Uno
de los principales interrogantes de la coyuntura es para qué
servirán las internas del 14 de agosto. Si las principales
candidaturas de cada partido o espacio se terminarán
definiendo antes, cuando hay más candidatos que se bajan
que los que se suben a la presidencial, ¿qué es lo que se
saldará en las internas? ¿Cuál será su verdadero
contenido?
En
este terreno se ha operado un cambio completo de escenario.
El plan inicial de los K era obligar a todo el mundo a ir por
dentro de los partidos para evitar la fragmentación de
los partidos (en primer lugar el propio peronismo). Es
decir, se buscaba obligar a que el abanico de candidaturas
del PJ que parecían expresarse luego de la derrota con el
campo fuera obligatoriamente a una interna con los K en el
partido. También, de paso, darle una mano a los radicales
en ese sentido, seduciéndolos así para que apoyen la ley.
Esa
necesidad más coyuntural se combinaba con aspectos más
estructurales o de largo alcance que hemos venido
denunciando desde estas páginas: la promoción del
bipartidismo peronista-radical y sacar del medio por la vía
de deslegitimar electoralmente a los “partidos chicos si
representación”, en concreto, a la izquierda que viene
ganando posiciones entre la amplia vanguardia obrera y
estudiantil.
Las
internas de agosto se transforman en una “externa”
Pero,
como dijimos, desde fines de 2009 a esta parte, ha habido un cambio completo del escenario político-electoral: el oficialismo
se ha recuperado y en la oposición patronal casi nadie se
quiere candidatear. En ese contexto, algunas corrientes de
la izquierda han salido a polemizar con nuestro partido señalando
que, en definitiva, “la ley no tendría componentes tan
proscriptivos” porque “nosotros garantizamos las
afiliaciones y nos podemos presentar”.
Veamos
las cosas más de cerca para ver qué hay de cierto en estas
afirmaciones. El gobierno acaba de reglamentar la ley
electoral en materia de internas obligatorias, así que el
hecho cierto es que se
van a realizar. Pero el problema que salta
inmediatamente es que, aparentemente, no habrá ninguna
verdadera “interna” presidencial que dirimir en casi
ningún caso. Si esto es así: ¿qué objetivo tendrá
entonces la elección del 14 de agosto? Más
bien parece una elección “externa”, entre partidos
distintos en vez de al interior de ellos.
Nos
explicamos. La reforma constitucional reaccionaria de Menem
y Alfonsín de 1994 estableció el mecanismo del ballottage
o segunda vuelta si ningún candidato supera el 40% o si el
primero saca entre el 40 y el 45% pero el que le sigue detrás
tiene menos de diez puntos de diferencia; sólo si el
ganador saca más del 45% no es necesaria. Lo que este
mecanismo busca es lograr mayorías categóricas para asegurar la gobernabilidad.
Pero
al realizarse una suerte de “ensayo general” de las
elecciones nacionales el 14 de agosto, serán una especie de
anticipación de lo que sería la primera vuelta, porque
seguramente entre el primer y el segundo candidato con más
chances se repartirá masivamente
el voto útil en octubre. Esto cierra todavía más los
espacios para los cargos electivos.
La
del 14 es un simulacro de elección, ya que no se elige
nada, sólo se iba a decidir entre corrientes internas que
no existirán. Es
casi un sondeo electoral masivo y obligatorio. Así, la
interna presentada como instancia “democrática” da una
vuelta de tuerca todavía más restrictiva y excluyente,
porque cuando se vote
“en serio” a los candidatos en octubre (tanto
presidenciales como para los demás cargos)
el mecanismo del voto útil se va a hacer valer de manera más
categórica aún. estrechando así la representación. Y
todavía hay sectores de la izquierda que dudan de que la
reforma sea antidemocrática.
¿Y por casa cómo andamos?
Éste
va a ser seguramente el mecanismo de funcionamiento del voto
útil, que se potencia aún más en una elección
presidencial. Si esto es así, ya sería motivo suficiente para que la izquierda hubiera hecho un escándalo
en regla contra el endurecimiento antidemocrático del
gobierno, cosa que lamentablemente no ha hecho.
Además,
está el problema de si la izquierda logrará perforar el
piso electoral del 1,5% de los votos válidos en la interna.
Esto es materia opinable y depende de muchos factores. En
primer lugar, de cuánta gente vaya a votar. Considerando
que el voto de la izquierda es un voto más consciente y
comprometido, si la cantidad de gente que vaya a votar es
algo más baja de lo habitual, debido quizá a la falta de
expectativas que podría haber en las supuestas
“internas” (aunque el escenario bien podría ser el
opuesto), esto beneficiaria a la izquierda para superarlo.
También sería beneficioso que el espacio
centroizquierdista se quedara sin claro candidato al bajarse
Solanas de la elección nacional para ir en la Capital
Federal. En ese caso, el mecanismo del voto útil funcionaría
algo menos, beneficiando a las candidaturas de la izquierda.
Pero
lo que más podría ayudar a la izquierda en términos políticos,
no de especulación aritmética, sería que tome
realmente como bandera –y todavía se está a tiempo– la
lucha contra la proscripción, generando una ola de
simpatía democrática a su favor que le diera un “plus”
en la votación que la ayude a superar el piso proscriptivo.
Desde ya, esto se combinaría con el perfil de lucha por la
independencia política de clase de los trabajadores-.
Por
desgracia, no es esto lo que no ha venido haciendo la
izquierda: cada partido se preocupó sólo por sus
“derechos políticos” y sus afiliaciones. Así las
cosas, la posición oportunista que ha adoptado respecto de
este torniquete antidemocrático del gobierno y el régimen,
la ha privado de un tipo de campaña que tenga como uno de
sus vectores la pelea contra el operativo proscriptivo, más
allá de que poner en pie un frente ayude en este sentido.
Pero atención, porque las señales recibidas hasta
ahora, como las elecciones en
Catamarca y Salta, no han satisfecho las por otra parte
habitualmente altas expectativas electorales que tenía el
PO, por ejemplo.
Que
el “frente” se abra al Nuevo MAS
Lamentablemente,
el nuevo MAS ha sido hasta el momento dejado de lado de este
“frente”. Por supuesto, continuaremos la pelea por que
se abra también a nuestro partido, independientemente de la
criminal división que están produciendo para este 1° de
mayo.
En
todo caso, nuestro compromiso es que pese a las enormes
diferencias que tenemos con el frente por su capitulación a
la antidemocrática reglamentación electoral, seguiremos
llamándolo a que realicemos un esfuerzo colectivo por
superar el piso proscriptivo de las candidaturas de la
izquierda (se estima que rondará
los 300.000 votos, una cifra más difícil de alcanzar si se
divide en vez de unir), a la vez que vamos
completando los trámites por nuestra presentación
electoral en los distritos en que podamos concretarla.