La miseria, el hambre y el desarraigo
estallaron en los barrios más pobres del sur capitalino. Se
extendieron como manchas de aceite sobre el predio del
Parque Indoamericano. Un lugar cercano a lo que, en algún
momento, se dio en llamar pomposamente, Parque de la Ciudad
y hoy es un inmenso terreno abandonado. Hasta allí llegaron
miles de personas con sus familias buscando un cuadrado de
tierra propio donde habitar. En su mayoría pertenecientes a
las comunidades bolivianas y paraguayas que discurren sus días
entre pasillos fangosos y chapas de las villas miserias de
la zona. Rápidamente, la represión en el primer día se
cobró dos vidas: una joven boliviana y un muchacho
paraguayo cayeron bajo las balas policiales. Serían los dos
primeros de un trágico cuarteto de un conflicto social que
dejó al desnudo las verdaderas garras y miserias de la
sociedad capitalista.
Los medios enseguida comenzaron a
trazar las primeras líneas discriminatorias: por un lado
estaban “los okupas” y por el otro los “vecinos”
habitantes de los monobloks de Villa Soldati. Un barrio tan
pobre como los de donde llegaron los “intrusos”
ocupantes.
El pulcro Jefe de Gobierno de la
Ciudad, Mauricio Macri, como si dos muertes no le bastaran,
salió a reclamarle a Cristina K más represión, a la vez
que azuzaba a los vecinos de Soldati con su discurso xenófobo,
disfrazado a medias con la formulación hipócrita de
“falta de control en las políticas de inmigración”. El
Gobierno nacional mientras caían las primeras víctimas de
la ocupación de los terrenos, celebraba el Día de los
Derechos Humanos en la Casa Rosada y entregaba estatuillas a
las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para embarcarse luego,
durante cuatro días, en un cruce verbal inútil y
canallesco mientras las familias sufrían el ataque de
barras bravas que ingresaban al predio para golpear y quemar
los pocos trapos y carpas montadas a la intemperie.
El estigma de ser inmigrante pobre
Pero junto a la pobreza, los
bolivianos y paraguayos del Parque Indoamericano cargan con
el “estigma” de ser inmigrantes de los países limítrofes.
Porque la discriminación xenófoba que destila el discurso
de Macri, que anida en diversos sectores de la sociedad, se
asienta en las áreas más atrasadas de la conciencia
burguesa, en el falso nacionalismo con que el peronismo educó
a los trabajadores y en la falta de una estrategia común de
las masas obreras latinoamericanas para pelear por su
independencia política.
Si cualquier trabajador se detiene a
pensar solo un segundo, sin escuchar toda la campaña
racista de la burguesía, se va a dar cuenta que tiene más
“hermandad” con los ocupantes del Parque Indoamericano
que con los gobernantes o empresarios locales, por más
“hermandad argentina” con la que quieran unir lo que no
se puede: patrones y trabajadores somos dos clases
enfrentadas. Porque tanto la patronal de FATE, Ferrovías o
UGOFE, como la patota asesina de Pedraza y la burocracia
sindical repodrida y los gobiernos, son argentinos, y con
ellos no tenemos nada que ver: son los empresarios los que
nos pagan salarios de miseria, tercerizan y explotan; los
mulos de los capitalistas y asesinos de trabajadores en el
caso de la burocracia y son los Macri y Cristina K quienes
nos mandan a los milicos y las patotas cuando salimos a
luchar por nuestros derechos. Y frente a esto, con los
trabajadores inmigrantes tenemos los mismos problemas: todos
necesitamos vivienda, trabajo digno, acceso a salud, educación…
Desde los gobiernos y los patrones
quieren que nos peleemos entre trabajadores, que le echemos
la culpa de nuestros males al pobre inmigrante que no le
quedó otra salida que venir a probar suerte a la Capital
Federal o al Gran Buenos Aires. Porque si uno se pone en el
lugar del trabajador paraguayo o boliviano, en una situación
desesperante sin trabajo y con hijos que mantener, haría lo
imposible para sobrevivir, hasta irse a otro país. Frente a
esta situación, los trabajadores no tenemos que comernos el
sapo de la “campaña antiinmigrantes”, ¡cuando todos
podríamos tener todo lo que necesitamos si no fuera porque
nos exprimen mientras ellos se llenan de millones de dólares
los bolsillos! ¡Todo a costa de la clase obrera, sea de la
nacionalidad que sea!
Las duras condiciones laborales de los inmigrantes
Las dos corrientes inmigratorias más
numerosas, actualmente son, precisamente, la paraguaya
y la boliviana. En el 2001 ya constituían más del
60 % de los 923 mil extranjeros. Se contabilizaban 325.000
paraguayos y 233.500 bolivianos.
La inmigración paraguaya viene asentándose
desde principios de los años 50, sobretodo a partir de la
llegada del general Stroessner a la Presidencia del
Paraguay. La dictadura por entonces impuesta en ese país,
provocó una afluencia de paraguayos hacia nuestro país que
se establecieron en el nordeste y llegaron hasta Buenos
Aires. Ese flujo siguió con los años alentado por el
brutal empobrecimiento de su país y la posibilidad de
conseguir trabajo en la construcción y también en fábricas,
por parte de los hombres, en nuestro país. Las mujeres
comenzaron a trabajar en forma informal en el servicio doméstico.
Así se convirtió en la corriente mayoritaria.
En los últimos años, la inmigración
paraguaya ha continuado pero su nivel de vida en nuestro país
ha pasado, en gran parte, a constituir el estrato marginal
de la sociedad. Ya no construyen barrios con viviendas de
material y servicios garantizados, como en otros tiempos.
Ahora, confluyen en villas miserias en donde al trabajo
precario se le une una abominable red de prostitución que
conduce a muchas mujeres, sin posibilidad de retorno, a
locales y tugurios donde rápidamente se degradarán y
quemarán su juventud, para ser desechadas luego como trapo
viejo.
Por su parte, la inmigración
boliviana desde el 2001 ha tenido un crecimiento explosivo.
Se calcula que 1.800.000 bolivianos habitan nuestro país
sin mucha mejor suerte que la llegada de los trabajadores
paraguayos. “Un sector de los inmigrantes bolivianos
encontró en el cultivo y la venta de verduras y hortalizas
un nicho muy valorado por los argentinos. Pero mucho de sus
compatriotas padecen condiciones de trabajo de casi
esclavitud en talleres textiles, donde viven hacinados junto
a sus hijos y trabajan de solo a sol.” (1) O habitan
villas miserias.
Una legislación reaccionaria
En 1902 se promulgó la Ley 4144,
llamada la Ley Cané o Ley de extrañamiento, que autorizó
al gobierno nacional a echar del país, sin instancias
judiciales, a los extranjeros, poniendo como excusa que
atentaban contra el orden público. La continuidad de esta
ley la vamos a encontrar años después, durante la
dictadura de Videla. En 1978 se sanciona la llamada Ley
Videla de Migraciones (Ley 25871). Recién 21 años después
de instaurado nuevamente el régimen democrático burgués
de la mano del gobierno de Alfonsín,
en el 2004, se sancionará una nueva ley de
migraciones: la Ley 2584 que se encuentra en vigencia desde
enero de ese año. Esta ley plantea en uno de sus artículos
el derecho humano a la migración. ¿Qué significa esto?
Según Eduardo J. Pior, profesor de Ciencias Políticas
del Departamento
de Ciencias Sociales de la Universidad de La Matanza
y uno de sus defensores, hasta entonces la migración dependía
de la voluntad de los Estados y ahora, con la nueva
legislación en nuestro país, la migración es un
“derecho subjetivo de la persona” Lo cual es un hecho
“revolucionario”. (2) De esta manera cualquier
boliviano, paraguayo u otro extranjero puede venir
tranquilamente a nuestro país… a hacinarse con su familia
en cuartuchos con piso de tierra, sin los servicios
elementales como luz y agua potable previo pago de un
alquiler que no baja de los 600 ó 700 pesos. A esto se suma
el hecho de que muchos son indocumentados y sin posibilidad
de acceder a algún tipo de cobertura social. Y para más,
cuando toman tierras u ocupan predios, el Presidente de su
propio país, sale a condenarlos, tal como hiciera Evo
Morales ante los hechos del Parque Indoamericano. Rara forma
de considerar una ley como “revolucionaria” cuando la
misma tiene muy poco que ver con la realidad.
Como si esto fuera poco, en
su última reunión el Mercosur resolvió crear el
Estatuto de Ciudadanía de la Región, que según sus
impulsores facilitará la inmigración entre países. Este
plan de acción se impondrá en un plazo de… ¡diez años!
Con lo cual bolivianos, paraguayos y cuanto pobre ande
buscando un lugar donde poder vivir puede quedarse
tranquilo. En diez años tendrá la documentación necesaria
para seguir penando por las rutas del capitalismo.
Una vez más no podemos esperar nada
de los gobiernos de la región, por más progresistas que se
digan. Los trabajadores y sectores populares de Latinoamérica
sólo lograrán el acceso a una vida como corresponde
uniendo sus propios intereses políticos, económicos y
sociales. La burguesía ha inoculado la peste de la
xenofobia en los trabajadores de nuestro país y es un
germen que debemos desterrar de nuestras filas. La hermandad
de clase no es una fórmula retórica. Es una lucha concreta
en el camino de romper las cadenas de la explotación y la
opresión burguesas.
Notas:
1. Cecilia Caminos. La comunidad
boliviana en argentina bajo la sombra de la xenofobia. El País
Cr.
2. Texto para el congreso de la
Asociación Alemana de Estudios
sobre América Latina (ADLAF) sobre “Migraciones”
Friburgo, Alemania, noviembre del 2003.