Según el PSTU-LIT, el proceso de restauración en Cuba “se
diferencia bastante del que se dio en Rusia y en la mayoría
de los países del Este europeo. En lo esencial la
restauración en Cuba ha seguido el modelo chino. Las
similitudes entre el proceso chino y cubano pueden ser
observadas, fundamentalmente, en cuatro planos. [...] En
primer lugar, las reformas procapitalistas se han ido
haciendo de forma lenta y gradual. En segundo lugar, el
capital externo ha jugado un papel central en el proceso de
restauración. En tercer lugar, las empresas estatales en
ambos países, han jugado, y continúan jugando, un papel
muy importante, de respaldo, a las empresas particulares. En
cuarto lugar, a diferencia de Rusia y la mayoría de los países
del Este, la restauración no se está haciendo sobre la
base de entregar a los obreros y a la población las
acciones de las empresas”. [Hernández, “Cuba en
debate”, Marxismo Vivo Nº 1, septiembre 2000]
Asimismo, Cuba “está en vías de transformarse en una semicolonia, o
directamente en una colonia, del imperialismo”. [Hernández,
cit.] En otro texto de misma corriente se afirma que “Cuba
está perdiendo su carácter de país independiente y marcha
aceleradamente a transformarse en una semicolonia de
los imperialismos europeos y canadiense”. Como este primer
texto de Hernández fue escrito en el 2000 y según su
entender la restauración se habría producido ya a
mediados de los 90, es de suponer que esa marcha tan
acelerada ya ha llegado a su meta. Cuba, entonces, ni
siquiera es un país capitalista pero relativamente
independiente, sino una dependencia semicolonial de la Unión
Europea y Canadá.
Creemos que los “teóricos” del PSTU están muy equivocados.
Cometen un error peligroso: confundir el primer mes de
embarazo con el noveno mes o, peor aun, con el niño
ya nacido. Este error, tanto en medicina como en política,
puede ser de consecuencias fatales.
Efectivamente, la burocracia cubana, presionada por el desastre del
“período especial”, tomó medidas, tanto en relación a
la economía mundial como hacia adentro de la isla, que
en sus manos –es decir, administradas por la
burocracia– abren las puertas a un proceso de
restauración capitalista. Además, la burocracia cubana ve
con admiración los “éxitos” de la burocracia china... ya
convertida en burguesía billonaria, y la presenta como el
ejemplo a imitar.
¡No hay dudas de las intenciones de la burocracia ni del rumbo
que ha tomado, hoy plenamente expuestos en el plan económico
que propone! La cuestión es si ya ha alcanzado esa
meta o, por el contrario, aún le falta bastante.
Ese “gran salto”... hacia atrás, es
precisamente lo que propone llevar a cabo el “Proyecto”
del VI Congreso.
Ese es el punto crucial que –no por causalidad– se les escapa a los
increíbles “teóricos” del PSTU-LIT. ¿Si el
capitalismo ya está restaurado desde 15 ó 20 años, para
qué entonces el actual plan restauracionista?
Es que el problema no es hacer la suma y resta de medidas económicas
aisladas (que efectivamente en manos de la burocracia son
peligrosas y han ido pavimentando el curso restauracionista)
sino empezar por responder una simple pregunta: ¿Dónde
está la nueva burguesía cubana? ¿Vive en la
clandestinidad? ¿Vive en Canadá y/o Europa?
Por eso, poner ya un signo igual entre Cuba y China es un
disparate. ¡Un despropósito que además renuncia a
la lucha por impedir una restauración “a la China”,
porque la da por hecha!
La nueva burguesía china tiene domicilios conocidos, opera en la bolsa
de Shangai (una de las más importantes del mundo), preside
empresas billonarias absolutamente privadas de las
que no son meros administradores burocráticos que meten la
mano en las sombras (como hacen los burócratas cubanos),
sino que ya son sus propietarios legales en
todo el sentido capitalista de la palabra. La nueva gran
burguesía se originó principalmente de la misma burocracia
maoísta (y sigue fusionada con ella), pero ya no son
meros burócratas más o menos privilegiados y/o
enriquecidos.
En Cuba, ni siquiera a la escala modesta de la isla, puede hablarse
todavía de un fenómeno social semejante. ¿O sería el
primer caso de un país semicolonial cuya burguesía no es
nativa, sino europea o canadiense?
Eso no significa que el curso de la burocracia cubana no apunte hacia
esa meta (además, los burócratas, robando a cuatro manos,
están haciendo su “acumulación” en vistas a dar el
salto a propietarios de los medios de producción y
cambio). Pero esto aún no han llegado: en esa
perspectiva se hace el VI Congreso. ¡Y este hecho es
decisivo para tener una política revolucionaria en relación
a Cuba!
En verdad, la burguesía cubana existe... Pero, por
ahora, vive en Miami (donde forma parte de la
burguesía yanqui). Aún no vive en La Habana, ni en
Ottawa, ni en París, ni en Londres. Y ése es uno de los
principales obstáculos para llegar a un “arreglo” entre
la burocracia de La Habana, por un lado, y Estados Unidos
(con sus burgueses cubano-estadounidenses de Miami), por el
otro.
Pelean por un punto crucial: ¿quién va a ser la
nueva burguesía en la isla? ¿Los “gusanos” de
Miami, recuperando sus propiedades, o un sector de los
actuales burócratas que, al estilo chino, se hagan
finalmente propietarios in toto?
La Iglesia Católica, con un pie en Miami y otro en La
Habana, está gestionando abiertamente un acuerdo entre
ambas partes. Pero esto no es fácil, porque además
se combina con el problema del grado de dependencia hacia
el imperialismo yanqui que resultaría finalmente.
Este es otro disparate del PSTU-LIT. La independencia
nacional conquistada en la Revolución del 59 aún básicamente
se mantiene, tanto en relación EEUU como a la Unión
Europea. Frente a Cuba, EEUU y la UE hacen un juego bastante
coordinado, en el que Washington esgrime el garrote y
Bruselas la zanahoria: tiende los puentes de negociación
(junto con la Iglesia Católica) hacia la burocracia. Pero
ese papel no ha impedido a la UE disponer una serie de
sanciones paralelas a las de EEUU. En cuanto a la hipótesis
de Cuba como semicolonia canadiense, es tan poco seria que
no vale la pena ocuparse de ella.
La propuesta del PSTU-LIT: unidad de acción... con
los “gusanos” de Miami
El error del PSTU-LIT de que no hay nada que defender en Cuba
–ni siquiera su independencia nacional–, lo lleva a
posiciones políticas aberrantes.
Como
Cuba sería ya un país capitalista (y además
semicolonial), su gobierno sería entonces “una
dictadura capitalista” como la de “Argentina, en
1976-82” [Boletín Electrónico LIT-CI Nº 125,
15/03/10].
A partir de igualar la dictadura de Videla con el
actual régimen cubano, el PSTU-LIT llega a las
siguientes conclusiones:
“Cuba no es más un estado obrero con un régimen
burocrático, sino un estado capitalista gobernado por una
dictadura. Hoy, el centro de nuestro programa de
reivindicaciones para Cuba es de lucha frontal contra la
dictadura y por las más amplias libertades democráticas...
“Todo revolucionario que lucha contra el capitalismo y
por el poder a la clase obrera sabe que hay que diferenciar
los distintos regímenes de un estado capitalista. Por
ejemplo, una dictadura burguesa de un régimen democrático-burgués.
Frente a las dictaduras burguesas, luchamos por las
libertades para diferentes sectores sociales.
“Por ejemplo, en Argentina, en 1976-1982... había
sectores burgueses opositores a los regímenes
dictatoriales. ... En esas situaciones, luchamos por las más
amplias libertades democráticas para todas las corrientes
opositoras, incluidas las burguesas... En esos casos, los
revolucionarios llamamos a una amplia unidad de acción,
incluso con esos sectores burgueses, para combatir a las
dictaduras... En el caso actual de Cuba, estamos frente a
una situación semejante.”[Boletín, cit.]
Pero sucede que la única burguesía cubana que
existe en el mundo vive en Miami... y además es parte
orgánica de la burguesía imperialista de EEUU.
Son los llamados “gusanos”.
Son esos los únicos “sectores burgueses”
opositores. Pero además, los “gusanos” y sus
descendientes no son hoy una burguesía
“latinoamericana” cualquiera, común y corriente. Al
fugarse a EEUU, terminaron adquiriendo la ciudadanía y asimilándose
a la burguesía
imperialista yanqui, de la que hoy forman parte
con cierta influencia política.
La burguesía cubano-estadounidense se ha caracterizado
por alentar posiciones de ultra derecha. ¡Son
imperialistas rabiosos, que consideran a Obama un
pusilánime (o un “comunista” encubierto) porque no
manda ya mismo los marines a invadir Venezuela! Los
“democráticos” burgueses cubanos fueron un sostén
fundamental de Bush –su hermano Jeb era el gobernador
de Florida– y encabezaron en EEUU el apoyo al golpe
gorila en Honduras.
Su programa en relación a Cuba no sólo es recuperar sus
propiedades sino también volver al status de virtual
protectorado colonial que tenía la isla.
¡El PSTU-LIT propone hacer
con esa gente “una amplia unidad de acción”!
Crítica
al PTS-FT
La
lucha contra la restauración capitalista y la defensa de
las conquistas de la Revolución Cubana no pueden consistir
en inventar un “estado obrero” que no existe
La corriente PTS-FT ha publicado un
conjunto de textos en relación a la crisis de Cuba.[1] A
diferencia de la LIT, el PTS se coloca en una posición “defensista”
en relación Cuba, lo que en principio está bien. El
problema es que exagera desmedidamente tanto la naturaleza
de las conquistas de la Revolución de 1959, como lo que
resta de ellas.
Esta exageración no es
simplemente cuantitativa sino cualitativa. De la
misma manera que los católicos creen que en la hostia y el
vino consagrados están la verdadera carne y sangre de
Nuestro Señor Jesucristo, el PTS-FT cree que tras las
instituciones burocráticas del estado cubano existe nada
menos que un “estado obrero”, aunque “deformado” por
ellas.
Desde esa perspectiva, se deshace en
alabanzas a las formas más extremas de la economía de
comando burocrática, que ha sido sólo una de la
variantes (desastrosas) entre las que fue bamboleando la
burocracia cubana, que ahora ha resuelto solucionar todo
volviendo al capitalismo, como antes hicieron sus colegas de
China.
Directamente relacionado con esto, el
PTS subestima los niveles de pérdida de las conquistas reales
de la Revolución, como el grado de igualdad, dignidad,
salud, educación, alimentación, etc. Y sobre todo
subestima los resultados de todo eso: el peligroso grado de descomposición,
anomia y descreimiento a que el régimen burocrático
ha llevado a la sociedad.
Coincidimos en que la restauración
capitalista en Cuba sería una importante derrota para los
trabajadores (y no sólo los de la región). Pero, para
“la defensa activa de las conquistas de la revolución
cubana contra el imperialismo y los planes restauracionistas
de la burocracia”, hay que partir de la realidad tal
cual es y no de un doctrinarismo alejado de ella.
Asimismo, defender lo que no existe lleva
a confusiones que no contribuyen a la defensa de lo que realmente
resta de la revolución de la revolución del 59, en primer
lugar, la independencia nacional y, muy deteriorada,
la propiedad nacionalizada, y otras conquistas como
el empleo, etc. Además, el punto de qué queda para
defender, es inseparable del cómo defenderlo.
Hacer otra cosa, no ayuda ni a la lucha
contra la restauración en Cuba ni, menos aún, al
relanzamiento de la lucha por el socialismo en este siglo,
que obligatoriamente debe tomar en cuenta el porqué de
los fracasos de las experiencias iniciadas en el siglo
XX.
¿Dónde estamos parados?
El PTS-FT subestima el fenómeno que
Trotsky había advertido tempranamente en la sociedad soviética
bajo el stalinismo, y que décadas más tarde marcó la
transición al capitalismo en la ex URSS, el Este y
China. Hablamos del grado de anomia, descomposición y
descreimiento a que el régimen burocrático ha llevado
a la sociedad.
En su extenso “Suplemento”, el PTS
dedica poco lugar a este fenómeno impactante, que
viene en crecimiento desde hace años, y al que nosotros, en
nuestros análisis, hemos dado importancia capital, cómo
prólogo a la restauración capitalista.[2]
Este fenómeno tiene múltiples
expresiones. Una de las más vergonzosas es el retorno
masivo de la prostitución. Su erradicación fue una de las
conquistas más destacadas de la Revolución, teniendo en
cuenta que bajo la bota del imperialismo yanqui la isla había
sido convertida en el prostíbulo de EEUU.
Pero esa descomposición no se trata ni
exclusiva ni principalmente de cuestiones “morales”,
sino estructurales, que nos remiten a la propiedad
nacionalizada, su naturaleza, cómo fue siendo administrada
por el supuesto “estado obrero”, y sobre todo cuál
es hoy la actitud hacia ella de los distintos sectores
sociales. El análisis del PTS reduce esto a la
“corrupción en las filas de la burocracia”, mencionando
también al pasar la “apatía obrera frente al
trabajo”... pero la cosa es mucho más grave y profunda.
En ese sentido, Cuba no está en “una
economía de transición [al socialismo] aunque burocráticamente
planificada”[3] –una definición que salta a la vista
como delirante confrontada con la realidad–, sino
en una transición al capitalismo... que ahora la
burocracia quiere consumar cuanto antes!
La verdadera situación la resume un refrán
popular en boga en los ex “países socialistas” de
Europa, y que hoy es plenamente aplicable a Cuba: “la
propiedad de todos no es de nadie y se la roba el más
vivo”. Esta actitud ante la “propiedad estatal
socialista de todo el pueblo” –definición tan falsa
como grandilocuente de la Constitución cubana– abarca
hoy, efectivamente, “a todo el pueblo”... aunque
de distintas formas.
Para los burócratas, esto significa robar
a gran escala, para estar bien provistos cuando la
transición al capitalismo llegue a su meta. Pero para los
obreros esto no implica simplemente “apatía” en el
trabajo, como cree el PTS. Además del robo a pequeña
escala ampliamente extendido, implica también algo mucho
más peligroso: que, como sucedió en los otros “países
socialistas”, las privatizaciones masivas –paso
fundamental al capitalismo– podrían no tener
resistencia.
El descreimiento y descontento
generalizado entre los trabajadores y sectores
populares, especialmente en la juventud, es en buena medida
la expresión en la conciencia de este fundamental hecho estructural:
la relación de las masas trabajadoras con la (supuesta)
“propiedad estatal socialista de todo el pueblo”... y, más
ampliamente, de cómo son las relaciones de
producción en el estado burocrático.
El “restaurómetro” del PTS y las
alabanzas a la economía de comando burocrático
La venda sobre los ojos que significa definir hoy a Cuba
como un “estado obrero deformado” con “una economía
de transición [al socialismo] aunque burocráticamente
planificada”, explica otros dos hechos: 1) el modo que
tiene el PTS de medir el curso restauracionista; 2)
sus alabanzas a las formas más extremas de economía de
comando burocrático. Esto deriva en una incomprensión
radical de las “relaciones de producción” existentes en
Cuba tras la expropiación del capitalismo...
Ambos puntos están estrechamente relacionados. El PTS
describe minuciosamente los vaivenes del curso
restauracionista de los últimos 20 años. Pero los mide según
el grado de centralización burocrática de la economía
(cuya inversa sería su grado de descentralización y
“mercantilización”). Significativamente, es el mismo
“restaurómetro” que usa el PSTU-LIT, sólo que
en este último la aguja marca ya el paso al capitalismo.
Brevemente: contra más centralización burocrática,
habría más “socialismo”: el estado “obrero” más
avanzaría en la “transición”...
Con esa concepción, el PTS hace el panegírico de la forma
más extrema que adoptó en Cuba la economía de
comando burocrático, que fue la sostenida por el Che
Guevara como ministro de Industria y que expuso en el famoso
debate de 1963/64.
“En
los primeros años de la revolución –sostiene el PTS–,
la subordinación a la burocracia estalinista de la Unión
Soviética fue cuestionada parcialmente por el Che
Guevara... [Guevara] se opuso a la orientación conocida
como “cálculo económico”...
basada en los fundamentos de la reforma Liberman en
la Unión Soviética... Contra esta orientación... el
Che defendió la centralización y la planificación de la
economía.”[4]
Como sucedió
en la URSS stalinista y luego en China y Cuba, los
administradores burocráticos fueron bamboleando entre dos
extremos: la economía de comando burocrática, ultra
centralizada desde arriba, y los que se ha llamado el “socialismo
de mercado”.
Lo que
defendió el Che, fueron las formas más exageradas
de la economía de comando burocrático.[5] Más allá
de sus diferencias, Guevara y sus contradictores coincidían
en algo fundamental, esencial: que no era la clase
trabajadora la que debería decidir todo, organizada
en una democracia obrera y socialista. Ambas partes
sostenían la misma concepción verticalista, donde,
en este caso, en la cúspide, estaba el “Comandante en
Jefe” o “Líder Máximo”... El Che sintetizaba así
este mecanismo, de consecuencias económicas fatales
para interesar a los trabajadores en la producción, elevar
así la productividad, y avanzar en la transición al
socialismo:
“La masa –decía el Che– realiza con entusiasmo y
disciplina sin iguales las tareas que el gobierno fija...
La iniciativa parte de Fidel o del alto mando de la
revolución y es explicada al pueblo que la toma
como suya...
“Sin embargo, el estado se equivoca a veces
(!!!). Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota
una disminución del entusiasmo colectivo... y el trabajo se
paraliza hasta quedar reducido a magnitudes
insignificantes...
“Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar
una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión
más estructurada con las masas. Debemos mejorarla durante
el curso de los próximos años pero, en el caso de las
iniciativas surgidas de estratos superiores del gobierno,
utilizamos por ahora el [mecanismo] casi intuitivo de
auscultar las reacciones generales frente a los
problemas...”[6]
Al Che, en la búsqueda de ese “mecanismo” aún
desconocido de “una conexión más estructurada con las
masas”, ni se le ocurre considerar la opción de la
democracia obrera. La democracia obrera y socialista
estaba totalmente por fuera de su horizonte de
ideas. ¡Si hay que “intuir” lo que las masas
piensan y sienten, es porque están mudas, porque no
tienen modo de tomar la palabra en ese estado burocrático!
En vez de democracia obrera, el Che
hablaba de incentivos
“morales”.
Pero esto, en manos de una burocracia de estado, finaliza
siendo un discurso hueco, en el que las masas trabajadoras
creen cada vez menos. Es que no explica por qué, en el
supuesto “socialismo”, las masas finalmente no mejoran
su situación y además crecen las diferencias entre los de
arriba y los abajo.
El Che era una variante empírica situada a la
izquierda de la burocracia de Moscú. Pero esto no
quiere decir que se opusiera a ella desde posiciones
socialistas revolucionarias, que nada tienen que ver
con la economía de comando burocrática, ni con el
socialismo de mercado.
La democracia obrera y socialista –que para
Trotsky, como veremos, era componente fundamental del
modo de producción en la transición– era algo que
Guevara ni siquiera podía concebir.
Pero lo que aquí nos interesa es
comprobar cómo el enredo del PTS con su imaginario
“estado obrero deformado” (que aún hoy seguiría “en
transición al socialismo”), lo lleva a hacer un panegírico
de la economía de comando burocrático, que implica
la negación total de la democracia obrera.
Estado, democracia obrera y “relaciones de producción”
en la transición
La concepción de Cuba como “estado obrero deformado”
minimiza la magnitud del problema de la transición y en
especial de su economía. En resumen, para el PTS existe
primordialmente una “gestión burocrática de la economía”,
que es “lo contrario de una planificación
eficiente”.[7] ¡En la cúspide del “estado
obrero deformado”[8] hay un gestor ineficiente que se
mantiene allí gracias a un régimen burocrático! Si
cambiamos ese régimen mediante una “revolución política”,
todo se arreglaría en el “estado obrero”...
Lamentablemente esta “cajita feliz” del PTS tiene poco
que ver con la realidad de Cuba y la magnitud de sus
problemas.
El capitalismo, al escindir las esferas de la economía y
la política, puede con relativa facilidad cambiar de
régimen político –por ejemplo, pasar de una dictadura a
una “democracia”– sin que eso signifique un cambio en
las relaciones de producción... ni por lo tanto en
el carácter social del estado. Bajo uno u otro régimen
seguirá lo mismo: los patrones explotan a los trabajadores
que producen mercancías, y punto. ¡El capitalismo funciona
y se reproduce automáticamente!
Pero cuando en un país los capitalistas son expropiados,
cuando las empresas, las fábricas y la tierra son
estatizadas, se acabó el “automatismo” y la
separación entre economía y política. Las relaciones de
producción mismas son determinadas por el sujeto social que
asume la conducción consciente del aparato
productivo. Las relaciones superestructurales –quién
manda– pasan a ser parte de la estructura: ¡se
acaba la escisión entre “economía” y “política”
propia del capitalismo!
En ese sentido, la experiencia y el saldo de las
revoluciones del siglo XX indican dos modos de producción
posibles después de la expropiación. Como fue
esbozado tempranamente por Trotsky, se pueden dar dos
variantes para producir:
1) Una burocracia situada por encima de los
productores, decide absolutamente todo, para lo cual
es imprescindible negar la más mínima cuota de
democracia obrera. Esta burocracia intenta funcionar –como
advertía Trotsky– como “una mente universal... [capaz
de] trazar a priori un plan económico perfecto y
exhaustivo, empezando por el número de acres de trigo y
terminando con el último botón de los chalecos”.[9]
2) El otro modo posible de producir después de la
expropiación de los capitalistas, es absolutamente
distinto al anterior. Consiste en la combinación “de
estos tres elementos: la planificación estatal,
el mercado y la democracia soviética” [10];
es decir, democracia obrera y socialista.
Estas alternativas no son sólo de mero régimen
político: indican también dos modos radicalmente
distintos de encarar la producción después de la
expropiación del capital. ¡Y también dos tipos de
estado, de contenido social muy diferente!
En la primera alternativa, como lo vimos en la ex URSS,
el Este Europeo y China, la “transición” terminó yendo
finalmente del capitalismo... al capitalismo. Y ahora en
Cuba, si su clase trabajadora no actúa a tiempo, amenaza
suceder lo mismo.
La segunda alternativa, la combinación de democracia
obrera, planificación estatal (del auténtico estado
obrero!!) y verificación del plan por el mercado, es la única
que abre la posibilidad de iniciar, realmente, la transición
al socialismo.
La democracia obrera para el PTS es sólo un elemento del
régimen político, superestructural. Para nosotros, la
democracia obrera es ante todo estructural: es parte imprescindible
de las relaciones de producción para una verdadera
transición al socialismo.
El relación a Cuba, esto significa levantar un verdadero
programa de transformación socialista, que defienda
las conquistas subsistentes frente al curso restauracionista
de la burocracia, lo que exige una revolución que dé
realmente el poder a la clase trabajadora.
Este programa –que desarrollamos en la primera parte de
este dossier[11]– parte de la defensa de las conquistas
que aún existen, en primer lugar la independencia nacional
y la propiedad nacionalizada, y se centra en la instauración
de una democracia obrera y socialista.
Notas:
1.-
“PTS Suplementos - Cuba en la encrucijada”, 02/10/10. No
confundir con nuestro artículo “Cuba frente una
encrucijada”, de la revista Socialismo o Barbarie Nº
22: http://www.socialismo-o-barbarie.org/revista_22/081228_cuba_sobrev22_069.pdf
2.-
Ver, por ejemplo, el capítulo IV del mencionado artículo
de la revista Socialismo o Barbarie Nº 22, noviembre
2008, pág. 109 y ss. Versión en .pdf en:
http://www.socialismo-o-barbarie.org/revista_22/081228_cuba_sobrev22_069.pdf
Han pasado más de dos años y la situación en ese sentido
se ha agravado cualitativamente.
3.-
“PTS C – Cuba...”, cit.
4.-
Cit.
5.-
No tenemos aquí espacio para desarrollar la cuestión de la
vigencia de la ley del valor en la transición, que estuvo
en el centro de ese debate. Guevara, con argumentos honestos
e “izquierdistas”, llegó a sostener que las categorías
mercantiles podrían ser “abolidas” por la sola voluntad
“comunista” de los participantes de la producción. Pero
su propuesta alternativa de “sistema de financiamiento
presupuestario” revivía simplemente otra variante burocrática:
la de los “precios administrativos”. Ese fue un
fracasado ensayo de Stalin de saltarse la ley del valor,
analizado exhaustivamente por Trotsky en su momento.
6.-
Che Guevara, “El socialismo y el hombre en Cuba”
(subrayados nuestros).
7.- “PTS – Suplementos...”, cit.
8.- Conviene recordar que el versículo
de “estado obrero deformado” que reza el PTS, no
fue una formulación de Trotsky, sino una extrapolación
abusiva del trotskismo de posguerra, de su caracterización
de la Unión Soviética como “estado obrero degenerado”.
Aunque en 1939 Trotsky ya advertía que ésta era una
“categoría histórica que estaba al borde su
propia negación”, insistía en mantenerla ante la
proximidad de grandes hechos que finalmente definirían las
cosas, como fue poco después la II Guerra Mundial. (“Questions
du travail Russe”, 17/02/1939). En la posguerra, la mayoría del pequeño grupo de cuadros trotskistas
sobrevivientes, bajo el impacto de la expropiación del
capitalismo en los regímenes burocráticos del Este de
Europa y luego de la Revolución China, formularon la
definición de “estados obreros deformados”... estados
que finalmente retornaron al capitalismo sin mayores
problemas.
9.- Trotsky,
“La economía soviética en peligro”, 1932.
10.-
Trotsky, cit.
11.- Publicado en Socialismo
o Barbarie, periódico, Nº 191, 10/12/10.