Ya es de público conocimiento el contenido xenófobo y racista de los discursos del candidato republicano Donald Trump. Estos posicionamientos anti-migrantes son los que utiliza para sostener su campaña electoral, a modo de argumentar la crisis económica que está impactando sobre las clases medias y bajas de los EEUU. Como si de repente, que el Estado haya inyectado billones de dólares para salvar a los grandes bancos de la crisis abierta en 2008, no tuviera ningún tipo de impacto en las condiciones de vida de los sectores trabajadores. Reduciendo simplemente el hecho a que los extranjeros indocumentados son los verdaderos ladrones y asesinos que perjudican la economía nacional. No así los empresarios y sus bancos, que no hacen más que endeudar al pueblo junto al apoyo incondicional del Estado y del Fondo Monetario Internacional.
Pero esta vez la campaña de Trump cruzó las fronteras, en un acto de pleno cinismo, luego de meses de una campaña furiosa contra los migrantes radicados en EEUU, sobre todo los mexicanos. El magnate empresario vino a lucirse en plena casa de gobierno. Gracias a la invitación de Enrique Peña Nieto, el pasado 31 de agosto se llevó a cabo una reunión privada en la casa de Los Pinos, entre estos dos nefastos personajes, para concluir con una polémica conferencia de prensa.
Al ser anunciada la visita del indeseado candidato republicano, se desataron marchas en varios sitios de la capital, exigiendo que Trump desdiga sus palabras ofensivas contra el pueblo mexicano y levantando bien alto la voz contra el muro fronterizo que promete construir en el caso de salir victorioso en las elecciones del próximo 8 de noviembre.
Pero nada de esto sucedió, en la breve conferencia brindada a los medios, el magnate no sólo no se desdijo ni se disculpó por ninguna de sus denigrantes palabras, sino que ratificó su decisión de construir el polémico muro en la frontera con el vecino país del sur. Todo este circo fue posible bajo el amparo de Peña Nieto que, en vivo y en directo, se dedicó a justificar la campaña republicana con palabras más que amistosas: “El pueblo de México se había sentido agraviado por los comentarios que se habían formulado, pero yo estoy seguro de que su interés genuino es por construir una relación que nos lleve a darle a nuestras sociedades condiciones de mayor bienestar”.
En conclusión, la visita de Trump a México resultó uno de los agravios más bajos que sintió el pueblo trabajador, y esta vez por parte del Estado. Un Gobierno que se sostiene apenas con un 23% de popularidad, se terminó de ganar la bronca popular con esta nefasta invitación. Apenas una hora después del encuentro, los republicanos comenzaron a cosechar los frutos de tal insólita actuación, ya que esperaban a su candidato en Arizona para dar otro de sus espléndidos discursos, donde prometió fervientemente “que México pagará el 100% de su proyecto migratorio”, concluyendo con una amenaza directa fiel a su estilo: “Ya veremos quién gana al final”.
Pero las ganancias fueron mutuas. No sólo en la encuestas creció el apoyo al Partido Republicano tras la demostración de poder de Trump en territorio mexicano, sino que esta misma demostración jugó un rol de doble poder, ya que apoyado sobre el temor de la victoria republicana, Peña Nieto ya está anunciando nuevas reformas sobre la hacienda del Estado y las políticas energéticas.
Es que hay algo de lo que no se suele hablar en relación a lo conflictivo que resultan las relaciones bilaterales entre los países vecinos y es que no se reduce simplemente a políticas migratorias, sino que tras el flujo de mano de obra barata que exporta Centroamérica y México a Norteamérica, entran en escena los famosos Tratados de Libre Comercio, los cuales también están bajo la mira del Partido Republicano. Es así como se entiende lo nada ingenuo de la invitación de Peña Nieto, no sólo porque tiene un perfil no muy lejano al magnate empresario, más bien porque desde que asumió como jefe de Estado, encabezó la responsabilidad de implementar, a como dé lugar, el “Pacto por México”.
Este famoso acuerdo, como hemos denunciado antes, no es más que un pacto social de los grandes partidos burgueses: el PRD, el PRI y el PAN. Básicamente viene a implementar una serie de reformas que transformarían a México en un país más permeable a las necesidades de un mercado mundial en crisis. He aquí la urgencia de reunirse a discutir con el Partido Republicano sus proyectos en relación a los Tratados de Libre Comercio, para empezar ya a aplicar reformas que estén al servicio directo de las futuras necesidades del imperialismo yanqui.
Claramente, resulta una simple mentira mediática que Peña Nieto salga a “enfrentar” a Trump vía Twitter, diciendo que “México no va pagar un peso por el Muro”, cuando ni siquiera fue capaz de decírselo de frente en su propia casa de gobierno. Lo que se esconde de verdad bajo estas declaraciones de tintes “progresistas”, es que su receta en políticas migratorias tiene olor a republicano. El PRD defiende la idea de la construcción del muro fronterizo, y asume su responsabilidad de ser el filtro trasero de migrantes sudamericanos que huyen de los estados de explotación y miseria que el capitalismo les impone en sus países de origen.
Así es como el gobierno mexicano se subordina a los intereses de Trump, al igual que lo viene haciendo con Barack Obama, que hasta ahora es el Gobierno con más deportaciones de inmigrantes en la historia de EEUU, superando los 2 millones de expulsados. Muy contrariamente a las promesas hechas antes de asumir como jefe al mando de la Casa Blanca, se dedicó a endurecer la seguridad en la frontera sur y no aplicó ningún tipo de reformas que regularicen la situación migratoria de los millones de refugiados centroamericanos y mexicanos.
Hoy son más 11 millones los extranjeros que radican en territorio estadounidense y lamentablemente ninguno de los candidatos, ni del Partido Republicano ni del Partido Demócrata con Hillary Clinton a la cabeza, representan una esperanza que no sea la discriminación y expulsión.
Es por eso que desde la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie, entendemos que en este escenario de endurecimiento de los gobiernos, tanto en México como EEUU, contra los sectores más vulnerables, los espacios de la “democracia” son sólo para los grandes empresarios. Es necesario empezar a construir lazos de unión entre los sectores más oprimidos que hoy están viviendo sus primeras experiencias en la lucha en las calles. Sólo con la gran movilización que unifique los intereses de la juventud, los trabajadores, los latinos, los afroamericanos, las mujeres, las minorías sexuales y todos los explotados y oprimidos, se puede empezar a construir desde abajo una verdadera herramienta de transformación social que le haga frente a los embates del capitalismo.
Flora Poulain