Socialismo o Barbarie, periódico Nº 207, 18/08/11

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Tras la realización de las primarias

Se legitimó la ley de partidos
antidemocrática y proscriptiva

Por Patricia López

Fue a votar más gente que lo habitual; la elección de los candidatos que representarán a cada partido se realizó por primera vez mediante el voto popular; todos los partidos tuvieron espacio en los medios; el Frente de Izquierda pasó con holgura el piso exigido para entrar en octubre... Con estos argumentos, el kirchnerismo celebra la realización de las primarias como un avance de la democracia producido por la reforma política K a la ley de partidos. A pesar de que, efectivamente, los vientos democráticos propios de una era de rebeliones populares lograron que la mayoría de la izquierda llegue a octubre, reafirmamos lo que venimos diciendo desde que la ley electoral K se promulgó: favorece a los partidos que manejan el Estado, dificulta la organización política del movimiento obrero y popular, y es proscriptiva para la izquierda. Y debemos seguir luchando por su derogación.

No hay democracia sin reconocer los derechos de las minorías

El alto número de votantes en estas primarias indica que el gobierno logró instalar la idea de que el voto universal es la forma más democrática de elegir, inclusive a los representantes de cada partido. Es conocida la opinión de los socialistas revolucionarios acerca de que el sistema “un hombre, un voto” no es tan democrático como los políticos burgueses lo muestran, ya que se basa en el supuesto de que todos los “hombres” tienen la misma posibilidad de informarse, discutir, participar en política: en fin, de acceder a los elementos necesarios para decidir a conciencia. Y todos sabemos que esto es falso: alguien que trabaja diez horas en una fábrica, o alguien que cría cinco hijos, tiene infinitamente menos posibilidades de conocer de política que una persona que vive cómodamente con mucho tiempo disponible, y ni hablemos si el “hombre”, además de emitir “un voto”, quiere crear un partido o postularse a elecciones. Pero si lo “democrático” del régimen burgués ya es cuestionable desde el punto de vista de la clase trabajadora, la reforma K agrega una especie de “distorsión”, discutible incluso desde el punto de vista democrático general: el voto universal decide quién puede presentarse y quién no. Esto atenta contra los derechos de los partidos minoritarios, y no agrega para los votantes ningún derecho real. El kirchnerismo, hábil para estos ardides, quiere hacer pasar como resultado de la voluntad popular el hecho de cerrar la puerta de las elecciones a algunos candidatos, cosa en la que sólo pueden tener interés el mismo gobierno u otras fuerzas políticas patronales, pero nunca el electorado: ¿qué interés puede tener la gente en que un partido o candidato no se presenten? Si no le gusta, no lo vota y ya está, pero no conocemos a nadie que haya ido a votar a las primarias con la idea de dejar afuera a algún candidato. La gente votó por quien mejor le pareció; la proscripción a las minorías es sólo del gobierno y el Estado capitalista.

Otra distorsión que introducen estas primarias y que profundiza lo antidemocrático del régimen político es la idea de que todos elegimos a los candidatos que representarán a cada partido, seamos de ese partido o no. Aunque tenemos la impresión de que nadie se creyó mucho esto, vale mencionar que la sola idea es muy cuestionable, porque diluye, desdibuja, la parcialidad, es decir, el hecho de que los partidos se constituyen alrededor de determinadas ideas y defienden determinados intereses sociales, y si esto es así, nadie que no comparta esas ideas e intereses debería decidir quién es el mejor candidato para representarlos. En realidad, para todo el mundo es obvio que los partidos decidieron internamente qué candidatos postular, incluso en los casos en que hubo colectoras. Pero no queremos dejar pasar sin crítica esta idea de que “todos elegimos todo” cuando en verdad la función de las primarias es dejar a algunos en el camino, como pasó por ejemplo con nuestros candidatos en provincia de Buenos Aires, o con Proyecto Sur; es decir, conculcar los derechos de las minorías, sin los cuales no hay verdadera democracia.

El FIT superó el piso pero la ley proscriptiva llegó para quedarse

El kirchnerismo considera el hecho de que el FIT sacara más votos que de costumbre como un mérito de la ley K, porque la gente se enteró de la proscripción gracias al espacio más igualitario en los medios que la ley otorga. Es cierto que este es el único aspecto progresivo de la ley: la reglamentación del espacio mediático para las primarias (prohibición de propaganda paga, reparto igualitario del espacio) benefició a la izquierda con respecto a otras elecciones. Pero ojo: hasta dónde se sabe, esto corrió sólo para las primarias; para octubre, la pauta publicitaria electoral se repartirá como siempre, según la cantidad de votos obtenidos en la anterior elección. Además, al parecer corre de nuevo la publicidad paga. O sea, la gran mano que la ley K le dio a la izquierda fue darle espacio en los medios para denunciar la proscripción producto de la misma ley K… Te tiro a un pozo y después tiro una soga: ¡qué maravilla! Eso sí, a la hora de elegir cargos en el Estado, y lo que es más importante para la izquierda, a la hora de difundir tu programa, minga de espacio igualitario: acá corren las habituales fórmulas del régimen (anti)democrático burgués.

Los votos que sacó el FIT demuestran que, a pesar de que el gobierno quiera ocupar el lugar de la izquierda en el imaginario popular, la gente reconoce a la izquierda roja como una fuerza real en la vida política del país. Esto ya lo habíamos visto clarito cuando hicimos nuestra campaña de afiliaciones: aunque no vote a la izquierda, la gente quiere que la izquierda exista, se presente y haga su vida, y esto es expresar, aunque sea de un modo no del todo consciente, que no solo de votos vive la política. Y esta idea es definitivamente contraria a las disposiciones de la ley K, que te exige un piso de votos no sólo para gobernar, sino para existir como organización legal.

Esta es la gran conclusión con la que tenemos que irrumpir en la “fiesta de la democracia” K. Y es vital que lo hagamos, no sólo nosotros que quedamos afuera de las elecciones, sino toda la izquierda, porque el de las primarias es sólo uno de los “pisos” que hay que pasar. Si no sacás el 2% en dos elecciones, perdés la legalidad. Si no renovás constantemente los afiliados que se te caen, también. Si perdés la legalidad en un distrito, perdés la nacional completa. Y varios etcéteras que presionan en el sentido de que la izquierda, si quiere figurar electoralmente, en lugar de hacer campaña por sus posiciones políticas viva “pidiendo milagros”, adelgazando su política y unilateralizando, a la vez, su actividad al puro terreno electoral. Y que no nos venga el FIT otra vez a decir que estos requisitos son difíciles sólo para el nuevo MAS: los resultados de esa presión los vio todo el mundo por televisión en la campaña del FIT, cuyo discurso casi excluyente fue “sálvennos” sin agregar nada más.

La pelea no ha terminado

Como ya dijimos, ponderamos como muy progresiva la decisión de tanta gente de ayudar a la izquierda a pasar los obstáculos de la ley. Pero produciría una distorsión en la vida política de la izquierda vernos obligados a apelar una y otra vez centralmente a este aspecto democrático de la conciencia popular. La existencia de la izquierda revolucionaria tiene sentido si podemos ayudar a que esa conciencia avance hacia el clasismo y el socialismo; es decir, si a los motivos democráticos les podemos sumar los clasistas y anticapitalistas: las reivindicaciones positivas de la clase obrera como tal, cosa que prácticamente el FIT no llegó a hacer.  Además, en ese camino, tenemos que llamar a las organizaciones obreras y populares no sólo a que nos ayuden a vencer los obstáculos de la ley, sino a luchar por su derogación, porque en lo esencial la reforma facilita las cosas a los partidos de Estado y condena a los partidos de trabajadores a dedicar una mucha mayor cantidad de militancia y dinero a resolver cuestiones legales: está hecha para cerrar el camino de la política independiente a la nueva generación obrera, más allá de que en esta ocasión haya adquirido, hasta cierto punto, un contenido diferente. No educar en este sentido significaría educar a la militancia de la izquierda en un sentido oportunista.

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