Cuando
estalló el caso Strauss-Kahn, La Nación del 18/5 publicó
una nota donde se hace una defensa encendida del encumbrado
violador. El autor de la nota es Bernard-Henri Levy, un
“intelectual” que se hizo famoso pasándose de la
izquierda a la extrema derecha, y vive de defender con
argumentos “filosóficos” los genocidios de Israel y
EEUU por todos los medios de Europa, que le dan muchísima
prensa: una especie de Vargas Llosa francés.
El
tipo no cabe en sí de indignación, pero no porque el
director del FMI y seguro candidato a presidente de Francia
por el Partido Socialista, amigo suyo además, esté acusado
de abuso sexual. Lo que abruma a este filósofo mediático
es “que el mundo se regodee ante el espectáculo de este
hombre esposado”.
Para
él, “nada en el
mundo justifica que un hombre sea arrojado a los lobos
de esta manera”. Nada en el mundo. Ni siquiera el abuso
contra una mujer, además empleada del hotel donde el
abusador era cliente vip, y además inmigrante africana.
El
tipo deplora que “otra mujer, su esposa, admirable en su
amor y su valentía, se vea expuesta a las indecencias de
una opinión pública ávida de chimentos y vaya uno a saber
de qué oscura venganza”.
Ni
palabra sobre la mujer que se vio expuesta a las indecencias
de un tipo con mucho poder, y que tuvo la valentía de
denunciarlo a pesar de todo. Tampoco le cree a Tristane
Banon, la periodista que denunció a Strauss-Kahn por un
intento de violación cometido en 2002, “hecho –según
Levy– que calló durante ocho años, pero que no bien vio
la oportunidad, sacó a relucir para venderlo frente a las cámaras”.
Se olvida de que la
propia madre de Banon, dirigente del Partido Socialista, la
convenció en ese momento de no hacer la denuncia.
Hablando
del Partido Socialista francés: voceros de esa fuerza
opinaron que la acusación contra Strauss-Kahn es una
conspiración montada por Sarkozy, su rival en las próximas
elecciones.
Si
hay que ver una conspiración en este caso, más bien
preferiríamos la conspiración montada por el capitalismo
imperialista con el FMI para destruir a los países del
tercer mundo, cuyos habitantes son obligados a emigrar para
limpiar los baños del capitalismo imperialista, baños
donde se te tirará encima el director del FMI, cuyos
camaradas imperialistas luego afirmarán que las relaciones
carnales con el FMI son siempre consentidas.
Hasta
el senador francés Robert Badinter declaró que “no hay
duda de que estamos frente a una ejecución mediática”,
refiriéndose a las imágenes de Strauss-Kahn esposado y
escoltado por la policía que se difundieron por los medios.
Badinter es un jurista reconocido por ser el responsable de
la abolición de la pena de muerte en Francia. Pero a la
hora de defender los intereses políticos de su clase, los
respetables demócratas hacen coro con charlatanes de
ultraderecha como Levy para defender a un violador.
¿Por qué esta vez fue preso?
Strauss-Kahn
tiene una larga historia de abusos sexuales, que va saliendo
a la luz día a día desde su detención. Aunque algunos de
esos casos ya habían tenido difusión, el tipo siempre se
las arregló para no ir preso apoyándose en su posición
política y económica. Tan impune se sentía, que se
ocupaba muy poco de ocultar “su relación patológica con
el otro sexo”, como le llamaron fuentes del gobierno francés.
Minutos antes de ser detenido en el avión que lo llevaría
de vuelta a Europa, había protagonizado un incidente
vergonzoso con una azafata, a la que le gritó “¡Qué
bonito c...!” delante de todo el personal de a bordo. ¿Qué
pasó esta vez que no pudo zafar?
Aparte
de las ridículas teorías conspirativas, hay otra idea que
recorre los diarios tratando de explicar la “dureza” y
rapidez de la justicia yanqui en este caso por la mala
relación que EEUU tiene con el acusado, porque éste, desde
su posición en el FMI, defendía la desdolarización de la
economía mundial.
Sin
embargo, el peso del FMI en las decisiones que toma la clase
capitalista viene bastante devaluado desde la crisis
mundial. Más bien, el mensaje del gobierno yanqui encaja en
sus intentos de “legitimación post Bush”: “[El caso
Strauss-Kahn] es una historia inspiradora sobre Estados
Unidos, donde hasta una mucama puede tener dignidad y ser
escuchada cuando acusa a uno de los hombres más poderosos
del mundo de ser un predador” (The New York Times,
17/5). Encima, por ser un “caso sexual”, a Obama le vino
al pelo para quedar bien con la hipocresía evangélica de
la derecha yanqui, que gusta castigar a los hombres públicos
que no saben mantener en secreto sus excesos en esta
materia. Esto no lo entendió Strauss-Kahn, a pesar de que
sus connacionales ya le habían advertido que “allá no
puede hacer lo que hace acá”.
Igualmente,
es de notar que hace pocos años las “historias
inspiradoras” con que se pavoneaba el imperialismo yanqui
tenían que ver con soldados devastando naciones pobres; hoy
tiene que publicitarse metiendo en cana al director del FMI.
Es
que la época en que los predadores, yanquis a la cabeza,
quedaban mejor parados cuanto más fuerza, más dinero y más
impunidad mostraban, terminó con las insurrecciones
latinoamericanas contra el neoliberalismo, y con la rebelión
en el mundo árabe y los crecientes movimientos populares en
Europa frente a las consecuencias de la crisis mundial.
El
titular en la revista inglesa The Economist, “No,
he Kahn’t” (juego de palabras entre “no, él no
puede” y el apellido del abusador) parece decir: ojo, la
gente saqueada, masacrada y abusada se moviliza, se arma y
tira gobiernos abajo; no es momento para echar más leña al
fuego con un acto tan “políticamente incorrecto” por
parte de un político internacional. Esta es la otra cosa
que no entendió el ex director del FMI.