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Jared
Lee Loughner |
Cuando el sábado 8 el ex-estudiante desempleado Jared Lee Loughner
–22 años, blanco de clase media baja y algo chiflado–
disparó su pistola Glock en un meeting del Partido Demócrata,
no sólo mató a seis personas e hirió a más de una docena
(entre ellas a una legisladora demócrata, Gabrielle
Giffords). En ese acto también se cruzaron las coordenadas
de la crisis social y política en la que se hunde cada vez
más EEUU, un imperialismo en decadencia. Por eso, los
disparos retumbaron fuerte en todo el país y el resto del
mundo.
Arizona,
“Meca del prejuicio y la intolerancia”
Curiosamente,
el primer análisis bastante acertado de este episodio lo
hizo horas después el sheriff Clarence Dupnik, a cargo de
su investigación. Dupnik describió el “clima” político
de Arizona y EEUU con sorprendente claridad para un policía:
“Aquí
se ve cómo gente desequilibrada responde al veneno que sale
de ciertas bocas... La rabia, el odio, el fanatismo que se
está encendiendo en este país es ya indignante. Y,
desafortunadamente, Arizona, se ha convertido en la capital
de eso. Nos hemos vuelto La Meca del prejuicio y la
intolerancia…”
Efectivamente,
Arizona, con la aprobación el año pasado de la infame
“SB 1070”, la ley racista antiinmigrante que motivó un
escándalo mundial, se había ganado merecidamente el título.
Ahora, la masacre de Tucson certifica que mantiene el primer
puesto... y también que el mal abarca a todo EEUU.
Es
por eso que gran parte de los medios, en primer lugar los
que destilan ese veneno, como Fox News, lanzaron una campaña
para presentar el hecho como la obra aislada e individual de
un “loquito”, que nada tiene que ver con la prédica de
intolerancia, racismo (en especial antiinmigrante),
islamofobia, homofobia y los mil prejuicios que predica la
derecha Tea Party-republicanos, encabezada por Sara Palin y
Glenn Beck.
Como
además Loughner es lo que se llama un WASP (Blanco,
Anglo-Sajón y Protestante), entonces su crimen no puede ser
político, sino producto de un desvarío personal.
¡Pero
imaginemos lo que se diría si la masacre la hubiese
perpetrado un inmigrante latino o una persona de religión
musulmana! Fox News y la mayor parte de la TV y la prensa
estarían llamando a la guerra santa contra el “terrorismo
islámico” o a hacer pogroms antihispanos.
Pero
a los republicanos (y especialmente al Tea Party) le resulta
difícil lavarse las manos. Es que no se trata sólo de su
agitación permanente de temas de odio, sino también de las
poco disimuladas incitaciones a hacer lo que hizo Jared Lee
Loughner.
Así,
Sara Palin no pierde la ocasión de aparecer en los medios
con un fusil de asalto u otras armas de guerra, ¡hasta
cuando está en bikini al borde de una piscina! Durante la
campaña electoral de noviembre, los principales candidatos
demócratas eran presentados por su propaganda dentro de
miras de fusil, llamando a liquidarlos. Jesse Kelly, el
candidato republicano-Tea Party derrotado por la
representante (diputada) Gabrielle Giffords, hacía su campaña
con un cartel donde empuñaba un fusil M-16 bajo el lema:
“Saque a Gabrielle Giffords. Dispárele todo un M-16 con
Jesse Kelly”. Asimismo, en meetings demócratas, incluso
en algunos donde ha estado Obama, se ha hecho frecuente que
aparezcan grupos del Tea Party portando armas
provocativamente.
Jared
Loughner no ha hecho más que dar “un pasito más
adelante” en esta senda trazada por la ultraderecha.
La farsa de Obama tocando
el arpa
El
alicaído Obama ha tratado de capitalizar políticamente el
repudio a la matanza de Tucson. Pero, por supuesto, lo ha
hecho con una pérfida política, que impide enfrentar en
serio la peligrosa deriva de una extrema derecha que sigue
siendo minoritaria, pero que actúa y se moviliza
permanentemente, con el respaldo de corporaciones
billonarias y de una parte importante de los medios.
Tocando
el arpa, Obama llamó a los norteamericanos a “elevarse
por encima de sus diferencias y unirse alrededor de los
modos en que nuestras esperanzas y sueños vayan juntos”.
Esto
puede caer simpático en contraste con la imagen de Sara
Palin esgrimiendo un fusil de asalto. Pero resulta que las
“esperanzas y sueños” de un trabajador que ha perdido
su trabajo y/o su casa hipotecada tienen poco que ver con
las “esperanzas y sueños” de Wall Street, de las 200
principales corporaciones y de su plutocracia de
accionistas, que son los dueños de EEUU... y los amos de
sus políticos, sean republicanos o demócratas.
Tampoco
las “esperanzas y sueños” de los desenfrenados racistas
de Fox News tienen algo común con las de los trabajadores
latinos, que hoy constituyen gran parte de la clase obrera
estadounidense.
Según
las encuestas, hoy el 60% del pueblo estadounidense está a
favor de irse ya mismo de Afganistán. Pero Obama es el
primero en burlarse de esa “esperanza y sueño”. Su
“pacifismo” no es incompatible con comandar ese
genocidio.
La falsa retórica anti-armas
y las tensiones sociales
El
shock de Arizona agitó no sólo el debate acerca de la
ultraderecha y sus campañas de odio. Lógicamente se hizo
otra vez presente el tema de la “segunda enmienda” de la
Constitución, que otorga a los ciudadanos el derecho de
portar armas. Arizona es uno de los estados más permisivos
en ese sentido. Cualquier chiflado –como Jared Lee
Loughner– puede comprar armas de guerra sin mayores
restricciones.
Gran
parte del “progresismo” estadounidense sostiene la tesis
de que aboliendo la “segunda enmienda” o reglamentando
por lo menos severas restricciones, se impedirían hechos
como el de Tucson y muchos crímenes violentos.
Por
supuesto, esto es una ilusión. Muy cerca de EEUU, México,
los países centroamericanos y, más al sur, Colombia,
demuestran que no hay prohibiciones que valgan, si en las
entrañas de la sociedad laten las causas que generan
violencia, ya sea de delincuencia o por motivos políticos.
La
presente crisis ha desgarrado brutalmente el “tejido
social” estadounidense. Ya no son sólo los jóvenes de
las minorías negras o latinas los castigados por el
desempleo masivo. El mismo Jared Loughner es un caso típico
de los millones de jóvenes blancos, de familias de clase
media baja o ex “aristocracia obrera”, que no pueden
seguir estudiando y que tampoco logran empleo. También por
eso, la acción de Loughner no se puede explicar por su mera
chifladura personal. Es en ese contexto que el discurso
rabioso de la extrema derecha pudo calar en su “insanía”.
Combatir al Tea Party
sin hacerle el juego a Obama
La necesidad de una
respuesta independiente
frente a la catástrofe social
Un
columnista estadounidense concluye, agudamente, que lo de
Loughner y su violencia “es parte del colapso del
Partido Demócrata como alternativa al GOP (Partido
Republicano). Cuando usted está viviendo los peores tiempos
económicos desde la Gran Depresión, y dos de las más
infructuosas guerras de nuestra historia, y ve a los
herederos del New Deal favoreciendo descaradamente los
intereses de Wall Street sobre el de los ciudadanos comunes
–que enfrentan la pérdida de su empleo y/o su
vivienda–, usted debe esperar que ciertas formas de locura
llenen la brecha”.[1]
Efectivamente,
Obama y el Partido Demócrata no son hoy una alternativa a
la derecha republicana ni a la extrema derecha Tea Party, ni
siquiera en los marcos absolutamente capitalistas en que lo
fue el New Deal de Roosevelt durante la Gran Depresión de
los años 30.
Por
múltiples razones, no hubo y difícilmente pueda haber una
reedición del New Deal en la Gran Crisis del siglo XXI. Sólo
una respuesta política independiente de cualquier sector
de la burguesía, asentada en la clase trabajadora y las
masas populares de Estados Unidos, podría configurar una
alternativa en serio.
Pero
en EEUU, a pesar de la gravedad de su crisis social, es uno
de los países donde vienen más retrasadas las luchas y
protestas de las masas trabajadoras, y sus expresiones
sociales y políticas. Es en este vacío donde operan –y
prosperan– el Tea Party y en general las corrientes de
extrema derecha.
Repitiendo
un fenómeno que se ha dado muchas veces en la historia, la
ausencia o debilidad de una alternativa independiente de la
clase trabajadora capaz de polarizar a la sociedad desde la
izquierda, deja el campo libre a los que se presentan desde
la derecha como los abanderados de la “ira del
pueblo”. Es decir, de la rabia por la catástrofe
social que los revienta.
A
sueldo de las grandes corporaciones –como es el caso del
Tea Party– la extrema derecha se dirige especialmente a
los sectores cada vez más arruinados de la pequeñaburguesía
y la “clase media” asalariada que añoran el “paraíso
perdido” por la crisis, para desviar su bronca hacia otros
blancos. Se trata de convencerlos que la responsabilidad no
es del capitalismo, sino de los inmigrantes (por eso no hay
empleo), de los musulmanes (que quieren destruir EEUU, por
lo que hay que seguir y extender las guerras en Medio
Oriente), de los gays y lesbianas (que por su inmoralidad
atraen el castigo de Dios sobre EEUU), de los negros (vagos
y delincuentes), de los sindicatos (que defienden
“privilegios” intolerables), de la intervención y
gastos del estado en salud, educación, subsidios de
desempleo, bonos de comida (que crean los déficits que
arruinaron a EEUU; del gasto militar no se habla), etc.,
etc.
Sin
embargo, a pesar de operar con la ventaja que le da la
debilidad de las luchas obreras y sociales (y también de la
izquierda independiente), el Tea Party sigue siendo un
movimiento minoritario. La reacción general de repudio a la
masacre de Tucson (y los débiles tartamudeos de Sara Palin)
no indican un vuelco irrefrenable al fascismo, como dicen
algunos... para justificar el apoyo a Obama como “mal
menor”.
Sin
embargo, eso no significa que el Tea Party no sea un enemigo
fundamental a combatir. Pero, para eso, es indispensable
tener las manos libres, romper toda atadura con Obama y los
demócratas.
Nota:
1.- Sam Smith, “America Helped
Create Jared Loughner”, CounterPunch, January 11,
2011.