Mucho se viene hablado en las últimas semanas sobre la disputa interna de Podemos entre pablistas y errejonistas, de cara a su Segundo Congreso, previsto para mediados de este mes. Haciéndose eco de esta situación, la prensa burguesa aprovecha la oportunidad para señalar sin tapujos su satisfacción intentando demostrar que Podemos repite los mismos vicios que los partidos de la casta que dice criticar, reduciendo la cuestión a una mera “disputa por cuotas de poder” que enfrenta a dos modelos organizativos: el vigente defendido por Iglesias (actual secretario general y único candidato por el momento a serlo por segunda vez), y el errejonista que postula menos prerrogativas para el secretario general, sobre todo en lo que hace a las atribuciones de poder consultar unilateralmente a las bases y disolver cualquier alianza o grupo territorial.
Sin negar esto, porque efectivamente existe la tensión de una pelea por mantener y ganar espacios de poder, nos parece que en todo caso lo que importa es comprender a qué responde y qué manifiesta esta disputa.
Aquí hay que decir que lo que está en debate hacia Vistalegre II es lo que Podemos es y lo que pretende llegar a ser. Es decir, se plantea el hecho de pasar de ser un movimiento no institucional a uno institucional: pasar a ser un partido “normal” integrado y adaptado a la normalidad del juego parlamentario y de las instituciones de la democracia burguesa.
Es que Podemos, desde sus orígenes y cada vez más, ha ido girando hacia la derecha desestimando toda participación sistemática en las luchas sociales, apostando sólo a la intervención mediática y electoral, a la figura carismática de Pablo Iglesias, incluso evitando desarrollar raíces orgánicas por abajo entre los trabajadores, la juventud y los sectores populares.
Esta no apuesta al desarrollo de las luchas sociales, esta no construcción orgánica, esta apuesta puramente mediática y electoral de una fuerza que logró adquirir amplia influencia de masas, es evidente que tiene su efecto en el giro conservador de la coyuntura. Ocurre que para conquistar el mundo de manera transformadora, revolucionaria, hace falta apelar a las fuerzas sociales que están en la base de la sociedad: los explotados y oprimidos, algo que está explícitamente fuera de la agenda de Podemos y su estrategia reformista.
Se trata de una estrategia absolutamente subsumida en ganar votos y gobernar con el PSOE (aunque sea la casta) y con los medianos empresarios, y opuesta a impulsar y desarrollar las luchas. Una estrategia que se acota y se acaba en el terreno electoral y de las instituciones. Por eso su derechización y adaptación cada vez más descarada a las reglas del juego parlamentario de la democracia burguesa: porque lo que importa es ganar las elecciones a como dé, una orientación puramente electoralista, sólo destinada a juntar votos sin importar si se ganan a costa de abandonar todas las demandas estructurales y los elementos programáticos rupturistas que su programa original contenía.
Recordemos que luego de mantener durante todo el tiempo la mano tendida al PSOE para formar gobierno y moderar y derechizar su discurso original, Podemos se reubicó ante los hechos consumados luego de que el PSOE con su abstención favoreciera la investidura de Rajoy. El destino le ha regalado a Podemos la posibilidad de ser oposición. Un regalo que Podemos intentó aprovechar oportunistamente (para ganar espacio parlamentario) radicalizando su discurso y culpando al ala dura del PSOE. Pero como señaláramos reiteradas veces, el PSOE es uno de los partidos de la casta y el hecho de responsabilizar sólo a un sector conservador del mismo es lavarle la cara al PSOE entero como tal y esto es algo que ni Podemos de conjunto ni el sector de Anticapitalistas han asumido ni cuestionado nunca.
Esto explica que de hecho la discusión hacia Vistalegre II se de en el terreno puramente organizativo y no político-estratégico; la estrategia de Podemos no está en discusión, en este terreno no hay nada nuevo, ninguna discusión abierta al respecto.
Las diferencias no vienen del lado de la estrategia de continuar siendo una maquinaria electoral para formar un gobierno de “izquierdas” con el PSOE; en todo caso las diferencias con Errejón vienen del lado de con qué condiciones o de qué manera se gobierna con él. La moderación y el temor de Errejón quedaron en evidencia cuando Iglesias le propuso a Sánchez ser vicepresidente para formar gobierno e impedir que el PP gobierne y que por supuesto el PSOE rechazó antes que nada para no cederle el liderazgo de la “izquierda”. Si hubiese sido por el número dos de Podemos, los condicionamientos para gobernar con el PSOE hubieran sido más leves. Es decir, Errejón es más de la estrategia de “mejor pájaro en mano que cien volando”… mientras que Iglesias prefiere “dos en mano que 98 volando”.
De ahí también el triste papel de Anticapitalistas, sección oficial de la IV mandelista, totalmente adaptada a la dinámica de la dirección de Podemos, a su curso político y electoral totalmente acondicionado a los requerimientos del régimen parlamentario, sin presentar (hasta ahora) tampoco candidato a secretario general para pelear por un Podemos que impulse las luchas sociales, tomando en sus manos las reivindicaciones más sentidas.
En todo caso, también las disputas de poder tienen que ver con el hecho irrefutable de que las bases de Podemos no juegan ningún papel. Podemos se ha convertido en una estructura por arriba de parlamentarios y cargos, como el Gobierno de Cádiz, donde el alcalde es de Anticapitalistas o en Valencia, donde gobierna en confluencia. Y cuando las bases no importan, de lo que se trata es de ver quién manda y cómo disciplina a la bancada y los cargos, de ahí la preocupación por sostener una organización interna “bonapartista”, totalmente en manos de Iglesias, con fuertes atribuciones al secretario general (el origen de todos los votos, según él), para ejercer su arbitraje.
En todo caso, el debate organizativo se reduce a eso: si es el secretario general como tal o algún elenco algo más amplio el que ejerce el control, no ya de las bases que no tienen arte ni parte, sino de los parlamentarios y demás cargos institucionales que son lo que importan.
Desde Socialismo o Barbarie España afirmamos que el cambio no viene ni vendrá nunca de adaptarse a la institucionalidad. Ahora que gobierna nuevamente el PP y que seguramente avanzará en recortes y ataques a los trabajadores, se trata de organizarse y luchar para apostar al desarrollo independiente de las luchas y en oportunidad de elecciones, a una política electoral revolucionaria, clasista e independiente que impulse la lucha social y pelee por la conciencia socialista, que pelee por una estrategia revolucionaria contraria a la jugada puramente electoral e institucional a la que viene apostando Podemos. Por esto mismo habrá que redoblar los esfuerzos y encontrarnos en las calles desde ya mismo para no caer en el escepticismo, la desmoralización y para no cederle ni un minuto a los ataques del PP y la burguesía española.
Por Carla Tog, Socialismo o Barbarie – Estado español