Pensando en el día después
Cristina se abraza a los empresarios
“Yo, la verdad, preferiría que, en
lugar de apoyarme tanto pidiéndome para que sea presidenta
de los argentinos, me apoyen de una manera más contundente
tratando de que las cosas puedan solucionarse sin necesidad
de presiones, o de hechos que realmente crean demasiada
conflictividad”
(Cristina
K, La Nación 11-05-11).
El gobierno de Cristina está comenzando a preocuparse por el día
después de las elecciones. Al parecer, convencida que la
reelección sería un hecho, su inquietud parecer estar
centrada en cómo enfrentará los problemas que heredará su
próxima gestión. Los mismos se han ido acumulando en
materia de inflación, tipo de cambio, financiamiento,
subsidios y un largo etcétera; cuestiones que podrían
ameritar algún tipo de ajuste económico, mala palabra en
el vocabulario K.
Sin embargo, la realidad es que algunos de estos problemas podrían
comenzar a “estallar” antes mismo de las elecciones de
octubre, colocando un cuestionamiento a la idílica visión
de las cosas que viene sosteniendo el oficialismo, visión
que en algunos casos se ha transformado en una suerte de
euforia anticipada aunque todavía deba pasar por la prueba
de los hechos.
Entre los problemas más graves hay dos de peso a destacar: la
renovada escalada inflacionaria y el salto que se está
confirmando en la llamada conflictividad social, materia de
todas las últimas intervenciones públicas de la
presidenta. La subida de precios y como está impactando en
los bolsillos populares viene siendo tema de conversación
cotidiana entre los sectores populares. Por el otro lado,
los conflictos están metiendo presión en unas paritarias,
que si bien vienen siendo mayormente controladas por la
burocracia sindical no han dejado de tener eventos de
desborde de importancia, el más importante de los cuales ha
sido el de los petroleros de Santa Cruz.
Es
esta realidad la que nos lleva nuevamente al presagio
gubernamental: el escenario reeleccionista quizás no
resulte el “paseo” que creían los funcionarios K. Al
servicio de garantizarlo están los preparativos para que
las elecciones “internas” del 14 de agosto se configuren
como una suerte de “plebiscito nacional” a favor de la
reelección.
La
escalada inflacionaria
El hecho es que los precios parecen nuevamente
haberse disparado. Esto tiene que ver con varios factores.
Uno: la escalada internacional de los precios de las
materias primas, que si bien en los últimos días parecen
haberse moderado en algo, no dejan de estar por las nubes
respecto de los promedios históricos y meten presión en el
mercado nacional, porque parte fundamental de las
exportaciones argentinas son precisamente los productos
primarios. Dos: sigue habiendo graves problemas de oferta en
diversos rubros. Por ejemplo, en la provisión de petróleo,
el país está siendo obligado a importar distintos tipo de
naftas para atender la creciente demanda local, las cuales
que vienen con los altos precios internacionales, empujando
la escalada local. Tercero: los trabajadores han aumentado
su capacidad reivindicativa, en la medida que la recuperación
económica de los últimos años ha disminuido el desempleo
en términos relativos, lo mismo que el temor al despido (amén
del dato estructural que el 40% de la fuerza de trabajo es
en negro o tercerizada). Cuarto: el hecho que los
empresarios trasladan automáticamente a los precios los
aumentos concedidos en paritarias como manera de mantener
sus elevadísimos márgenes de ganancias.
Así las cosas, lo anterior debe ser inserto
en una reflexión más general: con el clásico ajuste
deflacionario típico de los años ‘90 o con el
“heterodoxo” inflacionario de los K, son los
trabajadores los que siempre terminan perdiendo en la pelea
por el “reparto de la torta” (algo que no dicen los plumíferos
defensores del “modelo nacional y popular”).
Y sin embargo, las circunstancias que rodean
una u otra situación son completamente distintas. Si la
estabilidad “deflacionaria” es siempre la “paz de los
cementerios” de la ausencia de luchas, el mecanismo
inflacionario responde a los tiempos que corren con
importante presencia de las luchas obreras. Este mecanismo
es simple:
los
precios le ganan la carrera a los salarios.
La
conflictividad social
Es ahí dónde se inserta la preocupación del
gobierno por la conflictividad. Porque el hecho es que la
clase trabajadora no se queda con los brazos cruzados a ver
como se deterioran sus condiciones de vida y salario.
Precisamente este es uno de los datos que más preocupan a
Cristina: su exigencia a Moyano es que debe hacer más por
evitar la escalada de los reclamos.
Aquí la situación de los dirigentes
sindicales no es sencilla. Por un lado, algunos gremios de
la CGT se han visto fortalecidos por el hecho que la
generación de empleo aumentó y eso les permitió
revitalizar las estructuras sindicales. Además, dado el
contraste con la situación de desempleo de masas previo al
2001, el hecho es que el sindicalismo oficialista de la CGT
y la CTA “cobran” en materia de estar “pegados” a un
gobierno que goza de un importante apoyo por parte de
sectores de los trabajadores.
Sin embargo, lo señalado está cruzado por
una enorme contradicción. La recuperación del empleo también
introdujo en los lugares de trabajo a una nueva generación
obrera que no deja de estar marcada por rasgos provenientes
del cuestionamiento general del 2001. Una nueva camada que
por su carácter joven ha llegado con determinadas
expectativas que no siempre se ven satisfechas
positivamente.
Al mismo tiempo, esta joven generación está
“preñada” de un ánimo democrático que cuestiona
profundamente la complicidad de los burócratas de todos los
colores con la patronal. Se cuestionan los bajos salarios,
se cuestionan las deterioradas condiciones de trabajo, se
cuestiona la tercerización laboral ¡y
se cuestiona que al frente de los sindicatos estén
verdaderos “dinosaurios” atornillados en sus sillones
por dos, tres y hasta cuatro décadas!
En estas circunstancias, la recuperación
relativa de sectores de la burocracia sindical convive dinámicamente
con el creciente cuestionamiento que viene desde abajo, y
que se expresa en que la izquierda independiente ha ido
logrando progresos de importancia en fábricas y gremios de
importancia. Este proceso de cuestionamiento es ampliamente
extendido en la clase obrera argentina, lo que entre una
amplísima vanguardia está dando lugar a la emergencia de
un nuevo clasismo que si bien está todavía en sus primeros
pasos, no deja de ser un dato cierto de la realidad de los
trabajadores del país.
El
papel de Moyano
Camino a su reelección, a Cristina le
preocupa sobremanera que la inflación creciente y la
ascendente conflictividad le “arruine el estofado”. Ese
es el contexto de las particularidades de la relación del
gobierno con Hugo Moyano. Lo que ocurre es que este está
intentando recrear el mecanismo habitual de los dirigentes
sindicales peronistas “clásicos” por así decirlo:
llevar adelante medidas de fuerza “de bolsillo” para
hacerse valer en la negociación, en el arbitraje entre la
clase obrera, las patronales y el gobierno. Esto en
beneficio en última instancia del capitalismo argentino,
aunque despegándose de los modelos sindicales de
“relaciones carnales” con los capitalistas de la época
menemista (esto no quiere decir que el mismo Moyano no sea
parte al mismo tiempo del modelo de sindicalistas
empresarios; él es uno de los más importantes del país).
¿Cómo viene funcionando este mecanismo? Lo
ha dicho muy claramente Schmid de Dragado y Balizamiento,
mano derecha del propio Moyano: “nunca le hemos hecho un
paro general a los Kirchner”.
Efectivamente: la CGT no movió un dedo
durante las jornadas del 2001; y desde esa fecha se las
arreglaron para no convocar a ninguna medida de fuerza
nacional. Sin embargo, para no perder su capacidad de
arbitraje, y para mantener su prestigio entre sectores de
los trabajadores como dirigentes que al menos “consiguen
algo”, se la pasan llevando a cabo medidas de bolsillo
controladas –sobre todo entre los camioneros- con dos
objetivos: aparecer luchando frente al conjunto de los
trabajadores, y lograr una serie de reivindicaciones para su
gremio bajo la divisa de que “al menos, Moyano consigue
cosas”; de paso, se intenta cerrar el paso al creciente
peso de la izquierda independiente entre sectores de la
amplia vanguardia de la clase obrera. Claro que esto se hace
mientras que, al mismo tiempo, se legitima la explotación
general de la clase obrera.
El ajuste que viene
Son estas las preocupaciones centrales del
gobierno en la coyuntura. Porque no hay que olvidar que uno
de sus “activos” frente a la patronal es su capacidad de
“contener el conflicto social”. Cristina busca mantener
sin condicionamientos esta capacidad de gobernabilidad.
Pero aquí hay algo que puntualizar. Aunque la
coyuntura económica parece seguir siendo favorable, están
acumulándose elementos de deterioro. Para evitar que escale
aún más la inflación, es un hecho
que el tipo de cambio se está retrasando y las
exportaciones argentinas perdiendo de a poco su
competitividad. Esto mismo está deteriorando el superávit
en materia comercial. Las reservas del Banco Central se
mantienen estables pero las obligaciones por delante son
crecientes. Para colmo, el déficit fiscal también podría
escalar, limitando, entre otras consecuencias, la
posibilidad de seguir subsidiando tarifas y transporte. Ni
que decir tiene la escalada de precios que habría si estos
subsidios caen: el deterioro al salario sería inmediato.
Es en el marco de estas preocupaciones que se
insertan las renovadas gestiones por instalar un clima de
“acuerdo social”. Cristina se ha reunido con la CGT y la
CTA de Yasky, y viene de hacer lo propio con la UIA. La
realidad es que el llamado al orden a Moyano hace parte de
un curso político de “seducción” de los empresarios
antes de octubre. Las recientemente elegidas autoridades de
la Unión Industrial están expresando un relativo cambio en
el rumbo político de los empresarios. La nueva presidencia
de De Mendiguren busca configurar una gestión distinta a la
del 2008, 2009 y 2010 marcada por el conflicto con el campo
y el debilitamiento gubernamental. Los empresarios están
ahora ajustando su discurso al hecho que el gobierno caminaría
derecho hacia la reelección, aunque no por esto dejan de
poner condiciones, y la principal es que Cristina cumpla con
su promesa de avanzar en la “normalización” del país.
Es en este contexto que el gobierno ha
redoblado su discurso contra los conflictos obreros y no se
trata solamente de las advertencias a Moyano: no hay mensaje
de Cristina en las últimas que no se refiera críticamente
a la reciente pelea de los petroleros de Santa Cruz, que
terminó con la burocracia de Segovia echada a patadas del
gremio.
Como si fuera poco, acaba de premiar a la UIA
con su público posicionamiento en contra de la participación
obrera en las ganancias; en cambio ha propuesto incorporar a
los convenios premios por productividad… Es decir
¡darle migajas de su propio trabajo a los obreros
a cambio de que estos trabajen más arduamente aun!
En definitiva, toda esta preocupación contra
la conflictividad obrera tiene dos objetivos: por un lado,
que no haya desbordes hacia las elecciones de octubre; por
el otro, asegurarse que si el gobierno a finales de este año
o principios del próximo se ve obligado a tomar algunas
medidas “antipáticas” la situación sea controlable.
El Nuevo MAS se presenta a todos los cargos en la
Capital Federal
Así y todo, los hechos no dejan de ser
testarudos: mientras en Santa Cruz, luego de los petroleros
ahora son los docentes los que están cortando las rutas, en
Buenos Aires se acaba de vivir un conflicto de los
judiciales bonaerenses como hace años no se veía, y
mientras tanto las burocracias de la UOM y la Alimentación
aparecen pidiendo porcentajes muy por encima del 24% en
cuotas acordado por Moyano para camioneros.
Desde nuestro partido, ya en oportunidad del 1°
de Mayo dijimos que se estaba ante una coyuntura electoral
marcada por una escalada de luchas de importancia que la
izquierda no podía desconocer. Este pronóstico se ha visto
confirmado en las últimas semanas; y de allí que el vuelco
a las luchas en curso sea la primera tarea del momento.
Al mismo tiempo, está planteada una combinación
entre el aprovechamiento de las tribunas electorales que
podamos obtener para empujar en el sentido de la
independencia política de clase de los trabajadores, al
tiempo que no bajar la guardia en lo que hace a la denuncia
de la proscriptiva e ilegítima ley electoral K. El hecho es
que a medida que se acerca la fecha de las internas del 14
de agosto crecen los cuestionamientos a la ley desde los más
diversos sectores. Al mismo tiempo, las elecciones más
importantes en el horizonte inmediato son las que se vienen
en la Capital Federal. Para las mismas, nuestro partido está
a un paso de conseguir su legalidad, y ante nuestra exclusión
del denominado “frente de izquierda” del PO y el PTS,
nos presentaremos como nuevo MAS para todos los cargos.
El objetivo será aprovechar las elecciones de
la Capital para poner en alto un programa de independencia
de clase, al tiempo que desarrollar una muy intensa campaña
por el derecho al aborto. Para estas tareas estamos abriendo
nuestras listas para que la integren aquellas
organizaciones, compañeros y compañeros representativos de
las luchas de la ciudad.
¡Manos a la obra en las luchas, la
recomposición obrera y la pelea electoral por la
independencia de clase, por el derecho al aborto libre,
seguro y gratuito, y contra la ley proscriptiva!
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