Intervención de Pablo Bonavena en el panel “Nuevo ciclo histórico, revolución y socialismo” – Jornada del Pensamiento Socialista 2016 –

 

Buenas Tardes, les agradezco muchísimo la posibilidad de participar en este encuentro. No voy a negar que no deja de causarme una fuerte impresión que un domingo a la tarde haya tanta gente, muchos jóvenes, interesados por ideas socialistas. Lo cual estaría indicando que más de algunos necesitamos un psiquiatra o (y esto creo que efectivamente es la verdad) las ideas socialistas mantienen una enorme fuerza y vigencia, que son acompañadas, como lo certifican los presentes, por una enorme fuerza moral y política para llevarlas adelante.

Y esto no deja de ser un indicador interesante porque ¿en qué marco se da generar este tipo de iniciativas? Se da en un marco, como dijo la compañera que presentó el panel, en que hay que volver a poner las ideas del socialismo sobre la mesa, reinstalar al socialismo como una alternativa de masas.

Voy a ceñir una parte de la conversación a una charla que tuvimos recién antes de entrar. Fíjense que durante el siglo XX –y vamos a poner como un hito, que siempre es una arbitrariedad, la caída del muro de Berlín–, frente a cada coyuntura, frente a cada crisis, frente a cada conflicto, no digo que la única, pero sí la principal alternativa que a cualquiera se le venía inmediatamente a la mano era el camino al socialismo, en sus más variadas orientaciones, incluso el socialismo que a mí más me gusta, el socialismo más radical, revolucionario. Pero más allá de los matices, el socialismo era una alternativa que aparecía casi automáticamente.

Por supuesto que con la caída de la URSS hemos vivido un retroceso y hoy esa alternativa no surge casi automáticamente. Yo quisiera hacer dos referencias a cómo se visualiza cierto estado de la situación, de las relaciones de fuerza, en dos dimensiones: una en torno al conflicto social, y otra, que por supuesto está ligada a esta, que es la cuestión de la guerra.

Ha habido un cambio de percepción desde la burguesía en general y desde los EEUU en particular que acompañan a ese retroceso del socialismo como alternativa. Estoy seguro que los que estamos acá lo vivimos como la alternativa casi automática pero no es verdad que esto tenga la fuerza de masas que tuvo en otro momento histórico.

Les quiero hablar del miedo que sentía la burguesía frente a la conflictividad social, como se veía desde las ciencias sociales y desde la política de la burguesía la conflictividad social general, lo que nosotros codificaríamos seguramente como la lucha de clases.

Gran parte de esa forma de ver, antes de la caída del muro, que tenía la burguesía tenía que ver con que frente a cada conflicto el socialismo estaba colocado como alternativa. Incluso era una alternativa ante la negociación. Va a haber varios procesos en el siglo XX, de luchas de liberación, de conflictos, donde uno de los bandos beligerantes podía amenazar al otro: “ojo que me voy al comunismo” y esa era una amenaza real y conocerán varios procesos donde incluso esta situación se plasmó. Tenemos una gran tarea que es reponer al socialismo en ese lugar.

Ahora bien, vamos a ver el impacto de ese retroceso en las ciencias sociales, específicamente hablaré –un segundito nomás, no se asusten– de la sociología. Un autor que voy a citar se llama Albert Hirschman, sociólogo político, un referente de la burguesía como cuadro intelectual de las ciencias sociales, tiene una frase que nos viene bien para ambos temas, el de los conflictos y el de la guerra: “Que dios nos devuelva la lucha de clases”. Esto está acompañado de una tesis que él acuñó, de muchísima instalación, que dice así: la caída del socialismo se debió a que eliminó el conflicto social. Y el día que estalló, voló todo.

¿Qué quiere decir con este planteo? Que en realidad la burguesía ha vivido equivocada. Vivía frente a la amenaza comunista pero, dice él pos caída del muro, hemos vivido equivocados porque el conflicto social no es algo perjudicial al sistema capitalista, no es algo que lo haga estallar como pensó parte de las ciencias sociales, especialmente el funcionalismo. No es verdad. Al contrario. La sociedad capitalista es una sociedad que se nutre del conflicto, se enriquece con el conflicto. Fíjense el cambio de percepción.

Ahí está esa famosa idea que señala que la democracia es un orden conflictivo y el problema pasa por la capacidad que tiene el orden político de procesar la conflictividad social. El problema no es el conflicto sino la capacidad de procesarlo.

Dicho esto, les voy a señalar cómo se traslada esto a los análisis de situación que hace la burguesía desde su sistema universitario, con financiamiento de la ONU, etc., respecto del análisis de la conflictividad social de los últimos años y lo que implica el retroceso de la posibilidad del socialismo como una alternativa.

Desde el 2009 al 2010, de octubre a octubre, se hizo la investigación más importante sobre la conflictividad social en América Latina. ¿Qué dice esa investigación?: “Las democracias han tenido la capacidad de procesar satisfactoriamente 2338 conflictos”, de los cuales el 40% eran conflictos de reproducción del orden social, 38% conflictos institucionales y un 16% culturales que son los más complejos.

El diagnóstico es: “estamos teniendo una altísima eficacia en la gestión de la conflictividad social. Se confirma la idea de que el capitalismo y el conflicto se benefician”. Fíjense el cambio de percepción que hay sobre la conflictividad social.

Tenemos que tener en cuenta este factor, habida cuenta de que en la Argentina –y se podría extender esto a muchos otros países– enfrentamos una situación inédita que es la extensión de muchos años de estabilidad institucional que apunta al procesamiento de la conflictividad social. Entonces, este es un elemento que desde la burguesía se suma al análisis de la situación y que tenemos que tener en cuenta cuando hacemos nuestros análisis en función de lo que nosotros queremos que es la destrucción del capitalismo.

Sobre estos resultados se hace una protección, que llega desde el 2009 hasta el 2015, que dice “duerman tranquilos, tenemos una altísima capacidad de procesar el conflicto, hasta el 2015”.

Al lado de esta cita de Hirschman, “Que dios nos devuelva la lucha de clases”, agrego otro elemento que hace a la guerra: el pasaje de la bipolaridad en el mundo a la multipolaridad, apolaridad, distintas formas de denominarla. Ese desdén por la lucha de clases tiene que ver con cómo el cambio de las relaciones de fuerza le hizo perder a los EEUU el rol protagónico ganado en la llamada bipolaridad. Ahí aparecen los EEUU tratando de construir algún nuevo enemigo. Quien les habla es ferviente lector de las publicaciones que hacen las FFAA norteamericanas. Les recomiendo, porque está en español, la Military Review. Es importante ver como los EEUU toman esto como un problema y la búsqueda de enemigos para polarizar no ha tenido el resultado esperado. Van a ver la búsqueda como enemigo del narcotráfico, grandes inversiones de dinero, de propaganda para eso; su desinflamiento; la guerra contra el populismo donde aparece Chávez como eje del mal, y se desvanece rápidamente; y por supuesto, aunque es algo que les cuesta inflamar, la guerra contra el terrorismo.

Ustedes dirán: ¿cuál es el interés para nosotros de la pérdida del lugar hegemónico que los EEUU tenían muy reconocido en el marco de la bipolaridad? Entre otras cosas, el impacto que eso genera en la industria militar. EEUU tiene asentada gran parte de su economía orientada a lo militar.

Son todas cuestiones que están presentes a la hora de hacer un balance. Ver esos cambios de percepción respecto de la conflictividad social, y las pretensiones de institucionalizar constantemente a los movimientos sociales, acompañados de una frase que dice “en la perspectiva de construir ciudadanía”. Esto es muy importante para nosotros, que somos parte de esos movimientos, y tenemos que trabajar para desbordar los límites de la ciudadanía. Recordemos que la política revolucionaria es la ruptura de la ciudadanización.

Muchas gracias.

Dejanos tu comentario!