Como ya veníamos mencionando durante el año, la reforma
política reaccionaria llevada adelante por el gobierno K en
2010 puso una serie de nuevas trabas para la presentación
electoral, sobre todo de la izquierda. La ley está hecha a
medida de los partidos con aparatos clientelares y punteros:
con los nuevos requisitos para obtener la legalidad (por
ejemplo la obligatoriedad de fotocopias de DNI para las
afiliaciones) hasta la necesidad de superar el piso del 1.5%
en las internas obligatorias, buscaron excluirnos de la
contienda electoral. El objetivo del gobierno era correr del
escenario político a la izquierda, dando un paso en
silenciarla tanto en el plano político como en el sindical
o el social. Lo primero que hay que decir, es que el
gobierno fracasó en este objetivo. La izquierda,
representada en esta ocasión por el FIT, logró pasar el
piso proscriptivo lográndose un triunfo que fue festejado
como tal en los lugares de trabajo y estudio por la amplia
vanguardia. Lo segundo, es que el resultado electoral que
finalmente obtuvo Altamira, se debió a la campaña
anti-proscriptiva, lo cual muestra que el eje que el Nuevo
MAS planteó desde principios de año era completamente
acertado.
El FIT pasó con la POLÍTICA del Nuevo MAS
Dicho lo anterior, es evidente que desde el Nuevo MAS
tenemos una posición crítica de cómo el FIT, prácticamente
de “carambola”, terminó tomando en sus manos esta campaña.
Hasta que el agua no les llegó al cuello (luego de las
malas elecciones en Capital Federal y Santa Fe) amenazando
realmente con hundirlos, no giraron a la pelea contra el
piso proscriptivo.
Como ya se sabe, desde el Nuevo MAS planteamos dar una
batalla a brazo partido contra la reforma proscriptiva:
hemos realizado una campaña contra la proscripción a la
izquierda desde el primer día y de manera consecuente, y lo
hicimos durante todo el año, no sólo como un slogan de
campaña. Las corrientes que conformaron el FIT, en
particular el PO, su fuerza mayoritaria, despreciaron esta
pelea: no la
incluyeron, siquiera la mencionaron, en el programa de
constitución del frente. Es más, Altamira escribió en
su prensa que “no había que poner como eje la proscripción”,
Pitrola decía que era una campaña “marginal” y un
largo etcétera… pero con los resultados de Capital y
Santa Fe puestos, el PO dio un volantazo de 180 grados
–sin decir agua va agua viene- para hacer una amplia
agitación contra la proscripción.
La campaña democrática del FIT focalizada en la
necesidad de obtener 400.000 votos para pasar el piso del
1.5% tuvo una fuerte repercusión, cuya máxima expresión
fue el pedido de “el milagro para Altamira” de Jorge
Rial, que acompañaron una serie de periodistas de renombre,
también derechistas, como Gustavo Silvestre o hasta Chiche
Gelblung, entre otros. Ante esta campaña, el
reflejo de un sector de la sociedad fue profundamente democrático,
y pareciera haber sido un sentimiento hermanado al que se
percibe cuando se produce una represión: sectores que quizás
no apoyan activamente dicha causa se solidarizan frente a
ese hecho.
Para apreciar cómo influyó la campaña democrática en
que Altamira logre superar el piso proscriptivo, están
sobre todo los guarismos de Capital Federal. La izquierda
venía con una tendencia general nacional de caída en la
cantidad de votos, y los datos de la Ciudad muestran el
cambio abrupto pre y post campaña por “el milagro”: el
frente obtuvo alrededor de 76 mil votos a presidente y 81
mil a diputados (4 y 4,4% respectivamente), cuando sólo
semanas atrás obtuvieron apenas 13 mil y 17 mil a jefe de
gobierno y legislador (el 0,77 y 1% respectivamente). En ese
sentido, Altamira logró capitalizar dicho voto cuando cambió
radicalmente su discurso, para acercarse al que sosteníamos
desde el Nuevo MAS, pero con una diferencia no menor: lo
tomó con un perfil completamente adelgazado desde un punto
de vista de clase.
Del
rechazo a la pelea contra la proscripción al extremo
adelgazamiento en el perfil de la campaña
Esto último opinamos que es materia de discusión. La
campaña contra la proscripción por parte del FIT, que fue
agarrada por puro oportunismo debido a sus magros resultados
previos a las PASO, se focalizó unilateralmente en los
votos necesarios para poder presentarse en octubre: no
decía ni una palabra contra el gobierno, ni contra la
burocracia sindical ni contra la misma ley electoral.
Decían como eje de campaña “nos exigen 400.000
votos”: ¿quién? no se sabe. ¿Por qué? Menos que menos.
Incluso se llegó al extremo en los spots de campaña de no
denunciar en ninguna parte a la burocracia sindical. Es
decir, la clase obrera sufre todo tipo de flagelos, pero no
se sabe por qué: no
se aprovechó la campaña para decir quiénes eran los
responsables de carne y hueso de los mismos.
Quizás en esto haya, además, un debate vinculado a lo señalado
en su momento cuando arreciaba la campaña de Altamira
llamando a cortar boleta: ¿cómo dialogar con los votantes
kirchneristas? Esta preocupación no está mal. Es decir,
por su forma, los slogans y consignas no pueden dejar de
tener en cuenta que una enorme mayoría social explotada y
oprimida confía en el gobierno, como se acaba de demostrar.
Abordar este problema sectariamente, evidentemente, cortaría
todo diálogo antes de comenzar. Pero el FIT desaprovechó
la enorme cantidad de espacio publicitario gratuito que tuvo
para decir algo más que el correcto reclamo democrático:
que los reclamos obreros pendientes, que las continuadas
condiciones de explotación de la clase trabajadora, que las
reemergentes condiciones de miseria, tienen que ver con que
Cristina y la burocracia sindical, en definitiva, son los
guardianes del orden capitalista en nuestro país. Esta
denuncia de clase brilló por su ausencia en toda la campaña
(aunque ahora sobre todo el PTS pretenda esconderla bajo la
alfombra con recursos efectistas).
La apelación al recurso del “salvador”
Hay todavía otro aspecto, si se quiere más fino y
abierto a debate, pero que hace a la tradición del marxismo
revolucionario, y es que las campañas electorales son para
darle una voz, una tribuna, un cauce político a las luchas
y necesidades obreras, a la perspectiva de los trabajadores
y socialista. El hecho es que el frente utilizó una lógica
cuasi sustituista,
parecida al “chapulín colorado”: ¿“ahora quién va a
salvarme”? “Nosotros, la izquierda”. Pareció tratarse
de un llamado a depositar la confianza en que los
representantes de la izquierda son los que “resolverán”
los problemas, en vez de ubicarse como los voceros de las
necesidades y luchas de la clase obrera. En todo caso, como
organizaciones que a lo único que pueden comprometerse es a
pelear incondicionalmente al lado de la clase obrera en la
lucha por concretar sus reclamos; reclamos,
que si no son tomados en sus propias manos como clase, nadie
los podrá resolver, siquiera el partido más revolucionario
del mundo…
Por el contrario, nuestra campaña contra la proscripción
estuvo centrada en enfrentar de conjunto la nueva ley
electoral y al kirchnerismo que la llevó adelante: el mismo
gobierno que quiere callar a los trabajadores reforzando a
la burocracia sindical, ahora quiere acallar a la izquierda.
Fue por esto que nuestro otro slogan fue: “si votás a
Cristina votás a Moyano y toda la burocracia sindical”,
por esto es que “vamos con los nuevos delegados
obreros”. Creemos que la tarea es ayudar a elevar a la
clase obrera, sus debates y sus luchas al plano político, y
de ahí el imprescindible rol del partido revolucionario,
colaborando con esta experiencia para hacer una clase obrera
socialista.
La debacle de Proyecto Sur como prueba
Si Altamira logró capitalizar el voto democrático contra
la proscripción, la candidatura de Argumedo y el MST recibió
un tremendo cachetazo por exceso de confianza. Mientras el
PO llegó a ver el iceberg cercano y pegó el volantazo, el
MST se pensó que estaba haciendo la plancha en el Caribe y
se estrelló de lleno. En casi todas las candidaturas no
pasaron el 1.5% (la nacional de Argumedo llegó apenas al
0,9%), siendo la de diputado por la Capital la única
candidatura que pasó el “piso”: un mazazo para una
corriente como el MST que abandonó la izquierda para ir a
la centroizquierda, abandonó el rojo por el verde sólo por
votos y cargos… Queda demostrado que Proyecto Sur como
tal, como corriente orgánica prácticamente no existe, y
toda su “aureola” se limita a la candidatura de Pino
Solanas. La proyección nacional del “espacio progresista
amplio” se la regaló a Binner, quedándose apenas con una
quinta que no va más allá de la General Paz.
Esto para nada impide que tengamos una posición de
principios sobre la cuestión: el
Nuevo MAS está en contra que el matiz de opinión
reformista que expresa Proyecto Sur no esté en las
elecciones de octubre, son los trabajadores con su voto los
que deberían decidir si los votan o no y no la tramposa ley
proscriptiva.
Estamos orgullosos de la pelea que dimos
Para nuestro partido el haber sido excluido del Frente de
Izquierda significó redoblar esfuerzos, mediante los cuales
conseguimos presentarnos en la Capital Federal a jefe de
gobierno y en provincia de Buenos Aires a diputados y
senadores nacionales. El hecho que nuestra pelea política
central, la lucha contra la proscripción a la izquierda,
haya sido tomada las últimas semanas sobre todo por el PO,
sumada a la absoluta desproporción de medios (no tuvimos un
Jorge Rial que pidiera un “milagro” para Heberling y
Ayala), terminó
eclipsando nuestra campaña, y condujo la inmensa mayoría
de nuestros votos hacia el FIT.
Al mismo tiempo, es un hecho que tuvimos casi nula
visibilidad en los medios (por no tener candidatura
presidencial), cosa que nos quitó llegar masivamente como
otras fuerzas políticas. Para la inmensa mayoría, la
izquierda fue el FIT y no existía nada más. A esto se suma
que, aunque tuviera efectos contradictorios en el plano
electoral, el Nuevo MAS llamó públicamente a votar por
Altamira, y mientras mucha gente en los volanteos y
agitaciones nos preguntaba sorprendida por que íbamos solos
(nos tomaban como parte integrante del FIT), muchísima más
siquiera llegó a enterarse que a nuestro partido lo dejaron
fuera del Frente de Izquierda o se confundió porque también
llamamos a votar su candidato presidencial.
La maniobra evidente del PO y el PTS fue invisibilizarnos
por no tener la legalidad presidencial, y, por tanto, no
poder competirles realmente: un
comportamiento sin principios que tarde o temprano se
termina pagando porque está reñido con las mejores
tradiciones de la clase obrera acercándose al
instrumentalismo que caracteriza las maniobras burocráticas.
En estas condiciones, los 15.000 votos que logramos con
una campaña militante, a tiza y carbón, abnegada, los
consideramos muy valiosos por las condiciones completamente
adversas en las que los peleamos, enfrentando el
silenciamiento tanto por derecha como por izquierda. Los
votos al FIT no le dan ninguna “razón” al PO y al PTS
por haber dejado afuera al Nuevo MAS aprovechándose de la
falta de nuestra legalidad nacional, ni tampoco tapan todas
las incoherencias que marcaron su campaña.
El criterio de aparatos con el que fue conformado el
frente debería ser cambiado si lo que se busca es conformar
un punto de referencia político que sea orgánico y vaya más
allá de lo meramente electoral. Una tarea que está
pendiente y que requiere una reflexión y formulación
ulterior.