Ale Kur



Como desarrollamos en otra nota, el desastre causado por el huracán Matthew en Haití tiene un componente natural, pero es esencialmente una catástrofe social. Ahora bien, si antes nos detuvimos en la incidencia de las pésimas condiciones de infraestructura, ahora abordaremos otro ángulo, que también depende de la acción humana, o más específicamente, de las relaciones sociales de producción. Se trata de los resultados de la acción del hombre sobre la naturaleza.

Es sabido que las condiciones climáticas del Caribe son favorables para el surgimiento de fenómenos naturales destructivos como los huracanes, y que éstos ocurren desde mucho antes de que la humanidad pudiera incidir en su entorno. Sin embargo, también es un hecho que en los últimos 40 años, se duplicó la cantidad de huracanes clasificados como de máxima potencia[1]. Si bien no se producen necesariamente “más huracanes”, sí ocurre que aumenta fuertemente la capacidad destructiva de los mismos.

Si bien a lo largo de la historia del planeta siempre ocurrieron ciertas variaciones en las condiciones climáticas por razones naturales, no se trata de este caso. Las mediciones en el aumento de la destrucción causada por fenómenos climáticos son perfectamente consistentes con las del cambio climático provocado por el hombre.

La relación entre ambos fenómenos es muy directa. Los gases de efecto invernadero emitidos por la producción humana (industria, combustible, etc.) llevan a un lento pero sostenido aumento del promedio de temperatura mundial. El exceso de energía es absorbido en gran parte por los océanos, que aumentan también su temperatura. Esto significa que la superficie oceánica, al estar más caliente, tiene condiciones mucho más favorables para la formación de fenómenos como los huracanes.

Algunos videos[2] y notas periodísticas utilizan la metáfora de la “naturaleza en esteroides”. Es decir, el cambio climático actúa como un combustible que potencia los fenómenos naturales, volviéndolos más devastadores.

Estos dos aspectos se relacionan también de otras maneras. El aumento de la temperatura lleva a un mayor ritmo de derretimiento de las masas de hielo, y con ello a un aumento en el nivel del mar. Este mayor nivel tiene como consecuencia que las inundaciones asociadas a los huracanes penetran con más profundidad al interior de la costa. Por otro lado, el aire más cálido conserva más humedad, lo que se traduce en precipitaciones más intensas.

El cambio climático producido por el hombre, como se puede ver, es una realidad bien tangible, que ya hace décadas salió del mundo de las abstracciones y se convirtió en un problema que afecta de manera directa a la humanidad. Lo que está en juego no es sola ni centralmente la supervivencia de otras especies en peligro de extinción, sino por sobre todas las cosas, la supervivencia de nuestra propia especie.

Un peligro cada vez mayor

El aumento de la fuerza destructiva de los huracanes es sólo una pequeña parte de las consecuencias del cambio climático que significan una amenaza a la humanidad. En realidad, si no se toman medidas radicales y urgentes para disminuir de manera significativa la emisión de gases de efecto invernadero, las perspectivas son realmente apocalípticas para el mediano-largo plazo.

Pongamos otros ejemplos que ya son parte de la vida cotidiana de nuestra especie. En la última década se sucedieron una serie de sequías de frecuencia e intensidad mucho mayor que la habitual. Esto ocurrió especialmente en regiones de Medio Oriente, en países como Siria y Túnez. Es sabido que en ambos países, el deterioro en las condiciones de vida ocurrido en las regiones rurales tuvo una fuerte incidencia en el estallido de las protestas de la Primavera Árabe. El cambio climático contribuye a la destrucción de la ya de por sí precaria capa social de campesinos pobres. Y aunque el mundo es cada vez más urbano y menos rural, todavía el 50% de la especie humana sigue habitando en el campo (la mayor concentración de ellos en Asia y África). Si avanzan las sequías y la desertificación, regiones enormemente pobladas (por ejemplo, en la India) podrían volverse inviables económicamente, desatando enormes éxodos de población, aumentando brutalmente la tasa de pobreza y desempleo, desestabilizando la situación política y aumentando enormemente el grado de conflictividad del globo (rebeliones, guerras civiles e internacionales, terrorismo, etc.). Este problema ya está siendo visto con una seria preocupación por muchos grupos científicos, lo que se refleja en diversas notas periodísticas.

El problema del cambio climático se manifiesta de muchas otras maneras más. Fenómenos como las inundaciones y los golpes de calor se ven fuertemente incrementados afectando también a las grandes ciudades, como puede verse en Europa. La expansión de virus como el Zika y el Dengue (muy fuertes en América Latina) parecen estar relacionados con el cambio climático: mayores temperaturas favorecen la reproducción del mosquito que lo transporta. Las sequías, al rebajar el nivel de los embalses, traen problemas en la generación de energía hidroeléctrica.

Todos estos problemas, y muchos otros más, recién están comenzando. El cambio climático altera el equilibrio de un conjunto de sistemas interrelacionados que hacen al funcionamiento de nuestro planeta tal como lo conocemos: el clima, los océanos y hielos, la fauna y la flora, interactúan y se modifican mutuamente en condiciones que se ven cada vez más alteradas.

La tendencia es a un aumento cada vez mayor de todos estos problemas. Este año se llegó a un record histórico de promedios de concentración de dióxido de carbono en la atmósfera (gas de efecto invernadero), por encima de 400 partes por millón. Se considera que la cantidad aceptable es de 350, sin embargo, los niveles de concentración actuales se mantendrán por milenios, y sólo pueden aumentar.

Llegado cierto punto, estas cuestiones adquieren una gravedad extrema. El aumento del nivel del mar, por ejemplo, amenaza con hacer desaparecer las ciudades costeras, que concentran un porcentaje muy significativo de la población mundial. El aumento de las temperaturas puede volver regiones enteras del globo inhabitables, e inclusive el mundo entero.

El capitalismo lleva al mundo a la catástrofe

El cambio climático generado por el hombre no es el producto de los “hábitos” de los individuos considerados abstractamente. No se trata en absoluto de un problema individual. Por el contrario, es consecuencia de cómo la humanidad planifica y ejecuta a gran escala la producción y consumo de bienes. Esta planificación está regida por un conjunto de relaciones sociales bien concretas. En el mundo actual, esas relaciones sociales son las del capitalismo: la producción y consumo para la ganancia de la burguesía como clase social, propietaria de los medios de producción y de la riqueza.

En esa búsqueda insaciable de ganancia, la clase capitalista mundial recurre al método más barato (en términos de corto plazo) para hacer funcionar el conjunto de la maquinaria productiva del globo: los combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas). Es precisamente su uso el que produce los gases de efecto invernadero. En el terreno de la generación de energía es donde el capitalismo muestra de manera más brutal su esencia: un sistema que genera beneficios de corto plazo para una minoría a costa de la potencial destrucción de la humanidad en su conjunto.

Acabar con el cambio climático producido por el hombre requeriría una reconversión global del sistema productivo. Un paso revolucionario hacia energías sustentables, no fósiles. Esto requiere enormes cantidades de inversión por parte de los Estados, tanto en implementación como en investigación y desarrollo, para perfeccionar las tecnologías existentes y volver económicamente viables a sus costos.  El capitalismo es incompatible con una transformación productiva de este tipo, porque requiere un comando central económico que pase por encima de los intereses de la burguesía y su ganancia, en beneficio de toda la humanidad.

La impotencia de la burguesía para resolver este problema se manifiesta con toda claridad en los “acuerdos de París” recientemente firmados (y teóricamente, en las vísperas de su implementación) de las grandes potencias. Allí se establecen metas “voluntarias” para la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, sin ningún mecanismo serio de control y coerción, sin ningún compromiso real, y además con objetivos que ni siquiera en caso de alcanzarse llevarían a una auténtica solución[3].

Para evitar realmente las perspectivas catastróficas abiertas por el cambio climático (junto a otra gran serie de calamidades históricas), la humanidad debe poder liberarse de los grilletes de las relaciones sociales capitalistas. En el mediano y largo plazo, la supervivencia de la especie (o por lo menos de la gran mayoría de sus miembros) depende de su capacidad para arrojar a este sistema “al basurero de la historia” y construir un mundo sobre bases socialistas.

[1] “Number of Category 4 and 5 Hurricanes Has Doubled Over the Past 35 Years” National Science Fundation, 15/9/2005. https://www.nsf.gov/news/news_summ.jsp?cntn_id=104428.

 

[2] https://www.youtube.com/watch?v=MW3b8jSX7ec.

[3] Ver nota “Finalizó la Cumbre del Cambio Climático” Por Claudio Testa, Socialismo o Barbarie, 17/12/15 http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=7039.

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