Cristina Kirchner se alzó con más del 50% de los votos
en las recientes primarias, un dato impactante luego de que
su gobierno estuviera al borde del nocaut dos años atrás,
cuando la derrota ante las patronales agrarias. El
kirchnerismo ha demostrado capacidad para navegar en aguas
turbulentas. Logró domar el potro de la rebelión popular
de 2001. Y, también, hasta el momento, pudo más
capitalizar políticamente que sufrir las inclemencias de la
crisis económica que barre el mundo capitalista. Sin
embargo, podría estar al borde de encontrarse con un
precipicio: es que si la segunda fase de la crisis mundial
pega con más fuerza que la anterior -como parece estar
anunciándose a estas horas- sus márgenes de maniobra se
verían, ahora sí, estrechados. Allí sería más difícil
no desnudarse antes las masas como lo que en definitiva es:
un gobierno que a pesar de gestos y medidas progresistas no
ha hecho más que estabilizar la situación del capitalismo
nacional.
Bases de la recuperación K
La capacidad de recuperación del kirchnerismo ha sido
destacable. Ya en las elecciones de 2007 Cristina había
tenido baja votación en la mayoría de los centros urbanos
del país. Las clases medias comenzaban a alejarse y se abría
un período en que mayormente giraban a la derecha.
Ésta fue la base social detrás del conflicto con las
patronales agrarias. El gobierno quiso tocar una proporción
mayor de las superganancias del campo argentino y lo pagó
con una dramática derrota política que lo dejó al borde
de la renuncia y le costó las elecciones de 2009.
Sin embargo, desde el día siguiente a esa derrota, el
gobierno comenzó a recuperarse y la oposición patronal
-cuyas figuras ya se probaban el traje de presidenciable- a
desflecarse sin fin.
Esto tuvo una base material: la primera ola de la crisis
mundial llegó al país mediatizada por la pujanza económica
de China y Brasil. La crisis duró poco y la recuperación
vino muy rápido. Apoyado en ese hecho material, llegó
también una fase de “radicalización” de los K, que
tomaron una serie de medidas económicas y políticas
alejadas de las habituales recetas neoliberales de los años
90. Sin orden cronológico: estatización de los fondos
jubilatorios en manos de las AFJP, utilización de reservas
del BCRA para pagar deuda, nueva ley de medios para romper
el monopolio del multimedios de Clarín, asignación
universal por hijo para familias desocupadas, reforma
electoral proscriptiva pero presentada como alfa y omega de
la “democracia”, etcétera. Y, junto con esto, un
definido perfil ideológico de pelea “contra la
derecha”, expresada en la campaña de “devuelvan a los
hijos”, entre otras.
Además, lograron organizar y capitalizar una serie de
eventos de masas en clave de “independencia nacional”,
fundamentalmente, los festejos del bicentenario. Este
conjunto de circunstancias politizó a una franja de masas
de la sociedad, sobre todo entre la población joven. En
esencia, los K se quedaron con parte fundamental de la base
de masas que protagonizó el Argentinazo de 2001 aunque sin
lograr apagar del todo sus brasas.
En medio de esa recuperación llegó la inesperada muerte
de Kirchner. Amén de que en sus funerales se expresó esa
parte de la sociedad politizada, la viudez actuó sobre
Cristina como una suerte de bálsamo social: no correspondía
criticar a quien se estaba haciendo cargo del barco en medio
de un drama personal.
Cristina aprovechó esa situación para correrse más
hacia el centro político. Sin llegar a ensayar un gobierno
de unidad nacional, y sobre una base económica de
crecimiento, hizo guiños de gobernabilidad hacia el
empresariado. Por ejemplo, cuando la represión en el Parque
Indoamericano (y, últimamente, volviéndose a cobrar vidas
en Jujuy reprimiendo la ocupación de las tierras de
Ledesma). A pesar de las peleas de palacio, Moyano colaboró
también para un 2011 casi sin conflictos de importancia en
un año que es poco menos que un largo festival electoral.
Sólo falta agregar al panorama el desastre de la
fragmentación de una oposición patronal sin discurso en
medio de una situación económica de bonanza, y ahí está
el resultado electoral del domingo. Más de un 50 por
ciento, recuperación de los centros urbanos e incluso del
voto del campo. El bolsillo pudo más que las “ideologías”:
los productores agrarios están ganando más que nunca.
Hasta Biolcati, reaccionario jefe de la Sociedad Rural, ha
salido a declarar que luego de las elecciones del domingo
“habrá que revisar muchas cosas”…
Así, sobre una base económica de relativa bonanza, el
kirchnerismo supo “reconstruirse” para salir casi
seguramente reelecto en octubre. Hecho que de confirmarse
constituiría un fenómeno político en sí mismo: una gestión
continuada y sin interrupciones a lo largo de 12 años, que
en la Argentina de las convulsiones crónicas no es poca
cosa.
La foto y la película
Sin embargo, en este cuadro triunfalista de situación hay
una variable independiente. Como se ha visto en las últimas
semanas, la economía mundial está al borde de una recaída
aún más grave que la de dos años atrás. La recaída
puede dejar realmente al mundo, ahora sí, al borde de una
depresión mundial. Y esto, para colmo , ocurrirá en un
mundo que se empieza a poblar de rebeliones populares. Ya no
es solamente el mundo árabe. Se trata de un fenómeno
universal: de Grecia, de los indignados en España, de la
explosión de la juventud excluida en Inglaterra, de la
juventud estudiantil en Chile... todos hechos de claro
impacto mundial.
En lo inmediato, desde el punto de vista político, el
kirchnerismo ha explotado el contraste entre el
“derrumbe” del mundo y la estabilidad argentina, como
están haciendo todos los gobiernos de la región. Cristina
gana por partida doble: el contraste ocurre en momentos en
que aún no se hacen sentir en la Argentina las
consecuencias de la recaída económica., y la coyuntura de
país sigue siendo de bonanza . Sin duda, se han venido
acumulando una serie de “bombas” que no han terminado de
explotar, pero hasta entonces, el gobierno puede demostrar
manejo y capacidad de “torear” la crisis. En definitiva,
ahí está la razón de fondo de su votación del domingo:
para las mayorías, el kirchnerismo parece haber pasado la
prueba como “piloto de tormentas”.
Pero atención, porque el resultado electoral podría
estar mostrando una “fotografía”, no toda la película.
El arrasador triunfo K (que, a priori, sería ratificado en
octubre) es en parte muestra de una situación “irreal”.
No hay “estabilidad” nacional que alcance, no hay manera
de transformar al país en una isla al margen de los
sobresaltos de la situación mundial.
Es verdad que el kirchnerismo tiene oficio político,
rasgo que comparte con otros gobiernos de la región, desde
el del PT de Lula en Brasil hasta el Frente Amplio uruguayo,
pasando por Chávez, Morales y Lugo. Todos ellos se vieron
obligados a “domesticar” rebeliones populares en sus países,
o evitar que detonen, en un movimiento preventivo,. Para
ello, tomaron una serie de medidas disonantes con las
recetas neoliberales puras y duras de los años 90,
medidas que ahora mismo aparecen legitimadas dado el
eventual derrumbe del libre mercado extremo que marca la
crisis del capitalismo mundial. De ahí también que se
sucedan reuniones de los gobiernos de la Unasur buscando
tomar medidas que “blinden” la región frente a la
crisis.
¿Se avecina una
"tormenta perfecta"?
La simultaneidad de la recaída en la crisis mundial con
la explosión de rebeliones “urbi et orbi” podría
cambiar todo el cuadro de situación. Durante las jornadas más
dramáticas de finales del 2008 y comienzos del 2009, China,
India y Brasil lograron hasta cierto punto
“desacoplarse” de la caída recesiva. China puso en práctica
el mayor paquete de asistencia estatal en proporción al PBI
de todo el mundo. En esas condiciones, continuó su rol de
primer consumidor mundial de materias primas, para beneplácito
de países como el nuestro. Esto mismo hizo que el Brasil se
mantuviera al tope demandando, a la vez, nuestra industria
automotriz. La bonanza de ellos fue la de la Argentina.
Las perspectivas de un nuevo “desacople” lucen mucho
menos claras. La inflación campea en China, motivando
nuevas oleadas reivindicativas por el salario que tienen muy
nerviosa a la burocracia vernácula. En Brasil también hay
preocupación, que está llevando a que se adopten medidas más
o menos proteccionistas.
Pero, además, la crisis mundial como un todo podría
pegar más fuerte que en la ronda anterior, porque los
estados del norte del mundo ya no disponen de los billones
de dólares de hace dos años atrás para rescatar el
quebranto privado. Hoy son los estados mismos los que están
quebrados e imposibilitados de prevenir que caigan las compañías
hasta ayer "demasiado grandes para caer"...
En esas condiciones, podría acabarse el “sueño” de
los K. El progresismo -como su hermano mayor, el reformismo-
funciona muy bien en condiciones de bonanza. Pero cuando las
vacas son flacas, inevitablemente se desnuda como un
gobierno de la clase capitalista, que si tiene que optar por
cortar los víveres, lo hará esto principalmente entre los
explotados y oprimidos. Allí se termina el “relato
progresista”.
Cabe recordar, por ejemplo, que el mismísimo Juan Domingo
Perón, cuando el deterioro de la situación económica en
su segundo mandato, lanzó los famosos Congresos de la
Productividad para implementar un rotundo ajuste sobre la
clase obrera. ¿Qué pasaría hoy con el mayoritario apoyo
en las fábricas al gobierno kirchnerista si se ve obligado
a lanzar un ajuste económico en regla? Rápidamente se
transformaría en su contrario, en furia anti K, si llega a
tocar las condiciones de vida duramente adquiridas como
subproducto, fundamentalmente, no de las bondades del
kirchnerismo, sino de las condiciones creadas por la rebelión
popular del2001.
Por supuesto, el gobierno va a recurrir a cuanto recurso
encuentre para evitar o postergar esto. Ya lo hizo cuando
por ejemplo reestatizó los fondos jubilatorios, a pesar de
la sonora protesta del conjunto de la patronal por el
"cambio en las reglas del juego". Pero la
imaginación tiene un límite: si la economía derrapa en
una depresión mundial, la Argentina se las verá muy feas y
el gobierno no tendrá más alternativa que mostrar
realmente para qué equipo juega: el del capitalismo
nacional.
Hay que desbordar por izquierda al kirchnerismo. El problema es
el
capitalismo
Como dijimos, el resultado electoral está mostrando la
foto, pero la película de octubre en adelante podría ser
muy distinta, a caballo de la dinámica de la crisis
mundial. Esto no quiere decir que al gobierno se le acaben
de inmediato sus márgenes de maniobra. Ya mismo está
pensando medidas frente a esa eventualidad. Pero no hay
magia: un mundo que se acerca nuevamente a un derrumbe
reducirá dramáticamente los márgenes de maniobras de los
gobiernos progresistas latinoamericanos y pondrán más a la
orden del día la agenda de la crítica al capitalismo.
Desde el Nuevo MAS desde la actividad cotidiana (y el FIT
en la palestra electoral), debemos levantar por sobre todas
las cosas un programa obrero y socialista que plantee una
perspectiva más allá del capitalismo.
El FIT no ha aprovechado hasta ahora su visibilidad
electoral para decir nada sustancial. No sabemos si el
encandilamiento electoral le permitirá hacer esto. Por
nuestra parte, radicalizaremos nuestra política en ese
sentido, llevando a cabo una amplia agitación
anticapitalista que prepare las luchas obreras que están
por venir.