Los
incidentes de la estación Constitución
Cuando
los ánimos se caldean
“La
Fraternidad amenazó con parar todo si avanza la incorporación
de los tercerizados. ‘No podés meter gente sin hablar con
los sindicatos’ se sinceró el secretario de Transporte,
Pablo Schiavi” (Adriana Meyer, Página 12, 24-12-10).
Los
ánimos están caldeados y no solamente por el infernal
calor veraniego de estos días. El pasado miércoles 23 de
diciembre, víspera de Navidad, cuando cerrábamos nuestra
edición, estallaron graves incidentes en Constitución,
cabecera del Ferrocarril Roca. Desde el mediodía, un sector
de compañeros tercerizados de dicha línea, acompañados
por algunas organizaciones de la izquierda, realizaron un
corte de vías en reclamó por el incumplimiento
por parte del Ministerio de Trabajo del acta-compromiso de
pase a planta permanente que debió haberse concretado el
pasado lunes 20 y que hasta el momento sigue
en veremos para un amplio sector de compañeros.
En
este editorial trataremos de dar una somera visión de
conjunto que explique “estallidos” como el de Plaza
Constitución (y otros que podrían sucederse por los cortes
de luz, por ejemplo) al tiempo que proponer
un
curso de acción que sirva al relanzamiento de la lucha de
los tercerizados ferroviarios.
Bajo el signo de la polarización social
Para
entender correctamente acontecimientos como los de Plaza
Constitución hay que partir por separar
la paja del trigo. La circunstancia es que los hechos
del miércoles 23 parecieron una
puesta en escena para llevar los resultados contra los
tercerizados en lucha.
La
realidad es que alrededor de acontecimientos como los del
Parque Indoamericano, o ahora los de la estación Constitución,
sectores patronales más de derecha y los medios de
comunicación que les responden, pretenden aprovecharlos
para presionar al gobierno de Cristina para que vaya
hasta el final en la instrumentación del giro conservador
en el que está involucrado después de la muerte de
Kirchner.
Parte
de esta “presión” es el aprovechamiento reaccionario de
determinadas circunstancias de “desborde social” para
montar una escalada
de provocaciones que fuerce un giro a la derecha más
pronunciado en la actuación del gobierno: “Los desmanes
comenzaron cuando un grupo de jóvenes levantó las
persianas de la estación y entró a romper lo que se le
cruzaba. Si el grupo actuó en forma espontánea o aprovechó
el caldo de cultivo del malestar de los usuarios, la cercanía
de la Navidad y el calor para potenciar el estallido es
materia de investigación”.
En
ocasión de la justa ocupación del Parque Indoamericano por
sectores populares sin techo, se instrumentalizó a vecinos
para que aparecieran manifestándose en contra de la misma,
llegando al envío de patotas armadas que se cobraron las
vidas de varios hermanos inmigrantes. En el caso del corte
del Roca, no casualmente apareció en Constitución una
banda de jóvenes saqueadores que terminaron rebalsando el
vaso del hastío de los pasajeros varados por varias horas
en la estación.
La
realidad, a estas alturas, parece ser que maniobras
provocadoras de este tipo han llegado para quedarse como
parte integrante de la actual coyuntura política:
un elemento que no puede dejar de considerarse a la hora de
la realización de las acciones de lucha, al menos en el período
próximo inmediato.
El
hecho es que estamos en una
coyuntura muy particular en el país. La muerte de Néstor
Kirchner y el asesinato de Mariano Ferreyra terminaron
abriendo un período
de mayor polarización política donde la patronal está
intentando imponer un giro a la derecha del conjunto de la
situación sintetizada en el reclamo de “orden”:
“Pocos días después del inicio de los episodios de
violencia social que deparó la toma del Parque
Indoamericano, la estación Constitución fue hoy testigo de
un nuevo desborde, en
el cual el Estado volvió a mostrar sus limitaciones para
garantizar el funcionamiento de un servicio público
esencial y el orden público”.
La
circunstancia específica es que la patronal está
intentando esto –acallar los justos reclamos obreros y
populares– en un país
donde las brasas del
2001 no se terminan de apagar del todo. Es decir, donde
los explotados y oprimidos no dejan pasar impunemente que
los superexploten como esclavos (el caso de los tercerizados
del ferrocarril); que los dejen sin techo donde vivir (el
caso de las ocupaciones de predios); o que le maten compañeros
militantes como Mariano, sin poner “el grito en el
cielo”.
Bajo
el fuego cruzado de esta realidad polarizada de los últimos
dos meses, el gobierno de Cristina K está tratando de
mostrarse como “la mejor prenda de gobernabilidad”. Es
el propio gobierno el que está intentando llevar adelante
la agenda normalizadora concretando un curso hacia la
derecha en su gestión. Claro que no deja de hacerlo con
“sus propios métodos”, por así decirlo. Por ejemplo,
anunciando la creación del Ministerio de Seguridad en compañía
de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Pero
a estas alturas ya es un hecho indisimulable su vocación
política por satisfacer los reclamos patronales más
sentidos de cara a la búsqueda de la reelección en el
2011.
El
pacto social a palos (si es necesario)
“Me
detuve especialmente en lo que dice el acuerdo (con la UOCRA)
de evitar medidas de violencia, como el corte de calles”
(Cristina K, La Nación 21-12-10).
Sin
embargo, las cosas no le están resultando tan simples.
Terminada la coyuntura de “duelo” por la muerte de
Kirchner, el gobierno de Cristina viene siendo
reiteradamente
desbordado por derecha e izquierda. El asesinato de
Mariano, las muertes de los hermanos tobas en manos del
gobernador K de Formosa, Gildo Insfrán, los acontecimientos
del Parque Indoamericano y ahora los incidentes de
Constitución, muestran
a un gobierno que si bien está ensayando él mismo el giro
“normalizador” de la situación del país que está
exigiendo la patronal, no logra “gobernar” del todo los
acontecimientos.
Es
en ese contexto que hay que inscribir las dos medidas más
de “fondo” que Cristina está impulsando en estos
momentos. Por un lado, la proclamación de la necesidad de
un pacto social. Aquí lo que pretende es ensayar un
acuerdo de “paz social” que “modere” los reclamos
obreros el año que viene, a la vez que le sirva como
ancla para la escalada inflacionaria y para garantizar la
continuidad de las súper ganancias empresarias, evitando la
pérdida de competitividad que podría significar el retraso
del tipo de cambio.
La
idea es sencilla: garantizar –vía la burocracia
sindical– que la
masa de la clase obrera ocupada no salga a la pelea en 2011.
Y buscan hacer esto encorsetando a los batallones pesados de
la clase obrera por intermedio de unas paritarias amañadas,
con índices de aumentos lo suficientemente limitados para
que a la vez sirvan como “moderadores” de la creciente
escalada inflacionaria, utilizando a los salarios como
variable de ajuste para este objetivo.
El descaro es que el gobierno está impulsando esto mientras
deja “flotar” libremente precios “sensibles” de la
economía como en el caso de la carne –que aumentó
sideralmente en 2010– o ahora de las naftas.
Es
en ese camino que el 20 de diciembre pasado se firmó una
suerte de “preacuerdo” o “compromiso de paz social”
con un sindicato de importancia: la UOCRA de Gerardo Martínez.
Esto se llevó a cabo con una puesta en escena a todo trapo
en la que participó la propia Cristina Kirchner exigiendo
que “se ponga fin a los cortes de calles”. El mensaje
que dejó aquel evento es muy claro:
aquellos sectores que por cualquier razón osen desbordar las pautas
explotadoras preestablecidas verán caer sobre sus cabezas
“toda la fuerza de la ley”…
Es
precisamente ahí donde se instala el segundo componente de
esta política de demostrar “gobernabilidad” de cara al
2011: la creación del Ministerio de Seguridad. Se trata de
una iniciativa para centralizar la represión, pero haciéndolo
de una manera que muestre
una cara institucional y “legitimada” del castigo
al “conflicto social”. Represión que se verá
incrementada en el próximo período.
El
susodicho pacto social o, al menos, los acuerdos que logren
por sector, serán aplicados a los palos si es necesario en
el 2011: ¡ese es el
mensaje navideño que subliminalmente pretende enviar
Cristina!
El
próximo año estará cruzado –muy probablemente– por la
lucha contra este intento de hacer pagar los costos de la
inflación a los trabajadores y la mano dura contra los que
se atrevan a cuestionarla. Es decir, el intento de “poner
orden” a todo sector que salga por fuera del gobierno y la
institucionalidad y plantee sus reclamos, sean salariales,
de vivienda, salud o de tierras.
Para
esa perspectiva de enfrentamientos más duros y polarizados
hay que preparase y de ahí la necesidad imperiosa de
conformar frentes únicos de lucha.
[2]
Fernando Laborda, La Nación on line, 23-12-10.
[3]
El gobierno busca este objetivo mientras que deja
“liberados” todos los precios que importan en la
economía como acaba de ocurrir con el precio de las
naftas.
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