En el año 139 antes de Cristo, el cónsul Escipión, autoridad de Roma en Lusitania, hoy Portugal, hizo asesinar al líder rebelde Viriato gracias a la ayuda de tres aliados de éste. Cuando los ex aliados fueron a pedirle a Escipión la recompensa por su acción, el cónsul les respondió con la frase del título.
El ex presidente de la Cámara de Diputados de Brasil Eduardo Cunha parece no haber asimilado la moraleja política de esta antigua anécdota. En efecto, Cunha fue uno de los hombres clave para lograr que comenzara el proceso de impeachment a Dilma Rousseff, una maniobra burda e ilegal del establishment brasileño. Aunque Dilma no fue destituida por corrupción, Cunha sí, pese a que creía que el ahora presidente Michel Temer retribuiría sus servicios con protección legal. Ahora Cunha amenaza con salpicar a Temer, ambos del PMDB, bajo la figura legal de “delación premiada”. Si la consigna de Escipión sigue vigente, nos tememos que ninguno de los “jueces” de Dilma va a terminar cobrando nada.
M.Y.