Roberto Sáenz
Algo muy significativo para el futuro de la región latinoamericana está ocurriendo en Brasil y la Argentina. Sus coyunturas se han “sincronizado”, desarrollando un proceso que, más allá de matices de importancia, tienen mucho en común. Y es evidente que por el peso de ambos países en la región,lo que ocurra en ellos marcará el rumbo de Latinoamérica.
Retornando de un reciente viaje por Centroamérica y Brasil presentamos esta reflexión que es un poco el reflejo de nuestro intercambio con la militancia de estos países, principalmente Brasil, y el activismo en general.
El rumbo regional
El último año ha marcado una inflexión en la región. El deterioro de los gobiernos populistas, subproducto de sus límites intrínsecos, ha dado lugar a un giro a la derecha en el curso de los asuntos. Mediante un recambio institucional normal en la Argentina, a consecuencia de una maniobra parlamentaria reaccionaria en el Brasil, Macri y Temer –gobiernos derechistas- se han encaramado en sus respectivos países.
Mientras tanto, Maduro en Venezuela sigue en la cuerda floja, y Morales y Correa se vienen debilitando en Bolivia y Ecuador. En realidad, la región se mantuvo en la última década siempre dividida, en términos políticos. En los casos de Chile, Perú, Colombia y México, los desarrollos nunca se salieron del neoliberalismo ambiente (esto más allá que en el país trasandino viene sosteniéndose un proceso de movilización popular alrededor de la educación y el régimen jubilatorio que cuestiona aspectos centrales de la “estructura neoliberal” y tiene en la cuerda floja a Bachelet).
De todas maneras, si Macri y Temer consolidaran sus respectivos gobiernos, terminarían cristalizando el giro a la derecha que anticipan;giro que, atención, debe pasar todavía por la prueba de la lucha de clases.
Por sus dimensiones, no es casual que el rumbo regional se defina en Argentina y Brasil:el curso que tengan, la consolidación de sus respectivos gobiernos neoliberales, será lo que dará la pauta en el próximo período: una batalla que está abierta, cuyo resultado no se puede definir por anticipado por fuera de la lucha misma.
Ilegitimidad de origen
Es importante tener en cuenta para la evaluación de la dinámica de los acontecimientos,lo que podríamos llamar la “legitimidad de origen” de Macri y Temer. Existe una importante diferencia que en cierto modofragilizalas cosas en Brasil, a diferencia delo que ocurre en la Argentina.
Pasa que en nuestro país Macri llegó al gobierno luego de elecciones normales. El fenómeno político-electoral de base de la irrupción de Cambiemos es el mismo que está detrás de la emergencia de Temer: el giro a la derecha de porciones mayoritarias de las clases medias acompañadas con el cansancio, alejamiento y/o ruptura de las clases obreras con los gobiernos de Cristina Kirchner y Dilma Rousseff ante los insuperables límites capitalistas de ambos.
Sin embargo, el que Temer haya llegado al gobierno por una maniobra parlamentaria reaccionaria y no por el voto popular, constituye un elemento de cuestionamiento fundamental. Ocurre que con las movilizaciones por el “Fora Temer” se fue instalando la progresiva idea de que su gobierno es ilegítimo. La misma campaña llevada delante –de manera inconsecuente, obviamente- por el PT de que la destitución de Dilma fue un “golpe de Estado”, terminó calando entre amplios sectores de la juventud y las capas medias, instalando la idea de que el gobierno de Temer es ilegítimo, golpista, antidemocrático.
La anécdota que recorrió al mundo,en oportunidad de la presentación de Temer cuando la reunión del G-20 en China, pinta las cosas de cuerpo entero, y es un reflejo de este sentimiento democrático entre amplios sectores: lo presentaron como “MisterFora Temer”, olvidándose que su nombre no es Fora sino Michel…
Por lo demás, está claro que ambos gobiernos están subidos a la ola de los desastres dejados por el populismo capitalista, los negociados a nivel del Estado –¡aunque en el caso de Temer los casos de corrupción golpean mucho más de cercasu gobierno que los PanamaPapers al de Macri!-, habiéndose creado así las condiciones para el intento que ambos están transitando de enderezar los asuntos para el lado del neoliberalismo y la libertad de mercado.
El elemento de ilegitimidad que estamos señalando, en todo caso, es una dificultad adicional en el proceso de “normalización neoliberal” de Brasil respecto al caso argentino, pero que hace a los desarrollos desiguales y combinados en ambos países, a los puntos fuertes y débiles que tienen a favor y en contra para imponer sus planes los nuevos gobiernos y que expresan que ni Temer ni Macri las tienen todas consigo.
El PT y los K
Juntamente con el carácter de los gobiernos, hay que precisar cuál es el curso actual de las fuerzas populistas desplazadas del poder. Hay varios aspectos a señalar. El primero, que la burguesía y el imperialismo se encuentran unificados en torno a los nuevos gobiernos; no hay división burguesa como cuando la crisis del campo en la Argentina en el 2008, o cuando Dilma terminó quedando en minoría –a pesar del ajuste que intentó implementar- porque la burguesía brasilera no le veía capacidad para aplicar las medidas draconianas que se imponen.
Esta definición es de suma importancia porque es fuente de confusión en la izquierda, donde muchas corrientes han perdido de vista que la política revolucionaria arranca de la necesidad de “machacar” al gobierno burgués;esto sobre todo cuando se trata de gobiernos que expresan la unidad de la burguesía y el imperialismo en torno a ellos, como es el caso de Macri y Temer (ver las recientes declaraciones del gobierno de Obama en favor de ambos).
Pero corresponde señalar un segundo elemento de importancia.Paradójicamente, a pesar de la destitución de Dilma, el caso es que la situación del PT es mássólida que la de los K. El PT es un partido organizado alrededor de la figura de Lula y nadie sabe qué podría pasar si éste saliera de escena. Además, el PT controla de manera directa los principales sindicatos del país y esto continúa incólume, destitución de Dilma mediante.
Es decir: lulismo y petismo son sinónimos, uno no existe sin el otro. No ocurre lo mismo con el peronismo en nuestro país. Dejando de lado que es un partido de la burguesía mucho más histórico que el PT (este últimopermanecetodavía como un “partido burgués-obrero”), es a todas luces evidente que el kirchnerismo sólo fue un “proyecto” de entre otros del peronismo, proyecto que ahora estáhasta cierto punto en desbandada, que se están haciendo valer en el peronismo otras tendencias, más moderadas.
De todas maneras, hay un elemento que los caracteriza de manera similar: la incondicional apuesta tanto del PT como de los K a la gobernabilidad. El caso del PT es más grotesco, si se quiere: no dio verdadera pelea contra la destitución de Dilma a pesar de caracterizarla como un “golpe”. Pero, de todas maneras, logró varias cosas importantes como contrapeso: se le mantuvieron a Rousseff sus derechos políticos, por lo que su salida de la escenaterminó siendo más “digna” de lo esperado. Al mismo tiempo, terminó pasando acuerdoselectorales en sinnúmero de intendencias con el actual partido oficialista –¡el “golpista” PMDB!- de manera tal de intentar reducir al mínimo su pérdida de poder institucional, lo cual es donde comienza y termina toda su estrategia[1].
El PT ya se ha reordenado para el nuevo escenario: sostiene la estrategia de la vuelta de Lula al gobierno en el 2018, estrategia a la cual subordinada todo lo demás. Es decir: no tiene ningún eje colocado en la lucha de clases, igual a lo que ocurre con los K en la Argentina (aunque éstos tengan menos claridad de cómo jugarán en 2017), todo esto más allá que de manera controlada se vean en determinadas circunstancias obligados a convocar a marchas o concentraciones, como acaba de ocurrir con la reciente Marcha Federal en la Argentina[2].
A pesar de lapersecución judicial del mismo Lula, la situación del kirchnerismo en la Argentina aparece más frágil que la del PT, al menos por ahora. DifícilmenteCristina se presente a elecciones el año que viene. Además, la persecución judicial sobre ella está creciendo, y no se la ve con las mismas “espaldas” que Lula. Si de cualquier manera, que vaya presa sería un escándalo –atención: un escándalo para el régimen político, no porque su enriquecimiento al calor del poder sea menos real-, el debilitamiento de los K es un hecho y aunque mantengan poder de movilización, su situación aparece hoy peor que la del PT, que tiene una unidad y mando indiscutible en Lula.
Como digresión, señalemos aquí otro error de parte de la izquierda regional. Lo que manda para la política revolucionaria es la unidad burguesa como clase, no lo que hacen sus partidos cuando caen en desgracia. Desde ya que la alternativa de la izquierda revolucionaria es una alternativa independiente, de clase, yes esa perspectiva la que debe marcar nuestro accionar estratégico.
Pero perder de vista todas las coordenadas y negarse a la unidad de acción con componentes de las fuerzas populistas caídas en desgracia, es una estupidez que sólo puede favorecer a los actuales gobiernos reaccionarios.
Lo anterior se liga, además, a otra definición errónea: no es real que los K o el PT estén “cogobernando” con Macri y Temer. Aseguran la gobernabilidad, eso es verdad, entre otras cosas votándoles algunas leyes esenciales en el parlamento, cuestión que evidentemente hay que denunciar. Pero lo hacen desde la oposición, no desde un cogobierno, que en general sólo ocurre cuando hay crisis, cuando el oficialismo tambalea y la burguesía sale a rescatarlo para que no caiga.
Que gobiernen provincias y municipios donde apliquen los mismos planes que el gobierno central, es un hecho en muchos casos, hecho que hay que enfrentar y denunciar. Pero esto tampoco los coloca como “cogobierno”.Porque el gobierno de coalición o un “pacto de gobernabilidad” es un acontecimiento de orden nacional, pasar a un escalón superior: de la oposición formal, burguesa, institucional, a sumarse al Ejecutivo como tal.
Además, nos guste o no, son estas direcciones y no nosotros las que tienen peso de masas entre los trabajadores. Y si queremos arrebatarles esas bases sociales, esto sólo se podrá hacer en la acción, que es donde los trabajadores sacan más conclusiones (aunque nada es mecánico, también es verdad que dichas conclusiones se expresan en el terreno electoral). Contraponer sus convocatorias con llamados de secta en lugar de construir fuertes columnas independientes en el seno de las acciones de masas, sólo puede fortalecerlos a ellos y debilitarnos a nosotros.
Las relaciones de fuerzas no han sido probadas
De todas maneras, este pantallazo no estaría completo si no remitiría a las relaciones de fuerzas y los procesos de la lucha de clases más de conjunto. La Argentina tuvo su Argentinazo del 2001, que todavía está presente en ese carácter de “país movilizado” que el país aún es (ver la preocupación de los empresarios en relación a si Macri será capaz de sostener el curso; la preocupación por el grado de movilización social que conserva el país): “Como un claustrofóbico que transpira en los ascensores, la sociedad argentina se asfixia dentro de las rígidas paredes de las instituciones; cuando se angustia, se frustra o se enfurece sale a las calles” (Ajuste sin rebelión, José Natanson, El Diplo, septiembre 2016).
Si la asunción de Lula en el 2003 fue más bien preventiva, para evitar una rebelión popular similar a la desencadenada en la Argentina, el caso es que Brasil tuvo sus jornadas de junio del 2013, que sin bien no llegaron al nivel de una rebelión popular en regla, configuró un despertar de la masa de la juventud de dicho país, experiencia que sigue en curso hoy(ver la multitudinaria marcha del domingo 4/9 en San Pablo por el Fora Temer).
En este contexto, los procesos que están viviendo las clases sociales en Argentina y Brasil son similares. La burguesía y el imperialismo alineados con los nuevos gobiernos, porciones enteras de las clases medias desplazadas hacia la derecha, la clase obreraindustrial viviendo un proceso todavía de confusión[3].
Sin embargo, la contracara de esto no es sólo el proceso a nivel de la juventud y de los sectores progresistas de las clases medias (que eventualmente se desplazan entre el progresismo en retirada y la izquierda revolucionaria en ascenso), sino el hecho que, más en general, las relaciones de fuerzas no están probadas.
Las direcciones burocráticas del PT, el peronismo argentino y los K juegan un juego que, en el fondo, es garantizar la gobernabilidad: son un factor de estabilidad.
Pero esto no amerita que los gobiernos reaccionarios puedan imponer cualquier medida. Por ejemplo: ¿qué suerte tendrá la intención que esbozó Temer de elevar la jornada de 8 horas a 12, un ataque cuya brutalidad es evidente?¿O el objetivo de elevar la edad jubilatoria a 65 años mediante una reforma en ese terreno? Se trata de ataques demasiado duros para las relaciones de fuerzas en nuestros países(en la Argentina Macri todavía no se animó a hacer pasar leyes así; intentó dar un zarpazo con el “protocolo anti-piquetes” pero la cosa aparece por ahora archivada).
Además, la sensibilidad democrática (y del movimiento de mujeres y minorías y dela juventud en general) está a flor de piel, lo que se refleja en las marchas por el Fora Temer o, como el gobierno macrista,que tuvo que retroceder enel intento de detener a Hebe Bonafini.
El caso es que en ambos países, a partir de susrespectivas historias recientes, existen “líneas rojas”:fronteras a traspasar para variar en un sentido reaccionario las relaciones de fuerzas. Una afirmación que hacemos sin perder de vista que las relaciones de fuerzas generales en Brasil son más conservadoras que en nuestro país; que el accionar represivo de las fuerzas del orden es muchísimo más agresivo en Brasil que en la Argentina.
Macri y Temer han venido a aplicar un brutal ajuste neoliberal. Pero para ello deberán hacer retroceder las relaciones de fuerzasy revertirtambién el incipientedesplazamiento hacia la izquierda –sobre todopolítico electoral- que se observa en franjas de la juventud, las clases mediasy los trabajadores. La política de los revolucionarios es ir en el sentido contrario:partir de lanecesidad objetiva de derrotar este zarpazo reaccionario abriendo la perspectiva de conquistar una influencia de masas orgánica en el seno de los trabajadores.
[1]Al parecer, el PT iría en coalición con el PMDB en 1260 municipios, en 734 con el PSDB y en 723 con el DEM, los tres partidos burgueses más importantes de Brasil, todos revistiendo filas en el campo del “golpismo”.
[2]Concentración convocada por organizaciones sindicales afines a los K y otras que no lo eran.
[3]Se engaña el PSTU cuando considera que el impeachment fue, de manera distorsionada, “un triunfo obrero y popular”: pierde de vista que no es lo mismo que la clase trabajadora se desplace hacia la izquierda, que se suma en la confusióny se engañe frente al carácter reaccionario que asumió el desplazamiento de Rousseff.