Las
tareas de la izquierda revolucionaria en el próximo período
Por el triunfo de la lucha de los tercerizados,
la
recomposición obrera y el castigo de
los asesinos de Mariano
Pongamos
en pie una gran campaña conjunta contra
la proscripción
electoral de la izquierda
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Para
enfrentar el ataque del gobierno contra
la izquierda
Afiliáte
al Nuevo MAS
La
coyuntura política nacional está marcada por una serie de
importantes luchas y debates políticos. La de los
trabajadores tercerizados
del ferrocarril está a la orden del día, y desde el
Nuevo MAS estamos poniendo todas nuestras fuerzas en
ganarla. Ligada a esta pelea, está la de justicia por
Mariano Ferreyra y cárcel a Pedraza. Pero en este año que
comienza se empieza a agregar otra disputa política, y es
que las candidaturas presidenciales patronales están preparándose
para las elecciones. En ese contexto, y como parte de la
campaña totalitaria del gobierno contra la izquierda roja,
éste lleva adelante una reforma política derechista sin
precedentes en los últimos 30 años, que pretende dejar a
la izquierda fuera de las elecciones. Esta ley pone trabas,
que para poder presentarse, en los hechos sólo pueden
pasarlas partidos millonarios como el PJ y la UCR, siendo un
escándalo suprimir a la izquierda con una amplia tradición
que lleva varias décadas. A partir de esto es que nos vas a
ver en varios puntos de Capital Federal, Gran Buenos Aires y
distintas provincias, juntando firmas para enfrentar la
proscripción. Como parte de enfrentar la avanzada del
gobierno contra la izquierda, ayudá al Nuevo MAS en esta
batalla afiliándote.
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“Para
un periodista socialdemócrata –o algo así– como el que
escribe estas líneas, los troskos son tipos raros,
sectarios, dogmáticos, intransigentes, con los que cuesta
mucho convivir. Personajes casi borgianos, de otros tiempos,
incapaces de entender que la realidad no cabe en ninguna
teoría cerrada o que el capitalismo no va a explotar por
sus contradicciones y, si lo hace, no va a ser precisamente
una buena noticia. Pero, a estas alturas, quién sabe quién
tiene razón, ¿no? Corre tanta agua bajo el puente que
tampoco se puede juzgar a los demás como si uno fuera no sé
qué cosa. Sobre todo si se trata de gente que entrega su
vida a la lucha por ideas y no transa. En su defensa hay que
decir que nunca fueron lopezrreguistas, ni mataron gente, ni
opinaron que Videla era un general democrático, ni se
confundieron con Menem o Rodríguez Saá, ni con la Alianza,
ni con nadie. Y fueron perseguidos como los que más. O sea
que, en un país de gente equivocada, no han cometido
equivocaciones demasiado graves. Y si son un poco locos, en
fin, hemos tenido cada uno al frente del país –Cavallo,
por citar a uno de ellos, ¿se acuerdan?– que mejor no
comparar” (Ernesto Tenenbaum, 2-2-11).
Enero
es propicio para una reflexión general acerca de las tareas
políticas planteadas para la izquierda en el año que se
inicia. De no mediar desarrollos imprevistos, en octubre se
realizarán las elecciones presidenciales. Las principales
fuerzas políticas burguesas ya están ordenando sus pasos
alrededor de esto, frente a lo cual la izquierda deberá dar
una pelea a brazo partido para no quedar proscripta.
Esto
no quiere decir que la vida política del país vaya a
reducirse solamente a elecciones. Hay un conjunto de
procesos y tendencias que van a cruzar el panorama nacional
de los próximos meses, y entre ellas el proceso
inflacionario y el grado de “conflictividad social”
estarán en primer lugar. En lo inmediato, la pelea por el
triunfo en la lucha de los tercerizados del ferrocarril es
la tarea más importante de la izquierda. También continuará
a la orden del día el giro conservador del gobierno K y su
campaña de estigmatización de la izquierda trotskista.
Nuestros partidos y tradición política, estamos poniendo
nerviosos a los kirchneristas, lo que plantea un escenario donde
seguramente recrudecerán los ataques oficialistas.
La
burguesía pretende dirimir el rumbo del país
Uno
de los principales procesos del 2011 serán las elecciones
presidenciales, con dos aspectos a destacar más allá de la
querella de candidaturas. El primero es que, en cierto modo,
se van a dirimir los
trazos gruesos de los rumbos gubernamentales del país de
los próximos años. En el fondo, las tendencias juegan
más a favor de Cristina que de ningún opositor. Como hemos
escrito en estas páginas, el
kirchnerismo ha sido el personal político burgués que
mejor leyó las tendencias económicas y políticas de los
últimos años, que hoy siguen jugando a su favor. Su lógica
de cierta intervención del Estado en la economía y
recuperar el papel “mediador” por parte de las
instituciones políticas en los conflictos sociales parece
difícil de ser superada con otro abordaje en los tiempos
que corren.
Un enfoque alternativo, más liberal, de dejar hacer al libre mercado o
imposición de orden social a los palos no termina de estar
acorde con las relaciones de fuerzas sociales vigentes. De
ahí que le cueste tanto a la oposición, en todas sus
expresiones, armar un discurso convincente. En
todo caso, este rumbo burgués del país será parte de lo
que esté en juego entre los de arriba en las elecciones.
Hay
un segundo problema: las reglas de juego para realizar las
elecciones parecen estar bastante cuestionadas. No
solamente desde la izquierda, debido a su escandaloso
aspecto proscriptivo.
Si
la UCR es mayormente cómplice del asunto (la ley electoral
beneficia el bipartidismo), otras fuerzas e incluso aliados
de importancia del mismo radicalismo la cuestionan en uno u
otro aspecto. También los principales jueces electorales
del país, como Servini de Cubría en la Capital Federal y
el juez Blanco en la provincia de Buenos Aires, han
planteado críticas sobre todo a los tiempos para
cumplimentar la aplicación de la ley.
Esta
historia seguramente continuará. El gobierno y la oposición
seguramente llegarán a algún tipo de acuerdo –lo más
probable es que sea reaccionario, aunque esto dependerá al
menos en parte también de la campaña de la izquierda–
porque difícilmente se pueda ir a unas elecciones que un
sector considerable de las fuerzas políticas patronales
cuestionen como relativamente ilegítimas.
Luego,
está la danza de los candidatos. Hoy, a priori, Cristina
aparece como la mejor posicionada: con una imagen positiva
del 57%. Sin embargo, en los tiempos que corren, por la
situación internacional y regional y también por lo dinámico
que es el país, todavía
falta demasiado tiempo como para hacer juicios más
aventurados.
La
pelea por la recomposición obrera y su defensa de los
ataques reaccionarios del gobierno
“El
juez Armella, que investigó el corte de vías del pasado 23
de diciembre, procesó a los militantes que mantuvieron
detenido el tren (…) [y señaló]: ‘Es hora de que se
privilegie la paz social y la institucionalidad. La protesta
social no da derecho a quitarle el libre tránsito a la
ciudadanía, y el Poder Ejecutivo tiene atribuciones para
detener los cortes de vías flagrantes y no alentar estas
actitudes (…) Es hora de encauzar las cosas por carriles
comunes a un país normal” (La Nación, 6-1-11).
Si
las elecciones serán el principal escenario de disputa para
la burguesía, la izquierda, aun luchando para participar en
ellas y derrotar el totalitario
intento de proscripción, tiene que
seguir jugando sus principales fichas en el proceso de la
recomposición obrera. Que este proceso es un hecho objetivo
en la vida política nacional es a esta altura innegable.
Desde ya que tiene limitaciones, sobre todo en el orden de
la conciencia política
de los compañeros: su
carácter mayormente reivindicativo hace que a la izquierda
independiente le cueste trasladar al plano político general
y en crecimiento orgánico su influencia en la lucha.
Pero
más allá de eso, casi todas las coyunturas del último período
han tenido como uno de sus componentes algún destacado
proceso de lucha dónde la izquierda ha cumplido un
importante papel. En los últimos meses, esto se ha dado con
la pelea de los tercerizados ferroviarios. Si esta lucha comenzó con el ferrocarril
Roca y pegó un salto de visibilidad a partir del asesinato
de Mariano Ferreyra, el hecho es que
luego se extendió a otras líneas como el Belgrano Norte.
El gobierno –de la mano de las burocracias de la
Fraternidad y la Unión Ferroviaria de Pedraza–
viene maniobrando para incumplir los compromisos,
deslegitimar la pelea, perseguirla judicial y represivamente
y un largo etcétera. Pero la pelea de los tercerizados, con
el apoyo de la izquierda, a pesar de todas estas maniobras sigue más viva que nunca. Ahora, para garantizar el pase a planta
de los tercerizados de seguridad del Roca. Lo que indica la profundidad del proceso de reorganización obrera en curso, que
seguramente tendrá nuevos capítulos en 2011.
Estratégicamente,
éste es el principal proceso para la izquierda
revolucionaria en el país. La imprescindible pelea contra
la proscripción electoral tendrá como uno de sus centros
batallar a brazo partido por darle
una expresión político-electoral a esta amplia vanguardia
que está emergiendo, desde las banderas de la independencia
política de clase de los trabajadores. De
ahí que esa pelea se deba combinar desde ahora mismo con el
planteo de poner en pie un Frente Clasista de los trabajadores y la izquierda.
Parte
íntima de sostener el proceso de la recomposición obrera
es defenderlo de los ataques reaccionarios del gobierno K,
la “justicia” y la patota sindical. Es decir, con las
tareas democráticas que plantea.
A
simple vista se puede ver el rol del instaurado Ministerio
de Seguridad. La Gendarmería ha sido sacada a la calle para
mostrarse en el Gran Buenos Aires armada hasta los dientes
contra no se sabe qué enemigo… Si se trata de los delitos
comunes, éstos continúan como si tal cosa, la más de las
veces con complicidad policial. Por más que se intente
disimular las cosas, el hecho es que el nuevo ministerio fue
creado en oportunidad de la ocupación por parte de los sin
techo del Parque Indoamericano. Es decir, su objetivo
principal es la lucha social y no el mentado combate a la
“delincuencia”.
No
se puede separar la nueva política de seguridad K de las
apelaciones de Cristina presentando los cortes de calles
como un “delito” y las veladas amenazas de perseguir
judicialmente a aquellas fuerzas o dirigentes que encabecen
peleas por fuera de lo que dispongan Moyano y Cía. Ése es el
verdadero contenido del Pacto Social que pretenden
instaurar más o menos “institucionalizado”: reprimir
a los que saquen los pies del plato de los acuerdos
salariales y de condiciones de trabajo que no sean tan
miserables y explotadores. Esto hace parte del operativo
integral por ir a un
curso más conservador que de paso garantice el beneplácito
de los empresarios para apoyar a Cristina en sus
aspiraciones reeleccionistas.
Así
las cosas, las tareas democráticas contra esta escalada se
van a poner en el tope de la agenda de las tareas de la
izquierda este año. Por ejemplo, la lucha por el castigo a
los responsables del asesinato de Mariano, causa que está
evidentemente cajoneada. O contra el procesamiento y
la amenaza cierta de prisión para los compañeros
ferroviarios y tercerizados que vienen encabezando parte de
las luchas del sector.
Por una
campaña política unitaria contra la proscripción
En
este contexto, el intento de proscripción de la izquierda
revolucionaria merece una reflexión de conjunto. Si este
ataque del gobierno de Cristina aparece como meramente
“electoral”, en verdad tiene un alcance mucho mayor. Lo
fundamental es que la izquierda trotskista se ha transformado en la expresión política que sistemáticamente está a la cabeza o es
parte íntima del proceso de lucha y reorganización de
amplios sectores de la vanguardia obrera y estudiantil.
Este
proceso ha venido desbordando por la izquierda al
gobierno de Cristina, como se observa hoy en la lucha de los
tercerizados del ferrocarril (contra lo que decían
personajes como D’Elía de que “a la izquierda del
gobierno sólo está la pared”). Y además, está cuestionando
el monopolio de la representación sindical de la
burocracia sindical de la CGT y ambas fracciones de la CTA.
Ésa es la verdadera amenaza.
El
gobierno tiene entonces una
preocupación estratégica respecto de la izquierda
independiente, y busca resolverla mediante un juego de
pinzas. Por un lado, agudizando su abordaje represivo del
problema, buscando evitar de todas las maneras posibles el
desarrollo de luchas que desborden el encuadramiento
sindical tradicional.
Pero,
por el otro, lo que
pretende es ilegitimarla mediante el operativo de dejarla
fuera de las elecciones presidenciales del 2011. La
maniobra es simple: como la izquierda tiene habitualmente
una votación de amplia vanguardia pero no de masas (esto no
siempre es así: en 2001 alcanzó prácticamente el millón
de votos), pretende dejarla afuera de octubre y utilizar
este marginamiento para legitimar su exclusión represiva
del movimiento obrero.
El
truco es muy viejo y connatural a la democracia de los
ricos, un régimen del cual Lenin decía que los
trabajadores “elegían” cada cuatro años qué verdugo
los iba a estrangular. Porque
es una falsa democracia. Mientras que partidos
tradicionales como el PJ, la UCR o Macri mantienen el
control de las grandes masas con aparatos propagandisticos y
clientelares millonarios, se busca marginar a la izquierda
que, entre otras cosas, no tiene ni la visibilidad en los
medios (es sistemáticamente censurada), ni presupuestos
caudalosos para hacer campaña, amen de todos los prejuicios
que destilan diariamente sus voceros periodísticos, tanto
liberales (Grupo Clarín, La Nación, América, Telefé,
etc.) como “progresistas” (los medios oficialistas y sus
amigos).
Pero
este objteivo no es tan fácil de cumplir. La izquierda
tiene una tradición histórica en el país. Puso su
alta cuota de desaparecidos en la segunda mitad de los 70. Y
ha sido un actor real en toda la etapa de la
“democracia” desde 1983. Siglas como la del MAS o el PO,
o sus principales figuras políticas, son ampliamente
conocidas. Es una fuerza política minoritaria,
pero no marginal. Por el contrario: es
una fuerza social y política real, como se ha visto en los
principales acontecimientos del país de las últimas décadas.
Entonces,
la decisión de marginarla no es tan simple, e incluso podría
ser contraproducente para los intereses del propio sistema.
Es mucho más fácil intentar cooptar electoralmente a los
sectores más “débiles” de la misma izquierda (no demos
nombres...) que pretender dejarla afuera in
toto del sistema político electoral.
En
todo caso, la enorme gravedad de la cuestión amerita desde
la izquierda la
puesta en pie de una verdadera campaña conjunta contra la
proscripción político-electoral, algo que
todavía no hemos
hecho. No se trata simplemente de que cada organización
busque la legalidad por su lado (lo que es legítimo). Se
trata de lanzar
una verdadera campaña política de conjunto con aspectos de
frente único. Esto es más obligatorio aún
entre las corrientes de la izquierda independiente que podríamos
llegar a participar juntos de las elecciones mediante la
herramienta de un Frente Clasista.
Para
esta tarea, los
reflejos de secta nos juegan en contra. Hay que tratar
de deponerlos para impulsar una verdadera campaña conjunta
que deje en un segundo plano nuestra propia “interna”,
al menos hasta garantizar la participación electoral de las
fuerzas principales. Sería criminal intentar sacar ventajas
de manera no principista con la idea de que los mecanismos
proscriptivos de la burguesía resolverán lo que debemos
resolver a campo abierto: la disputa por la hegemonía en el
seno de la izquierda. No hace falta recordar que es de
principios exigir la libre participación sin condición
alguna de toda corriente obrera y de izquierda que quiera
presentarse a una elección.
El
trotskismo es la corriente política hegemónica de la
izquierda
La
campaña política que desde el kirchnerismo se viene
descargando contra la izquierda trotskista muestra que está
realmente histérico
con el peso que ésta está adquiriendo entre franjas de los
trabajadores y el estudiantado. Franjas no solamente de mera
vanguardia, sino que amenazan con irradiarse más allá. La
última escalada de histeria
antitrotskista comenzó con el asesinato de Mariano
Ferreyra y volvió a ponerse sobre la palestra con los
acontecimientos en Constitución del pasado 23 de diciembre.
Además
de las razones “sindicales”, están las políticas.
Parte del personal político K viene de las formaciones de
la izquierda peronista de los años 70, que siempre se
sintieron amenazados por la izquierda revolucionaria. Este
personal político, sus funcionarios e intelectuales, han
sufrido un proceso de
aburguesamiento y cooptación estatal de conjunto.
Muchos de ellos han devenido escribas
del poder gubernamental-estatal con jugosos ingresos.
La
situación de la militancia trotskista es la opuesta.
No se ha dejado cooptar como fuerza política, y nadie se ha
enriquecido con la militancia. Más bien lo contrario.
Tampoco somos funcionarios en cargos estatales ni
pretendemos serlo. La
izquierda trotskista es prácticamente el único sector que
milita por ideales y no por dinero o cargos, y configura una
fuerza cuyo centro no son los entuertos parlamentarios sino
las luchas cotidianas de los trabajadores.
Incluso
más: sin ser la única izquierda independiente del país
(hay otras expresiones de otro corte ideológico), a todos
los efectos prácticos, el trotskismo se ha ganado un lugar hegemónico entre la izquierda
“dura”.
De
ahí la perfidia con que pretenden desprestigiarla. Es el
ejemplo de Mariano Ferreyra, del cual Cristina no se dignó
a hablar ni una sola vez. Han hecho una apología de que Néstor
Kirchner habría “muerto por la causa” cuando murió
millonario y de muerte natural. Pero no han dicho palabra de
Mariano, representante de la militancia anónima, abnegada y
comprometida con los explotados y oprimidos, asesinado “al
pie del cañón”. ¡Ésa es la “mística” que hay que
impulsar entre la juventud, no la de la gestión y los
cargos estatales!
En
el fondo, el problema es que el trotskismo está aumentando
su influencia política y su organicidad, y eso es lo que
los K –en esto sí, en nombre de toda la clase
capitalista– quieren cortar.
Salgamos a las calles a
derrotar la proscripción
En
las próximas semanas tenemos planteadas dos tareas muy
concretas. Por un lado, redoblar la apuesta por el pase
a planta de todos los tercerizados del ferrocarril. Como
habíamos alertado en estas páginas, no había que bajar la
guardia antes de tiempo: el gobierno estuvo maniobrando para
incumplir sus
compromisos. Ahora está planteado volver a salir a la pelea
de manera unificada y masiva, porque de nada sirven las
acciones minoritarias o sustituistas.
Al
mismo tiempo, hay que poner en marcha ya mismo una sistemática
y unitaria campaña contra la proscripción de la izquierda,
que incluya la pelea por la legalidad partidaria de cada
fuerza (la afiliación de nuevos compañeros) pero no se
reduzca solamente a ello.
Compañeros
y compañeras: ¡manos a la obra!
En un contexto más extremo, un ejemplo histórico de un
operativo semejante fue la ilegalización de la
emergente socialdemocracia alemana en las últimas décadas
del siglo XIX llevada adelante por el canciller Bismarck,
lo que a la postre sólo sirvió para que emergiera más
fortalecida.
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