Políticos sueltos en Nueva York



En los últimos meses se viene observando una ola de viajes de políticos hacia Estados Unidos: diputados, senadores, gobernadores, candidatos a cuanto puesto se renueve en 2015 corren entusiastas pasaporte en mano. Nadie se quedó afuera: kirchneristas, massistas, macristas y “progresistas” de UNEN, marchan “en el mismo lodo, todos manoseados”.

Hacía mucho tiempo que no se observaba una avalancha de cipayismo tan abundante y variopinta. Y no es que los laboriosos representantes del pueblo fueran a  tomarse unas vacaciones a las playas de Miami, o a visitar al simpático Mickey Mouse en Disney. Hasta los principales diarios de la burguesía se mostraron con una mezcla de sorpresa y satisfacción. Clarín, en un artículo de 25 de marzo, da cuenta de que las sesiones del Congreso debieron suspenderse porque más de 70 diputados y senadores estaban de gira por el gran país del Norte: “La senadora Gabriela Michetti y la titular del GEN Margarita Stolbizer disertarán en el Consejo de las Américas. En tanto, Graciela Ocaña y Manuel Garrido, entre otros, van a Boston para participar de un seminario invitados por la universidad local. Sergio Massa está ahora en Nueva York, en una gira que incluye Washington. Ya habían pasado este año por Manhattan otros candidatos presidenciales, como Daniel Scioli y Mauricio Macri”.

La Nación, en el mismo sentido, trata de profundizar un poquito y explicar cuál es el motivo por el cual tanto precandidato presidencial decidió tomar su vuelo a Washington y New York: “Desde el peronismo al progresismo, Estados Unidos fue un atractivo de dirigentes de todo el abanico político nacional en las últimas semanas: Daniel Scioli , Mauricio Macri , Sergio Massa , Juan Manuel Urtubey, Elisa Carrió y Margarita Stolbizer . Todos ellos pasearon por la Gran Manzana y transmitieron al establishment estadounidense su visión del país y su potencial plataforma gubernamental en el caso de convertirse en 2015 en sucesores de Cristina Kirchner.” Como queda visto, parecería que los prerrequisitos para ser presidente de la  Argentina contienen la condición de ser bendecidos por el establishment del imperialismo.

 

Entre súplicas y ventas, van felices como chicos a la escuela

 

Los diputados y precandidatos a presidente se armaron una apretada agenda política, en ella combinaron disertaciones en las universidades, entrevistas privadas con cámaras empresariales, banqueros, legisladores y funcionarios del gobierno yanqui. Cuando no, también abundaron las citas, eventos y reuniones con todo tipo de lobbistas como el reaccionario Congreso Judío Mundial y el Council of the Americas – COA (Consejo de las Américas).

Pero detengámonos un poco en este último. El COA es un caso un tanto curioso, este es una institución imperialista que se dedica a elaborar políticas para el continente y les enseña a los dirigentes latinoamericanos cómo gobernar. En este consejo, los Massa, Scioli, Urtubey, Carrió y compañía, más que a exponer sus ideas, ante todo, van a escuchar y aprender. El COA trata de conformar consensos entre la dirigencia e imponer políticas de Estado, es decir “acordar” las reglas que todos van a  cumplir. Luego por supuesto, como buenos alumnos, los candidatos al sillón de Rivadavia deben pasar al frente y dar la lección para demostrar que hicieron los deberes y que merecen ser aprobados. Scioli y Macri primeriaron a todos y se sacaron un diez. Así lo retrató La Nación: “¨Estoy aquí para que confíen e inviertan en la Argentina del desarrollo¨, les pidió el mandatario bonaerense a su auditorio casi en tono de súplica. Mostrando un claro perfil presidenciable, aseguró: ¨Los que analizan el futuro saben que yo transmito confianza¨ (…). Por su parte, Macri hizo una apuesta alta en su viaje. Después de su paseo por el Consejo de las Américas -donde se «vendió» como un «profeta del cambio»- y de sus reuniones con inversores y ejecutivos de Wall Street, el Jefe de Gobierno cerró su gira de dos días con una foto junto a Hillary Clinton ”. Es vergonzoso cómo el centenario diario de la burguesía se solaza al constatar el nivel de pusilanimidad de la dirigencia política.

 

Diez años K y todo sigue igual

 

Esta multitudinaria y abyecta gira merece una explicación más de fondo que la que ofrecen los escribas de la patronal.

Con el inicio del siglo XXI, y al calor de las rebeliones populares que lo inauguraron (Ecuador, Argentina, Bolivia, y anteriormente Venezuela) en América del Sur  abrio una periodo de menor dependencia directa del imperialismo yanqui. En ese lapso se dieron una serie de gobiernos burgueses que marcaban un paso algo distinto que los de la década anterior. En su ala más radical, y como productos derivados de verdaderas rebeliones, estuvieron Chavez y Evo Morales; en su ala más reaccionaria y proyanqui se anotaron personajes como Uribe en Colombia; y como mera continuidad de del ciclo anterior, estuvieron los gobiernos “socialistas” en Chile y Lula en Brasil  que mostraban que en esos países aun no había pasado nada. El Kirchnerismo configuro la versión menos radical y más conservadora de los gobiernos que asumieron como subproducto de las rebeliones populares. La vuelta del tradicional cipayismo a estos lares es una demostración palmaria fracaso del nacionalismo burgués Light del siglo XXI. Veamos como ocurrió esto.

Argentina es un país de desarrollo atrasado, es decir subdesarrollado. El kirchnerismo como cabeza del Estado ha perpetuado y profundizado esta condición. En todos estos años se ha dedicado a gestionar una economía no competitiva a niveles internacionales, pero beneficiados por el default del 2001 que momentáneamente los libró de los vencimientos de la deuda;  por la devaluación de Duhalde en 2002 que significó un saqueo al salario de los trabajadores y que gracias a esto recupero los margenes de ganancia de los empresarios; y por una coyuntura económica favorable, producto del alto precio de las materias primas, principalmente la soja.

Dicha gestión tuvo como principal objetivo contener la rebelión popular que significó el Argentinazo. Estas condiciones favorables le permitió disfrutar de una mayor autonomía frente al imperialismo, pero las patas cortas que supone todo proyecto burgues, lo obligó a poner las barbas en remojo y volver al redil del amo.

Ahora, los viento que soplan son otros, los objetivos mancomunados de toda la burguesía es devolver a la Argentina al “mundo”: normalizar las relaciones con los organismos de crédito internacional (FMI, Club de París, Banco Mundial…) y con los mercados. Las frases de Cristina Kirchner acerca de que somos “pagadores seriales”, los pagos en efectivo al FMI y los acuerdos para que controlen los índices de inflación, son parte del esfuerzo K en favor de congraciarse con los mercados. Otro síntoma y ejemplo de esto es el leonino convenio de la YPF “nac & pop” con la Chevron sobre la explotación de las reservas de petróleo y gas en Vaca Muerta, y el posterior acuerdo con Repsol donde se resolvió pagarle una indemnización a la petrolera española en agradecimiento al saqueo y vaciamiento de YPF durante años.

La condición de Argentina como país dependiente del imperialismo está en el centro de la explicación de este fenómeno migratorio hacia el Norte, por eso sería tan ingenuo pedirle peras al olmo, como la defensa del interés nacional a la burguesía nativa. Claro que los Massa y Macri se pavonean más cómodos que los K. Éstos han venido escudándose estos años bajo una retórica nacionalista y ahora se sienten expuestos y desnudos frente al auditorio.

En este sentido, aunque los niveles de pleitesía hacia el gran capital y las políticas del imperialismo se manifiestan de distinta manera y en distinto grado según quien exponga, queda en evidencia un rasgo esencial de la realidad política en Argentina: que los políticos patronales no son más que los representantes de la pusilánime burguesía nacional. Si ellos se arrastran como lagartijas frente al imperialismo yanqui, es porque la tan mentada burguesía argentina, defendida y vanamente impulsada por los K, no es otra cosa que un subalterno, un vasallo del imperialismo, un socio menor en el gran negocio que es la explotación de los trabajadores en Argentina.

Martín Primo

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