La
detención de Pedraza es un triunfo que coloca la
recomposición obrera en
un escalón más alto
La
burocracia sindical en la picota
El
martes 22 de febrero Pedraza fue detenido a las 6 de la mañana
en su departamento de Puerto Madero. Diez días después,
indagatoria mediante, Pedraza sigue detenido sin muchas
perspectivas de recuperar su libertad. Las evidencias de su
directa responsabilidad en los acontecimientos que rodearon
el asesinato de Mariano Ferreyra son tan contundentes que la
jueza Wilma López no tiene margen para liberarlo.
La
prisión de Pedraza ha puesto en la picota a toda la
burocracia sindical argentina. Entre unos y otros las
diferencias son simplemente de circunstancias: todos son millonarios, todos están atornillados en sus sillones
sindicales hace años, casi todos han adquirido rasgos
empresariales, explotando en distintos emprendimientos
trabajadores tercerizados. La única verdadera diferencia es
que, en su desesperación, Pedraza cruzó el Rubicón del
asesinato, confiando en que iba estar cubierto por la
impunidad.
Más
en general, su detención es la expresión más contundente
de que un profundo proceso de recomposición se viene
extendiendo a nivel de la clase trabajadora argentina, y que
cada día adquiere rasgos de algo histórico: la izquierda
revolucionaria argentina puede terminar dando un salto
cualitativo en su inserción entre las filas obreras. De ahí
los nervios del gobierno, de burócratas y empresarios.
Una vergüenza nacional
Veamos
primero el proceso en curso entre los ferroviarios. Aquí
hay cuatro elementos determinantes de la crisis histórica
que vive esta burocracia, desde los más materiales hasta
los directamente políticos pasando por los sindicales.
Hay
una cuestión general: la crisis brutal en la que está
sumida la red ferroviaria argentina, responsabilidad
compartida del Estado, los empresarios y las burocracias
ferroviarias, en todo caso socias menores en este negocio.
Desde hace décadas hay una dramática decadencia del
sistema ferroviario. Con la privatización en los años 90,
esta decadencia dio un salto cualitativo. No solamente
quedaron en la calle decenas de miles de trabajadores. Menem
se encargó de cerrar ramales al por mayor y dejar prácticamente
desarticulada la red nacional ferroviaria.
El
“dulce” para la colaboración de la burocracia
ferroviaria en el desguace fue su participación empresaria
en distintos servicios, como por ejemplo el caso del
Belgrano Cargas, a cargo de la esposa de Pedraza. Con el
nuevo siglo, al desguace privatista se le agregó la
desinversión. No fue sólo Menem quien hizo anuncios ridículos.
Néstor Kirchner en persona se dedicó a hablar de un tren
bala que uniría Buenos Aires con Rosario y Córdoba…
cuando cualquier usuario del ferrocarril se da cuenta del
estado calamitoso en que se encuentra el servicio. No se
trata sólo de los ramales al interior del país y la muy
escasa recuperación de los servicios de pasajeros, sino de
las estratégicas líneas del conurbano bonaerense.
La
historia es bastante conocida: los Kirchner debieron
quitarle la concesión de los ferrocarriles Roca, San Martín
y Belgrano Sur a Taselli luego de que éste demostrara
ineptitud total en su gestión. No tuvieron mejor idea que
crear la Ugofe, unidad de gestión a cargo de los privados
que operan las líneas Mitre, Sarmiento y Belgrano Norte
donde también participa el Estado.
¿Cuál
es el negocio? Muy simple: las ganancias se obtienen de la
depreciación de las vías, material rodante y estaciones
que no se mantienen ni mínimamente. Con el boleto
subsidiado por razones políticas desde la explosión social
de 2001, y sin ningún plan estratégico de inversiones, las
concesionarias se llevan la parte del león del negocio
gastando inversiones de años anteriores que no tienen
reposición. Mientras tanto, el Estado es el que se encarga
de pagar los sueldos y cubrir pérdidas por casi dos
millones de dólares diarios.
En
el interior, el negocio es otro: la participación en parte
de la renta agraria por la vía de la tarifa ferroviaria,
aunque el servicio está tan deteriorado que en la última década
este negocio estuvo más bien en manos del autotransporte
por camiones, mucho más caro. Lo propio ha ocurrido con los
colectivos de larga distancia para pasajeros, también más
caros que el ferrocarril.
La
burocracia ferroviaria viene participando del negocio desde
la privatización, de varias maneras. Por un lado, es socia
menor de la operación de determinados ramales de carga al
interior del país. Pero por el otro, con la lucha de los
tercerizados de los ramales suburbanos del Gran Buenos
Aires, lo que quedó a la luz es la tercerización en
empresas de fantasía de todo tipo de trabajos conexos al
ferrocarril, operados por Pedraza y sus secuaces, explotando
a trabajadores en condiciones de esclavitud laboral.
Esta
realidad de decadencia extrema viene estallando de diversas
maneras. Una ha sido la lucha de los tercerizados. Otra, los
desastres como el del 16 de febrero en la línea San Martín,
donde como producto del choque de un tren de esa línea y
una formación de Ferrobaires murieron cuatro trabajadores a
la vuelta de su trabajo, quedaron dos desaparecidos y un
centenar de heridos.
Hasta
el diario La Nación
hizo una cobertura de las condiciones de barbarie en las que
cotidianamente viajan cientos de miles de trabajadores y
trabajadoras. El periodista que viajó en el furgón de
Retiro a José C. Paz quedó impactado como si hubiera ido
en una expedición al África...
En
fin, la decadencia extrema y vergonzosa del ferrocarril
frente a la cual el gobierno K no ha atinado a hacer nada
verdaderamente estructural es la primera fuente de la crisis
mortal en la que parece haber quedado la burocracia
ferroviaria.
Un gremio estratégico al borde de la acefalía
Sobre
esta base material se fue cocinando a fuego lento la
decadencia de la burocracia de la Unión Ferroviaria (y, más
desigualmente, también de La Fraternidad). A lo largo del
siglo XX, la Unión Ferroviaria fue uno de los gremios más
fuertes y “aristocráticos” del país. En su apogeo llegó
a tener 80.000 trabajadores, y a mediados del siglo pasado
eran de los mejor pagos del país.
Sin
embargo, acompañando la lenta decadencia del país, en la
segunda mitad del siglo XX esta posición de
“privilegio” se fue deteriorando, culminando con la
privatización menemista. Luego de la derrota de las grandes
huelgas ferroviarias de 1990-91 impulsadas por la izquierda,
el menemismo, de la mano de Pedraza y Maturana, se las
arregló para dejar en la calle a decenas de miles de compañeros.
Era la época de “ramal que para, ramal que cierra”.
Estos despidos en masa dejaron reducido el personal de la
Unión Ferroviaria a su mínima expresión: hoy no llegan a
8.000 trabajadores.
A
la entrega histórica siguió luego una pequeña recuperación.
Entró a trabajar un nuevo sector y se logró, en muchos
casos como subproducto de la pelea de los compañeros del
subte, recuperar el salario y algunas conquistas al tiempo
que se pusieron en marcha algunas obras (esto explica algún
elemento de conservadurismo entre algunos compañeros
efectivos).
Sin
embargo, al calor del proceso del país luego de los
acontecimientos de 2001, empezó a expresarse una
recomposición sindical. En ello mucho tuvo que ver, como ya
hemos señalado, el ejemplo de la experiencia del subte. Si
otro gremio del transporte como la UTA terminó perdiendo su
monopolio sobre los compañeros del subte, lo que debilitó
estratégicamente a esa burocracia, entre los ferroviarios
se comenzó a dar la experiencia del Sarmiento. Un
reagrupamiento de fuerzas de la izquierda y sectores de
origen peronista (no burocráticos) ganó el cuerpo de
delegados de esa línea, que mantienen hasta hoy. Esto se
pudo ver en oportunidad del reciente “paro” burocrático
de la UF contra la detención de Pedraza: la única línea
que lo rechazó fue precisamente la encabezada por el
“Pollo” Sobrero.
Pero
no solamente en el ex Sarmiento se viene dando un proceso de
recomposición. En su momento se ganó el cuerpo de
delegados del Mitre, aunque luego la burocracia lo recuperó.
En el Belgrano Norte también hay una dirección progresiva
–aunque centrista y sindicalista– en manos de la Bordó,
y en una ocasión la izquierda logró sacar el 40% de los
votos en el Roca.
Es
decir, la burocracia ya venía muy cuestionada sindicalmente
en lo que es el corazón del gremio, los ramales del Gran
Buenos Aires. Pero a esto se le vino a sumar la lucha de los
tercerizados, principalmente del Roca, la lucha obrera
independiente más importante del último año. En el caso
del Roca, prácticamente se ha logrado el pase a planta
permanente de una importante porción de compañeros. Y
sigue en curso una dura pelea contra maniobras de aquí y de
allá para los compañeros del Belgrano Norte, del San Martín
y otras líneas.
Como
parte de esta pelea, el asesinato de Mariano Ferreyra terminó
por elevar esta experiencia al plano político. Es que con
el asesinato de Mariano por parte de la patota de Pedraza la
burocracia sindical quedó colocada en el foco de la atención
y el repudio público, lo que la dejó completamente a la
defensiva.
La
novedad es que con la detención de Pedraza las cosas ya han
pasado de castaño oscuro: con Pedraza y Fernández en la cárcel
(número uno y dos del gremio), se puede decir que la UF ha
quedado prácticamente acéfala, aunque otros miembros de la
ejecutiva burocrática han tomado las riendas del gremio y
al interior de la burocracia se está procesando una interna
por el recambio y/o sucesión de Pedraza.
Pero
lo fundamental es que, aunque los trabajadores efectivos del
ferrocarril, sobre todo del Roca, no han sido los que
estuvieron a la ofensiva de la pelea en el último período,
el gremio está prácticamente acéfalo, lo que convoca a
una verdadera rebelión en el ferrocarril.
Es
esa potencial rebelión en un gremio estratégico en la
Argentina lo que está poniendo a la orden del día la tarea
de organizarse para sacar a Pedraza, sus lugartenientes y
cualquier otra variante burocrática de la UF. Fuera la
burocracia, por una nueva dirección independiente en la Unión,
nuevos delegados y una asamblea general democrática son
tareas presentes que deben ser tomadas por los efectivos y
sindicalizados ferroviarios en unidad con los ex
tercerizados que acaban de pasar a planta.
El operativo contención de Cristina
El
gobierno de Cristina, que jamás habló en público del
asesinato de Mariano pero está operando en la causa por
intermedio del hermano, ya ha comenzado un operativo de
contención. No movió un dedo para facilitar la detención
de Pedraza, pero está claro que no podía aparecer en
contra. Y no sólo el kirchnerismo: el conjunto de la
burocracia de la CGT le soltó la mano muy oportunamente a
una burocracia demasiado desprestigiada para poder ser
defendida, al menos a la luz pública.
Este
operativo de contención tiene aspectos tácticos y estratégicos.
Tácticamente, deja correr algunos casos indefendibles como
los de Pedraza o Zanola, soltando el lastre de algunas de
las figuras más desprestigiadas. De paso, esto puede servir
para chantajear a Moyano –involucrado hasta los tuétanos
en la causa de los medicamentos– para que no “se pase de
la raya” en los reclamos salariales en las paritarias que
se vienen, a la vez que se limita su juego propio dentro del
PJ.
Pero
el movimiento estratégico del gobierno pasa por defender a
la casta burocrática peronista de conjunto. Esto es
evidente en la campaña de los programas y medios de
comunicación K de “separar la paja del trigo”, “no
poner a todos en la misma bolsa”, “hay dirigentes malos,
pero la mayoría son buenos” y argumentos por el estilo.
Se
pretende oscurecer que la burocracia es un fenómeno total,
que abarca como una costra a la inmensa mayoría de las
organizaciones sindicales y que desde hace medio siglo viene
sirviendo a la estabilidad del régimen burgués argentino.
Por añadidura responde abrumadoramente al peronismo. Por
supuesto, frente a una institución así a Cristina ni se le
ocurre tomar ninguna medida de fondo, porque la burocracia
sindical es parte del dispositivo de dominación del
peronismo.
Esto
explica, también, las dificultades que ha tenido el
kirchnerismo para avanzar siquiera en una timorata medida
democrática burguesa como el reconocimiento de la personería
de la CTA. A priori, se trataría de una medida de libertad
sindical por arriba que no tendría por qué incidir hacia
la base organizativa de los trabajadores. Moyano y Yasky son
sus aliados, y aunque Micheli está en la oposición
patronal, tampoco es un dirigente que tenga nada que ver con
encabezar un proceso de lucha y organización de las bases.
Sin
embargo, el precedente que configuraría romper el monopolio
de representación de la CGT, aunque más no sea por arriba,
podría terminar abriendo grietas a una irrupción por
abajo. Cristina, curándose en salud, hasta ahora, a pesar
de casos dramáticos como el de Mariano Ferreyra, sigue
defendiendo a rajatabla el unicato sindical.
Un proceso histórico
Es
todo este entramado el que se pone de manifiesto con la
prisión de Pedraza. Su detención ha puesto las barbas en
remojo de toda la burocracia: la CGT no emitió comunicado
alguno pero se reunió de urgencia frente a la
circunstancia.
La
prisión de Pedraza no ocurre en cualquier contexto: hace
meses que las patronales vienen alertando acerca de la
“anarquía” en muchos lugares de trabajo. Se quejan de
que en importantes fábricas reinan los delegados
combativos, que se basan en el método de la asamblea para
resolver qué medidas tomar y qué hacer. Esta preocupación
la trasladan a la incertidumbre de la ronda de paritarias
que está por comenzar.
La
crisis de la burocracia de la Unión Ferroviaria se inserta
en una acumulación en la experiencia independiente de
sectores de la clase trabajadora argentina, que es
justamente lo que las patronales quieren que Cristina
“suprima”. Cosa que el gobierno no logra pese a su campaña
cada vez más sistemática contra las medidas de acción
directa.
En
síntesis: una experiencia histórica de recomposición
viene madurando en importantes sectores de la clase obrera
argentina, tanto de la CGT como de la más débil CTA, ésta
para colmo dividida entre sus dos fracciones burocráticas.
La pelea por barrer a la burocracia sindical de todos los
colores ha pegado un salto con la prisión de Pedraza y
plantea nuevos capítulos en una experiencia que cada vez
tiene más visos de transformarse en histórica.
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