Durante el último mes, el kirchnerismo, de la mano de
algunos de sus intelectuales adictos, se ha dedicado a una
campaña de difamación y calumnias contra las fuerzas políticas
del trotskismo. Mientras figurones, que van desde Horacio
González, Norberto Galasso hasta el docente Mario Toer, la
hacían a través de notas en Página 12 (devenido en boletín
oficial de la Casa Rosada) o cartas abiertas por Internet,
los ministros se cansaban de hacer declaraciones públicas
sobre un “trotskismo duhaldista” o que le “haría el
juego a la derecha”. Como si fuese una paradoja, en simultáneo,
desde el gobierno nacional se avanzaba rápidamente en la
judicialización de todo tipo de protesta de trabajadores y
de sectores populares: las detenciones durante diciembre de
los militantes ferroviarios Omar Merino y Jorge Hospital, y
la persecución a un gran número de trabajadores
tercerizados del Roca, se suman a los siete muertos en
luchas en los últimos 3 meses, la prisión de Roberto
Martino entre más de 4.000 procesados por luchar.
Lejos de
ser algunos casos aislados, hay que tomar esta intragable y
persecutoria campaña como una profundización de la
iniciada contra la izquierda luchadora ya desde los
conflictos del Casino, Subte, FATE, Kraft (por citar algunos
ejemplos), y que ahora está dando un paso más, buscando
barrerla también de las elecciones nacionales del 2011 con
la reaccionaria reforma política. En este artículo no sólo
responderemos las acusaciones lanzadas desde el kirchnerismo,
sino que empezaremos por desarrollar las razones de fondo de
la histeria contra la izquierda.
El lugar ganado por la izquierda en las luchas obreras, estudiantiles y
populares
Tiempo antes a que el Argentinazo del 2001 ganara las
calles, la izquierda trotskista se ganaba un lugar destacado
entre los luchadores. Con una gran participación en los
movimientos de desocupados, empezaba a ganar en influencia
social y política. Al mismo tiempo, era una protagonista
principal del proceso de fábricas recuperadas, se insertó
con todo en las asambleas populares y conquistó un gran
espacio dentro del movimiento estudiantil.
La llegada de los Kirchner al gobierno tenía una misión
clara: desde el plano económico necesitaba salvar a los
capitalistas argentinos de su debacle, y desde el político
sacar de las calles a las masas, empezando por su
vanguardia. Duhalde había intentado por la vía de la
represión pura y dura, y tras el asesinato de Kosteki y
Santillán tuvo que llamar a elecciones anticipadas.
Entonces los K, que llegaban al poder de la mano del mismo
Duhalde, debían hacer un trabajo más sutil, de cooptación
de algunos movimientos de lucha, de derechos humanos,
estudiantiles, etc. Pero así como una parte de la
vanguardia se fue tras el doble discurso kirchnerista y hoy
engordan las listas de funcionarios y punteros, la izquierda
trotskista no se comió el sapo y siguió luchando en las
calles.
Y con la recuperación económica, el trotskismo
empezó a ganarse un lugar en las luchas de un sector en el
que durante toda la década de los 90 hubo un duro monopolio
de la burocracia sindical peronista: el proletariado
industrial. Y ahora, empalmando con algunas coyunturas de
luchas obreras, con un movimiento obrero que se pone de pie
de manera lenta pero sin pausa, y al mismo tiempo de
desgaste de la burocracia patotera y asesina, la izquierda
trotskista es vista por sectores importantes de trabajadores
como una referencia.
Esto es lo que empezó a desesperar a
burócratas como Moyano, Barrionuevo o Pedraza: que empiecen
a surgir nuevas comisiones internas, cuerpos de delegados
independientes, influenciados por la izquierda
revolucionaria. Porque si hay algo de lo que el kirchnerismo
está tomando nota, es que ese desprestigio de la burocracia
sindical se está transformando en grietas de esos diques de
contención que son para la clase obrera la CGT y la CTA;
que a partir de esas grietas surgen nuevas experiencias
obreras de lucha e independientes, y que es justamente la
influencia de la izquierda trotskista la que lleva ese
proceso hacia un nuevo clasismo.
Sin la izquierda
revolucionaria, podrían jugar un papel más destacado burócratas
reciclados como Yasky o Micheli, que son buenos felpudos del
gobierno y la oposición patronal y obedientes para
traicionar todas las luchas… pero contra el trotskismo
consecuente, que no se vende ni al gobierno, ni a los
sojeros ni a ninguna rama de la burocracia sindical, que
fomenta las asambleas y la democracia directa, que no transa
y que lucha hasta el final, la tienen mucho mas difícil.
Las nuevas viejas acusaciones
Es en este marco más general que el kirchnerismo está
rabiosamente desesperado por acallar a la izquierda
trotskista, y mientras prepara nuestra proscripción en las
próximas elecciones nacionales mediante la reaccionaria
reforma política y persigue judicialmente a varios de
nuestros compañeros, lleva adelante una campaña de ataques
político ideológicos buscando desprestigiar nuestras
organizaciones.
El eje argumental de las difamaciones es una versión
reciclada de la “teoría de los dos demonios”: la
izquierda y la derecha serían algo similar porque atacan al
gobierno. Sostienen
que luchar contra este gobierno (y todo gobierno
nacionalista burgués) sería “hacerle el juego a la
derecha”.
Vamos a citar algunos ejemplos. Horacio González,
director de la Biblioteca Nacional y miembro de Carta
Abierta, sostuvo en Página 12, hablando sobre Cristina,
Evo, Correa y Chávez que “estos gobiernos están
acechados por viejas y nuevas derechas y también son
condenados dura y simultáneamente por un ramillete
significativo de izquierdas de todo cuño.
Estas son
encrucijadas que generan un punto de entrecruzamiento de
todas esas fuerzas, lo que no es nuevo en la historia, pero
ahora adquiere una significación trágica al poner en
antesalas neogolpistas de derrumbe y desgaste a gobiernos
democrático-sociales” (Página 12, 27/12/10). En el
discurso de González el gobierno K sería un pobre rehén
defensor de la democracia entre los acechos a derecha e
izquierda, dando una de las versiones resignificadas de la
“teoría de los dos demonios”. A su vez se queja de que
estos gobiernos son “frágiles” frente a las
“reformas” que encaran ellos mismos, y que así y todo
“no satisfacen a los partidos provenientes de las antiguas
herencias de izquierda”.
Señor González, ¿cuáles son
las reformas profundas con las que no estamos de acuerdo? ¿Acaso
hay una real libertad sindical o siguen actuando libre e
impunemente las patotas de los Pedraza y los Moyano? ¿Hubo
algún cambio respecto del trabajo precario o se mantienen
las condiciones de flexibilización laboral y tercerización
heredadas del menemismo? ¿Hubo una recuperación real del
salario o un INDEC “dibujado” para negar la inflación y
congelar los salarios? ¿Hemos dejado de pagar la deuda
externa para financiar la salud y la educación o fuimos los
mejores pagadores del FMI de los últimos años? Así podríamos
seguir hasta el hartazgo, pero para los kirchneristas es
mejor negar la realidad y echarle la culpa a la izquierda,
aunque haya cero fundamentos.
Otro que se sumó a la campaña macartista, con una
columna de opinión también publicada en el pasquín
oficialista (Página 12, 3/01/11), es Mario Toer, dando más
letra para la “nueva teoría de los dos demonios”. Luego
del corte de vías por parte de los tercerizados y la
provocación montada en Constitución, afirma que “los
argumentos de que [los trotskistas. SR] no son responsables
de la ira de los trabajadores que querían regresar a sus
casa resultan francamente asombrosos”. Salieron pruebas en
los medios que hubo parte de la burocracia sindical
destrozando todo, pero para Toer no sólo está en un mismo
nivel la legítima lucha que la provocación montada por la
derecha, sino que sería el piquete el último responsable
de todo. ¡El mismo argumento para abrirles causas penales a
los luchadores!
Con un alto tono de desprecio, entre una larga lista de
barbaridades, sostiene entre otras cosas que la izquierda,
“contando con razonables estándares de libertades públicas
(…) en una compulsa electoral rondan el uno por ciento”.
Vale aclarar que las “libertades públicas” de las que
habla no son tales, ya que no sólo porque las campañas del
gobierno y la oposición las financian los grandes
capitalistas con millones y millones de pesos, sino que
ahora de manera totalmente antidemocrática, el gobierno está
intentando apoderarse de los votos de la izquierda
excluyendo a la misma, por lo cual pareciera que los
guarismos electorales de la izquierda no son tan
despreciables.
Toer propone en su artículo a una especie de
“cruzada” contra la izquierda, llamando a salir a
“debatir y consolidar autoridad política” contra los
trotskistas, “allí donde se hagan presentes” y
“poniendo en evidencia a quién están sirviendo”, ya
que “son los principales artífices del crecimiento de la
derecha, incluso en sectores populares”. Por un lado, hay
una especie de desesperación por parte de los kirchneristas
por la audiencia que la izquierda gana en las luchas
obreras, populares y estudiantiles, y es por eso que
necesitan acallarnos y calumniarnos. Por el otro, sostener
que ayudamos al crecimiento de la derecha, parece un chiste
de humor negro, cuando fue el gobernador kirchnerista Insfrán
el que aplicó el pedido de mano dura, asesinó a dos compañeros
de la comunidad qom y contó con el apoyo de la misma
Cristina.
No vamos a desarrollar cada una de las estupideces que
dijeron en sus notas, porque carecería de sentido y cansaría
al lector. Ya desde tiempos remotos, Lenin fue acusado de
“agente del imperialismo alemán”, Trotsky de agente de
la Gestapo y/o del “Intelligence Service” por parte de
la camarilla stalinista. Lo mismo a millares de bolcheviques
para justificar su exterminio.
Entrado el siglo XXI vemos que el repertorio de
acusaciones berretas por parte de los felpudos de los
gobiernos burgueses y de la burocracia sindical, que ahora
es repetido como loros por los discípulos de “6,7,8” o
Página 12, no se ha modernizado en lo más mínimo.
¿Quién le hace el
juego a la derecha?
En un escenario político donde el gobierno nacional manda
contra las luchas obreras y populares patotas sindicales,
barrabravas, policía e infantería; negocia con Macri cómo
desalojar las ocupaciones de terrenos; impulsa la
judicialización de la protesta social, sostener
abiertamente que la izquierda le hace el juego a la derecha
no sólo es una acusación hueca, sino que es un lavado de
cara al giro derechista por parte de Cristina.
Mientras los trotskistas sostenemos que es la democracia
directa, con asambleas, las que deben organizar al
movimiento obrero, Cristina sostiene que Moyano es la
columna vertebral del proyecto “nacional y popular”.
Mientras los trotskistas apoyamos a los trabajadores
tercerizados por el pase a planta permanente y luchamos por
justicia para Mariano Ferreyra, Cristina apaña a un Pedraza
que sigue libre como “Pancho por su casa”.
Mientras los trotskistas planteamos viviendas para todos,
Cristina y Macri mandan a la Metropolitana y la Federal
contra las ocupaciones.
Mientras los trotskistas planteamos el no pago de la deuda
externa, Cristina le pagó todo al FMI y ahora negocia con
el Club de París, con millones de personas que mueren de
hambre.
Mientras los trotskistas planteamos un salario acorde a la
canasta familiar, indexado a la inflación, Cristina niega
la inflación, maneja el INDEC con una patota y congela los
salarios.
Mientras los trotskistas reclamamos la aparición con vida
de Julio López y la disolución del aparato represivo,
Cristina no mueve un dedo por el compañero desaparecido y
funda el “Ministerio de Seguridad” para reprimir pero
“democráticamente”.
Después de todo esto, ¿hace falta aclarar quién le hace
el juego a la derecha?