Murió Ernesto Laclau
Ernesto Laclau (Buenos Aires 1935 – Sevilla 2014) en su juventudfue integrante del Partido Socialista de la Izquierda Nacional cuando presidía el Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras a fines de los cincuenta, mientras era consecuente discípulo de Jorge Abelardo Ramos. Ya recibido, viaja a Europa en 1969 y se vincula con la catedrática Chantal Mouffe lo que le permite insertarse en la academia británica, en donde llegó a ser investigador y profesor emérito de la Universidad de Essex, además de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Rosario, entre otras. Diversas contaron con su atención: Gramsci, Lacan, el pensamiento estructuralista, Derrida y el “giro linguistico” tan en boga en esos tiempos y años más tarde se vio influenciado también por el posmodernismo que contaba con una fuerte impronta en los claustros franceses y británicos. 1.
Decíamos en un trabajo anterior que “de todas maneras allí no se pueden desconocer las lejanas pero perceptibles huellas de Ramos, porque en el particular énfasis que Laclau le otorga posteriormente a la autonomía de la política frente a la determinación de la esfera económica se deja oír el eco diluido pero nunca apagado de la importancia con la que Ramos defendía entre sus filas la autonomía bonapartista del estado frente a sus rígidas determinaciones económicas clasistas, reclamadas estas últimas en sus polémicas por Nahuel Moreno o más sutilmente por Milcíades Peña”. 2
La caída del Muro de Berlin y de los socialismos reales no fue en vano, con ella se derrumbó también (entre otras cosas) una visión que en nombre del marxismo, ejercía un reduccionismo grosero y tosco, economicista hasta la médula, además de poseer un nivel teórico casi inexistente. Al morir ese “relato”, y en una especie de respueta unilateral hacia el mismo, los diversos post, el post marxismo de Laclau entre ellos, “independizaron” el ámbito de la política, perdiendo de vista el indiscutible anclaje social que ésta, cualquiera sea, posee.
En la política no hay nada «vacío», como señalaba Lenin, ésta es “economía concentrada” y siempre termina respondiendo al ámbito económico social que (palabra cara a Laclau) lo “sobredetermina”. Esto no quita desde ya, la autonomía relativa que la política posee para con éste, y cómo interactúa sobre aquél, pero siempre en los marcos y límites que le fija la estructura económica mundial: ni el gobierno obrero y revolucionario que encarnaron Lenin y Trotsky como aquéllos que puedan surgir en el futuro están exentos de esa limitación.
Tomando ejemplos gratos al teórico político argentino, gobiernos bonapartistas, regímenes de excepción, elencos gobernantes “anormales”, que discursivamente dividen en dos el campo de la política y del antagonismo (Laclau dixit) para legitimarse, muchas veces tienen realmente roces y encontronazos con sectores burgueses y/o con el imperialismo de turno; en determinado momento, lo económico social prime y vuelvan a una “sumisión” más plena a los dictados de aquél y confirman así su carácter de clase, ejemplos sobran: los nacionalismos burgueses de todo tipo y pelaje, los gobiernos latinoamericanos de fines del siglo XX y principios de éste (Nasser, Kadafi, el peronismo, Maduro hoy, Cristina) así lo demuestran, en el caso de los tres primeros adoptando medidas neoliberales y un curso más pro imperialista a lo largo de sus extensas trayectorias, que dieron por tierra el estatismo de sus primera etapa.
Precisamente en una charla que ahora el canal oficial repite continuamente, el argentino dialoga con Etienne Balibar, y allí reivindican también las políticas keynesianas, “asexuadas”, como panacea para salir de la crisis, lo que encaja perfectamente con lo que venimos señalando. Digámoslo una vez más: olvida este razonamiento “politicista”, que la acción del estado encontró en el pasado, encuentra hoy y encontrará siempre, los límites que le marca la ley del valor, las leyes inexorables de la economía capitalista mundial que si bien difieren de las leyes naturales, pero que efectivamente existen y marcan límites objetivos a aquella acción, sin hablar de la propia lucha de clases que Laclau mandó también al desván de los trastos viejos. Este es el centro nodal del pensamiento laclauniano. Volviendo al trabajo citado, decíamos
Precisamente, parado desde esa matriz, Laclau enunciará y resignificará un término que tomó fuerza en el siglo pasado. El de populismo. Seamos fieles a lo dicho por él.
–Usted ha trabajado mucho el concepto del populismo. ¿Cree que el populismo está necesariamente ligado a lo nacional?
–No, el populismo puede estar ligado a muchas cosas diferentes.
–¿A cuáles, por ejemplo?
–Por ejemplo, los populismos étnicos de Europa del Este no son en absoluto nacionalistas. Puede haber populismos de tipo racista como los que se dan en la derecha americana. El Tea Party y otras formas por el estilo no son en absoluto nacionalistas y, sin embargo, son típicamente populistas. Apelan al hombre de abajo frente al poder.
–¿Qué sería entonces lo característico del populismo?
–Lo único que es una variable permanente de cualquier forma de populismo –sea de izquierda o sea de derecha– es apelar a los de abajo frente al poder. Es un discurso confrontativo que tiende a dividir a la sociedad en dos campos. Eso se puede hacer desde ideologías diversas, no hay ningún motivo por el cual el populismo tenga una caracterización ideológica intrínseca.
–¿El populismo entonces sería como una matriz vacía que puede llenarse con diversas ideologías?
–Exactamente. Después de la Primera Guerra Mundial en Italia la gente se daba cuenta que el Estado que había emergido del Risorgimento, era un Estado ya perimido, entonces, se necesitaba una ideología de cambio, y eso lo llenaban a través de la categoría de “revolución”. La revolución podía ser fascista o podía ser una revolución comunista. Cuando la gente se siente muy afectada por un proceso de desintegración social, finalmente lo que necesita es algún tipo de orden. Qué orden prevalecerá es una consideración secundaria. Allí predominó el fascismo, como prevaleció el comunismo después de 1944 en la Guerra de Liberación, y los contenidos ideológicos eran contenidos ideológicos puramente fluctuantes (…). (6)
Allí está todo el “entramado teórico”. Los populismos son una “matriz vacía”, un “significante vacío” como dirá en más de una ocasión. Se lo puede llenar con el contenido ideológico, político, que se quiera. Afortunadamente, no es avaro en ejemplos: el Tea Party (sí, leímos bien) como el fascismo, integran dicho corpus. La sociedad se divide en “campos”. Teoría que tiene su génesis aun dentro del marxismo del siglo pasado, aunque en Laclau la categoría es más schmittiana (amigo/enemigo). “Los de abajo contra el poder”. La imprecisión tiene que ser una constante, de lo contrario la premisa mayor (matriz vacía) perdería razonabilidad laclauniana.
Hay algo interesante entre lo que señala. Según su análisis, los populismos parecerían aflorar luego de situaciones de crisis orgánicas más o menos importantes. Italia en los veinte, las rebeliones populares de algunos países latinoamericanos a comienzos de este siglo. El tema es cerrar esa crisis e instaurar un orden. No importa cuál para nuestro filósofo. Eso es secundario y de contenidos fluctuantes. Como Erdosain, el personaje de Los siete Locos que quería una revolución, no importaba si la comandaba Mussolini o Lenin ni a dónde conducía.
El populismo entonces (recordemos que nuestro análisis es fundamentalmente ideológico/teórico: sus rasgos económicos, por tomar por caso el llamado modelo K, están desarrollados en otro artículo de esta revista), al ser un “significante vacío” tiene el contenido que cada uno quiera darle. Claro está que esa policromía de significados, entra en colapso cuando las determinaciones de lo real las hacen estallar por los aires. Algo de eso hubo en el segundo peronismo (52-55) y fundamentalmente en el tercero (73-76).
También Laclau, aún hasta el día de hoy afirmaba que el gobierno K era la única izquierda real y que más allá de ella… había una pared. Si sobrevalorar las fuerzas de la izquierda y creerse más grande de lo que uno es, es un vicio perverso, tan malo como eso es ignorar a sabiendas la existencia y el avance molecular, disruptivo, etc; pero firme que la izquierda va logrando en las estructuras fabriles o de servicios e incluso el notable crecimiento electoral que se vio reflejada en varias representaciones parlamentarias. Acá el esquema teórico lo traiciona: si el marxismo murió como teoría, también desapareció como expresión real y por ende también, además, la clase obrera como sujeto de transformación social y ahora difuminada bajo el rótulo de “pueblo”.
Naturalmente tendremos en estos días exégesis de la obra de Laclau e incluso sin olvidar que la misma ya ha tenido su influencia sobre sectores que vienen del marxismo y aún del trotskismo, que la tomaron sin beneficio de inventario alguno y sirvió como taparrabo de su apoyo político concreto y acrítico al chavismo, por ejemplo. El reducido espacio de esta nota no nos permite desarrollar esto con más detenimiento pero es una tarea que la propia realidad política actual plantea como necesaria.
Luis Mankid
1: Dos de sus principales obras las realiza cuando los diversos “post” estaban en auge en Europa y pronto arribarían a América: con Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategia socialista de 1985, y Emancipación y diferencia, en 1996. La razón populista es un poco posterior, de 2005. Recordamos que una de las mejores críticas al posmodernismo, creemos se halla en Eagleton, T: Las ilusiones del posmodernismo. Paidós. 1998
2: Significante vacío, intelectuales vacíos – La canción kirchnerista es la misma… o peor, por Luis Mankid, revista socialismo o barbarie, nro 26, febrero 2012