La
creación del nuevo Ministerio de Seguridad y la designación
de Nilda Garré al frente de él son claros signos políticos
del gobierno. A quienes lo vean como pasos progresivos en la
política de la represión institucional, sólo les podemos
echar un balde de agua fría: son pasos, vía la absorción
absoluta al aparato del Estado de “organismos de DDHH”,
hacia una represión efectiva de la protesta obrera y
popular con el menor costo político posible.
El respaldo que faltaba
En
medio de los sucesos de Villa Soldati, la Presidenta anunció
la creación del nuevo organismo de Seguridad. Desde ese 11
de diciembre –en el festejo por el Día de los Derechos
Humanos– hasta estos días, se reflejó en un vidrio de
doble aumento para que hasta un miope lo pueda ver, este
salto: coptación absoluta por parte del Estado de estos
organismos de defensa de los DDHH.
Aunque
no sea una novedad que organismos como Madres de Plaza de
Mayo (Hebe de Bonafini) y Abuelas sean nuevas secretarías
del gobierno aunque conserven su “marca” pero no su
“calidad”, el anuncio de la creación del Ministerio de
Seguridad hecho por la Presidenta flanqueada por estas
referentes, es un paso más en su adaptación total. No es sólo
simbólico, o en todo caso, el símbolo es bien explícito:
es el aval a la “nueva” política en materia de
Seguridad del gobierno. Estuvieron al lado: no enfrente ni
en la esquina. No fueron sólo a entregar los premios,
fueron a ser garantías de la “nueva” represión.
Con
el nombramiento de Garré, el CELS (Centro de Estudios
Legales y Sociales) se pasó con armas y bagajes a la
administración de la Seguridad K. Esta organización (a la
que perteneció la designada ministra) surge en 1979, bajo
la conducción de Emilio Mignone y Augusto Conte [1], el
primero del PJ y el segundo de la Democracia Cristiana y
padres de desaparecidos, como organismo de derechos humanos.
Estaba integrado por figuras del arco político que también
participaban de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos, pero éste era más amplio; dio cabida a abogados
independientes que surgían en la pelea contra la represión.
Aportaron con su equipo de abogados y personalidades a la
investigación y denuncia de numerosas causas de
desapariciones. Luego de presentar un informe en París el
30 y 31 de enero de 1981 denunciando el terrorismo de
Estado, el 27 de febrero, sus oficinas fueron allanadas,
secuestrados sus archivos y detenidos sus ocupantes y
principales dirigentes.
Con
la llegada de Kirchner al gobierno, acompañó la política
de derechos humanos, siendo querellante y asesor en los
juicios a los represores. Su principal referente público,
el periodista Horacio Verbitsky presentó su libro:
“Fuerzas Armadas y Derechos humanos: una relación
impuesta”, donde explica su política en materia de
seguridad. Un aporte a la campaña del gobierno por la
relegitimación de las FFAA en el Bicentenario.
Pero
con su apoyo al proyecto instrumentado desde el nuevo
Ministerio, su integración pega un salto orgánico. No es
lo mismo apoyar la política del gobierno que pasar a
integrar política y físicamente, un organismo de
Seguridad. Como no lo es para un futbolista jugar en la
Reserva que en Primera división, aunque tenga puesta la
misma camiseta.
El ropaje garantista y democrático
El
Ministerio de Seguridad, al adquirir independencia del
Ministerio del Interior, lo eleva a una jerarquía superior,
en cuanto a la aplicación de sus políticas “propias” y
en cuanto a su accionar.
Este
cambio de rango no es otra cosa que ubicarlo con la
autoridad para actuar bajo el mando directo de su flamante
ministra y de la Presidenta, sin intermediarios molestos, llámense
Aníbal Fernández o algún otro de menor rango. Poner el
mando político “en directo”, en el centro.
“Acuerdo para una Seguridad democrática”: este es el
nombre del proyecto que impulsan llevar adelante el ex
ministro de Seguridad bonaerense Arslanián; el ex jefe de
la Policía Aeronáutica, Marcelo Saín, entre otros
especialistas en el tema y el CELS, que no ocultaron su
alegría emitiendo un comunicado titulado: “Una
oportunidad histórica”. La oportunidad histórica es
encuadrar a la Policía, Prefectura y Gendarmería bajo el
control del poder político. “Si asumí es porque el
control lo voy a tener yo y no otro funcionario”, repitió
la doctora Garré. [2] Las declaraciones y resoluciones que
se sucedieron a partir del momento de su nombramiento van
dando imágenes en dinámica de la política garantista y
democrática. Tampoco es un dato menor el nombramiento de la
fiscal Cristina Camaño, a cargo de la investigación del
asesinato de Mariano Ferreyra.
El
día de la asunción en su cargo, las declaraciones se
asemejaban a las pautadas para una fundación benéfica. El
centro era la creación de una Dirección de Transparencia,
las denuncias contra la corrupción dentro de la fuerza, la
investigación de sus efectivos “malos”. “La represión
no es el recurso para solucionar los conflictos que se
presentan en las sociedades”, expresó la ministra. El
nombrado ministro de Defensa, Arturo Puricelli, acompañó
el tono: “…Lo que se tiene que hacer es trabajar para
consolidar lo hecho en derechos humanos y educación”. [3]
Luego
fueron dando algunas pistas. La ministra empezó a expresar
preocupación por los “derechos y el bienestar”… del
personal policial.
Luego
del nombramiento del nuevo jefe policial fueron más explícitos.
Para prevenir el delito, van a sacar a 6.000 gendarmes a
patrullar las calles del Gran Buenos Aires, en el Operativo
Centinela, rubricado fervorosamente por Cristina.
La
otra resolución que provocó gran alboroto y encrespó al
gorilaje fue la de que la Policía debe actuar desarmada
ante el conflicto social. Junto con esto, resaltaron la
necesidad de buscar el acuerdo antes que la violencia.
Acuerdos
que, como el del Parque Indoamericano, dejó a los ocupantes
con un papelito en la mano para ir a anotarse a un fantasmagórico
plan de viviendas. Para lograr estos acuerdos cuentan con
los punteros peronistas y los burócratas sindicales en el
movimiento obrero.
Una ministra para los tiempos que corren
La
ministra Garré tiene un perfil “setentista”, sustentado
por el gobierno y acicateado por la derecha. Pero su gestión
pública es más cercana a una política burguesa
“normal”. Fue diputada peronista con Cámpora y con
Isabel, siguiendo su carrera en el Frepaso posteriormente,
diputada por este Frente y funcionaria del Ministerio del
Interior en 1999 bajo la jefatura de Federico Storani,
diputada nuevamente en el 2001 hasta desembocar como
funcionaria en el gobierno K.
Una
ubicación de experiencia, idoneidad y adaptación a los
tiempos políticos, para un gobierno que se encamina hacia
un giro conservador, donde las principales espaldas que
tiene que cuidar son las de las instituciones fundamentales,
entre ellas las encargadas de la represión. La doctora Garré
es una buena guardaespaldas de éstas.
Notas:
1.
Augusto Conte se suicidó el 5 de febrero de 1992, quebrado
ante la reciente promulgación de las leyes de impunidad y
el indulto a los genocidas.
2.
Clarín (16/12/10).
3.
Ídem.