Guillermo Pessoa



Tomate esa pastilla… socialista (VI)

 

Más de una vez hemos señalado en SoB que la burocracia sindical luego de la muy buena movilización del 29/4 pasado, dejó pasar una magnífica oportunidad de asestarle un duro golpe al gobierno de Macri y su política antiobrera. En ese sentido entonces, la burocracia de los Moyano, Daer, Caló y Barrionuevo le dieron una mano formidable a la gobernabilidad macrista y al régimen en su conjunto.

 

¿Que esto podía parecer una apreciación exagerada de la izquierda revolucionaria, ésa que “critica siempre a los compañeros dirigentes y que quiere andar haciendo paro todos los días” como manifestaba en C5N Facundo Moyano, hoy devenido Secretario de Cultura de la CGT “unificada”?

Fíjense que la cosa no era ni por mucho, exagerada. Varios medios levantaron declaraciones del inefable Luis Barrionuevo, que como decía el cronista sindical de Ámbito Financiero, declara lo que sus colegas piensan aunque lo callan. ¿Qué dijo el gastronómico?:

 

“Algunos amigos dicen que somos sabios y prudentes, no creo que los dirigentes de la CGT seamos sabios pero sí, muy prudentes. La central obrera hizo el mayor aporte a la gestión del PRO al convalidar  acuerdos salariales a la baja durante este 2016”. Manifestaba esto a días nomás que el gobierno PRO les remitiera una linda cantidad de verdes de las obras sociales que el kirchnerismo les daba a cuentagotas.

 

Las pastillas socialistas de hoy, tienen que ver con la caracterización de esos dirigentes, de esa burocracia que como una losa enchaleca al movimiento obrero y mundial. En 1920 y hablando de Rusia, Lenin señalaba que… en los sindicatos ha surgido una capa mucho más fuerte de “aristocracia obrera”, profesional, mezquina, egoísta, desalmada, ávida, pequeñoburguesa, de espíritu imperialista, comprada y corrompida por el imperialismo. Esto es indiscutible.

 

En más de una oportunidad el socialismo revolucionario intentó comprender el surgimiento de esta casta reaccionaria. En los países imperialistas, su surgimiento está estrechamente vinculado a las migajas que las clases dominantes y colonialistas les otorgaban para lograr la paz social y cierta mejora en la calidad de vida de los trabajadores. La estatización de los sindicatos (fenómeno mundial desde los años 30 del pasado siglo), les permite actuar como una correa de transmisión: son los representantes de los trabajadores en el Estado (burgués) y los representantes del Estado (burgués) ante los trabajadores; completa algunos de los trazos gruesos que nos ayudan a entender su surgimiento y posterior desarrollo. Luego, lo que todo compañero sindicalizado sabe: las decisiones inconsultas, las apretadas e intimidaciones a aquellos que se organizan para disputarle el control, ya sea de una comisión interna, una seccional o si se puede, el gremio todo, las alcahueteadas y denuncias a la propia patronal, etc.

 

Trotsky, en el Programa de Transición, afirma: Los sindicatos como lo atestigua toda la experiencia histórica, desenvuelven poderosas tendencias a la conciliación con el régimen democrático burgués. En los períodos agudos de lucha de clases, los aparatos dirigentes de los sindicatos se esfuerzan por convertirse en amos del movimiento de masas para domesticarlo. Esto ya se produce en ocasión de simples huelgas, sobre todo cuando la ocupación de las fábricas que sacuden los principios de la propiedad burguesa. En tiempos de guerra o de revolución, cuando la situación de la burguesía se hace particularmente difícil, los jefes de los sindicatos se transforman ordinariamente en ministros burgueses.

 

La realidad fue más rica aún que lo que escribía el revolucionario ruso en 1938. Conocemos de sobra, burócratas sindicales que ocuparon ministerios y secretarías de Trabajo, sin que la guerra o la revolución estuviesen a la orden del día, pero sí ese hecho expresaba un modo preventivo y prebendario. Lógicamente que no afirmamos (en consonancia con los clásicos del socialismo revolucionario) que esa capa burocrática no refleje muchas veces y cuente con cierto aval de los sectores más atrasados y de baja conciencia del movimiento obrero. También, como “la experiencia histórica atestigua”, existen momentos en los cuales, ante presiones puntuales de la propia base, se ven obligados a encabezar luchas parciales, en forma inconsecuente, claro está, y siempre prestos al rápido acuerdo y la desmovilización. Momentos desde ya, que la izquierda revolucionaria está obligada a saber aprovechar.

 

En el siglo XXI, aquí y en el mundo, muchos dirigentes sindicales además han mutado socialmente y se convirtieron en empresarios, co accionistas de empresas y otras lindezas por el estilo. El dato objetivo que la izquierda revolucionaria tiene que tener presente en la Argentina actual, es que esa burocracia controla mayoritariamente a la clase obrera y en especial a los grandes gremios industriales. Dar la pelea para barrerla de ese puesto de comando, requiere (como condición necesaria, pero no suficiente, claro está) poseer una buena y afinada caracterización de ella. A esta tarea apuntaron las pastillas socialistas de hoy.

 

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