Socialismo o Barbarie, periódico Nº 192, 27/12/10
 

 

 

 

 

 

La inmigración paraguaya y boliviana

Combatir la xenofobia es una tarea anticapitalista

Por Oscar Alba

La miseria, el hambre y el desarraigo estallaron en los barrios más pobres del sur capitalino. Se extendieron como manchas de aceite sobre el predio del Parque Indoamericano. Un lugar cercano a lo que, en algún momento, se dio en llamar pomposamente, Parque de la Ciudad y hoy es un inmenso terreno abandonado. Hasta allí llegaron miles de personas con sus familias buscando un cuadrado de tierra propio donde habitar. En su mayoría pertenecientes a las comunidades bolivianas y paraguayas que discurren sus días entre pasillos fangosos y chapas de las villas miserias de la zona. Rápidamente, la represión en el primer día se cobró dos vidas: una joven boliviana y un muchacho paraguayo cayeron bajo las balas policiales. Serían los dos primeros de un trágico cuarteto de un conflicto social que dejó al desnudo las verdaderas garras y miserias de la sociedad capitalista.

Los medios enseguida comenzaron a trazar las primeras líneas discriminatorias: por un lado estaban “los okupas” y por el otro los “vecinos” habitantes de los monobloks de Villa Soldati. Un barrio tan pobre como los de donde llegaron los “intrusos” ocupantes.

El pulcro Jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, como si dos muertes no le bastaran, salió a reclamarle a Cristina K más represión, a la vez que azuzaba a los vecinos de Soldati con su discurso xenófobo, disfrazado a medias con la formulación hipócrita de “falta de control en las políticas de inmigración”. El Gobierno nacional mientras caían las primeras víctimas de la ocupación de los terrenos, celebraba el Día de los Derechos Humanos en la Casa Rosada y entregaba estatuillas a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para embarcarse luego, durante cuatro días, en un cruce verbal inútil y canallesco mientras las familias sufrían el ataque de barras bravas que ingresaban al predio para golpear y quemar los pocos trapos y carpas montadas a la intemperie.

El estigma de ser inmigrante pobre

Pero junto a la pobreza, los bolivianos y paraguayos del Parque Indoamericano cargan con el “estigma” de ser inmigrantes de los países limítrofes. Porque la discriminación xenófoba que destila el discurso de Macri, que anida en diversos sectores de la sociedad, se asienta en las áreas más atrasadas de la conciencia burguesa, en el falso nacionalismo con que el peronismo educó a los trabajadores y en la falta de una estrategia común de las masas obreras latinoamericanas para pelear por su independencia política.

Si cualquier trabajador se detiene a pensar solo un segundo, sin escuchar toda la campaña racista de la burguesía, se va a dar cuenta que tiene más “hermandad” con los ocupantes del Parque Indoamericano que con los gobernantes o empresarios locales, por más “hermandad argentina” con la que quieran unir lo que no se puede: patrones y trabajadores somos dos clases enfrentadas. Porque tanto la patronal de FATE, Ferrovías o UGOFE, como la patota asesina de Pedraza y la burocracia sindical repodrida y los gobiernos, son argentinos, y con ellos no tenemos nada que ver: son los empresarios los que nos pagan salarios de miseria, tercerizan y explotan; los mulos de los capitalistas y asesinos de trabajadores en el caso de la burocracia y son los Macri y Cristina K quienes nos mandan a los milicos y las patotas cuando salimos a luchar por nuestros derechos. Y frente a esto, con los trabajadores inmigrantes tenemos los mismos problemas: todos necesitamos vivienda, trabajo digno, acceso a salud, educación…

Desde los gobiernos y los patrones quieren que nos peleemos entre trabajadores, que le echemos la culpa de nuestros males al pobre inmigrante que no le quedó otra salida que venir a probar suerte a la Capital Federal o al Gran Buenos Aires. Porque si uno se pone en el lugar del trabajador paraguayo o boliviano, en una situación desesperante sin trabajo y con hijos que mantener, haría lo imposible para sobrevivir, hasta irse a otro país. Frente a esta situación, los trabajadores no tenemos que comernos el sapo de la “campaña antiinmigrantes”, ¡cuando todos podríamos tener todo lo que necesitamos si no fuera porque nos exprimen mientras ellos se llenan de millones de dólares los bolsillos! ¡Todo a costa de la clase obrera, sea de la nacionalidad que sea!

Las duras condiciones laborales de los inmigrantes

Las dos corrientes inmigratorias más numerosas, actualmente son, precisamente, la paraguaya  y la boliviana. En el 2001 ya constituían más del 60 % de los 923 mil extranjeros. Se contabilizaban 325.000 paraguayos y 233.500 bolivianos.

La inmigración paraguaya viene asentándose desde principios de los años 50, sobretodo a partir de la llegada del general Stroessner a la Presidencia del Paraguay. La dictadura por entonces impuesta en ese país, provocó una afluencia de paraguayos hacia nuestro país que se establecieron en el nordeste y llegaron hasta Buenos Aires. Ese flujo siguió con los años alentado por el brutal empobrecimiento de su país y la posibilidad de conseguir trabajo en la construcción y también en fábricas, por parte de los hombres, en nuestro país. Las mujeres comenzaron a trabajar en forma informal en el servicio doméstico. Así se convirtió en la corriente mayoritaria.

En los últimos años, la inmigración paraguaya ha continuado pero su nivel de vida en nuestro país ha pasado, en gran parte, a constituir el estrato marginal de la sociedad. Ya no construyen barrios con viviendas de material y servicios garantizados, como en otros tiempos. Ahora, confluyen en villas miserias en donde al trabajo precario se le une una abominable red de prostitución que conduce a muchas mujeres, sin posibilidad de retorno, a locales y tugurios donde rápidamente se degradarán y quemarán su juventud, para ser desechadas luego como trapo viejo.

Por su parte, la inmigración boliviana desde el 2001 ha tenido un crecimiento explosivo. Se calcula que 1.800.000 bolivianos habitan nuestro país sin mucha mejor suerte que la llegada de los trabajadores paraguayos. “Un sector de los inmigrantes bolivianos encontró en el cultivo y la venta de verduras y hortalizas un nicho muy valorado por los argentinos. Pero mucho de sus compatriotas padecen condiciones de trabajo de casi esclavitud en talleres textiles, donde viven hacinados junto a sus hijos y trabajan de solo a sol.” (1) O habitan villas miserias.

Una legislación reaccionaria

En 1902 se promulgó la Ley 4144, llamada la Ley Cané o Ley de extrañamiento, que autorizó al gobierno nacional a echar del país, sin instancias judiciales, a los extranjeros, poniendo como excusa que atentaban contra el orden público. La continuidad de esta ley la vamos a encontrar años después, durante la dictadura de Videla. En 1978 se sanciona la llamada Ley Videla de Migraciones (Ley 25871). Recién 21 años después de instaurado nuevamente el régimen democrático burgués de la mano del gobierno de Alfonsín,  en el 2004, se sancionará una nueva ley de migraciones: la Ley 2584 que se encuentra en vigencia desde enero de ese año. Esta ley plantea en uno de sus artículos el derecho humano a la migración. ¿Qué significa esto? Según Eduardo J. Pior, profesor de Ciencias Políticas  del Departamento  de Ciencias Sociales de la Universidad de La Matanza y uno de sus defensores, hasta entonces la migración dependía de la voluntad de los Estados y ahora, con la nueva legislación en nuestro país, la migración es un “derecho subjetivo de la persona” Lo cual es un hecho “revolucionario”. (2) De esta manera cualquier boliviano, paraguayo u otro extranjero puede venir tranquilamente a nuestro país… a hacinarse con su familia en cuartuchos con piso de tierra, sin los servicios elementales como luz y agua potable previo pago de un alquiler que no baja de los 600 ó 700 pesos. A esto se suma el hecho de que muchos son indocumentados y sin posibilidad de acceder a algún tipo de cobertura social. Y para más, cuando toman tierras u ocupan predios, el Presidente de su propio país, sale a condenarlos, tal como hiciera Evo Morales ante los hechos del Parque Indoamericano. Rara forma de considerar una ley como “revolucionaria” cuando la misma tiene muy poco que ver con la realidad.

Como si esto fuera poco, en  su última reunión el Mercosur resolvió crear el Estatuto de Ciudadanía de la Región, que según sus impulsores facilitará la inmigración entre países. Este plan de acción se impondrá en un plazo de… ¡diez años! Con lo cual bolivianos, paraguayos y cuanto pobre ande buscando un lugar donde poder vivir puede quedarse tranquilo. En diez años tendrá la documentación necesaria para seguir penando por las rutas del capitalismo.

Una vez más no podemos esperar nada de los gobiernos de la región, por más progresistas que se digan. Los trabajadores y sectores populares de Latinoamérica sólo lograrán el acceso a una vida como corresponde uniendo sus propios intereses políticos, económicos y sociales. La burguesía ha inoculado la peste de la xenofobia en los trabajadores de nuestro país y es un germen que debemos desterrar de nuestras filas. La hermandad de clase no es una fórmula retórica. Es una lucha concreta en el camino de romper las cadenas de la explotación y la opresión burguesas.


Notas:

1. Cecilia Caminos. La comunidad boliviana en argentina bajo la sombra de la xenofobia. El País Cr.

2. Texto para el congreso de la Asociación Alemana de Estudios  sobre América Latina (ADLAF) sobre “Migraciones” Friburgo, Alemania, noviembre del 2003.