanda,
siendo suscriptor de Red Mole entre otros periódicos de izquierda. Incluso le donó
un millón de dólares al cineasta chileno Alejandro
Jodorowsky por el valor antiarmamentístico de su película
“El Topo”.
Con
todas estas cualidades y acciones, Lennon se ganó la
persecución del FBI y la CIA, quienes durante años
trataron de expulsarlo de EEUU sin éxito. Pero más tarde
consiguieron el triunfo de la forma más obvia y directa: en
1980 Lennon fue asesinado de cinco balazos por un tal Mark
Chapman, supuestamente autor solitario del crimen debido a
su locura, pero que milagrosamente pasó por la Aduana de
EEUU sin que nadie notara su arma, y además, había sido
usado en experimentos psicofarmacológicos de la CIA.
Para
culminar el homenaje y para seguir burlando a estos
asesinos, rescatemos el valor de su canción más inmortal:
“Imagine”.
Si quitamos la aureola de pacifismo barato con la que fue
prudentemente cubierta, la letra de “Imagine”
es una profundísima propaganda socialista,
sintetizada en apenas un puñado de frases como sólo lo podía
hacer un genio sin parangón. La primera estrofa derriba a
la religión y el idealismo, la segunda muestra lo absurdo
de dividir a la humanidad en países, y la tercera va
directo contra la propiedad privada, razón del hambre y la
envidia, predicando la fraternidad del hombre. ¿Cómo no
querrían los cobardes imperialistas asesinar a un
revolucionario tan capaz?